DONDE ESTAMOS
Indudablemente podríamos seguir, analizando mil y un factores más hasta situarnos en el presente actual, pero, de
momento, baste lo anteriormente expuesto a modo de síntesis de dónde venimos, y pasemos a intentar
ver cuál es nuestra situación actual y cuál debiera ser el camino a seguir a partir de ahora.
De lo contrario, entraremos en la
misma dinámica que nos rodea. Se hacen pormenorizados
análisis de la situación en base a estadísticas y datos, totalmente contrastados; siguiendo unos parámetros previamente definidos y académicamente incuestionables que terminan con un
diagnostico respetable y documentado, pero que a nuestro modesto entender no
suelen aportar nada más, a veces nada menos, que una
visión más o menos real de una verdad absoluta e inamovible, con lo que nos
planteamos reiteradamente un problema con falsa posición y a partir de esto nos es posible encontrar solución alguna.
No se cuestionan alternativas al
sistema y se sigue manteniendo que siempre se ha salido de las distintas crisis
y esta no va a ser una excepción, que mas tarde o más temprano se saldrá.
Además, podrá aducir que en su pugna con el
sistema extinto, es evidente que salió claro vencedor, luego es el válido, no tiene alternativa.
Nuestra hipótesis parte de que, queramos verlo o no, el mundo
financiero que conocíamos ha cambiado. El mundo
conocido hasta mediados del año 2007 no existe, se ha producido
una revolución económica y la cercanía a la misma no nos permite
verla.
Posiblemente, con perspectiva de
futuro, será dentro de algunos años cuando se acepte lo acontecido.
Los economistas, entonces podrán hacer lo que hacen hoy y siempre, analizar datos,
compararlos y llegar a conclusiones de qué y cómo se produjo y donde estaremos
entonces. Tampoco debemos exigirles más, la titulación no conlleva bola de cristal
alguna, ni formación profética. El futuro siempre será eso, futuro.
Tal vez lo único que deberíamos pedirles es la humildad en reconocer que su formación y capacidad llega hasta saber analizar e
interpretar como nadie los datos y variables de campo científicamente obtenidos, dejando como meras y personales
proyecciones a futuro sus hipótesis y avisando que el acierto o
fallo de las mismas no dejan de ser meras coincidencias, tan respetables y
refutables como cualquier otra, vengan de donde vengan.
Una parte importante de falta de
soluciones, entendemos, surgen de la premisa de analizar los problemas de hoy y
al proyectarlos a futuro intentar buscar soluciones con soluciones también de hoy.
Los problemas que vislumbramos a largo plazo
es posible que en muchos casos tengan solución que conocemos, pero no lo es menos que en su momento tendrán otro tipo de solución que hoy ignoramos.
Nuestro conocimiento se basa, en
la mayoría de los casos en teorías probadas y que aceptamos como axiomas, pero
nuestra mente debe estar siempre inquieta y abierta a otras hipótesis, solo así hemos conseguido avanzar en nuestro escaso conocimiento adquirido.
Daría por saber el 1 % de lo que no sé, el 100 % de lo que conozco.
Los mismos economistas, los
mismos gurú y santones del mundo financiero,
los mismos reputados Organismos e Instituciones internacionales, las mismas
Agencias de Riesgo, que hasta mediados del año 2007 vaticinaban y auguraban un crecimiento envidiable de la economía, que ni vieron venir la crisis, ni acertaron en
sus vaticinios y es más con su exceso de optimismo, su
falta de profesionalidad y su ineptitud, cuando no vergonzante dependencia
clientelil, potenciaron la magnitud del desastre, hoy son quienes, sin ningún tipo de rubor auguran y vaticinan todo lo
contrario, y es más, en el caso de las Agencias de
Riesgo, se atreven a valorar y censurar actuaciones de Gobiernos e
Instituciones.
¿Por qué ahora vamos a creer en ellos?
Deberían haber pedido perdón y en el mejor de los supuestos haber buscado
responsabilidades, depurándolas al máximo.
Solo valen sus consejos a los de
siempre, a quienes con su cerril e intransigente visión política, su insolidaridad y avaricia
son capaces de todo antes que ceder un mínimo de privilegios, oligárquicamente obtenidos y cruentamente en muchos casos defendidos.
Son los mismos causantes del
problema, una mínima parte de la población, un escaso uno por ciento de la población del planeta, que poseen, generación en generación, del capital y los medios de producción, quienes hoy, vuelven a presentarse como solución a los problemas por ellos creados, utilizando y
movilizando todos los medios a su alcance, muy poderosos por cierto, desde
centros de opinión, medios de comunicación y partidos políticos, desde los que inciden electoralmente sobre estratos bastantes
amplios de la ciudadanía, aprovechándose de su buena fe.
Pero decíamos que vamos a centrarnos en nuestro tiempo para
intentar aportar soluciones e ideas a futuro, y vamos a hacerlo:
Partimos de una premisa que
creemos poco cuestionable. Vivimos en un mundo globalizado en todas sus
facetas, ninguna aldea se puede aislar de su dependencia global, por tanto los
problemas y soluciones, en mayor o menos medida nos conciernen a todos y
lamentablemente no vemos que nadie pueda escapar a esto por sí solo.
Ante un mundo que cambia, la
primera reacción suele ser anclarse al pasado,
aferrarse a formulas antes probadas y este es el primer error de partida;
surgen voces, con mejores o peores intenciones de llamada para atrás.
Las llamadas al nacionalismo a
ultranza, al proteccionismo, al cierre de fronteras, a buscar culpabilidad en
el otro, el que viene a cambiar mi forma de vida, en definitiva la vuelta al
populismo de fácil calado en una población cada vez mas amedrentada, intenta convencernos en
volver al pasado para arreglar el futuro.
Habíamos dicho antes que curiosamente los Imperios que en el mundo han
sido, con pocas excepciones (como por ejemplo el Romano) han durado una
centuria, y si analizamos la historia, siempre en su último tercio se fueron marcando grietas que anunciaban su periodo de
decadencia y sustitución.
Ante dichos síntomas, también resalta una curiosidad, nunca optaron por intentar pactar y
compartir, simplemente aguantaron hasta caer.
Debiéramos todos aprender de ello, pues la humanidad no parece querer
incidir en soluciones violentas, aunque a veces resulte difícil de entender observando nuestro entorno y las
tensas relaciones a lo largo y ancho del orbe. Pero hemos dicho que queremos
intentar avanzar en el camino de nuevas opciones y vamos allá.
Para todos debe ser una obviedad
que la ultima locomotora económica del mundo moderno, hasta
nuestros días, ha sido EE.UU. El problema es
que, además y en función de ello, tenía que ser gendarme y juez.
Ello viene, históricamente, minando y lastrando su capacidad
financiera de forma cada vez más apremiante.
Es normal por eso, que hubiera una especie de
acuerdo tácito de orden internacional en
cuanto a que su moneda, el dólar, fuese y sea el patrón de referencia.
Pero claro, ya que la actividad bélica hay que financiarla, con todo lo que ello comporta,
entre otras y como la parte más triste y cruel la de pérdidas humanas, que menos que hacer la vista gorda
al real valor de su moneda.
Se calcula que la cantidad de dólares falsos nunca bajó del 25 % sobre el circulante en cada momento. Si añadimos los cuantiosos gastos militares y
aeroespaciales, no nos será difícil comprender que el déficit lleve años superando récord; para el año 2010, los más optimistas, calculaban 1,56
billones de dólares (10,60 % del PIB), la
realidad superó el 13 % del PIB.
Y saben cómo se logra cuadrar el círculo para aguantar año tras año, pues es fácil, la vieja fórmula pero al revés. Siendo la moneda de referencia
y cambio no debo devaluar, tengo que demostrar fortaleza, bueno pues le doy a
la maquinilla y arreglado.
Al fin y al cabo es la teoría del helicóptero de Keynes con la variante de lanzarlos sobre todo el mundo en
vez de sobre Nueva York. No se nota y quien lo note que me pida explicaciones
que le diré, “de acuerdo, pero a partir de ahora pon tu también guardias y pólvora”.
PINCELADA EUROPEA
Mientras esto sucede así, al otro lado del Atlántico, tibiamente, el puzle Europeo empieza a entender aquello de la
unión hace la fuerza, y a regañadientes, pero apremiados por los tiempos, deciden
integrarse, principalmente como zona común económica, con proyección de futuro y he aquí que deciden crear una moneda única. Nace el euro al que, desde el otro lado del Atlántico, se le augura un corto recorrido una vez pase
la bonanza y llegue la primera crisis, por lo que, bueno, que funcione.
Pronto es notorio lo evidente, la
unión hace que la zona pueda ser la
primera potencia comercial en su conjunto.
Llegada la crisis y descartadas
las primeras tentaciones de algunos países de volver a las monedas nacionales para la vieja fórmula de devaluar, se comprueba cómo, a pesar de todo, la moneda sirve de formidable
paraguas para el conjunto, y algunos miembros del grupo no integrados en la
moneda empiezan a ver ineludible adoptarla cuanto antes, aun cuando la situación actual los hace mantenerse a la espera.
Ciertos países, caso Reino Unido, ante la importancia aportada
a su PIB por su City Financiera, ante el desarme que supondría renunciar a su capacidad de emisión de moneda, ante la enorme presión de poderes facticos, mantienen una difícil situación de impasse.
Aunque su sector empresarial
necesita las mismas reglas de juego que sus colegas del resto europeo, la
situación actual les favorece e intentan
torpedear el cambio de reglas de juego financieras que irían contra los intereses de su City.
No aceptan el cambio de regulación en derivados financieros y mucho menos en tasas
que graven la actividad que entienden ir contra su propia City.
El problema lo tendrían si la UE, cambiase su apoyo incondicional al
sistema bancario de inversión prescindiendo de ellos, algo
inevitable de persistir en su postura.
Los intereses del continente
europeo no pueden plegarse por más tiempo a las ventajas de Londres. La decisión final no podrá ser otra que la plena integración.
De continuar como siempre, como su propia
geografía insular y deambular en
solitario se les plantearía a medio plazo una situación insostenible.
Pero he aquí, que de nuevo la vieja Europa resurge de sus
cenizas y comienzan a supurar viejas heridas, nunca debidamente curadas, que
vuelven a cuestionar la mayor.
Con razonamientos miopes y
nacionalistas a ultranza, como siempre, se es incapaz de buscar soluciones
supranacionales que garanticen los propios intereses localistas.
La moneda, se introduce sin la
infraestructura necesaria que la defienda. Priman dogmas inculcados traumáticamente de generación en generación, y vuelven a anteponerse viejos
prejuicios de dominación zonal.
Cada vez que en el viejo
continente se ha querido ir a uniones de conjunto, se ha intentado imponer una
bandera partidista, nunca una común.
Remontándonos solo dos siglos, pasamos de Napoleón, seguimos con la barbarie de dos guerras con la misma nación y nos encontramos en el presente, parece que
repitiendo errores. Eso sí, el avance es que mientras hasta
ahora, las soluciones se intentaban imponer por la fuerza de las armas, hoy se
intenta por la fuerza del dinero, pero en definitiva, seguimos erre que erre,
persistiendo en el error.
Como es posible tal ceguera, como
es posible no entender que una moneda común es incompatible con una política local compartimentada por zonas. Que tiene que ocurrir para ver
algo tan elemental.
La Unión Europea tiene que ceñirse a aquellos países que adopten el euro, no es
posible compaginar dentro de la zona los intereses de miembros con otra moneda
diferente.
Ello hará que aquellos estados que actualmente se mueven a
conveniencia propia tengan que pensar en intereses comunes como forma de
potenciación propia.
Con esta premisa los integrantes
de la zona que siguen manteniendo su moneda verán las ventajas en sumarse a la común antes que aislarse del conjunto, por muy difícil que los intereses en juego actualmente les haga
pensar lo contrario.
La fuerza y privilegio de los
estados modernos es su capacidad para fabricar moneda. Es imprescindible
disponer de banco emisor que pueda actuar como tal. Su limitación es la negación del propio valor de la moneda.
Tener un Banco Central Europeo
limitado a vigilar unas sacrosantas y arbitrarias cifras de inflación y deuda, con funciones de lobby bancario, es cazar
leones con perdigones, tiene que actuar como prestamista de último recurso.
No
se puede continuar con el juego de intereses que supone entregar dinero por
parte del BCE a los bancos privados, con el aval del propio Estado, al 0'75 %
para que estos vuelvan a prestar al mismo comprándole bonos al 6%. Esto no es regla de oferta demanda, esto es
subvención encubierta privilegiada.
Es
imposible financiar la economía real en estos términos. Y es imposible romper el círculo vicioso que supone "yo como Estado te
avalo, tu banco como ganas sin riesgo me ayudas comprándome bonos".
La
banca privada pierde su razón de ser, su existencia se apoya
en la financiación de la economía real empleando criterios supuestamente
profesionales, gestionando y dirigiendo fondos, ahorros y recursos privados a
la obtención de creación de riqueza de donde, independientemente obtener
beneficios en su actividad posibilita el desarrollo de un bien común.
Ningún Estado, para financiarse, necesita intermediario
alguno, dispone de la vía impositiva de la que
soberanamente se dota.
El Estado está permanentemente refinanciando la misma deuda, aplazándola en el tiempo incrementada con nuevos
intereses, sin posibilidad a futuro de reembolso pues no hay producción y por tanto no se generan nuevos ingresos.
En su agobio financiero agota su
propia capacidad de endeudamiento avalando al sector bancario, no olvidemos que
privado, conminando a dirigir hacia el mismo la financiación obtenida y no exigiendo la derivación de la misma al sector productivo que le permitiría refinanciarse vía impuestos al incrementar su PIB, incidiendo en la creación de empleo.
Tenemos que decidir que debe
prevalecer, si la conveniencia de unos pocos estados o la de la mayoría de los que conforman la unión.
Curiosamente a esos pocos
estados, con proyección a futuro, le interesa lo mismo
que a la mayoría, pero la falta de visión y cortedad de miras, les hace mantenerse con la
venda cortoplacista.
Alemania, que acepto la creación del BCE porque se aseguraba su control, se
plantea, para que cuestionar nada, cuando me financio prácticamente al cero por ciento.
Como voy a poner en peligro la
entrada de circulante, al considerárseme país refugio, que me permite cubrir
las inversiones fallidas y además sin coste.
Cuando quieran ver que por mucho
que exporten no habrá quien le compre, ni internamente
dentro del área por falta de consumo, ni
fuera de la misma por exceso de costos, pues no olvidemos que en los mercados
emergentes sustituyen la producción que importaban por producción propia a unos costes con los que no es posible competir, puede ser
que sea demasiado tarde.
Anteponen cualquier opción a la crisis interna euro al pago preferente de sus
riesgos, libremente asumidos por rentabilidad.
Su sector bancario vio rentable
invertir en lo que denominan banca periférica en proporciones elevadas, anteponiendo la alta rentabilidad
prevista a la supuesta prudencia y rigor siempre considerado germánico.
Ante tamaño error basan toda su estrategia en desviar la
atención a la magnitud de su problema a
los países donde están ubicados los bancos deudores de ellos, imponiendo
draconianas medidas de austeridad difíciles, cuando no imposibles, de asumir.
En su ceguera y huida hacia
adelante empujan al abismo a amplias capas de población a quienes se les intenta presentar culpables de despilfarros por
vivir por encima de sus posibilidades, intentando calar el mensaje de su
certeza y por tanto necesidad de redención.
Curioso maniqueísmo que hace recaer la redención del causante en el más débil.
Con estas premisas se permite al
BCE, el apoyo a la banca endeudada porque ello beneficia a la banca acreedora.
Eso sí, con la condición que la deuda sea considerada publica avalando el
Estado.
Alemania no puede seguir
acomplejada y marcada por el pasado. ¿Como es posible que recuerden tan machaconamente la híper inflación de 1923 y se olviden tan fácilmente de por qué llego al poder Hitler en 1933?
Con su maniqueísmo y egocentrismo están consiguiendo que cale en la población europea un sentimiento de frustración que las distancia del ideal compartido inicialmente para una plena
integración.
Cuidado, porque el caldo de
cultivo populista se está cociendo y sus consecuencias
podrían ser devastadoras.
Europa, de nuevo en la misma
encrucijada del pasado, tiene que definirse por sí misma y en su conjunto. Tiene que saber acotar intereses partidistas
potenciando los comunes.
Las opciones empiezan a estar muy
claras; o ciertos países continúan a lo suyo terminando a futuro como cabezas de ratón, u optan por una decidida integración de corte federal con todas sus consecuencias,
formando parte al mismo futuro de cuerpo de león.
No obstante, a pesar de lo
expuesto, todo lo anterior solo será, de implementarse, un paso más hacia adelante, pues, como terminaremos de ver la reforma del
sistema que nos rige solo puede solucionarse a nivel global.
Es más adoptando las medidas y reformas enunciadas a nivel europeo, se podrá apreciar de forma nítida a nivel mundial la gravedad y necesidad de cambio necesario.
Europa, hoy, es la excusa de
otras zonas para mantener la venda en los ojos ante lo evidente.
Resolver la incógnita que plantea ante el mundo, hará que este, vuelva la vista y se aplique en la resolución del problema sistémico que lo atenaza.
FIN CAPITULO 2 CONTINUARA