miércoles, 2 de abril de 2014

PARA HACER UNA REVOLUCION


Artículo de Antonio San Román Sevillano publicado en El diario con fecha 24/3/2014

Para hacer una revolución se precisa algo más que una crisis económica, un descontento social generalizado y la frustración de las ambiciones políticas y sociales de los grupos políticos que buscan cambiar el sistema social. Tiene que haber una ideología unificadora que dé cohesión social al descontento de clases generales tan heterogéneas y a las aspiraciones de grupos políticos tan diversos que se diferencian tan sólo en aquello del frente nacional de liberación judaico y frente judaico de liberación nacional –Monthy Pyton y Juan Carlos Monedero, en uno, dixit- o, lo que es lo mismo, la mayoría de las veces en la egolatría de los dirigentes de cada grupúsculo, como acabamos de ver en IU. Hay que “matar” a los burócratas de los partidos. Nadie debe acomodarse en un cargo para siempre.

Se precisa, ante todo, la unión de tanto frente de liberación. Generosidad en la renuncia. Abiertos sin temor al abrazo a lo común, a la comunidad. Hay que sentarse en una mesa redonda con honestidad, cara a cara, para poner en un mismo programa los puntos en común a favor y los que no queremos para la nueva colectividad que queremos construir. Hay una sociedad muy concreta fuera del cenáculo de tanto grupúsculo. Y, por tanto, se deben hacer proposiciones que ilusionen y no asusten, que no provoquen el rechazo de esa ciudadanía, que espera soluciones y no más problemas. El proyecto de partido es un proyecto para un partido. El proyecto final debe ser un proyecto de y para todos. Como escribe, Callinicos: <<… toda alternativa al capitalismo en su forma actual debería, en la medida de lo posible, satisfacer, como mínimo, los requisitos de justicia, eficiencia, democracia y sostenibilidad>>. La sociedad en marcha debe legitimar el proyecto. No hay que proponerse vencer tomando el Palacio de Invierno o Parlamento en una noche por la fuerza. Hay que convencer para poder, realmente, vencer.

Nuestra revolución no tiene porqué hacer saltar el país del antiguo régimen al nuevo. Porque si saltamos sin haber convencido, nos dejaremos atrás a la mayoría social, temerosa ante lo desconocido. Avanzar juntos, despacio, pues vamos lejos, aquel lema del 15M.

Ante todo, no proponer la violencia como solución, que por temor es rechazada por la mayoría social. Y porque, sobre todo, quien realmente posee los recursos verdaderamente violentos es quien está ejerciendo el poder. Los poderes establecidos pueden aplastar un movimiento por el cambio mediante la represión directa y el poder judicial (Alex Callinicos). Si la ejercemos nosotros, frente a esa violencia institucional, una vez más, nos espera el fracaso. La violencia consustancial a toda lucha revolucionaria, en la nuestra sólo debe manifestarse en el campo de lucha de lo simbólico.

Por ello, desde el principio y a media que se avance en la lucha,  se irá creando un vocabulario de esperanza y protesta, rehusando todo aquel lenguaje negativo y toda aquella acción violenta que provoque el rechazo de parte de la población que viaja con nosotros. Lo simple es lo más directo y lo más eficaz.

Se deben elegir los símbolos de la lucha, que deben ser unificadores. El movimiento social arranca en la emotividad. Hay que extraer  tales símbolos de las vivencias de la sociedad, no de las estructuras. Se es persona antes que profesor, camarero, periodista, político, agricultor, bombero, médico, etc. Hay que construir el significado de lo que vivimos en nuestras mentes en relación con nuestro entorno. Si tenemos un problema de comunicación, tenemos un problema de supervivencia. La gente somos, ante todo, emocionales. Nuestro cerebro es emocional, en primer lugar. Primero sentimos, luego racionalizamos. (Manuel Castells) El discurso debe tener sentido enunciando con coherencia la realidad que nos afecta.

Debemos nombrar al enemigo, ponerle rostro. Su identificación hace más fácil la unión de quienes luchan.

Alcanzar la unidad del precariado (hoy la antigua clase media con carrera universitaria, master, idiomas, en el paro o trabajos tan precarios que se asoman a la esclavitud) y los obreros  -canis y chonis, entre otros- (ver el excelente artículo de Nega dirigido a Pablo Iglesias), también en el paro o en un infra empleo que da sustento a la neo esclavitud. Todos, en definitiva, precariado, pues todos somos eventuales y prescindibles frente a los oligarcas. Hay que encontrar un punto de encuentro entre quienes buscan escapar de los imperativos de la actual sociedad de mercado, y los deseos consumistas de la mayor parte de la población. Rescatar para la lucha a los que ya están excluidos: desde el precariado de la clase media alta, pasando por los que están entre el curro corriente y en el umbral de la pobreza hasta los que ya están fuera de cualquier nivel visible del sistema capitalista. Éstos, están siendo emocionalmente  usados contra todos nosotros como un nivel al cual no queremos descender.

Hay que recoger la cultura popular y darle la vuelta, alcanzar convencer a la gente que el poder está en nuestras manos. Convencerlos de tomar el Parlamento a través de la política. Porque el Parlamento es una institución hecha a la medida de la proyección que nosotros queramos darle sobre nuestra sociedad. Quienes tienen el poder construyen las instituciones según sus intereses y valores. Y nosotros, la mayoría, queremos construir nuestro país –y, cuando toque,  nuestra Europa, nuestro Mundo-,  a la medida de nuestros intereses, de nuestros valores. Aspiramos a un mundo sustentado en la justicia, los Derechos Humanos como base. El Poder puede que sea global –las  transnacionales, la Troika, el G-8, sobre todo quienes están detrás de todos éstos.-, pero la política es local. Si vencemos, nosotros decidiremos la política y, por tanto, la acción política socio-económica para nuestro país. Mostrar que las soluciones técnicas son una cosa y las políticas otras. Aquéllas están supeditadas a éstas. El mercado no es un ente superior desconocido. El mercado son las tomas de decisión de los dueños de las transnacionales, de la banca, etc., sus relaciones entre ellos –sus luchas de poder- y su relación con nosotros, productores y consumidores. La Globalización económica de hoy es lo que en el siglo XIX se conocía como imperialismo. La diferencia que modifica y magnifica este capitalismo salvaje es el tipo, calidad y cualidad de las comunicaciones.

Existe una lucha de clases. Hasta los multimillonarios manifiestan y admiten en público que la van ganando. Hay que hacerla visible a través del conflicto local, primero, y mundial después, entre ricos y pobres. Hay que demostrar a los pobres porqué somos pobres, quiénes nos van empobreciendo cada día. Quieren una mano de obra servil, tan infra pagada como privada de las garantías y los derechos más elementales. La neo-esclavitud. Al comenzar el siglo XXI el número de pobres estaba aumentando a un ritmo de casi medio millón por semana. No podemos dejar de ver y mostrar que en nuestro país, y todos los de nuestro entorno, la diferencia entre los ricos y los que no lo somos no deja de aumentar. Y se abisma entre nuestro mundo -el sur de occidente-, y el sur del mundo, ¡África, como ejemplo, tan cerca y tan lejos!

Buscar la adhesión y, sobre todo, la colaboración creativa de cuantas más mujeres mejor. Si la mujer cambia de mentalidad, las relaciones sociales cambian. La mujer es el mayor motor para el cambio de mentalidades.

Rescatar de la nostalgia los buenos recuerdos de sueños y luchas de juventud de los mayores de cincuenta años. A los más jóvenes hay que proponerles la construcción conjunta para todos de sus elevados sueños.

Hay que mostrar a todos lo que no se dice en los medios bajo la publicidad y propaganda de políticos y mercados.

Proponer la subversión permanente, porque la realidad nueva, cuando llega, llega con voluntad de permanecer, de fosilizarse, de instituirse como verdad absoluta. Y eso siempre significa la derrota. Nada ha de inscribirse en piedra, pues la vida es movimiento perpetuo, y sus necesidades y requerimientos son mutables. Las mentalidades de acero crean sociedades rígidas, prontas a la parálisis, con falaces estructuras que aprisionan a quienes las componen. Una subversión anti-totalitaria en nombre de los derechos humanos, en nombre de la justicia para construir la libertad.

No recuerdo quien dijo o escribió: Piensa globalmente, actúa localmente. ¡Podemos, claro que podemos! Hasta arrojarlos en el mar para rescatar nuestros náufragos y construir un espléndido futuro para todos.