miércoles, 20 de mayo de 2015

Podemos: el partido de las clases populares


Artículo de Pablo Iglesias, publicado en El Periodico de fecha 19 de mayo del 2015  

En la guerra de trincheras de la política española no ganaremos pareciéndonos al adversario

Siempre digo que para entender la política es mucho más útil el baloncesto que el fútbol. Es lógico que el fútbol genere más pasiones: allí es más frecuente ver a un equipo débil derrotar a uno fuerte o asistir a la genialidad de un jugador que resulta decisiva en un encuentro. En el fútbol la sorpresa aparece con cierta frecuencia. Por el contrario, en el baloncesto, como en la política, los márgenes son mucho más estrechos. Por eso es tan importante tener tomada con precisión la medida de tus fuerzas y de las del adversario a la hora de diseñar las estrategias para ganar.

Si midiéramos el desarrollo de Podemos con los tiempos de un partido de baloncesto podríamos decir que, en el primer cuarto, sorprendimos con un juego irreverente a un adversario que nos ignoraba. Nuestro discurso era como aquellos triples imposibles de Navarro y acabamos la campaña de las europeas con 5 eurodiputados y 1,2 millones de votos que nadie se esperaba. Durante el segundo cuarto nuestros adversarios cometieron el error de subestimarnos -¿recuerdan al gurú Arriola llamándonos frikis?- y seguimos anotando con comodidad. Sin embargo, en el tercer cuarto, las élites dieron la voz de alarma -¿recuerdan al presidente del Banco Sabadell diciendo que hacía falta un Podemos de derechas?- y las cosas cambiaron. Salió el quinteto titular del adversario y empezamos a sentir cómo se trata a los novatos en la NBA: codazos, empujones, juego sucio, insultos al oído –la portada de ayer en El Mundo es un buen ejemplo de ese tipo de juego- y los árbitros sin querer ver nada, al tiempo que se nos empezaban a notar el cansancio y los nervios.

Sin embargo, hemos empezado el cuarto definitivo recuperando nuestro juego. Los medios reconocen que “hemos vuelto” (aunque solo ellos pensasen que nos habíamos ido) y según avanza esta campaña se nos ve más cómodos y seguros. No sólo llenamos los mítines, además situamos bien los mensajes y estamos colocando a los adversarios en el lugar que nos conviene. De hecho, es muy posible que esta campaña se nos quede corta y sea sólo el preámbulo de la decisiva en las generales.

Izquierda y derecha

Se nota, en definitiva, que hemos recuperado uno de los elementos que nos hacen diferentes: nuestra capacidad de análisis estratégico. El acierto histórico de Podemos es conocido: supimos leer que el 15-M fue la expresión social de una crisis de régimen que podía tener una traducción política. Aquella traducción se sustentó en dos elementos: un liderazgo plebeyo formado en los medios de comunicación y un discurso que apelaba a unas clases populares indignadas (el pueblo) que identificaban a las elites políticas y económicas como corruptas y responsables de la situación. Sin renunciar a ningún elemento programático, fuimos más allá de la geografía izquierda-derecha, redefiniendo el escenario político español con nuevas claves. La palabra “casta” se normalizó en el lenguaje político y todos los actores se fueron adaptando a un nuevo escenario en el que aparecíamos como protagonistas. Al tiempo que la jefatura del Estado aceleraba la jubilación de Juan Carlos, el PSOE cambiaba de líder, copiaba muchos elementos de nuestro leguaje e incluso rectificaba la estética de sus dirigentes limitando corbatas y remangando camisas. Por su parte, el PP reconoció el fin de régimen y se asumió a sí mismo polarizando con nosotros, mientras que Ciudadanos comprendió con lucidez que “novedad”, “regeneración”, “juventud” y “cambio” podrían ser los ejes para que una nueva derecha se abriera camino electoral en España. IU y UPD sencillamente quedaron comprimidos en el ataúd de Procusto, en el segundo caso de forma definitiva y en el primero teniendo que refugiarse en unas esencias identitarias de incierto futuro electoral.

Si nosotros cometimos un error fue el de pensar que redefinir el escenario te convierte en su dueño, y algunos entre nuestras filas sintieron la frustración de ver a otros actores -Ciudadanos y en menor medida el PSOE- crecer a costa de nuestras innovaciones. Y entonces hubo que pedir tiempo muerto y explicar qué significa aquello de la centralidad del tablero y señalar que en en la guerra de trincheras no ganaríamos pareciéndonos al adversario.

El último barómetro del CIS revela bien que nuestro diseño estratégico para el último cuarto es el correcto. Podemos es el primer partido de los estudiantes y los jóvenes y compite con el PSOE para ser el primer partido de todos los estratos de la clase trabajadora así como de los sectores medios empobrecidos y frustrados por la destrucción de sus expectativas. Si Podemos es la formación mejor situada para representar a las clases populares es precisamente como consecuencia de una crisis política derivada de una crisis económica que ha hecho recuperar el carácter popular a sectores que se autopercibían como clases medias beneficiarias de una modernidad neoliberal que demostró ser una ilusión.

Por eso nuestro juego, basado en señalar al PP como el partido de las élites y la corrupción, al PSOE como la fuerza que renunció al campo político de la socialdemocracia entregándose al suicidio de la Tercera vía y a Ciudadanos como plan 'renove' de las élites, vuelve a funcionar.

No debemos olvidar que somos una fuerza política surgida de una crisis que tuvo dos consecuencias fundamentales en nuestro país: destruir el espacio de gobernabilidad del social-liberalismo de la tercera vía y revelar la corrupción como forma de gobierno del modelo especulativo de la burbuja que tuvo en el PP su máxima expresión. Aunque se asociaran durante mucho tiempo con nosotros nociones como regeneración, novedad y juventud, nuestro terreno de victoria es el que nos coloca como la fuerza política de referencia de unas clases populares en expansión como resultado del empobrecimiento de buena parte de los sectores medios (trabajadores públicos, autónomos, pequeños empresarios y profesionales), del precariado juvenil y de la clase obrera. Por eso debemos ser una fuerza con un discurso áspero y de clase y con un estilo plebeyo (que se aprecia incluso en el hecho de que no vestimos como los políticos tradicionales) capaz de dicotomizar el escenario político.

La dicotomía que está en juego no es tanto esa que distingue lo nuevo de lo viejo, como aquella que separa la política de compromiso con las élites de la que defiende a los sectores populares.

lunes, 18 de mayo de 2015

Estamos peor que en 2007, antes del colapso


Artículo de Juan Laborda, publicado con fecha 16/05/2015 en su blog, en vozpopuli.

Analizando los datos recientes de la economía global, escudriñando la evolución de los últimos indicadores de la economía estadounidense, y echando una ojeada a las previsiones del mercado, se pueden sacar varias conclusiones. Estamos en una situación parecida a 2007, las burbujas generadas por los Bancos Centrales –deuda soberana, deuda corporativa, acciones…– son insostenibles, solo es cuestión de tiempo que acaben explotando. La mayoría de los economistas siguen sin entender la naturaleza endógena del dinero, el papel de la deuda privada, y el dominio aplastante del principio de demanda efectiva. Por eso, no anticiparon el colapso de 2008; por eso, no anticiparán el que está en curso.

La economía real, en definitiva, es tremendamente frágil, y las auténticas reformas estructurales que deberían haberse puesto en funcionamiento, no se implementaron

Pero existen diferencias respecto a 2007, mucho más preocupantes. La deflación se reactiva; el endeudamiento global es mayor; la inversión productiva privada en occidente está deprimida; la pobreza y las desigualdades se expanden sin control; los países emergentes también se desaceleran; y el volumen del comercio mundial se comprime. En este contexto, la concentración bancaria se ha avivado y, por lo tanto, el riesgo sistémico bancario es enorme. La economía real, en definitiva, es tremendamente frágil, y las auténticas reformas estructurales que deberían haberse puesto en funcionamiento, no se implementaron.

Las reformas pendientes

Con la crisis sistémica no se hizo aquello que era óptimo y eficiente, económica y socialmente. Las razones son obvias, por ineficiencia económica de las élites, por ideología, por defensa de los intereses de clase. Como condición necesaria, aunque no suficiente, se debería haber reducido el tamaño del sistema bancario occidental acorde a la economía real, mediante una reestructuración del mismo a costa de gerencia, propietarios y acreedores. Pero, adicionalmente, son necesarias otras reformas en el sistema financiero.

Hay que poner bajo supervisión pública los principales centros financieros internacionales. Se debe promover la separación plena entre la banca comercial y banca de inversión, mediante el restablecimiento global de la Ley Glass-Steagall. Es necesario también un control de la expansión del crédito ex ante en lugar de castigar a los deudores a posteriori –cualquiera que conozca la naturaleza endógena del dinero lo entiende–.

Aprovechándose del riesgo moral de que son “demasiado grandes para quebrar”, los bancos sistémicos, cada día mayores y más sistémicos, están siendo subsidiados por los contribuyentes de las distintas naciones. Es necesario acabar con ello. Se debe estudiar la necesidad de imponer límites a la concentración de depósitos, préstamos u otros indicadores bancarios, en definitiva al tamaño de los bancos.

Teniendo en cuenta el impacto del ciclo de materias primas en el crecimiento económico de productores y consumidores, es necesario volver a prohibir la participación en el mercado de derivados de la energía y de productos agrícolas a aquellos especuladores que no tienen posiciones físicas alrededor de los mismos, especialmente las mesas de trading de bancos que toman posiciones propias y que hacen que los precios estén sujetos a la avaricia y miedo de los inversores. Con la energía y los productos agrícolas no se juega a la ruleta.

Un sistema monetario internacional centrado en la economía real requiere de una nueva moneda reserva global, desconectada de naciones individuales concretas y que puede permanecer estable en el largo plazo

Un sistema monetario internacional centrado en la economía real requiere de una nueva moneda reserva global, desconectada de naciones individuales concretas y que puede permanecer estable en el largo plazo, eliminando así las deficiencias inherentes causadas por el uso de monedas de naciones cuyo crecimiento se basa en el crédito. El método más sencillo es el de transformar los derechos especiales de giro (DEG) en este nuevo instrumento monetario global, con la participación de las monedas de las principales economías en la cesta de definición de su valor –dólar estadounidense, Euro, yen, yuan, rublo ruso, real brasileño, rand sudafricano, y el oro–.

Finalmente es necesaria una reforma radical de las composiciones del capital y de los órganos rectores de las principales organizaciones mundiales (FMI, Banco Mundial, OMC, Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, G-20), que debe incorporar a las nuevas potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, o Méjico).

¿Y España, qué?

Respecto a España, la situación es parecida a 2007. El gobierno actual ha emprendido una huida hacia adelante sin importarle las consecuencias, que arree el siguiente. En vez de aprovechar el descenso del precio del petróleo, la depreciación del euro y unos costes financieros más bajos para corregir desequilibrios e iniciar un cambio de modelo productivo, han actuado y actúan por meros cálculos electorales.

Intentan reactivar la burbuja inmobiliaria, en colaboración con el sistema bancario, que tiene que recuperar márgenes. Implementan una política de gasto público pro-cíclica y cruel. A lo largo de 2012 y 2013 el ejecutivo del PP hundió el gasto social, tan necesario para aliviar la situación de familias, mientras destinaba ingentes cantidades de dinero de los contribuyentes a financiar a terceros quebrados: el sector bancario patrio. Por el contrario, a lo largo del año en curso no han dudado en dopar el gasto de las distintas administraciones públicas, consumo público, para reactivar en el corto plazo el ciclo económico hispano y así decir que se crece al 3%. Como consecuencia, los desequilibrios alcanzan niveles históricos –máximos de deuda pública y deuda externa neta–.

Debería haberse iniciado en nuestro país una fase de incremento y modernización de nuestro aparato productivo. En este sentido, sería fundamental introducir la política industrial

Debería haberse iniciado en nuestro país una fase de incremento y modernización de nuestro aparato productivo. En este sentido, sería fundamental introducir la política industrial con la implementación de un programa nacional de inversión pública en sectores futuros estratégicos y de impulso a la innovación que ejerza un efecto “crowding in” o de arrastre a la inversión privada. Pero en vez de eso, se optó por empobrecer a las rentas del trabajo en aras de una falsa competitividad, e incrementar la deuda pública financiando a terceros insolventes y activando consumo público en período preelectoral.

La realidad es que cuando se incremente la aversión al riesgo y se reactive la desaceleración global, nuestro querido país se hundirá irremediablemente. Se activará una crisis de deuda soberana, continuará la recesión de balances privados, se avivará una crisis de balanza de pagos, y todo terminará en una profunda crisis social. 

lunes, 4 de mayo de 2015

“Las autoridades de la zona euro están provocando una crisis de liquidez en Grecia para forzarla a capitular”


 Artículo de Hernán Garcés y Arthur Vigneron, publicado en eldiario.es con fecha 2/5/2015

Philippe Legrain, exasesor de Durao Barroso y profesor de la London School of Economics, advierte que la gran prioridad en la crisis de la UE ha sido salvar a la banca alemana y francesa

¿A qué fuentes acudirán los historiadores en el futuro para intentar explicar la mayor crisis que ha golpeado a la Unión Europa? Es probable que el influyente economista inglés Philippe Legrain sea una de ellas. Su condición de testigo directo, al haber ejercido como asesor económico independiente del presidente de la Comisión Europea—José Manuel Durão Barroso— y jefe del equipo que le proporcionaba asesoramiento político estratégico, le da una  auctoritas de la que carecen otras fuentes.

En su excelente libro  European Spring: Why Our Economies and Politics are in a Mess – and How to Put Them Right (sorprendentemente todavía no editado en España), Philippe Legrain desgrana la respuesta catastrófica a la crisis por parte de los responsables políticos de la zona euro y deconstruye tópicos a los que nos tienen acostumbrados algunos responsables políticos y medios de comunicación. En la actualidad, es profesor en la prestigiosa London School of Economics y escribe con regularidad en medios como  Foreign Policy Financial Times o  The Guardian.

En una carta al  Financial Times, el vicepresidente del gobierno de Grecia pedía a la Unión Europea una oportunidad para salir de la trampa de Sísifo respecto a la deuda. Al parecer, Berlín, Frankfurt y Bruselas no se la quieren conceder. ¿Por qué?

El nuevo gobierno griego, dirigido por Syriza, es el primero en cuestionar directamente la mala gestión de la crisis por parte de las autoridades de la zona euro, dando esperanza a muchos europeos que están cansados de escuchar que no hay alternativa al fracaso de las políticas que se han aplicado durante los últimos siete años. Así pues, las autoridades de la zona euro están resueltas a impedir su éxito: o Grecia capitula, o se arriesga a ser expulsada (ilegalmente) del euro. Olvídense de la solidaridad o del respeto a la democracia: es un feroz chantaje.

El ministro de finanzas de Grecia, Yanis Varoufakis, está siendo criticado   por numerosos ministros de la zona euro. En su opinión, ¿está gestionando acertadamente la crisis griega?

Los ministros de la zona euro son, en su mayoría, un grupo gris y mediocre, lo que les hace sentir envidia y resentimiento frente a alguien como Yanis Varoufakis, que se muestra seguro de su capacidad intelectual, es elocuente, y además los medios de comunicación y gran parte de la opinión pública le aclaman como a una estrella del rock e incluso como a un  sex symbol. De modo que no deberíamos prestar mucha atención a las críticas personales a Varoufakis. Al mismo tiempo, Varoufakis no se ha hecho ningún favor al aparentar estar más concentrado en los medios de comunicación, ya sea en programas de debate o en la desafortunada sesión de fotos de  Paris Match, que en las negociaciones con el Eurogrupo.

Varoufakis tiene que concentrarse en su objetivo principal —probablemente el alivio de la deuda griega— y desarrollar una estrategia para conseguirlo. Ello exigirá inevitablemente una política de negociación arriesgada, lo cual requiere a su vez un plan B por si las autoridades de la zona euro lo rechazan. El Plan B podría consistir en introducir una divisa paralela, lo que permitiría al gobierno griego amenazar de forma creíble con el impago unilateral de la deuda. El gobierno podría pagar sus cuentas con pagarés negociables cuyo valor se derivaría del hecho de que podrían ser usados para pagar impuestos pasados, presentes y futuros. Aunque pueda parecer una locura, el estado de California hizo eso en 2009 sin abandonar el dólar.

¿Es posible que Grecia tenga que abandonar pronto el euro?

Creo que las posibilidades de que Grecia salga del euro están aumentando. Las autoridades de la zona euro están provocando deliberadamente una crisis de liquidez en Grecia, con el fin de forzarla a capitular. El Banco Central Europeo (BCE) ha cerrado a los bancos griegos el acceso a la liquidez barata e ilimitada de la que disfrutan  otros bancos de la zona euro, y en su lugar les ofrece, con cuenta gotas, liquidez excepcional más cara.

El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ha sugerido que Grecia podría necesitar imponer controles de capital, alentando el retiro de depósitos de los bancos griegos, y por lo tanto la dependencia de esos bancos del BCE. Frankfurt también ha rechazado permitir a los bancos griegos adquirir más bonos del Tesoro griego, limitando las opciones de financiación del gobierno. Así, las posibilidades de que las autoridades de la zona euro estén imponiendo demasiada presión y de que Grecia se vea expulsada accidentalmente del euro —o de que el gobierno griego llegue a la conclusión de que no tiene otra alternativa que abandonar el euro— están aumentando. Al mismo tiempo, la opinión pública alemana está reclamando, cada vez más, que Grecia salga del euro, y por tanto, la canciller Merkel podría concluir que ella tiene que actuar de acuerdo con esa opinión.

Entonces, ¿cuáles serían las consecuencias para la economía griega de abandonar la zona euro?

Abandonar el euro sería, al principio, muy disruptivo para Grecia, especialmente si ocurriera de manera caótica. Indudablemente, habría un  corralito para evitar la fuga de depósitos, controles de capital, confusión sobre qué contratos se convertirían a la nueva moneda griega, cuándo y cómo, y así sucesivamente.

Una vez fuera del euro, el gobierno griego, sin duda, no se sentiría especialmente obligado a devolver el dinero a los gobiernos de la zona euro y al BCE, responsables de su expulsión; en particular cuando las deudas denominadas en euro aumentasen una vez que la nueva divisa griega se hubiese depreciado frente al euro. Es más difícil prever si Grecia decidiría o no pagar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bonos en manos de inversores privados.

Sin embargo, libre de deuda, con una divisa mucho más barata y con mucha más libertad política, Grecia recuperaría pronto el crecimiento, sin lugar a dudas. Cuando Argentina abandonó, en 2001, el régimen de convertibilidad con el dólar estadounidense, su recuperación comenzó un año más tarde.

Lo que sucediese después dependería de lo bien que gestionase el gobierno la economía. ¿Lleva a cabo sus planes para acabar con el poder de los oligarcas corruptos que tienen el dominio sobre un mercado “cartelizado”, impulsar la inversión y atraer el  know-how y el capital extranjeros para modernizar la economía? ¿O desperdicia la nueva libertad de acción que ha conseguido?

Numerosas autoridades de la zona euro y el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, creen que la zona euro sobreviviría al abandono del euro por parte de Grecia. Sin embargo, unos de los historiadores económicos más respetados, Barry Eichengreen , afirma que sería un “Lehman Brothers al cuadrado”. ¿Cuál es su opinión al respecto? 

El impacto inicial sería financiero. Grecia, casi con toda seguridad, suspendería el pago de la totalidad de la deuda contraída con las autoridades de la zona euro, así como el del pasivo de Target 2 del Banco de Grecia. También afectaría a los bancos extranjeros que aún están expuestos a la economía griega. Y también dispararía la especulación sobre cuál sería el siguiente país en abandonar el euro: ¿Portugal? ¿Italia? ¿España? Dicho esto, el BCE podría intervenir para limitar la fuga de depósitos, y ya está comprando una gran cantidad de bonos estatales a través de su programa de expansión cuantitativa. Así que, a corto plazo, creo que el impacto en el resto de la zona euro sería doloroso pero controlable.

De cara al futuro, la confirmación de que los países pueden abandonar el euro generaría más incertidumbre sobre todos los países en dificultades del sur de Europa, incluida España, asfixiando la inversión y convirtiendo la zona euro en algo aún más frágil. En un mundo post  quantitative easing [ndlr: post-expansión cuantitativa], se haría más probable que se tuviese que activar el programa  Outright Monetary Transactions [ndlr: programa de compras directas], lo cual revelaría que la afirmación de Mario Draghi de que haría “lo que fuese necesario” para mantener el euro unido no es tan sólida como parece.

Por último, el abandono del euro por parte de Grecia provocaría un contagio político. Si Grecia comenzase pronto a crecer de nuevo fuera del euro —como incluso algunas autoridades de la Comisión Europea sugieren en privado que sucedería—, otros países podrían decidir seguir sus pasos. ¿Podría el euro sobrevivir a la salida de Italia, donde los tres principales partidos de la oposición son antieuro? ¿Y si fuera Francia?

En 2010, España contribuyó al primer rescate de Grecia con una suma de 9800 millones de euros. En su libro  European Spring usted afirma que “el rescate griego fue la segunda etapa del mayor atraco bancario de todos los tiempos”. Un  director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y usted indican que el objetivo del rescate no era ayudar a Grecia sino a los bancos alemanes y franceses. ¿Qué ocurrió exactamente? ¿Lo sabía el gobierno español?

Cuando, en 2010, Grecia se vio aislada de los mercados, su deuda, enorme y en rápido aumento, era sin lugar a dudas impagable. Tanto los inversores como los empleados del FMI lo sabían. Por lo tanto, se debería haber aplicado una quita a esa deuda, como el FMI reconoció después públicamente. Sin embargo, para evitar que los bancos alemanes y franceses sufrieran pérdidas, los responsables políticos de la zona euro, y en particular la canciller alemana Angela Merkel junto al trío francés compuesto por el presidente de Francia Nicolas Sarkozy, el presidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet y el presidente del FMI Dominique Strauss Kahn, hicieron creer que Grecia solo estaba atravesando problemas de financiación temporales. En violación de los tratados de la UE, cuyas normas impiden los rescates, prestaron dinero de los contribuyentes europeos al insolvente gobierno griego, en apariencia por solidaridad, pero con el objetivo real de rescatar a esos bancos extranjeros. En realidad, este préstamo condenó a los pobres griegos a una “prisión de deuda”. Al poner los intereses de la banca por encima de los de los ciudadanos comunes, los responsables de la zona euro han enfrentado a unos europeos contra otros.

No puedo confirmar lo que el gobierno español sabía o creía en 2010; para ello habría que tener acceso a las actas de las reuniones oficiales.

Según Bloomberg, el ministro de economía español Luis de Guindos (y exdirector de Lehman Brothers España y Portugal) tuvo una posición bastante agresiva contra Grecia durante el acuerdo del Eurogrupo de febrero. Desde un punto de visto económico y político, ¿fue una buena decisión para España?

Luis de Guindos quiere ser el próximo presidente del Eurogrupo, por lo que necesita ser “ más alemán que los alemanes” para ganarse el apoyo de Berlín. Asimismo, el gobierno del PP quiere que el gobierno griego liderado por Syriza fracase, con el fin de disuadir a los españoles de votar a Podemos en las elecciones generales de noviembre. Por último, al haber aceptado la estrategia liderada por Alemania de austeridad y reformas estructurales, el gobierno español tiene un interés directo en la defensa de su postura.

También es verdad que, en términos financieros estrictos, los contribuyentes españoles perderían dinero con la quita de la deuda de Grecia, debido a la decisión catastrófica y corrupta de 2010. Pero, en un sentido estratégico más amplio, los intereses de España en su conjunto —de hecho, todo el mundo en España, menos los bancos y sus acreedores— están alineados con los de Grecia. En ambos casos, los contribuyentes corrientes han sido obligados a pagar los costes totales de una crisis de la que son, a lo sumo, sólo en parte responsables. En particular, en ambos casos se han visto obligados a rescatar a la banca francesa y alemana, cuyas malas prácticas de préstamo alimentaron la burbuja inmobiliaria en España y la burbuja de consumo público en Grecia. Al igual que Grecia, España tiene una deuda externa altísima. En conclusión, los españoles deberían compartir las aspiraciones de los griegos por una zona euro más justa.

¿Cuál es la solución a la elevada deuda pública de numerosos países de la zona euro?

Por ahoraaunque  la deuda pública española sigue creciendo, continúa siendo sostenible, aunque eso podría cambiar si el crecimiento se desacelera, la deflación se profundiza y/o los tipos de interés suben. El principal problema de España es su enorme deuda privada, y en particular las hipotecas ligadas a casas cuyo valor se ha desplomado. Sin embargo, los hipotecados no pueden escapar debido a la injusta ley hipotecaria de España, que favorece a la banca, y a la falta de voluntad política para infligir pérdidas en una banca con conexiones políticas que se sigue beneficiando de un aval implícito de los contribuyentes.

Está claro, no obstante, que el gobierno griego necesita aliviar su deuda, y una buena manera de gestionar este proceso sería celebrar una conferencia sobre la deuda donde acreedores y deudores podrían alcanzar un gran acuerdo. Eso podría incluir una quita de la deuda a cambio de reformas, e idealmente también un plan Marshall (o Merkel) de inversión. Dicha conferencia también podría abordar la deuda bancaria de 64 mil millones de euros impuesta a los contribuyentes irlandeses (14 000 euros por persona) y una quita a los préstamos de la Unión Europea a Portugal.

En una reciente entrevista , Thomas Piketty ha afirmado que “al crear la zona euro hemos creado un monstruo”. ¿Qué opina sobre esta afirmación?

Creo que, mientras que el euro tiene fallos de diseño, la zona euro se ha convertido en una monstruosidad —una prisión de deudores glorificados— debido a los errores catastróficos que se han cometido durante la crisis. Los contribuyentes han tenido que pagar el precio de las malas prácticas de préstamo de la banca. Los países acreedores, en particular Alemania y los Países Bajos, han trasladado los costes totales de la crisis a los países deudores, principalmente a España. Se ha impuesto un sufrimiento innecesario a la gente común, aplicando una austeridad colectiva y unos recortes salariales excesivos y prematuros. Por último, la nueva camisa de fuerza fiscal prohíbe decisiones legítimas y democráticas sobre fiscalidad y gasto. En conclusión, necesitamos con urgencia una zona euro más libre, justa y democrática.

En su libro  European Spring   usted dice que la zona euro va camino de convertirse en una zona euro germánica con un marco tecnocrático. Al mismo tiempo, el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, asegura que “unas nuevas elecciones no cambian nada”. Ante este panorama, ¿qué puede hacer España?

En primer lugar, España tiene que elegir un nuevo gobierno  [en las elecciones] a finales de año. En mi opinión, la prioridad del nuevo gobierno sería conseguir aliviar la deuda de los prestatarios en dificultades, y en particular los titulares de hipotecas. Si eso implica que los bancos tengan grandes pérdidas, que así sea; sus acreedores tendrán que recapitalizarlos soportando parte de esas pérdidas.

Además, Madrid debe hacer causa común con París y Berlín para pedir políticas y reglas diferentes para la zona euro. Un aumento de la inversión y unas reformas que se centren en la productividad, y no en el recorte de los salarios en una búsqueda mercantilista de la “competitividad”. Reglas fiscales más flexibles que permitan a los gobiernos democráticamente elegidos responder a condiciones económicas y prioridades políticas cambiantes, con un BCE cuyo mandato sería prevenir pánicos, y con la creación de un mecanismo para reestructurar las deudas de gobiernos insolventes.

Finalmente, Alemania también debe desempeñar su papel en el ajuste necesario en la zona euro, relanzando su actividad económica en vez de imponer la deflación a sus vecinos. Su superávit de cuenta corriente, casi el 8 % de su PIB, el mayor del mundo, es el desequilibrio más peligroso y desestabilizador de la zona euro. Se debe presionar a la Comisión Europea para que haga cumplir en Alemania las reglas del Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos de la zona euro. Que se les demande, si es necesario.

“Los gobiernos podrían haber abordado con decisión los problemas bancarios en Europa mucho antes de ahora sin recurrir al dinero del contribuyente”. Como usted sabe, el contribuyente español pagó 23 465 millones de euros para rescatar a Bankia. ¿Había alguna alternativa? 

La solución era simple: copiar y pegar las leyes de resolución bancaria que ya habían sido promulgadas en otras partes, por ejemplo en Gran Bretaña; eliminar a los accionistas de Bankia; y dejar que sus acreedores cargaran con la deuda, convirtiendo sus bonos en acciones. Sin embargo, el gobierno español tomó la decisión política de rescatar a Bankia, que estaba dirigido por el exministro de economía del PP Rodrigo Rato.

El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, dijo hace un año que la crisis había terminado en España. ¿Es verdad?

Por supuesto que no. La economía española sigue siendo un 5,7 % menor que cuando golpeó la crisis hace siete años. El 23,7 % de los españoles está en paro, y muchos más han quedado directamente fuera de la fuerza laboral. La deuda privada sigue siendo enorme, al tiempo que la deuda pública sigue aumentando. De hecho —contrariamente a las afirmaciones del gobierno de que la austeridad ha “funcionado”—, la recuperación ha coincidido con la flexibilización de la austeridad extrema del periodo de 2011 a 2013, mientras que el déficit presupuestario del 5,7 % del PIB del año pasado fue el más elevado, no sólo de toda la zona euro, sino de toda la UE. Mientras tanto, con el estancamiento de los salarios, el aumento del consumo es impulsado por una reducción del ahorro en lugar del aumento de los salarios. Por lo tanto, España no se ha ajustado con éxito, ni su recuperación es sostenible. 

Usted explica en su libro la crisis de Europa como “una tragedia con un prólogo y cinco actos”. Al parecer, esta tragedia no va a terminar pronto. ¿Qué opinión tiene de nuestros responsables políticos?

Pienso que algunos responsables políticos realmente creen, erróneamente, que la consolidación fiscal y las reformas estructurales son la solución a una recesión de balance. A otros no les importa y, cínicamente, solo quieren justificar las malas decisiones que han tomado. La crisis ha puesto de manifiesto cómo los políticos del establishment y los tecnócratas de la Unión Europea son generalmente incompetentes, a veces corruptos, y con frecuencia están peligrosamente desconectados del ciudadano corriente que sufre las consecuencias de sus decisiones. Por eso la tragedia puede prolongarse largamente en el tiempo, hasta que los votantes finalmente digan “basta”.

En su libro, usted propone una serie de reformas para mejorar las instituciones europeas y nuestras economías: “para escapar de este largo y oscuro invierno, necesitamos una primavera europea: una renovación tanto económica como política”. ¿Tenemos que ser optimistas? Soy optimista en el sentido de que el futuro de Europa no tiene por qué ser tan desolador como el presente. Los europeos podemos cambiarlo para mejor. Pero el cambio no ocurrirá de manera automática. Tenemos que luchar por ello. Es la razón por la cual he puesto en marcha un movimiento, en europeanspring.org, por una  Primavera Europea, por una Europa más dinámica, digna y democrática.