martes, 19 de abril de 2016

Sánchez no encuentra salida a su propia ratonera y echa la culpa a Podemos


María Dolores Amorós,  Catedrática de Lengua Española, artículo publicado en Nueva Tribuna, con fecha 18 abril 2016. 


El tiempo se acaba y Pedro Sánchez no sabe cómo salir de su propia ratonera. Tras aceptar con los brazos abiertos el encargo del Jefe del Estado de formar gobierno, un Sánchez engolado dijo que iba a hablar con todos los partidos menos con el PP y especialmente con Mariano Rajoy, con la finalidad de lograr acuerdos que le permitieran formar un Gobierno de progreso.

Lo que se ha percibido, en todo momento, por parte de Sánchez es un pasar como de puntillas en sus contactos con los partidos de izquierda, un clarísimo ninguneo a Podemos. Por el contrario, a la vista de todos se fue comprobando el acercamiento cada día más a Albert Rivera y sus Ciudadanos. No solo Sánchez, sino los equipos negociadores que ambos partidos pusieron a trabajar de inmediato. De esta manera, con este último llegaron a un acuerdo tras ceder a los imperativos de Rivera.

El pacto alcanzado, Acuerdo para un Gobierno reformista y de Progreso, consta de 200 propuestas de las que Rivera afirma que el 80% de las mismas proceden de Ciudadanos, se firmó a bombo y platillo en el Congreso y bajo la manipulada presidencia del cuadro de Juan Genovés, El abrazo.  Cuadro creado por otra circunstancia bien distinta y con una finalidad totalmente ajena este pacto.

Gran algarabía entre los psocialistas, risas emocionadas y tornadas casi en llanto de Carme Chacón, de Oscar López, de Antonio Hernando... y demás del equipo negociador de Sánchez. En ningún momento he podido entender el motivo de tales exaltaciones.

Tanto el PSOE como Ciudadanos eran conscientes de que solo con la suma de sus respectivos escaños, 130 (90+40), no había votos suficientes para un pacto de Legislatura. Sin embargo debían de estar convencidos de que su capacidad de seducción convencería al resto.

Ciudadanos lleva todo el tiempo apelando a la necesidad de un pacto con el PP, sin que este ceda. Y, mientras, Pedro Sánchez llega ya a exigir a Podemos que facilite su investidura.

Es decir, para Sánchez Podemos debe renunciar a su programa, a sus ideas y apoyar sumisamente el encadenamiento al que el primero se ha sometido voluntariamente con Ciudadanos. Todos sabemos que las únicas cadenas que le pueden tener aprehendido se las ha impuesto su propio partido, el “aparato" de Ferraz. El mismo que el 28 de diciembre, en Comité federal, impuso su negativa a pactar con Podemos, así nos lo ha confesado públicamente Pérez Tapias.

Se ha llegado a una situación en que ya no se sabe cómo calificar la actitud de Pedro Sánchez contra la formación política Podemos. Si se trata de ignorancia, de desfachatez, de caradura o de qué. Difícil de definir ese empecinamiento en que sea Podemos el que doblegue la testuz, reniegue de su programa, deje de lado a sus más de cinco millones de votantes y se ponga al servicio incondicional de un Gobierno presidido por el señor Pedro Sánchez junto a Albert Rivera y continúen así las políticas de austericidio  para la ciudadanía mientras los poderes financieros siguen aumentando su capital. Unas políticas que no solo han arruinado económicamente a la gran mayoría de la población, han decapitado la Sanidad pública, la Educación, la Dependencia, las Pensiones, la igualdad de condiciones para evitar la brutal brecha social en que el PP nos ha metido, sino que, además, han cercenado el resto de los DDHH que con esfuerzo, trabajo y coraje nuestros padres lograron recuperar. Con su maldita Ley Mordaza nos han robado el derecho fundamental de poder protestar y manifestar públicamente nuestro desacuerdo contra la tiranía de un Gobierno cada día más cercano a las formas del aún reciente pasado dictatorial.

Ningún sentido tienen ni son aceptables, si no pensamos que son debidas a la desesperación, las palabras de Sánchez: "A Iglesias no le imploro; le exijo su responsabilidad... Le pido que deje empezar la legislatura".

Así las cosas estamos abocados a unas nuevas elecciones. Así lo ha querido el PSOE. Su matrimonio indisoluble con Ciudadanos no tiene ninguna explicación desde una perspectiva de izquierda. La posibilidad de lograr más apoyos, a no ser que, al final, el PP accediera a la llamada constante de Ciudadanos, no se ve por ningún lado. Pedro Sánchez ha presumido de ego, estaba convencido de que el resto de la Cámara se iba a plegar a sus deseos y como regalo nupcial le iban a otorgar su "sí quiero".

Y no nos vale la tan manida excusa del NO al Derecho de decidir de los catalanes, de quienes, dentro del PSOE, reniegan y dicen no querer aceptar su apoyo, activo o pasivo. ¿Hay que volver a recordar que el Felipe González de Suresnes (1974) abogó ya no por el derecho a decidir, sino por la autodeterminación de las nacionalidades históricas? ¿O las promesas de Zapatero de apoyar la reforma del Estatut que salga del Parlament? ¿Habrá que refrescar la memoria de los olvidadizos desempolvando cuando, tras perder en 1993 la mayoría absoluta, Felipe González se alió con el independentista Jordi Pujol que le garantizó la estabilidad parlamentaria hasta el final de la legislatura, o al menos durante 1995? Y ya sabemos las nefastas consecuencias que este pacto conllevó para las arcas públicas al bloquear González la querella de Banca Catalana contra Pujol...

Quede claro que Podemos no es el responsable de que llevemos más de 110 días sin nuevo Gobierno, y que, mientras tanto, el Gobierno en funciones del PP siga haciendo de las suyas. Ni mucho menos es responsabilidad de Podemos.

Es el PSOE y solo el PSOE el único culpable. No se resignan a que la ciudadanía haya votado contra el turnismo bipartidista, no. Siguen convencidos de que ahora les toca a ellos. Y sin mayorías de ningún tipo, más bien al contrario, intentan seguir arrollando con su más que habitual apisonadora.

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