martes, 25 de octubre de 2016

El PSOE o la historia de un largo giro a la derecha


"Hay que ser socialistas antes que marxistas". La frase de Felipe González en 1979 ha marcado el camino del partido hasta la abstención aprobada por el último Comité Federal

Artículo de JAIRO VARGAS en diario Publico de fecha 24/10/2016.


"No se puede tomar a Marx como un todo absoluto, no se puede, compañeros. Hay que hacerlo críticamente, hay que ser socialistas antes que marxistas". El "renovador" Felipe González había entendido a la perfección el signo de los tiempos cuando en mayo de 1979 proponía en el Congreso Extraordinario del PSOE abandonar los postulados marxistas del partido para subirlo al tren de las formaciones socialistas europeas. Lo que hoy se ha dado en llamar socialdemocracia y que podría resumirse en un bajar los brazos ante el neoliberalismo y convertir la doctrina socialista en una suerte de tratamiento paliativo hasta que el enfermo, la clase trabajadora, muera tranquila en la cama de un hospital privatizado.
Aquel Congreso supuso la derrota de González, que dejó momentáneamente la Secretaría General en manos de una gestora ─déjà vu─, pero sólo duró hasta septiembre. González sacudió la caspa socialista de la chaqueta de pana de un partido llamado a ser uno de los pilares de la nueva España que venía. Volvió al cargo en septiembre, tras otro Congreso del PSOE, y puso el intermitente derecho para avisar al que venía detrás de que el giro iba a comenzar.
Le hacía falta gobernar, y lo logró en 1982. Le pusieron un año más tarde la X de los GAL pero entonces se perdonaba el terrorismo de Estado si "la ETA" mataba a guardias civiles y a concejales "como a gorriones", según la hemeroteca. Las ruedas del coche socialista empezaron a chirriar a la altura del kilómetro 1986, cuando nueve millones de españoles votaron "sí" a la permanencia de España en la OTAN.
"De entrada no" era el eslogan con el que el PSOE defendía no ingresar en la Alianza Atlántica cuando la UCD del franquista Calvo Sotelo metió al país en la Guerra Fría. Era el caballo de batalla con el que el jinete González ganó las elecciones. Pero de 1981 hasta el referéndum, González dio uno de los mayores volantazos ideológicos que se recuerdan en la democracia española. Cambió el discurso y la postura del partido, buscó una pregunta tendenciosa y utilizó desde el Gobierno todos los medios de propaganda que le brindaba el Estado para llevar el apoyo de la opinión pública a la OTAN de un 18% al 56,85% que resultó en las urnas. De las condiciones que puso a la permanencia nunca más se volvió a saber y nunca se aplicaron.
Aquel viraje conllevó la dimisión de su ministro de Exteriores y a una desbandada de cuadros socialistas que tuvieron a bien conformar junto al PCE la Izquierda Unida de Gerardo Iglesias. La O y la E de las siglas comenzaban a desprenderse del cartel de la calle Ferraz, como bien recordó el cantautor Javier Krahe en su tema Cuervo Ingenuo, que el Gobierno censuró en RTVE.
Pero no había tiempo que perder. El liberalismo económico era el evangelio que Margareth Thatcher predicaba desde Inglaterra y que el PSOE seguía al pie de la letra aunque de cara a la galería vendiera la solidez del Estado del bienestar español. Llegó la reconversión industrial y las violentas protestas de los trabajadores en buena parte del norte del país. Pero España iba bien, que diría Aznar. La economía crecía a un vertiginoso ritmo del 5% mientras González volvía a gobernar con mayoría absoluta y más de un millón y medio de jóvenes engrosaban las listas del paro. La careta funcionaba a la perfección, aunque la Policía disparase a matar a los huelguistas en los astilleros, así que González volvió a tomar el desvío de la derecha.
A los jóvenes de hoy les sonará la maniobra que el PSOE bautizó como Plan de Empleo Juvenil y que abría la puerta de la precariedad laboral. Era el primer contrato basura, el minijobs de los años 90, destinado a jóvenes de entre 16 y 25 años, por el salario mínimo interprofesional, una duración de entre seis y 18 meses y exenciones en las cuotas de la seguridad social para los empresarios.
Aquello resultó en una de las huelgas más memorables de la historia reciente del país, la de diciembre de 1988, y la ruptura definitiva entre el PSOE y su sindicato histórico, la UGT de Nicolás Redondo, que un año antes había dejado su escaño en el Congreso por la deriva liberal de González.
La O del cartel se había desprendido totalmente, y aunque la movilización condenó al cajón el proyecto de precariedad, González se guardaba en la manga la reforma laboral de 1994, en la que se legalizaron las empresas de trabajo temporal (ETT). Era tan grande el pastel salarial de entonces, debió de pensar el presidente, que unas cuantas empresas tenían derecho a coger su parte de la nómina del trabajador. La O se fue al contenedor de reciclaje y, en 1996, González deja la Presidencia en manos del PP de Aznar. España debió de pensar que era más sencillo y menos hipócrita votar directamente a la derecha.
Con lo de obrero fuera del cartel y lo de socialista colgando del último anclaje, tras las turbulencias de la guerra Almunia-Borrell, llegó el turno de José Luis Rodríguez Zapatero, casi tan desconocido entonces como Pedro Sánchez cuando fue colocado por Susana Díaz a los mandos de la nave. Fueron años de bonanza, de las becas de estudio, de la ley del matrimonio homosexual y de los estertores de la burbuja del ladrillo. Cuando pinchó, lejos de haber hecho algo por desinflarla sin drásticas consecuencias, Zapatero entonó la palabra "desaceleración" económica para tapar lo que al final se mostró como la mayor crisis económica desde el crack del 29.
Lo que sigue es de sobra conocido. El presidente más popular de la democracia siguió la estela de sus socios europeos y aplicó los imperativos de los mercados financieros que la Troika trasladaba a los parlamentos de los países en crisis. Portugal, Italia, Grecia y, algo más tarde, Francia ─países gobernados por un partido con la palabra "socialista" en el membrete─ aplicaron con dureza la pócima neoliberal: abaratar despidos, cercenar derechos laborales, recorte del gasto público en sanidad, educación, dependencia, pensiones... En definitiva, empezaron a vaciar el cajón de aquellas áreas que, durante el último tercio del siglo XX y lo que iba de XXI, les habían servido a los socialistas europeos para justificar su nueva realidad socialdemócrata. Lo que les distinguía de la derecha, el gasto social, saltaba por los aires en aras de cumplir los objetivos de déficit que impone Alemania. El resultado es la actual crisis de la socialdemocracia en toda Europa.
La reforma laboral de 2010 le costó una huelga general a Zapatero. La advertencia era clara en las calles. Más aún después del 15-M, que señaló la escasez de diferencias entre lo que tuvieron a bien denominar partidos del régimen. La expresión PPSOE comenzó a ser una constante que se vio más que justificada un fatídico agosto de 2011. Fue cuando el gobierno ZP pactó con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución Española.
Con el paro subiendo a una velocidad similar a la que el PSOE encara la siguiente curva a la derecha, el Estado y las Comunidades Autónomas debían priorizar el pago de la deuda pública ─entonces desorbitada y hoy aún mayor─ sobre cualquier otra cosa. La reforma entró en vigor en septiembre de 2011 y sus peores efectos se apreciarán en 2020.
El PSOE perdió las siguientes elecciones y ni siquiera fue capaz de remontar frente a un PP envuelto en mil y un casos de corrupción. La irrupción de Podemos como respuesta al vacío ideológico del PSOE amenazaba con un sorpasso que no llegó a producirse, con o sin coalición con Izquierda Unida, al menos en escaños. La encrucijada de Pedro Sánchez tenía, como las anteriores que enfrentó el PSOE, dos direcciones. Una a la izquierda, con un Gobierno junto a Podemos, y otra matemáticamente sin salida, por la derecha, de la mano de Ciudadanos.
Sánchez siguió el camino de González y decidió firmar un "pacto reformista y de progreso" con Ciudadanos. No obtuvo los votos necesarios en la investidura y culpó de ello a Podemos. La factura en las urnas fue ligera en cuanto a pérdida de votos, pero a Sánchez le costó la Secretaría General tras el golpe de mano de los barones socialistas con la presidenta andaluza al timón. "Desconfíe de los que tienen el pasado manchado de cal viva", le dijo Pablo Iglesias en la primera votación. Se refería a González, miembro del consejo de administración de Gas Natural. El mismo que, después de aconsejar a Sánchez el pacto con Rivera, prefirió elogiar al segundo por pactar después con el PP que a Sánchez por mantenerse firme en el "no es no" ante Rajoy.
Este domingo, el Comité Federal del PSOE ha aprobado el último y quizás definitivo giro a la derecha. Los 85 diputados han recibido la orden del aparato del partido de abstenerse en segunda votación de la investidura de Rajoy. Dejarán gobernar al PP aunque el diario 'El País' prefiera decir que "desbloquea España y evita las terceras elecciones". La temida gran coalición no ha tenido que presentarse a las elecciones mientras los votantes del PSOE se preguntan para qué ha servido su voto.

jueves, 20 de octubre de 2016

El PSOE apoya a una “organización criminal”

Es tremendo que el apoyo del PSOE a la continuidad del PP se haga efectivo cuando se está celebrando, por fin, el juicio de una parte importante de las prácticas corruptas del partido en el poder.

Artículo de Jesús López-Medel en periódico el diario de fecha 16 octubre 2016.   


Son varios y abundantes los asuntos en los que está implicado judicialmente el partido del Gobierno. Entre ellos, está pendiente de celebrarse la vista oral del "caso Bárcenas", en el que el magistrado instructor en la Audiencia Nacional imputa a este partido numerosos delitos, entre ellos, el de "organización criminal".
Mientras llega ese asunto, al igual que el de la Púnica, se están celebrando las sesiones de otro escándalo ético, jurídico y social donde se confirman muchas miserias (y también se intenta tapar algunas): el caso Gürtel.
Lo que tiene lugar en la Audiencia Nacional debe ser puesto en conexión con lo que está sucediendo en el patio del vecino político de enfrente, que debería ser alternativa de Gobierno y que, sin embargo, ha decidido no serlo para convertirse más bien en un apéndice de la gran mafia con el fin de salvar las migajas o los restos del naufragio.
 El Partido Popular es, desde la época del implacable Paco Álvarez Cascos, una organización que responde a un engranaje muy sólido, de gran rocosidad e incapaz de plegarse ante grandes daños o escándalos. Y esto lo han traslado a la sociedad.
Desde hace muchos años hablan de la fortaleza de un partido "unido y cohesionado" (repiten como latiguillo aunque dentro hay de todo, especialmente obedientes), con 800.000 militantes (dicen, pero las cifras reales permanecen ocultas); y, como digo, casi invulnerable, incapaz de ceder ante unos hechos que evidencian un penoso lastre moral y jurídico.
Son varios los dirigentes del PP ya condenados a nivel autonómico por prevaricación y malversación. Y en otros casos están siendo juzgados, ahora también a nivel nacional como en Gürtel, donde son abundantes las pruebas de una presunta comisión de irregularidades de financiación ilegal muy generalizada. Pero quiero acentuar que lo más execrable es, sobre todo, que utilizasen su posición en las Administraciones Públicas para, perjudicando el dinero de todos, sacar beneficio para el partido y, de paso, para ellos personalmente.
Hace 26 años se produjo el enjuiciamiento de los dos primeros tesoreros. El PP, con excelentes y serviles conexiones en el ámbito judicial, consiguió hábilmente dar la vuelta al asunto para salir indemne y acabar convirtiendo el asunto en un problema del magistrado que osó enfrentarse al PP ("caso juez Manglano") en lugar de un caso sobre el propio PP y su financiación. Finalmente, el Tribunal Supremo acabó archivando el asunto por enredos jurídicos a pesar de la evidencia y realidad de las grabaciones y pruebas.
Desde entonces, con un poder extendido y consolidado en numerosos ayuntamientos, diputaciones provinciales y comunidades autónomas, el PP ha ido beneficiándose de un clima de impunidad propiciado por numerosos jueces que  fueron poco valientes o permeables (para no perjudicar sus posibilidades de ascenso en un estamento muy conservador) y una Fiscalía poco activa. Igual que la sociedad española ha sido muy condescendiente con la corrupción, también lo ha sido la administración de Justicia.
Como el "nunca pasa nada" y la avaricia no tuvo límites, las prácticas corruptas se generalizaron y se extendieron por muchas regiones y localidades y acabaron explosionando. En algunos casos tuvieron suerte y se taparon muy bien. Pero otras eran tan burdas y reiterativas en su sistemática irregularidad que acabaron saliendo a la luz.
Ahora se está juzgando el asunto Gürtel, pero no debe olvidarse que este caso tiene que ver con actuaciones protagonizadas por algunos de los mismos sujetos: Madrid y la podredumbre en tiempos de Esperanza Aguirre (la política más cínica para muchos); Baleares, vinculada a Jaume Matas, uno de los protegidos y ensalzados por Rajoy; o la Comunidad Valenciana, con Camps a la cabeza y muchos otros caciques locales, como la inefable Rita Barberá, otra gran protegida del líder faraónico entusiasta de las alcachofas.
La sucesión de escándalos de corrupción es contemplada con cierta hipocresía por buena parte de la sociedad española y ha sido hábilmente manejada por Mariano Rajoy, que sabe de la amplia tolerancia de la masa social. Una pequeña parte de su electorado dejó de votar al PP hace un año pero, como decía, sólo fue una pequeña porción. La corrupción estaba ya amortizada. Lo que sucedió posteriormente no les pasó factura en junio y si hubiera elecciones en diciembre (parece descartado), los juicios actuales a estas prácticas criminales no les harían perder ni un voto. Y si lo pierden, ahí está Ciudadanos, el partido de Rivera.
Por eso resulta espeluznante que ante un partido político con una causa general abierta y abundantes y entrelazados casos y procesos de corrupción, su teórico rival (?) se preste, en aras de la "gobernabilidad del país", a facilitar la continuidad de Rajoy. Y que no disimulen. Cualquier fórmula que elijan, por muy teatral que sea la puesta en escena, llevará a que siga de presidente del Gobierno quien acumula, como líder del PP, los mayores casos de corrupción de la historia.
El PSOE es ciertamente un partido desangrado por luchas fratricidas de poder, que no de ideas. Lamentablemente, el desenlace final ya fue previsto. Perdone, paciente lector, una auto cita, pero la previsión de que optasen por facilitar la continuidad del PP ya lo expuse en tres artículos continuados en el mes de mayo: ‘El PSOE, de la falta de identidad al suicidio',  'Autopsia tras la encrucijada del PSOE' y un atrevido  '¿Si quieres PP vota PSOE?'.
Si esa previsión, hecha antes de las elecciones, de que el PSOE facilitase con su voto la continuidad de Mariano Rajoy era intensa para algunos y descalificaba los epítetos anteriores y posteriores que desde Ferraz se dedicó a Génova ("indecente" le llamó el último secretario general del PSOE), ahora algo lo agrava y debería causar aún más frustración.
Es tremendo que el apoyo a la continuidad del PP (vía abstención) se haga efectivo en este momento, cuando se está celebrando, por fin, la vista oral de una parte importante de las prácticas corruptas del partido en el poder. Todas ellas entrelazadas y no como actuaciones aisladas.
Pero al mismo tiempo, también se están juzgando algo más que las golferías de la histórica cúpula económica del PP en Bankia, con el compañero de oposiciones de Aznar, Miguel Blesa, y Rodrigo Rato a la cabeza, además de ex secretarios de Estado, gente próxima a ellos y algún conmilitón sindicalista. Es un bochorno la lectura de en qué empleaban lo que ahora llaman "retribución" y por la que, sin embargo, no declaraban a Hacienda.
Mientras esto sucede, el PSOE se rinde y renuncia, aún más, a sus principios históricos. Es desgarrador que después de las incontables veces en que los socialistas han calificado al PP como partido corrupto, sea en estos instantes, en pleno enjuiciamiento de las vergüenzas de estas actuaciones, cuando venga el antaño partido de la oposición (ahora perderá esa posición y quedará desubicado) a facilitar que siga Mariano Rajoy.
Es muy triste que al esfuerzo y convicciones de centenares de miles de personas que sintonizan con ideas socialistas se encuentren ante esta gran decepción. Algunos ya vimos hace tiempo esa deriva y el compadreo (si se me permite la expresión) de los dos partidos históricos, que hacían, tras sus aparentemente luchas de poder, sus repartos y cambalaches. Siempre por preservar "el sistema" que ellos diseñaron y que cerraba las puertas a todo aire fresco, transparencia, equidad y pensamiento prioritario en las necesidades de la gente.

lunes, 17 de octubre de 2016

¿Es el euro bueno para la Eurozona (incluyendo España)?

Artículo de Vicenç Navarro Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, en Diario Público de fecha 13 octubre 2016.


En el discurso dominante de las instituciones de gobernanza de la Unión Europea, tales como el Consejo Europeo, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo, así como en la gran mayoría de gobiernos de los países de la Eurozona, se asume que el euro ha sido bueno para sus economías, estando mejor con él que sin él. Los testarudos datos, sin embargo, no siempre avalan esta visión. Si miramos la tasa anual de crecimiento económico (durante los 12 meses que terminaron en junio de 2016) de los países de la Unión Europea que tienen el euro como su moneda, podemos ver que la gran mayoría de ellos (13 de 18) crecieron por debajo de un 2%, mientras que la gran mayoría de los países de la UE que no pertenecían al euro tuvieron un crecimiento mucho mayor. Solo 3 de un total de 10 países (incluyendo el Reino Unido) de la UE que no tienen euro tuvieron una tasa de crecimiento económico anual inferior al 2%. Como bien señala Joseph Stiglitz en su libro El Euro. Como la moneda común amenaza el futuro de Europa (2016), no puede desecharse la observación de que la existencia de tal moneda haya sido una de las causas de que el crecimiento económico haya sido, dentro de la UE, menor en la Eurozona que fuera de ella.
¿Es el euro o la manera como este se estableció el responsable del decrecimiento?
Ahora bien, puede también argumentarse, como hace John Weeks en la revista Social Europe (22.09.16), que no es el euro el que es responsable del menor crecimiento económico, sino las normas que se utilizaron para establecerlo, dentro de las cuales, las políticas fiscales han sido las mayores culpables de tal enlentecimiento. La reducción del déficit y la deuda públicos como elemento esencial (supuestamente para tranquilizar a los mercados financieros) de tales políticas (escritas en piedra en la Constitución Española por el socialista Zapatero y el conservador neoliberal Rajoy) ha jugado un papel clave en determinar este enlentecimiento. En realidad, y tal como algunos hemos estado enfatizando (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015), estas políticas de austeridad (se mire como se mire) han sido sumamente negativas tanto para el bienestar de la población como para la recuperación económico de los países que han aplicado tales políticas (que son la mayoría de los países de la UE).
Debería añadirse a esta causa otra igualmente importante que John Weeks no menciona, y es la disminución salarial, que junto con las políticas de austeridad que han recortado el gasto público, han creado un problema gravísimo de falta de demanda doméstica, una de las mayores causas de la Gran Recesión. Es importante señalar que estas políticas de austeridad (que han causado un enorme daño al bienestar de las clases populares de los países de la Eurozona) han tenido un impacto muy menor en conseguir su objetivo de reducir los déficits públicos. En realidad, de los 27 países de la UE, 23 continúan teniendo déficit público, y 6 de ellos por encima del 3% del PIB, lo que contraviene las exigencias del Tratado de Maastricht. De los 420 millones de personas que viven en la UE (si omitimos Alemania), 407 viven en países con déficits públicos. Y los países de la Eurozona tienen, como promedio, déficits públicos mayores que los países que no están en la Eurozona. El mayor crecimiento económico en los países de la no-Eurozona ha permitido reducir el déficit público (al aumentar los ingresos al Estado), lo cual no ha ocurrido en los países de la Eurozona, pues han tenido un bajo crecimiento económico (estimulado por la reducción de la demanda, resultado de las políticas de austeridad y bajada de salarios).
En estos países de la Eurozona se ha establecido así un círculo vicioso en el que los recortes de gasto público y la bajada de los salarios están empeorando la situación, dificultando la reducción del déficit (y de la deuda pública). España ha sido un claro ejemplo de ello. La economía ha permanecido estancada en una recesión muy larga (causada por los recortes y las bajadas salariales), interrumpida ligeramente por factores externos a la intervención del Estado, que son coyunturales y temporales, como la bajada del petróleo y el abaratamiento del euro como resultado de las políticas del BCE de imprimir euros masivamente.
No es cierto que se esté intentando estimular la economía europea
Otra de las falsedades que el establishment europeo está promoviendo es que ya se están estimulando las economías a través del Plan Juncker (presidente de la Comisión Europea), afirmación que se hace (con gran resonancia en los medios) con gran contundencia por parte de los dirigentes de tal establishment. El famoso EU Infrastructure Investment Plan (Plan de Inversiones en Infraestructuras), que se inició en 2014 y está programado hasta el año 2022, es, sin embargo, totalmente insuficiente, tanto en su cantidad como en su composición. De desarrollarse según las cantidades programadas (lo cual ya es en sí incierto, pues los fondos incluyen dinero privado todavía no comprometido), el total significaría un gasto de 30.000 millones de euros, que es una cantidad muy inferior a la que ya se gasta en inversión pública el gobierno alemán (que es de los que invierten menos en infraestructuras en la Eurozona). Como punto de comparación, la candidata Clinton está proponiendo invertir, para una población menor que la UE, más de 270.000 millones de dólares (equivalentes a algo más de 240.000 millones de euros), y el Sr. Trump el doble (ver mi artículo “El Banco Central Europeo cambia algunas de sus propuestas neoliberales sin excusarse por el daño que han causado”, Público, 06.10.16).
No son los países periféricos de la Eurozona (mal llamados PIGS), sino los Estados centrales liderados por Alemania los que merecen ser sancionados
Estamos viendo hoy, una vez más, cómo el establishment europeo está amenazando de sancionar a España por tener un déficit público por encima de lo tolerado. Y ello responde a una política que ya se ha mostrado errónea y profundamente dañina, y que enlentece el crecimiento económico de España. En cambio, no se penaliza a los gobiernos cuyas políticas públicas están dañando el crecimiento económico de todos los demás países de la UE. Me estoy refiriendo al excesivo saldo positivo de la balanza de pagos del gobierno alemán, que tiene un enorme impacto negativo en el crecimiento económico de la UE. Me explico.
El canciller socialdemócrata del gobierno alemán, el Sr. Schröder, estableció como prioridad para su país dar una máxima preferencia al sector exportador (por el cual está ahora trabajando en su vida privada), a costa de limitar y desfavorecer la demanda doméstica, estableciendo las reformas de la Agenda 2010 que redujeron los salarios. Su Ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine, se opuso y dejó el Partido Socialdemócrata para establecer el partido La Izquierda, Die Linke. Estas medidas deterioraron el mercado de trabajo alemán y de todos los países de la Eurozona, pues todos ellos tuvieron que competir con Alemania haciendo lo mismo: reduciendo los salarios y la demanda doméstica para prioriza el sector exportador, que hoy rige la Eurozona.
Hay que ser conscientes, pues, de que los excesivos saldos positivos comerciales determinan los saldos negativos de los otros países. De ahí que se considere que, de la misma manera que el Tratado de Maastricht exigía que los déficits públicos no llegaran a ser más del 3% del PIB, se deba establecer que el saldo positivo exterior no pueda ser mayor que el 6%. Pues bien, hay seis países, liderados por Alemania, que tienen un saldo mayor que tal porcentaje, sin que hayan sido penalizados. ¿Por qué? Pues porque el gobierno alemán tiene excesivo poder en la UE. Y quiere penalizar a España, imponiendo medidas (que el gobierno Rajoy aplicará con todo entusiasmo, pues es lo que le gustaría hacer incluso sin que hubiera el euro) que harán un daño enorme a las clases populares de España, a fin, en teoría, de mejorar la competitividad del país, bajando los salarios y el gasto público, tal como ha ocurrido en Alemania a costa del bienestar de sus clases populares. Lo que se requiere en la Eurozona es una alianza de las clases populares de los distintos países frente a la alianza ya existente de las clases dominantes de cada país.
Para ello se requiere un cambio radical de las normas que guían la gobernanza del euro, con el establecimiento de políticas fiscales de sentido opuesto al realizado, y el desarrollo todavía inexistente de la Europa Social. Lo que no puede aceptarse ni tolerarse es la continuación del austericidio actual, que significa el ataque más frontal conocido durante la época democrática al bienestar de las poblaciones en este continente. El euro actual debe cambiarse, tanto en su gobernanza como en su desarrollo, complementándose con una política social y fiscal hoy inexistente a nivel de la Unión Europea y de la Eurozona. Lo que no puede tolerarse es que la situación continúe tal como está. El coste humano y económico para la calidad de vida y el bienestar de las clases populares es excesivo e inaceptable. Así de claro.

jueves, 13 de octubre de 2016

¡Nos vuelven a engañar!

Ahora toca de nuevo la austeridad. El objetivo final es liberar fondos de todos por si acaso vienen mal dadas y la banca europea estalla. 

Artículo de Juan Laborda en su blog en vozpopuli de fecha 13.10.2016 


El crecimiento se ha ido, se ha esfumado, desapareció hace tiempo. Fue reemplazado por la mayor generación de deuda de la historia, instrumento utilizado por las élites para mantener la tasa de retorno del capital e implementar una acumulación de riqueza sin precedentes. Esta es la única realidad y no hay nada que indique que no se veía venir. Pero hay culpables, claro que hay culpables. Existe una estrecha relación entre una fase de crecimiento y/o contracción económica y los actores políticos. La economía no es más que el encubrimiento de la política.
La clase dominante trata de aferrarse a un poder menguante, produciendo números positivos falsos.
La clase dominante -política, económica y mediática- trata de aferrarse a un poder menguante, produciendo números positivos falsos y afirmando no solo que la suya es la única manera de actuar -cuando solo es más de lo mismo- sino que además no hay alternativa. Un ejemplo es lo sucedido alrededor del déficit presupuestario patrio, la deuda soberana y la política fiscal. Al final pasará aquello que ya predijimos, una vez mantenido el “Régimen”, se volverá a implementar un duro ajuste presupuestario que afectará negativamente al crecimiento económico. Pero ya se han cobrado su primera víctima, el Partido Socialista Obrero Español. Es el sacrificio inicial para tratar de mantener el statu-quo.
Banca, deuda soberana y Euro sistema
Ahora toca de nuevo la austeridad. El objetivo final es liberar fondos de todos por si acaso vienen mal dadas y la banca europea estalla. Pero a su vez hay que seguir generando deuda pública que sirva de colateral a la banca patria. En su momento nos obligaron a “reconvertir” nuestra industria, pusieron límites a nuestro sector agrario. Ahora ya saben las consecuencias, país de camareros y crupieres, país que solo crece vía burbujas, país endeudado sin límites. Solo resiste, como esa aldea gala, un sector exportador patrio de pequeñas y medianas empresas inmune hasta ahora al “Juego de Tronos”.
Se permitió la expansión fiscal al ejecutivo del PP por razones estrictamente políticas, mantener al régimen patrio que forma parte de la estructura de poder de las élites extractivas paneuropeas
Ya saben ustedes nuestros argumentos detrás de tanta barbaridad. Por un lado, las entidades financieras españolas, para evitar que colapsen, reciben ingentes cantidades de inyección de liquidez del Euro sistema (Banco Central Europeo y Bancos Nacionales), lo que ha provocado el aumento de los desequilibrios del Target 2 (ya explicamos todo ello en un blog previo). Por otro, desde mediados de 2013, permitieron una expansión fiscal al ejecutivo del PP por razones estrictamente políticas, mantener al “Régimen” patrio que forma parte de la estructura de poder de las élites extractivas paneuropeas, a la vez que se generaba ese colateral necesario para que la banca siga recibiendo fondos del Euro sistema.
Las élites alimentan el populismo xenófobo
Pero el trasfondo es más duro. El objetivo final de los defensores de la austeridad era intentar cambiar el modelo social, privatizar todo -incluida la sanidad y la educación-, forrarse a nuestra costa. Se trataba de favorecer un proceso de acumulación de riqueza en pocas manos. Pero ahora están asustados. Saben que a las élites políticas actuales les queda poco tiempo. Los partidos tradicionales serán culpados, y con razón, en la mayoría de los casos, por la caída del sistema económico. Y aquí viene el problema. Las élites en este escenario favorecerán movimientos xenófobos. Gente como Bernie Sanders y Jeremy Corbyn, que tienen ideas valientes sobre la redistribución de la riqueza, no les interesan y harán todo lo posible por apartarlos de la escena política. Ah, no les quepa ninguna duda que ahora esas élites limitarán la globalización. No por convicción, sino por necesidad.
Es completamente falso que las nuevas personas llegadas de fuera sean de alguna manera las culpables del deterioro de las condiciones de vida de uno
El descontento se está extendiendo como la espuma en la mayoría de las democracias, fundamentalmente por que ha sido completamente ignorado por las clases dominantes. Un ejemplo es el empobrecimiento de las clases medias. Por eso surgen dinámicas peligrosas a las cuales las mismas élites se suelen agarrar, e incluso instigar. Si la mayoría de la gente tuviera una vida confortable de clase media, la aversión a los inmigrantes y refugiados sería menor. Pero hay que buscar un culpable distinto a la superclase. Es completamente falso que las nuevas personas llegadas de fuera sean de alguna manera las culpables del deterioro de las condiciones de vida de uno. Pero es un terreno fértil para la xenofobia. Las élites dominantes enseguida se adaptan a esta situación. La historia es un buen ejemplo de cómo coquetean con esa alma xenófoba, el odio al que viene de fuera. Y todo por no ceder una parte de su riqueza y favorecer un crecimiento económico que beneficie a todos.

lunes, 3 de octubre de 2016

González cogió su fusil

Artículo de Pedro Luis Angosto, publicado en diario nueva tribuna con fecha 29/9/2016.

 

Confieso que voté al partido que dirigía Felipe González varias veces, que pese a los muchos desatinos que cometió desde aquel grandioso y esperanzador 28 de octubre de 1982 –¡tantísimas cosas dejó intactas cuando tanto se podía haber cambiado!- lo defendí contra todos los amigos que afirmaban estaba haciendo una política de derechas, que durante muchos años elegí el mal menor escudándome en la ausencia de alternativas, en que bajo su gobierno se universalizaron las pensiones y la asistencia sanitaria que hoy el Partido Popular ha puesto en gravísimo riesgo y se crearon los fondos de cohesión en un tiempo en el que el proyecto europeo tenía un sesgo solidario reconocible. Inasequible al desaliento, porfié, insistí en mi particular “sostenella y no enmendalla” incluso después de la traición de la OTAN, incluso cuando todo indicaba que detrás del GAL no sólo estaban los restos de las cloacas franquistas. También confieso, que considero todavía hoy imprescindible al Partido Socialista Obrero Español si es capaz de volver a sus raíces y desprenderse de quienes desde Suresnes quisieron convertirlo en un instrumento más al servicio del régimen, entre ellos, muy principalmente, Felipe González.

Es cierto que una dictadura no se desmantela en unos meses cuando el dictador ha muerto en la cama de palacio y sus beneficiarios siguen siendo los dueños de las pistolas, los fusiles y las finanzas; que la barbarie etarra ponía las cosas muy difíciles con su demencial voracidad asesina creciente;  que pese al “fallido” golpe de Estado los poderes reales nunca dejaron de estar del todo en manos de franquistas; pero cosa muy diferente es que para combatir la brutalidad etarra uno elija a personajes de la calaña de Ballesteros o Galindo, que para introducirnos en una organización militar al servicio de Estados Unidos se convoque un referéndum trucado en el que se utilizaron todos los instrumentos inventados para engañar, que durante su mandato se pusieran las bases para el desarrollo de la “enseñanza” concertada clerical, negando de ese modo el paso a un Estado Democrático cimentado sobre las sólidas bases que da una Educación Laica de calidad a la que se hubiesen destinado todos los fondos públicos; que durante los catorce años en que presidió el gobierno del Estado no se hiciese nada por contar a los españoles las atrocidades cometidas bajo la dictadura ni por depurar a quienes siguieron enquistados en Administraciones e instituciones o que, en realidad, Felipe González mintiese hasta en su ideología.

Discípulo preferido de los catedráticos Manuel Jiménez Fernández –ministro de la CEDA durante el bienio negro de la II República- y de Manuel de Olivencia, Felipe González fue educado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla en los principios de la democracia cristiana, principios que son los que ha defendido desde que tomó el poder del PSOE en el Congreso de Suresnes contra la vieja guardia socialista del exilio, contando para ello con el apoyo de la socialdemocracia europea y el beneplácito de Estados Unidos. Hombre capaz pero con una ambición desmesurada, desde bien temprano quiso hacer del PSOE una organización a su medida de la que sobraban aquellos que, como Luis Gómez Llorente, defendían una opción ideológica que enlazaba con la más genuina tradición republicano-socialista. Empeñado en convertir al partido -a fuerza de renuncias, de hacer tragar a sus militantes con ruedas de molinos y de desalojar a los críticos- en un ente de ideología borrosa guiado por la fuerza que da el pragmatismo, Felipe González se fue encontrando a sí mismo junto a los grandes dirigentes mundiales del momento, llegando a identificarse plenamente con líderes políticos de la derecha mundial como Helmut Kohl, Carlos Andrés Pérez o Alan García, todos ellos tocados por la gracia de la corrupción, llegando en su deriva derechista a afirmar que “en el Chile de Pinochet se respetaban mucho más los derechos humanos que en la Venezuela de Maduro”, cosa que evidentemente pueden preguntar ustedes a Salvador Allende, Pablo Neruda o Víctor Jara. En su deriva derechista, González se creyó un hombre providencial y como facundia y simpatía para con los poderosos no le faltaba, comenzó a codearse con los hombres más ricos de la tierra personificados en Carlos Slim, Gustavo Cisneros o Hassan II mientras cultivaba bonsáis, engarzaba piedras preciosas, fumaba cohíbas o admiraba la peletería de Elena Benarroch dentro de un plan perfectamente planificado para hacer del lujo motor principal de su vida.

Rodeado desde sus primeros momentos de gloria política por personas tan  socialistas como Miguel Boyer, Carlos Solchaga, Pedro Solbes o Elena Salgado, Felipe González fue uno de los primeros gobernantes europeos,  después de Margaret Thacher, en abrir las puertas a la destructora política económica de la Escuela de Chicago, convirtiéndose en pocos años en uno de los líderes más apreciados por la oligarquía mundial, en cuyos salones es recibido como persona de gran autoridad y sapiencia, habiendo logrado colocar a uno de sus más incondicionales y pragmáticos colaboradores, Javier Solana Madariaga, en las más altas cimas de la política europea, como ministro de Exteriores de la UE, y mundial, como Secretario General de la OTAN. Con ese equipaje, trabajado a conciencia durante muchos años, Felipe González se sigue considerando a sí mismo como el alma mater del actual Partido Socialista Obrero Español y se permite conceder una entrevista en la Emisora amiga que preside Juan Luis Cebrián para dar la orden de ataque a sus fieles para acabar con el mandato de Pedro Sánchez, primer Secretario General elegido por la militancia. En su justificación, González afirmó que Sánchez había osado engañarle, mentirle a él que es un maestro en la cuestión, obviando que el máximo órgano entre congresos del partido, el Comité Federal, había decidido en su última reunión no permitir un gobierno de Rajoy ni por activa ni por pasiva. Nadie piense que las afirmaciones de González en la Cadena Ser fueron fruto del acaloramiento o la improvisación, Felipe González había decidido que su partido –al parecer es suyo- tenía que permitir que Rajoy gobierne al precio que sea, incluso demoliendo los cimientos y la credibilidad de un partido al que ha utilizado como ha querido hasta distanciarlo de quienes en principio fueron su razón de ser, los más desfavorecidos, los más pobres, los más necesitados, los más excluidos. Claro eso desde la altura que da el lujo, no se ve. Felipe sacó su fusil, ojalá se lo trague, ojala se le acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta…, será para bien de todos.