martes, 1 de noviembre de 2016

Conexión austeridad e independencia de Bancos Centrales

Los miembros de los Bancos Centrales tienen un “background” alrededor de teoría neoclásica, que repudia en su inmensa mayoría el uso de la política fiscal y de la soberanía monetaria.

 Artículo de Juan Laborda en su blog Vozpopuli de fecha 30 octubre 2016.   

 

Detrás del actual “pensamiento único” o “consenso de Washington”, lo que se presenta como verdades indiscutibles, en realidad reflejan juicios de valor alimentados por la ideología dominante, en nuestro caso la neoliberal. Una de esas verdades indiscutibles es la necesidad de Bancos Centrales independientes, pero ¿para qué? Mi tesis es muy sencilla, quienes han dirigido esos Bancos Centrales han sido curiosamente los más destacados hooligans defensores de la austeridad y la devaluación salarial. Las razones van más allá de la incompetencia económica -desconocimiento de la naturaleza del dinero, por ejemplo-. Son los principales valedores de los intereses de clase dominante.
El consenso sobre la austeridad no se basa en ninguna comprensión lógica del sistema monetario moderno e ignora deliberadamente muchas de las opciones reales que están a disposición de los gobiernos emisores de moneda “fiat”. El pensamiento gregario dominante tiene un carácter destructivo al imponer recetas cuyos supuestos macroeconómicos fundamentales no se basan en la realidad.
Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la política monetaria de tener que defender una paridad fija. Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. El culto a la austeridad se deriva de la lógica del patrón oro y no son aplicables a los sistemas monetarios “fiat” modernos. Entonces, ¿qué ocurrió?, ¿por qué se colocan las emisiones de deuda soberana en el mercado?, ¿por qué quiebran gobiernos soberanos como el griego?, ¿qué papel jugó la independencia de los Bancos Centrales en toda esta dinámica?
Desde el momento en que los emisores de dinero, los Estados, empiezan a ser gobernados democráticamente, las élites político-financieras decidieron sin titubear crear y difundir mitos que se han ido extendiendo, y que en el momento actual están muy arraigados en la intuición colectica. El objetivo no era otro que mantener sus privilegios convirtiendo la economía en una especie de religión. En primer lugar, ocultaron a la ciudadanía algo obvio, los Estados soberanos jamás pueden quebrar. En segundo lugar, promovieron la independencia de los Bancos Centrales justamente en el momento en que los Estados democráticos podían ejercer su plena soberanía monetaria y generar pleno empleo. El momento histórico en que surge el Consenso de Washington no es baladí, intentan evitar el ejercicio de la soberanía monetaria en defensa del pleno empleo en las democracias desarrolladas. Veamos como lo hacen.
Inicialmente, en diversos Estados soberanos, el Tesoro fijaba el tipo de interés y colocaba los bonos a los inversores. Si éstos no cubrían toda la oferta, el Tesoro procedía a un ajuste donde su banco central ajustaba los tipos y toda la emisión se cubría. El poder lo tenía el Tesoro, no el mercado. Ejemplos de esta política fueron Reino Unido, Canadá y Holanda. Pero este sistema no proporcionaba poder a las entidades financieras. Como consecuencia se substituyó por el de subasta actual, donde el poder reside en el mercado. Y es totalmente innecesario.
Con ello se pretendía, en primer lugar, y por encima de todo, limitar la eficacia de la política fiscal de los gobiernos. Michal Kalecki ya en 1943 en “Political Aspects of Full Employment” exponía tres razones por las que "a los hombres de negocio" o a las élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política fiscal como instrumento de política económica. Hay que seguir manteniendo comportamientos y estructuras institucionales que limiten las capacidades de gasto de los gobiernos. Esto le da a la superclase un poderoso control indirecto sobre la política del gobierno, mientras permiten dar forma a los fundamentos de cierta ética capitalista basados en que te ganarás el pan con el sudor -a menos que tengas los medios privados suficientes-. Pero sobretodo permiten que el miedo siga desempeñando su papel como medida disciplinaria.
En segundo lugar, al pasar de un sistema donde el poder lo tenía el Tesoro a otro donde se traspasa al mercado, se genera un negocio brutal a favor de la superclase, las entidades financieras. Para ello se desregularon los mercados, de manera las entidades financieras pudieran actuar con libertad en el mercado secundario. Pero además se permitió que las entidades financieras crearan derivados a partir de la deuda pública. El negocio estaba servido. Todas estas dinámicas son partes consustanciales al proceso de financiarización de la economía global. Pero ya saben que estas fases terminan en depresión.
El papel de los bancos Centrales
La independencia de los Bancos Centrales se impulsa cuando se abandona el patrón oro y se impone el actual sistema monetario “fiat”. Por eso había que cortocircuitar que los Estados soberanos pudieran y debieran utilizar las políticas fiscal y monetaria para garantizar altos niveles de empleo. Uno de los instrumentos utilizados para ello fue promover la independencia de los Bancos Centrales, formados aparentemente por tecnócratas que evitarían el manoseo de los políticos, y actuarían en nombre del bien común. El problema es que los miembros de dichos Bancos Centrales tienen un “background” alrededor de teoría neoclásica, que repudia en su inmensa mayoría el uso de la política fiscal y de la soberanía monetaria. Pero además, en la mayoría de los casos, sus miembros están estrechamente vinculados al sistema financiero, y han sido copartícipes de las distintas burbujas financieras generadas en las dos últimas décadas y del rescate bancario a costa de la ciudadanía.

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