jueves, 17 de agosto de 2017

Los “cachondos” de Bruselas (II)


El problema de fondo tiene su origen en Alemania y los distintos diseños realizados, tras la ruptura de Breton Woods, a medida del país teutón para evitar una apreciación continuada del marco alemán.

Artículo de Juan Laborda publicado en su blog en Vozpopuli el 17/8/2017

En el blog anterior empezamos a desmontar el hilarante panfleto de la Comisión Europea sobre la Gran Recesión y su impacto en Europa. Estos pícaros y bufones postmodernos daban por terminada, tras 10 años de dura crisis, la Gran Recesión en Europa y en España. Dicen que “tomaron importantes decisiones para contener la crisis, preservar la integridad del euro y evitar peores posibles resultados” y que después de 10 años han logrado sus objetivos: “los bancos son más fuertes, la inversión está aumentando y las finanzas públicas están en mejor forma”. Tremendo cuando estamos en la antesala de la segunda ola de la Gran Recesión.
En el trasfondo de todo está el diseño del Euro como problema
Ya detallamos los errores de los análisis y estudios que las autoridades políticas, económicas y monetarias europeas del momento hicieron de la Gran Recesión. Obviamente no tenían ni idea de la hipótesis de inestabilidad financiera de Hyman Minsky, ni habían oído hablar de la Recesión de Balances de Richard Koo. En lo relativo a nuestro país, estos estudios presentaban dos clarísimas deficiencias. En primer lugar, hicieron un diagnóstico erróneo sobre las razones que provocaron la crisis sistémica. En segundo lugar, y derivado de lo anterior, las recetas ofrecidas no hicieron sino ahondar aún más el empobrecimiento de nuestro país. Sin embargo, en el trasfondo de todo, está el diseño del Euro como problema.
Al final, el diseño del Euro como problema
Desde el inicio de la crisis de la eurozona había soluciones más eficientes y más justas. Estas eran ampliamente entendidas por los economistas y no eran especialmente difíciles de implementar -al menos técnicamente (otra cosa es la política)-. Había un camino alternativo, cancelación de deudas y mucha menos austeridad. Pero este camino no fue tomado. La deuda (sobre todo privada) fue utilizada como una excusa para apretar el orden económico neoliberal dentro de un marco federalista conservador. La alternativa habría ayudado a preservar el modelo social europeo y habría cambiado la agenda neoliberal. Y solo cuando algunos gobiernos sumisos con las élites dominantes vieron peligrar su posición en favor de fuerzas políticas emergentes se relajó la austeridad y se usó el BCE para financiar la expansión de deuda soberana.
La Unión Monetaria Europea (UME) es en realidad un sistema defectuoso desde sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner, 1970; MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia fiscal federal y de los peligros de dejar todo en manos de una Banco Central, como una parte no constituyente del gobierno, y de establecer, en este contexto, unos tipos de cambio fijos entre los estados miembros.
Al dar primacía a la posición monetarista sobre la inflación, Alemania se convirtió en la autoridad monetaria de facto en Europa
El problema de fondo tiene su origen en Alemania y los distintos diseños realizados, tras la ruptura de Breton Woods, a medida del país teutón para evitar una apreciación continuada del marco alemán. Pero al final al dar primacía a la posición monetarista sobre la inflación, Alemania se convirtió en la autoridad monetaria de facto en Europa. La decisión de los Estados miembros del Sistema Monetario Europeo de subyugar su propia independencia política significó que el Bundesbank se convirtió en el banco central de la Comunidad Económica Europea. Lo importante era que a medida que Europa avanzaba hacia la creación de la zona euro, la inestabilidad monetaria era abundante y Alemania estaba renunciando a sus acuerdos de comportarse simétricamente para estabilizar el sistema.
Alemania no quiso generar déficits por cuenta corriente, tan necesarios para la estabilidad del resto de países. En ese momento las otras naciones europeas deberían haber detenido la creación de la Eurozona. Era obvio que estas naciones no estaban aptas para compartir una moneda, ya que no podían mantener ninguna estabilidad monetaria, excepto si se recurría a los controles de capital.
El hecho de que Alemania continúe violando el Procedimiento de Desequilibrio Macroeconómico, incorporado en los cambios del Pacto de Estabilidad y Crecimiento -que restringía los superávits en cuenta corriente al 6 por ciento del PIB-, es porque su tipo de cambio efectivo real sigue siendo demasiado bajo. Si la zona euro se desintegrara, la nueva moneda teutona se apreciaría entre un 15%-30% para reflejar su fortaleza comercial y permitir así posiciones más competitivas para sus socios europeos. Pero aquí ni se enteran de que va la fiesta, ni apenas presionan a favor de sus ciudadanos, adoptando una postura de genuflexión y sumisión inaceptable.
Posibles soluciones
A partir de este análisis se plantean tres alternativas para buscar una solución óptima para el conjunto de los países de la Eurozona. En primer lugar, el establecimiento de una verdadera federación política y económica, pero a fecha de hoy las grandes diferencias entre las naciones europeas lo hacen altamente improbable. En una segunda alternativa, el BCE podría utilizar su capacidad de emisión de moneda para financiar los déficits fiscales de los Estados miembros para que pudieran fomentar el crecimiento y el empleo en sus economías nacionales sin encontrarse con las restricciones que los mercados de bonos privados ejercen en sus gastos. Sin embargo, se opone con contundencia Alemania y la propia Comisión Europea. Pero sería una alternativa muy interesante.
Si nada cambia, deberíamos plantearnos una alternativa, en principio considerada tabú por la mayoría de la ciudadanía, la opción de la salida del euro
Bajo este escenario, si nada cambia, deberíamos plantearnos una alternativa, en principio considerada tabú por la mayoría de la ciudadanía, la opción de la salida del euro. Puede ser o bien mediante un desmantelamiento ordenado de la moneda y una restauración de la soberanía monetaria individual para cada nación, con el restablecimiento de su propio banco central, o bien una salida unilateral de cada nación. La mejor opción para países como Italia, España, Grecia o Portugal, si nada cambia, es la salida unilateral de la unión monetaria mediante el restablecimiento de su propia soberanía económica y política.
Este análisis es especialmente certero si analizamos el crecimiento económico de España desde la segunda mitad de 2014, frágil y auto-programado por las élites. Se permitió al ejecutivo del PP una expansión fiscal que invalidaba la austeridad, y que produjo una recuperación del consumo público, y por ende de la economía. Y además el BCE empezó, primero, a regar generosamente a un sistema bancario español con problemas de fondo, facilitando una modesta recuperación del flujo del crédito; y, posteriormente, a comprar deuda soberana patria en mercado secundario hasta convertir al Banco de España en el principal acreedor del Tesoro. Si alguien cuestionará el orden actual establecido, automáticamente el Banco Central cerraría el grifo, se paralizaría el crédito, no se podría  refinanciar la deuda soberana, aumentaría la aversión al riesgo y emergería con toda su fuerza la fragilidad de los balances bancarios y la inestabilidad de nuestra economía. Por eso quizás hay que tener siempre preparado un Plan B.


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