Artículo de Juan
Carlos Monedero publicado en Público el 25/11/2017
1.- Donde se cuenta que lo de Catalunya es
un jaleo de tres pares de narices que no es fácil solventar. También donde se
concluye que si fuéramos conscientes del jaleo en el que estamos metidos,
llamaríamos a la prudencia y a escuchar la parte de verdad que tienen siempre
los “otros”, empezando por el Rey y terminando por Tintín y los belgas.
Las discusiones más terribles dentro de
un país suelen tener tres motivos: la disputa acerca de los bienes materiales
(tierras, cosechas, oro, coltán, petróleo, esclavos, casas, especias); las
disputas religiosas; y las disputas territoriales (reclamaciones de fronteras,
búsqueda de salida al mar, minorías étnicas oprimidas o exigencias por parte de
naciones sin Estado). Si se mezclan las cuestiones
materiales, religiosas y territoriales el incendio está servido. Cuando
estallan, derraman sangre y cualquiera que quiera poner sensatez será víctima
del linchamiento. Por parte de unos o de otros, porque en esas
peleas no estar conmigo es estar contra mí. Cuando dos locos están
partiéndose la boca y se mete uno a pacificar, los dos locos le pegan una
paliza y luego siguen con sus guantazos. Le ha pasado a Podemos por decir que
no tienen razón ni los del bloque del 155 (PP, PSOE y Ciudadanos) ni los
independentistas.
Los sentimientos nacionales y las
religiones conviven pacíficamente cuanto no te obligan a elegir. Esa
“conllevancia” es inteligente porque hace un poco más laicas a las religiones y
un poco menos arrogantes a los nacionalismos. Lo importante se coloca en otras
partes y es más sencillo que nazca la empatía y la fraternidad. En España nos
ha faltado inteligencia. Hemos tenido las tres discusiones y por lo general
mezcladas. La Inquisición fue brazo religioso y político de la monarquía imperial.
La llamada guerra civil de 1936 fue, además de un conflicto territorial y
religioso, una lucha entre nuestra débil burguesía -cuyos cañones bendijo la
iglesia- y una clase obrera en proceso de organización -que expresó
contundentemente su ira anticlerical- en complicidad con sectores de las clases
medias. Los amigos de la jerarquía católica se quedaron con los bienes de los
republicanos y recentralizaron España para que las clases trabajadoras vasca y
catalana -las zonas más industrializadas- no pusieran en cuestión el poder que
se gestionaba desde el centro. La burguesía catalana se ha llevado bien con la
burguesía española, han robado de manera parecida, han golpeado a las mayorías
de manera parecida y se han mentido entre sí de manera parecida. La burguesía
catalana ha estado muy cómoda. Chantajeaba cuando podía prestar sus votos para
darle una mayoría al PSOE o al PP, tenía impunidad (de ahí el tres per cent de
CDC y los robos de los Pujol) y mantenía una relación con la Europa neoliberal
que le permitía hacer sus negocios y dar imagen de modernidad. Los problemas
siempre son de verdad cuando se cruza pueblo de por medio.
Desde el siglo XVII se registran conflictos territoriales claros dentro de
la Península Ibérica. Ahí está la independencia de Portugal tras la Guerra de
la Restauración entre el Reino de Portugal y la Monarquía Hispánica; también la
guerra de Sucesión y el conflicto entre Austrias y Borbones que provoca los
decretos de Nueva Planta, expresión del castigo Borbón a Catalunya. Ahí están
las guerras carlistas que tanto tienen que ver con los Fueros del País Vasco y
Navarra. Todos los conflictos territoriales en España han tenido que ver con
intereses monárquicos. Si tuviéramos esto más claro, seríamos más republicanos.
Los reyes siempre piensan primero en ellos y luego en el país.
El problema es que las cuestiones
teóricas e históricas reclaman un compromiso social con la teoría y la
historia, es decir, reclaman la voluntad de hacerte preguntas incómodas. ¿Y
para qué vas a hacer ese esfuerzo? En el silencio nacional, las
disputas o no existen o no se ven. Cuando las naciones conviven dentro de un
mismo Estado sin exageraciones son como los brazos y las piernas en los que no
reparas cuando no te faltan. La gente tiene identidad aquí y ahora y la verdad,
sea la que fuere, te puede traer al pairo. Te sientes español o catalán o
extremeño o vasco y no te haces muchas más preguntas. Cuando tienes una nación
que nadie cuestiona llegas a pensar que no eres nacionalista. Nacionalistas son
los otros. Nos pasa mucho a los que no somos de nacionalidades históricas.
Creemos que siendo españoles como lo somos no hacemos daño a nadie. Pero así no
vamos muy lejos. Por no hacernos preguntas las cosas no desaparecen.
Las cosas de la identidad hay que enfriarlas. Porque las naciones son a menudo lo único que creemos que tenemos. Son como las religiones: cuanto más cercanas, más cainitas. Es como esos odios entre dos pueblos que están al lado, sea en las Castillas, en Extremadura, en Cantabria, en Galicia o en cualquier rincón de España. En el día a día se odian pero coinciden en colgar bandera españolas de sus balcones porque ven a los catalanes como una amenaza. Algunos incluso gritan ¡A por ellos! Podríamos verlo mejor desde lejos: puedes ser un bóer y matar a los malditos negros porque te quieren quitar tu Sudáfrica (aunque los negros estuvieran antes que tú), ser un cowboy norteamericano y matar a los malditos sioux o a los malditos mexicanos porque te quieren quitar Missouri o Texas (aunque fueran de ellos), o ser Churchill y matar a los malditos indios o a los malditos turcos porque quieren quitarle grandeza a la Reina de Inglaterra (aunque Gandhi o los turcos sólo defendían su tierra). Estas cosas no nos las solemos preguntar. De hecho, en España lo hacemos solo cada medio siglo. Pero siempre emerge y siempre alguien la lía. A ver si lo solventamos de una vez.
Las cosas de la identidad hay que enfriarlas. Porque las naciones son a menudo lo único que creemos que tenemos. Son como las religiones: cuanto más cercanas, más cainitas. Es como esos odios entre dos pueblos que están al lado, sea en las Castillas, en Extremadura, en Cantabria, en Galicia o en cualquier rincón de España. En el día a día se odian pero coinciden en colgar bandera españolas de sus balcones porque ven a los catalanes como una amenaza. Algunos incluso gritan ¡A por ellos! Podríamos verlo mejor desde lejos: puedes ser un bóer y matar a los malditos negros porque te quieren quitar tu Sudáfrica (aunque los negros estuvieran antes que tú), ser un cowboy norteamericano y matar a los malditos sioux o a los malditos mexicanos porque te quieren quitar Missouri o Texas (aunque fueran de ellos), o ser Churchill y matar a los malditos indios o a los malditos turcos porque quieren quitarle grandeza a la Reina de Inglaterra (aunque Gandhi o los turcos sólo defendían su tierra). Estas cosas no nos las solemos preguntar. De hecho, en España lo hacemos solo cada medio siglo. Pero siempre emerge y siempre alguien la lía. A ver si lo solventamos de una vez.
2. Dónde se cuenta que España está mal
enseñada y mal aprendida, es decir, que España está por reinventar y que su
reinvención pasa por recuperar esa España oculta, exiliada, silenciada que
hablaba más de patria y de fraternidad y menos de nación y superioridad .
Decirle a alguien que su tierra es algo
diferente a lo que siente y siempre ha sentido es como decirle a un hijo que
sus padres en verdad no son sus padres. Algo así como lo que se vivió en
Argentina cuando al hijo de un desaparecido le decían: tus verdaderos padres
están muertos y los que crees que son tus padres tuvieron algo que ver con su
muerte. ¡Ostras! Te lo cuenten como te lo cuenten, lo primero que vas a hacer
es negarlo. Los españoles hemos vivido pensando que España es ese mapa que nos
enseñaron en la escuela, los ríos y sus cuencas, la noticia diaria del tiempo,
las referencias del pasado magnificadas para que nos creamos grandes e
importantes. La verdadera historia de España está llena de silencios. José Bono
colgó del Congreso los retratos de los reyes visigodos y no puso ningún rey
árabe. ¿No eran españoles o no eran españoles de la España de Bono? Tampoco
conocemos a las poetas del exilio ni hay memoria de que a los Borbones ya les
echamos de España en el siglo XIX. Fernando VII era un Borbón, pero era un asesino.
¿Se merece una calle? Decimos España pero no sabemos que somos el segundo país
del mundo con mayor número de fosas y desaparecidos. Lorca es uno de los
114.000 desaparecidos que hay en España. España es ese sitio donde se habla
español y si no lo hablas es porque quieres ofender a alguien. Estamos buenos.
Nunca nos han enseñado ni catalán, ni gallego ni euskera en la escuela. Ni una
palabra. ¿Cómo vamos a entender a Catalunya si no nos han enseñado que allí
tienen una lengua propia, si no nos han contado que allí muchos sueñan en
catalán, que allí tienen una historia compartida con nosotros junto a una
historia propia? Nuestra ida de España siempre ha estado mutilada. Que vaya
alguien a decirle a esas personas que han tenido mil preocupaciones -pero no la
de preguntarse por España- que les han engañado. Es el problema que tiene
Podemos. Pero tampoco es imposible entenderlo. Fernando VII acuñó monedas en
1823 y firmó como Rey de las Españas. Porque igual España es eso: Españas. Los
Reyes Católicos estaban interesados en hacer un imperio católico, no en
construir España, y dejaron que los catalanes y otros pueblos fueran
sintiéndose una nación. Vemos a España en los Reyes Católicos pero solo porque
la miramos desde hoy. En el siglo XV nadie se sentía español. Eso empezamos a
hacerlo muy tarde.
Pero Catalunya, aunque fuera a la fuerza, convivió con España y fue haciéndose parte de España, igual que a la fuerza muchos indígenas terminaron sintiéndose mexicanos (fue la invasión francesa de 1808 la que nos ayudó a empezar a sentirnos todos españoles). Pero sin dejar de sentirse catalanes. Es verdad que había gente que se sentía solamente catalana, pero había más gente que se sentía parte de España al tiempo que catalana, reclamando por eso ser una nación con una especial vinculación con la nación española. Y eso se multiplicó cuando cientos de miles de andaluces y extremeños se fueron a buscar el trabajo que no les daba ni Andalucía ni Extremadura, siempre tan gobernadas por caciques. Y ahora ya van tres generaciones que vienen de otros lados pero viven en Catalunya. ¿No es lo más sensato que puedan sentirse catalanes y también lo que les vincula al resto de España? Lo que se solventa sumando suele ser menos traumático que lo que se solventa restando. Pero esto es un jaleo. Fácil fácil no es.
Pero Catalunya, aunque fuera a la fuerza, convivió con España y fue haciéndose parte de España, igual que a la fuerza muchos indígenas terminaron sintiéndose mexicanos (fue la invasión francesa de 1808 la que nos ayudó a empezar a sentirnos todos españoles). Pero sin dejar de sentirse catalanes. Es verdad que había gente que se sentía solamente catalana, pero había más gente que se sentía parte de España al tiempo que catalana, reclamando por eso ser una nación con una especial vinculación con la nación española. Y eso se multiplicó cuando cientos de miles de andaluces y extremeños se fueron a buscar el trabajo que no les daba ni Andalucía ni Extremadura, siempre tan gobernadas por caciques. Y ahora ya van tres generaciones que vienen de otros lados pero viven en Catalunya. ¿No es lo más sensato que puedan sentirse catalanes y también lo que les vincula al resto de España? Lo que se solventa sumando suele ser menos traumático que lo que se solventa restando. Pero esto es un jaleo. Fácil fácil no es.
Rajoy y el PP, con su empeño en cargarse
el Estatut, han cabreado a muchos catalanes que han terminado diciendo: si para
los españoles somos tóxicos, venenosos y una mierda, pues ahí os quedáis. Lo que haríamos
cualquiera de nosotros con quien nos tratase mal. El problema es que esos
catalanes no pueden irse a ningún lado. Por eso intentan convertirse en un
Estado propio. Pero hay más catalanes que no quieren marcharse de España.
Aunque también están enfadados. Y hay muchos catalanes que están enfadados con
los independentistas que les han maltratado cuando la burguesía catalana hacía
y deshacía con impunidad. ¡Más jaleo! Alguien me podrá decir lo contrario, pero
ver a Puigdemont en Bélgica me parece tan español….
El resto de España también tiene algo que
decir al respecto porque somos un Estado desde hace varios siglos y eso marca
ciertas reglas (qué curioso: somos un Estado viejo y una nación joven). Si no
se puede romper un matrimonio sin más no vas a poder hacerlo con un país. Estas
cosas se hacen negociando o guerreando. Y no tenemos la más mínima intención de
guerrear entre nosotros. Así que toca hablar. Cuando uno mira la declaración
unilateral de independencia no cabe sino pensar ¿dónde tenía esta gente la
cabeza? ¿Cómo han podido estar tan cegados?
Pero Catalunya se siente una nación.
Nadie en su sano juicio pensará en arrestar, multar, encarcelar, desterrar o
fusilar a, por lo menos, dos millones de catalanes. Claro que hay gente que
piensa que hay que someterlos a la fuerza (basta escuchar los entornos
belicosos del PP o de Ciudadanos, que a veces son peores), pero no están en su
sano juicio (a gente como Girauta les falta solo la camisa azul y los
correajes). Ya expulsamos en el siglo XV a judíos y moriscos y hay
quienes sostienen que la España de caciques vagos y clientelistas es una
consecuencia de aquella decisión. Los catalanes llevan reclamando ser
reconocidos como nación desde hace siglos y lo consiguieron con la Constitución
de 1978 que recoge que España está constituida por nacionalidades y regiones.
Hay imbéciles que insultan a Catalunya por querer ser reconocida como nación y
al tiempo dicen defender la Constitución. Mienten o son brutos. Porque la
Constitución dice que Catalunya es una nación, que es lo que significa la
palabra “nacionalidad” escrita en la Constitución de 1978 cuando los militares
de entonces todavía mandaban mucho. Que Catalunya es una nación ya lo decidimos
en 1978. Ese no es el problema. El problema, desgraciadamente, tiene mucho que
ver con que CiU iba a perder las elecciones, con que al PP le resultaba mejor
hablar de Catalunya en vez de la corrupción y los recortes, y que la crisis
llevó en Catalunya a una parte de la indignación hacia cuestiones de identidad
gracias a un sentimiento que siempre ha estado ahí, a la presión de los grupos
independentistas y al dinero que le metió al asunto la Generalitat. Después de
todo esto (que va desde la recogida de firmas de Rajoy contra el Estatut y la
cerrazón a hablar con el Gobierno catalán, a la susurrada declaración
unilateral de independencia, las cargas policiales el 1-O y el encarcelamiento
de políticos y los Jordis, pasando por el despiste inaceptable del PSOE y el
apoyo de Felipe VI al partido más corrupto de Europa. Los responsables de este
desaguisado preguntan ahora: ¿y qué solución proponéis vosotros? Antes de
responder es honesto decir: la habéis liado muy gorda y no hagas como si esto
no viniera de demasiadas meteduras de pata. La solución sería más sencilla si
no hubierais, unos y otros, roto todos los puentes. A políticos tan patanes
había que deportarles un sitio donde hubiera poca gente.
3. Dos cosas que dice Podemos pero que no
son tan sencillas de entender: la plurinacionalidad y el derecho a decidir.
Podemos debatió en Vistalegre su hoja de ruta. Fue un debate agrio tras
tres años haciendo elección tras elección. Hubo gente que presentó propuestas
alternativas a las que representaba Pablo Iglesias, pero las bases eligieron su
Secretario General y su dirección política. Podemos dio una lección no
rompiéndose en Vistalegre. Y hay que ver que el poder lo intentó. Los medios
siempre hacen de altavoz para cualquier persona de Podemos que quiera hacer
daño a Podemos. Si viene de cargos públicos es una deslealtad. Siempre se puede
dimitir de cualquier cargo. De Vistalegre, y para enfado de los
portavoces del desastre, Podemos salió reforzada. Ahí está, por ejemplo, la
lista en Madrid encabezada por Julio Rodríguez. Podemos es tan importante para
la democracia en España y en Europa que el poder siempre va a tener dispuestas
las treinta monedas del ego o de la soberbia para brindárselas a altavoces que
hagan ruido. Ningún ego debiera estar por encima de la tarea política marcada
por las bases. El asunto territorial es esencial para el futuro de Podemos.
España, repite Podemos, es plurinacional.
Pero claro, para que España sea plurinacional, las partes que construyen esa
pluralidad tendrán que quedarse en España. Porque si se fueran, España se
quedaría uninacional a secas (que es lo que quiere el PP y Ciudadanos). Por
tanto, no basta con decir que España es plurinacional. Hay que decir a
continuación que la plurinacionalidad, desde nuestra perspectiva, también debe
ser española. Vamos a ver este embrollo.
Con la idea de plurinacionalidad se cubre el hecho de que hay una nación
catalana, una nación gallega y una nación vasca refrendadas históricamente, al
lado de sentimientos de identidad fuertes que podrán convertirse en naciones si
crece ese sentimiento. Hay quienes piensan y sienten que Andalucía es una
nación (y se ganó en referéndum optar a la independencia como las históricas),
pero ese sentimiento no es mayoritario en Andalucía y la identidad andaluza,
llena de dignidad (y de cuentas pendientes) no ha desarrollado el sentimiento
de querer tener un autogobierno confrontado con España. Podríamos decir lo
mismo de Canarias y, si apuramos, del conjunto del Estado. Por tanto, sin
querer hacer un juego de palabras, el reto que tiene Podemos se solventaría si
entendiéramos que al tiempo que se dice que España es plurinacional, hay que
decir que la plurinacionalidad queremos que sea española. Si apostáramos por la
independencia, entonces la plurinacionalidad desaparecería. Queremos resolver
ver la herida territorial, queremos que las naciones de España se vean
reconocidas pero no queremos que nadie se vaya. Aún más, la única garantía de
que España no se rompa es Podemos.
Y para terminar de ser sinceros, hay que
decir que España es varias Españas y que la plurinacionalidad también es a su
vez plurinacional. No es un retruécano. Hay varias Españas dentro de España. El PP tiene una,
vieja y autoritaria, Ciudadanos otra, con la cara lavada pero vieja y
autoritaria, el PSOE la suya (variable como la dirección del viento) y Podemos
está intentando hacer valer la propia. La de Podemos ha estado silenciada. Es
la de Lorca, Machado, las 13 Rosas, María Zambrano, las mujeres que lucharon
por la amnistía, la de la gente que fue a ayudar en el Prestige o a apagar
incendios en Galicia. La España del 15M, la que acoge saharauis, la que llora
con los muertos en las pateras, la que cuida, la que acompaña a las mujeres
violadas y maltratadas, la que quiere sanidad pública y educación pública, la
que se abochorna de los casi 1000 cargos del PP imputados y se abochorna de que
Ciudadanos y el PSOE sostengan a M. Rajoy. Todas esas Españas comparten en
teoría la defensa de las fronteras, la integridad territorial y casi nada más.
Porque para Podemos España pierde soberanía con el artículo 135, con el CETA o
el TTIP, pérdida que han hecho posible el PSOE, el PP y C’s. Hablan de España
pero la entregan a las multinacionales. Para Podemos la patria son los cuidados
que nos brindamos, pero para el PP o C’s, al tiempo que hablan de España
desahucian, privatizan la educación o la sanidad o hacen leyes laborales que
golpean a los españoles. Son ideas bastante diferentes de España. Pero es
esencial entender que si la existencia de Catalunya (y las otras
nacionalidades) obligan a España a ser plurinacional, Catalunya también es
plurinacional. Es plurinacional porque dentro de la manera de sentirse
catalanes hay gente que quiere sentirse española, y hay otros que quieren
sentirse musulmanes o negras o chinos. Estamos en el siglo XXI y estamos todos
muy mezclados. Si las naciones son tan complejas ¿por qué no buscamos entonces
la solución en otro lugar que no sea la nación? Catalunya podría votar ser
independiente, pero Barcelona votaría quedarse en España. Si hay una ley de
referéndum, esto tendrá que contemplarse: si un territorio decide no marcharse,
tiene derecho a quedarse.
La idea del “derecho a decidir” es sencilla de entender pero difícil de
aplicar. El derecho a decidir implica que los catalanes podrían votar en
territorio catalán acerca de su relación con España. Ese referéndum, como pasó
en Quebec o en Escocia, se organizaría desde el Estado, se pactarían la
pregunta o preguntas, tendría garantías, medios, posibilidades para hacer
campaña, porcentajes, procedimientos. En esa campaña estaría Podemos en contra
de la independencia y a favor de un encaje de Catalunya en España donde se
solventase de una vez este problema. No es nada sencillo. Insistimos: ¿si hay
territorios que quieren independizarse y otros no? Si Barcelona decide no ser
independiente y seguir en España pero gana la independencia en el resto de
Catalunya ¿qué pasa? Pensar que podían declarar la DUI como quien grita en el
fútbol es intolerable. Lo que han hecho los independentistas ha sido muy
chusco.
El proceso que cierre el tema territorial de Catalunya debe tener pasos. Es
un asunto de voluntad política. Con el artículo 92 de la Constitución podría
iniciarse una pregunta acerca de la voluntad de los catalanes de que se abra
esa discusión. Eso daría información y normalizaría el debate. Y una vez que el
debate esté normalizado, todo lo demás es mucho más sencillo. Es bastante
probable que lo que saliera de esa discusión es la prueba de que los catalanes
quieren sentirse una nación y gobernarse como nación en su múltiple relación
con España. Es lo que dicen todas las encuestas. Irse de España en un mundo
globalizado no es muy inteligente, además de que hay más catalanes que quieren
quedarse que catalanes que quieren marcharse. Contemos. Esa Catalunya que
saldría de un referéndum acerca del encaje en España sería parte del Estado
español con todos sus derechos y deberes. Y esto no se volvería a discutir
hasta pasado un tiempo. Porque de lo contrario habría mucha incertidumbre, no
se cerrarían las heridas, sospecharíamos unos de otros y seguiría siendo algo
que produce hartazgo. Para algunos catalanes, Catalunya será parte constitutiva
de la nación española en la dualidad que señalamos. Para otros podrán sentirse
solamente catalanes pero no dudarían de su pertenencia al Estado y, como
decíamos, de sus deberes y derechos. Con esa pregunta empezaría él proceso. Y
todos expresarían qué modelo de país queremos, en lo identitario y también en
lo social. Y ahí se vería que el PP y Ciudadanos son unos mentirosos.
4. Donde se expresa lo que le ha faltado a
Podemos a la hora de explicar la más sensata de las posiciones en un país que
está gritando cada día su insensatez
Hay algo que aunque me lo juren no me lo
creo. Si hay un accidente de autobús en Cádiz, en Sevilla, en León o en
Cáceres donde fallezcan 60 personas, Catalunya se conmociona como nos
conmocionamos en Madrid cuando el atentado en las Ramblas. No se estremecen
igual en Catalunya cuando el accidente es en Lisboa o en Toulouse, de la misma
manera que en el conjunto de España no sentimos más atropellados por ese camión
en Barcelona que por cualquier otro atentado en Francia, Austria, Rabat, Bagdad
o Noruega. Una nación es, entre otras cosas, ese lugar donde un
accidente o un atentado te duele como algo propio. Catalunya siente con España
como España siente con Catalunya. Pero Catalunya es una nación porque se ve a
sí misma como una nación, pero esa nación, que también es plural, se siente
igualmente parte de España. ¿Dónde está el miedo a que esto se sincere? ¿A que
decidieran marcharse? Quien piense así no conoce ni a Catalunya ni a España. La
discusión no es religiosa. La discusión no es territorial (porque el grueso de
los catalanes quieren seguir siendo españoles). La discusión es material: de
qué forma va a estar Catalunya en España, cómo va a seguir construyendo nación
catalana y qué compromisos va a asumir con el conjunto de España tanto en
términos de ayudar a construir el compromiso político como en términos de
solidaridad interterritorial. Un alemán de Baviera se siente bávaro pero no
cuestiona Alemania. Al revés, la construyes. Ese es el federalismo que
debiéramos haber construido pero que las peculiaridades de la Transición
impidieron. Si la Transición hubiera cogido el toro por los cuernos, no
tendríamos esta crisis de Estado monumental que tanto daño está haciéndonos
dentro y fuera.
¿Qué relación quiere tener Catalunya con
España? Muchas veces, aún sin decirlo, se piensa en una idea confederal, esto
es, dos naciones que se piensan y se sienten diferentes pero que comparten
Estado en tanto en cuanto puedan tener cada uno el suyo. En este caso, en tanto
en cuanto Catalunya pudiera tener el suyo. Ese no debe ser el proyecto de
Podemos. Eso es lo que no ha sido nunca capaz de explicar con claridad ni
Catalunya sí que es Pot ni los Comúns ni, en ocasiones, Podemos en el conjunto
de España. Dicho de otra manera: claro que hay una nación catalana, compuesta
por las ciudadanas y ciudadanos que viven y trabajan en Catalunya, cuya
ciudadanía forma parte de maneras muy diferentes de la nación española (unos la
siente más, otros la sienten menos) y forman parte con todas sus consecuencias
del estado español. Pero también existe España y existe una relación entre
España y Catalunya que no es confederal. La relación entre Catalunya y Aragón o
Andalucía o Castilla-La Mancha no es la que hay entre los cantones suizos o
entre flamencos y valones en Bélgica.
Cuando Catalunya pueda encontrarse como nación sin posibilidad de chantaje con el resto de España, empezaremos a construir el proyecto compartido. Esto implica que Catalunya debe tener autogobierno y como principal elemento de ese autogobierno, debe poder decidir en algún momento cómo se relacionan con el resto de España. Porque ese referéndum donde Catalunya debe expresar su compromiso consigo misma, con la nación española y con el estado español debe servir para que dejemos de hablar del asunto, cerremos esa herida histórica y podamos enfrentar los muchos retos que nos brinda la globalización neoliberal.
Esa pregunta a los catalanes no puede limitarse ni a la que han expresado los independentistas con su aventurerismo pueril condenado a la derrota, a sembrar melancolía y a avivar a bestia fascista que andaba dormida -¿quiere irse de España y tener un Estado propio?- ni la de la España monárquica canovista -¿Quiere usted quedarse en España tal y como estaba hasta ahora?-, sino que debe abrir una nueva posibilidad: ¿quiere usted pertenecer a una España comprometida, con todas sus consecuencias, con la defensa de la identidad nacional plural, con la solidaridad y la fraternidad entre todos los españoles?
Si el PP no tuviera cada día un caso de
corrupción, otro gallo cantaría. Pero el problema viene de lejos. En La Transición contada a nuestros padres (perdón la
autocita) ya contaba que se habían hecho bien las cosas para los franquistas y
la monarquía y regular para la democracia. Ahí está el Senado, que era una
Cámara para frenar los cambios dándole mayoría al PP por una ley electoral que
estaba ya diseñada en la Ley para la Reforma Política. Ahí está la monarquía,
que no arbitra mucho. Ahí está M. Rajoy, que manda SMS y recibe sobresueldos
pero no dimite. Ahí está la Fundación Francisco Franco y ahí está España como
el país grande más desigual de la Unión Europea.
Avivar el fantasma de que España se
rompe le da lo mismo al PP en Catalunya, mientras que le da votos en el resto
de la España menos dispuesta a pensar nuestro país tal cual es. En el caso de
Ciudadanos, el daño que hace es enorme. Por un lado, porque aviva el
centralismo canovista que conduce irremediablemente a un choque con Catalunya,
con el País vasco, con Galicia y vaya usted a saber si no con unos cuantos
sitios más. Los de Ciudadanos son igual de aventureros que
los Independentistas, si bien desde la acera contraria. Puigdemont y Rivera son
ambos grandes negadores de España. Por otro lado, porque la
lepenización de Ciudadanos, va a repetir el discurso nacionalista agresivo,
pero no va a solventar los problemas que tienen los catalanes y catalanas con
trabajos precario, desahuciados, exiliados o que no tienen acceso a estudios,
sanidad o pensiones dignas. No olvidemos que Ciudadanos es un partido creado
por los bancos.
5. Conclusiones para que nos entendamos a
nosotros mismos y lo podamos contar a los vecinos
1) Podemos tiene que enseñar que España
es plurinacional, pero también tiene que enseñar que la plurinacionalidad es a
su vez plurinacional (no hay una sola Catalunya en Catalunya) y la
plurinacionalidad es también española. Podemos no apuesta por la confederalidad. España también es tarea de Catalunya. Podemos
no es independentista y habla especialmente a los catalanes que se quieren
quedar en España. Defiende los derechos de los que no piensan como nosotros,
porque somos demócratas, pero hay que dejar claro que lo que plantean nos
parece una invitación al desastre (aunque solo sea porque todos perderíamos
peso en la Unión Europea y, por tanto, en el mundo). Hemos defendido los
derechos de los presos políticos, porque somos demócratas, pero lo que han
hecho caminando por la vía unilateral es aberrante. Puigdemont en Bélgica y
Junqueras en la cárcel es una señal del disparate.
2) Para que Podemos sea entendido
por los que quieren una nueva España, tiene que recuperar la patria española
que defendió en sus orígenes. Debe también reconocer sus errores: hemos dejado
que el PP se recupere con el discurso tramposo de España porque no hemos sido
capaces de hacer valer esa otra España. Hay que hacer valer esa
España valiente frente a los patriotas del PP que tienen el dinero en Suiza y
en Panamá y que han saqueado las arcas públicas porque están en política para
forrarse. No es lo mismo desde Catalunya sentirse parte de una España emergente
y europea que de una España casposa llena de corrupción y amenazante. Con
Podemos en La Moncloa se hace casi imposible que nadie quiera irse de España. Y
eso lo saben los independentistas porque la única fuerza que les ha derrotado
en las generales y en el ayuntamiento de Barcelona ha sido Podemos.
3. Podemos tiene que apoyar el
derecho a decidir pero tiene que dejar claras las normas. La
Ley de claridad que aprobó Canadá para hacer su referéndum de independencia nos
vendría muy bien porque clarifica cómo se hace un referéndum pactado. Todas las
partes del territorio pueden irse o quedarse, hacen falta porcentajes altos,
concierne a los naciones pero también a España y al igual que establece
derechos establece obligaciones. Con estas reglas, los que quieren irse se lo
piensan dos veces, se toman muy en serio el asunto y no frivolizan. Es decir,
dialogan. Algo de gran relevancia cuando el independentismo va a seguir sacando
un muy alto resultado electoral en Catalunya.
4. Podemos tiene que dejar
claro que los independentistas del PdeCat son los mismos burgueses que han
hecho exactamente lo mismo que el PP en el conjunto de España. Podemos tiene
ahora mismos una obligación de hacer de cemento de esa nueva España.
Tiene que ayudar a que el PSOE deje de estar en el bloque decadente junto a
Ciudadanos y el PP, cumpliendo Sánchez así su promesa de plurinacionalidad
expresada en sus primarias, y tiene que ayudar a que ERC deje de apoyar el
independentismo unilateral y entienda que hay una España diferente con la que
se puede hablar desde el compromiso y la solidaridad.
5. Por último, Podemos debe recuperar el horizonte del proceso constituyente que solvente de
una vez por todas la herida histórica, que permita los referéndum (con una Ley
de claridad previa) y que blinde los derechos sociales en todo el territorio.
Que cambie la ley electoral y haga del Senado una cámara de los territorios y
termine con su consideración de Cámara de bloqueo; que entre en el siglo XXI y
entienda que el Estado tienen que ser en buena medida municipal, dotándoles de
un tercio del presupuesto; que no permita que el Ejecutivo estrangule otros
niveles del Estado ni que convierta las cuestiones de financiación en un
chantaje; que cierre las competencias con las Comunidades de manera definitiva,
impidiendo de nuevo chantajes en virtud de las necesidades parlamentarias; que
impida que los corruptos hagan política; que garantice la independencia de los
jueces; que ordene el desbarajuste del café para todos, respetando las
identidades culturales de los territorios (esencial en cuestiones de educación,
cultura y lengua) pero saliendo del absurdo de las duplicidades y de la
fragmentación ineficiente armonizando la fiscalidad entre territorios,
unificando los diferentes calendarios médicos, la movilidad laboral en todo el
territorio, los mismos sueldos a los funcionarios, la coordinación de los
servicios sanitarios y, algo intolerable a día de hoy, que lleve instituciones
de Estado a otros territorios (por ejemplo, el Tribunal Constitucional a Bilbao
o Barcelona, la Comisión Nacional del Merado de Valores a Segovia, Patrimonio a
Santiago, etc. En España se está normalizando la precariedad
mientras las grandes cifras de la economía mejoran. Eso va a aumentar la
frustración de mucha gente que no va a entender por qué le va mal. Si los
demagogos agitan el fantasma nacionalista, tendremos servido el enfrentamiento
entre españoles. El patrioterismo es una salida demasiado fácil para los que no
tienen escrúpulos. Podemos tiene una tarea esencial con el bienestar y la paz
en España. Para terminar con las desigualdades, crear empleo, derechos
sociales, y cerrar la discusión nacional a satisfacción de la mayoría. No es
nada sencillo, pero el reto merece la pena. Y sólo lo puede hacer Podemos.
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