martes, 23 de agosto de 2016

¿Quien ha creado la crisis en el sistema público de pensiones?

Artículo de Edmundo Fayanas Escuer publicado en Nueva Tribuna con fecha 22 agosto 2016.


En sus cuatro años de gobierno, el PP ha recortado los ingresos de la Seguridad Social en 60.847.
La profunda crisis que vivimos en España desde 2008 ha sido aprovechada para crear una crisis en el sistema público de pensiones, al hacer que la Seguridad Social tenga en 2016 un déficit de 15.000 millones de euros.
¿Cómo nos han creado esta crisis?
Pensiones.
Resulta sorprendente que desde 2008 hasta finales de 2011 (gobierno de Zapatero), ya con cuatro años de crisis, el paro llega a los cuatro millones y medio de personas y, sin embargo, el sistema de pensiones no tenía déficit, e incluso se hacía aportaciones al Fondo de Reserva.
Sin embargo, con la llegada al gobierno del PP de Rajoy, en diciembre de 2011, es cuando el sistema público empieza a tener déficit en los ingresos de las pensiones, se deja de hacer aportaciones al Fondo de Reserva y se empieza a sacar dinero de dicho Fondo.
¿Ha sido una crisis propia del sistema o ha sido creada?
La respuesta es clara, se ha creado una crisis de las pensiones públicas, para así favorecer los fondos de pensiones privados. Veamos algunos aspectos, que nos aclararan esta afirmación.
Laura Pelay, vicesecretaria general de UGT ha acusado al gobierno del PP de “actuar de forma premeditada y maquiavélica en una estrategia, que ha calificado de expolio con el fin de favorecer los planes privados de pensiones”.
En sus cuatro años de gobierno, el PP ha recortado los ingresos de la Seguridad Social en 60.847. Esta cantidad se podría haber recaudado con otra política económica, lo que se ha hecho es transferir esa cantidad de dinero público para beneficiar al empresario privado. Esta cifra hay que desglosarla de la siguiente forma:
◦La destrucción de puestos de trabajo, los contratos precarios, horas extraordinarias no declaradas, han supuesto 32.966 millones de euros de reducción de ingresos.
◦Las subvenciones por bonificaciones de cuotas de la Seguridad Social han supuesto 21.106 millones de ahorro a las empresas a cambio de crear empleo precario e inestable.
◦Por pagar tarde con cargo a los Presupuestos los complementos de las pensiones mínimas ha supuesto 3.666 millones.
◦Las cotizaciones perdidas por cuotas de ciudadanos no profesionales por los recortes en la ley de dependencia han supuesto en estos cuatro años 4.109 millones.
A ello, hay que añadir las exenciones fiscales de los fondos privados de pensiones, que han supuesto una merma de recaudación de 8.000 millones en estos cuatro años.
¿Qué medidas ha tomado el PP para llevarnos al agujero de 15.000 millones en la Seguridad Social?
Dos han sido las medidas principales, que más afectan a los pensionistas. Veamos:
◦La reforma laboral ha provocado un abaratamiento en los despidos de los trabajadores, pero sobre todo ha ocasionado una rebaja salarial media de 15%. A ello hay que unir, el empleo que se está creando es de baja calidad y temporal con poco salario e inestable.  Las empresas no suelen cumplir los horarios pactados y los trabajadores hacen horas sin cobrarlas bajo la amenaza de despido.
◦La reforma del sistema de pensiones, para conseguir que el gasto sea menor y hacer, que éstas sean muy bajas con la finalidad de empujar a la gente al sistema privado de pensiones, para que al complementarlas puedan llevar una vejez digna.  Como ya hemos visto, el sistema privado de pensiones es un desastre para las personas, pero un gran negocio para la banca.
¿Cómo ha empeorado el sistema de pensiones?
a. Para los futuros pensionistas alargando la edad de jubilación y endureciendo las condiciones de obtenerlas, haciéndolas mucho más bajas.
b. Para los ya jubilados, al quitar el índice del IPC como fórmula de revalorización a cambio de sólo subirlas el 0,25%.  Como los dos últimos años ha habido inflación negativa (cosa nunca vista en España) no se ha notado, pero cuando la inflación se normalice y lo hará (la media de inflación en España 2000-2015, ha sido del 2,5%), entonces podremos entender en toda su plenitud, la pérdida de poder adquisitivo, que significa la revalorización del ridículo 0,25% impuesto por el PP. Su objetivo es que para el 2025 las pensiones actuales bajen un 25%.
Siempre oiremos en el pensamiento neoliberal del PP el argumento de la demografía como el determinante en el sistema público de pensiones. ¿Es la demografía el factor principal en la sostenibilidad del sistema público de pensiones? NO, es un factor a tener en cuenta, pero no es el principal ni más importante.  El factor principal es la creación de riqueza y muy importante su redistribución.
¿Qué está pasando en el Fondo de Reserva de las Pensiones?
Zapatero dejo 66.815 millones de euros en el Fondo de Reserva, en julio 2011. Rajoy ya ha empleado 42.000 millones y ya sólo quedan 24.000. Podemos afirmar, que la gestión del Fondo de Reserva ha sido escandalosa. Según la prensa nacional, lo que sucede en él, es todo maravilloso.
Sin embargo hay que ir a la prensa seria extranjera y a los economistas independientes para comprobar los engaños del PP. Veamos.
El diario económico alemán Deutche Wirtchafts Nachwischten, titulaba así un artículo el día 4 de enero de 2013 “Saqueo de los fondos de pensiones para comprar bonos del Gobierno de España” y en dicho artículo decía “al menos el 90% de los activos totales de los fondos de pensiones del Estado español convertidas en bonos de España. Especula con el dinero de sus jubilados, arriesgando más que sus ahorros”.
El diario The Wall Street Journal, que defiende los intereses económicos y financieros de los norteamericanos, publicó un artículo el 3 de enero de 2013, titulado “España usa fondos que respaldan el pago de pensiones para comprar deuda soberana”. El artículo decía “España ha estado vaciando sigilosamente la mayor alcancía del país, El Fondo de Reserva de la Seguridad Social, que ha usado como comprador de última instancia de los bonos del gobierno, una operación dudosa sobre el papel del fondo como garante de las futuras pensiones. La maniobra, que ha pasado desapercibida, está por concluir ya que queda muy poco dinero disponible. Al menos el 90% del fondo de 65.000 millones de euros, unos 85.700 millones de dólares, ha sido invertido en deuda española con cada vez más riesgo, de acuerdo con cifras oficiales y el gobierno ha empleado para realizar pagos de emergencia”.
El conocido diario Financial Times calificaba a Mariano Rajoy como “político provinciano” y a Luis de Guindo como “el peor ministro de economía de Europa”.
El semanario alemán Der Spiegel considera que el gobierno español está saqueando el fondo de reserva de las pensiones. “España ha saqueado en silencio la hucha más grande del país, el fondo de reserva de la Seguridad Social debido a sus dificultades financieras”.
Después de todos estos datos, podemos afirmar, que la crisis del sistema de pensiones público ha sido creada por el PP, para beneficiar los intereses privados del BBVA, Santander, Caixa….
¿Cabe mayor escándalo que la gestión de las pensiones públicas por el PP?  Sres. jubilados lean, analicen y si son mínimamente inteligentes y racionales nunca más deberían votar PP.

lunes, 20 de junio de 2016

Grandes mentiras de la economía de nuestros días


Artículo de Ernesto Ruiz Ureta, publicado en Nueva Tribuna con fecha 16 junio 2016.

 

Cuando Europa nos sigue pidiendo más recortes para reducir nuestro déficit y estamos inmersos, además, en fechas de campaña electoral, es muy oportuno descubrir una serie de mentiras, machaconamente repetidas, que nos impiden ver la realidad de la economía de nuestros días, de la forma de organizar nuestras sociedades; mentiras que se nos presentan como única alternativa viable (TINA) y suponen, sin embargo, cadenas mentales que nos tienen esclavizados a los intereses de los poderosos.

Nuestro sistema de libre mercado tiende a generar manipulación y engaños, y esto nos lo dicen, entre otros, los premios nobel de economía Akerlof y Shiller, son defensores del libre mercado, pero consideran que “las presiones competitivas para que los hombres de negocios practiquen el engaño y la manipulación en los mercados libres nos llevan a comprar –y a pagar demasiado por—productos que no necesitamos; a trabajar en empleos que tienen poco sentido para nosotros, y a preguntarnos por qué nuestras vidas se han desperdiciado (1).” Hasta tal punto estas presiones competitivas pueden llegar a ser perversas que en su reciente libro La economía de la manipulación nos llegan a advertir de que “La búsqueda de incautos en los mercados financieros es la causa principal de las crisis financieras que llevan a las recesiones más profundas.” Recordemos que la economía actual está dominada por el mundo financiero provocador de inestabilidades y que un activo financiero es una riqueza virtual no real. Esto lo podemos comprobar con poco que analicemos cómo funcionan las burbujas que han dado lugar con su espiral malévola a los cracs económicos. Cracs que han supuesto mayor riqueza para los que ya tenían y empobrecimiento de los que tenían menos.

No podemos dejar, también, de observar dolorosamente que “el proceso político ha sido raptado por élites poderosas y ricas que se aprovechan de nuestra falta de comprensión de la economía para imponer políticas económicas que debilitan la prosperidad y la redistribución de los ingresos, a la vez que enriquecen a la minoría que se encuentra en lo alto del escalafón económico (2)”.

Así si arañamos en la Historia encontramos que en el año 1971 se produjo un gran acontecimiento histórico: el Presidente Nixon abandonó la convertibilidad del oro y puso fin al sistema de tipos fijos. Los gobiernos ya no tenían que respaldar sus emisiones de moneda en reservas de oro, por lo que, siempre que el gasto sea en la propia moneda, los gobiernos emisores no podían quedarse sin dinero. A partir de  1971, entonces, las economías modernas utilizan monedas basadas en la confianza, monedas fiat, monedas que no están respaldadas por bienes y servicios (economía real), sino por gobiernos que garantizan su valor de cambio.

Este acontecimiento es una verdadera revolución de las élites, que abandonando las recetas económicas y políticas de Keynes salvadoras de la Gran Depresión de 1929, ocultaban su falsedad en mantras repetidos hasta la obsesión: el presupuesto público es igual que el presupuesto del hogar, los déficits públicos de hoy son una carga para nuestros nietos, la Seguridad Social ha prometido pensiones y sanidad que nunca podremos permitirnos, los déficits comer­ciales reducen el empleo y nos hipotecan peligrosamente a los acreedores extranjeros, necesitamos ahorros para financiar la inversión (así pues, los déficits estatales llevan a menor inversión), los mayores déficits implican mayores impuestos en el futuro, añadiendo carga tributara a los futuros contribuyentes.

Y es que el déficit público y el límite de gastos públicos en el contexto del cambio establecido en el año 1971, se han convertido en excusas adecuadas de los gobiernos neoliberales para tener subyugada a la población. Ya que los bancos centrales, y esto hay que tenerlo claro, crean dinero por decreto. No hay ningún límite en la cantidad de dinero que un banco central controlado por un gobierno puede crear de esta manera. El gobierno no es un hogar de grandes dimensiones, el gobierno puede gastar más de lo que ingresa de forma permanente porque es él quien crea la moneda. Por tanto puede comprar todo aquello que quieran, siempre y cuando sean bienes y servicios a la venta en la moneda emitida por ellos. Gobiernos deficitarios como EE.UU, Gran Bretaña y Japón son una muestra muy representativa. Pero, ¿qué es lo que pasa con Europa?

En Europa se nos mantiene en el engaño. Salirse del euro es otra arma arrojadiza en tiempos de elecciones que evita una verdadera comprensión de lo que supone en los países del Sur y del Este de Europa su política económica. El euro se ha convertido en una camisa de fuerza que impide a los países utilizar las ventajas de emitir moneda, y el Banco Central Europeo no cumple esta función para todos los integrantes de la Unión, siendo un cómplice de los intereses de las élites. El euro corre así en sentido opuesto a los principios en los que se basó la Unión Europea. El euro es una clara distopía (3) como bien dice William Mitchell.

Inconscientemente o no, las políticas económicas europeas han puesto el acento en la reducción de gastos, no sólo en la austeridad, sin darse cuenta de que lo más importante es el equilibrio entre los gastos e ingresos del gobierno, así cuando los impuestos del gobierno son demasiado altos -en relación a su gasto- el gasto total del gobierno y la sociedad no es suficiente para asegurarse de que esos grandes almacenes pue­dan venderlo todo. Cuando las empresas no pueden vender todo lo que producen, muchos trabajadores pierden sus puestos de trabajo y tienen menos dinero para gastar, por lo que las empresas venden toda­vía menos. En consecuencia, más trabajadores pierden sus puestos de trabajo y la economía entra en una espiral descendente que llamamos “recesión”. Por eso “allá donde hay altos niveles de desempleo, el gasto público es demasiado bajo con respecto a la actual recaudación de impuestos, o que los impuestos son demasiado altos en relación al nivel de gasto público (4)”.

Otra gran mentira está relacionada con la idea de que estamos privando a nuestros hijos de bienes y servicios reales por lo que llamamos “la deuda nacional”. Es una idea que no puede sostenerse. Lo que nuestros hijos podrán disfrutar estará en relación no con las deudas, sino con los bienes y servicios que se produzcan en su tiempo y la distribución que de los mismos se haga entre los ciudadanos. Los bienes y servicios no se pueden enviar a través del tiempo para pagar deudas. ¿Podríamos enviar al pasado bienes y servicios para pagar las deudas alemanas de la Segunda Guerra Mundial? El problema está más bien en las posibilidades que dejemos a nuestros hijos y nietos para poder vivir en un mundo que les permita una vida digna y satisfactoria, en un mundo en el que no hayamos destruido la naturaleza que nos acoge.

No podemos olvidar, también, la inconsistente idea de que la desregulación permite al libre mercado maximizar los niveles de riqueza de todo el mundo, cuando la realidad es que nos está llevando a la desigualdad y a esquilmar los recursos naturales. Además, el crecimiento económico, por sí mismo, no es suficiente para crear empleo ni para generar igualdad. Sin embargo, cualquier economista sabe que el aumento de empleo es lo que crea el crecimiento con mayor garantía, ya que automáticamente el mayor empleo genera mayor PIB. Por eso, el gasto público cuando nos encontramos en crisis y hemos caído en la trampa de liquidez de la que nos hablaba Keynes, no solo crea empleo sino que es un multiplicador claro del crecimiento económico.

Las falsificaciones históricas son un instrumento indispensable para mantener el poder y asegurar la explotación de los oprimidos. Como Polanyi demostró, en una economía de mer­cado, todas las relaciones sociales se encuentran subordinadas a las relaciones mercantiles olvidándose de las personas de carne y hueso. La austeridad es un mantra que trata de hacernos ver una realidad inexistente. El  consenso sobre la austeridad reinante en la economía neoliberal no se basa en el conocimiento científico. Así, la tozuda realidad ha hecho cambiar el criterio a los organismos internacionales que la habían impuesto. Por todo lo expuesto, es importante desechar el pensamiento gregario que nos ciega y evitar engaños que perjudican y son injustos con la mayoría de los ciudadanos (5).

 

(1) Akerlof y Shiller (2016). La economía de la manipulación. Deusto.

 (2) Mitchell,  William (2016). La Distopía del Euro: Pensamiento gregario y negación de la realidad. Lola Books.

 (3) Distopía es el término opuesto a utopía. Como tal, designa un tipo de mundo imaginario, recreado en la literatura o el cine, que se considera indeseable. La palabra distopía se forma con las raíces griegas δυσ (dys), que significa ‘malo’, y τόπος (tópos), que puede traducirse como ‘lugar’.

 (4) Mitchell, William (2016).La Distopía del Euro. Lola books.

 (5) Además de los textos mencionados se puede consultar sobre esta temática el libro de Warren Mosler Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica editado por Attac.

lunes, 23 de mayo de 2016

Podemos no es quien ha enloquecido en España.

Artículo de Juan Torres López en su blog La Tramoya, publicado en diario Público con fecha 20 mayo 2016

McCoy es uno de los analistas económicos más brillantes y mejor informados de España. Sus artículos en El Confidencial, se esté o no de acuerdo con todo lo que afirma, suelen ser rigurosos y siempre útiles, con claves fundamentales para entender lo que sucede en la economía española. Pero, como le suele pasar a quienes tienen servidumbres concretas con el sistema económico y financiero, cuando se pone de por medio Podemos y la posibilidad de que cambien algunas cosas importantes en España pierde la mesura y hasta la educación. Le salta el chip y no sabe sino recurrir al insulto y a la zafiedad, sin temor a mentir y a decir simplezas con tal de atacar como un lobo hambriento a Podemos. La yugular de Pablo Iglesias y sus colegas cotiza bien en el parqué de los medios que viven de los bancos y las grandes empresas y hay que ir a por ellos como sea.

Como prueba de lo que digo, McCoy acaba de escribir un artículo titulado Podemos enloquece: no a los planes privados de pensiones que está lleno de mentiras y que oculta lo que de verdad hay detrás de la cuestión que se debate.

El asunto viene porque en el programa de la coalición Unidos Podemos se propone “la eliminación de los beneficios fiscales para la previsión complementaria individual, como en el caso de los planes de pensiones privados”.

El propio McCoy dice que “No se entiende muy bien el porqué de esta medida”. Y como no la entiende ya dice que Podemos ha enloquecido.

Para justificar el insulto a unos 6 millones de personas que votan a las fuerzas políticas que hacen esa propuesta, McCoy recurre a los siguientes “argumentos” en su artículo:

1. Si se trata de “penalizar al rico, Iglesias y Garzón yerran el tiro” porque “la contribución media del españolito de a pie se sitúa en los 1.400 euros” y “No da la impresión, por tanto, de que sean los más adinerados los que obtengan ventajas exclusivas por esta vía”.

2. La sostenibilidad del sistema público de pensiones está “aritméticamente en duda”.

3. Lo que se debe hacer es abrir las ventajas fiscales “a cualquier instrumento equivalente”. De este modo “sí que ayudarían a los cotizantes actuales a tener un futuro mejor, y no prometiéndoles la utopía de unas prestaciones que el paso del tiempo va a convertir en impagables”.

4.“Carteras de acciones, de fondos de inversión con el correspondiente peaje fiscal, activos alternativos y hasta inmuebles podrían servir a tal fin, siempre que se trate de un dinero inmovilizado para que el titular pueda disfrutar de él cuando termine su vida laboral”.

5. “Se pueden vivir tragedias personales tremendas en un futuro no muy lejano, cuando muchos descubran que donde no hay, no hay, y además no se puede sacar”.

6. Todo lo anterior, dice McCoy, es “Palabra de patronal”.

Pues bien, al respecto de todas estas afirmaciones de McCoy cabe señalar lo siguiente:

1. Miente McCoy cuando achaca solo a Podemos e Izquierda Unida la propuesta porque la hacen una gran cantidad de expertos, mucho de ellos en las antípodas ideológicas de esos partidos. Uno de los autores de un estudio reciente del IESE sobre los fondos privados decía: “para que el partícipe no obtenga buenas rentabilidades y sea desplumado a comisiones no es preciso otorgar incentivos fiscales a estos instrumentos”. E incluso lo ha propuesto la propia Unión Europea, quien afirmó que “La desgravación fiscal de las contribuciones a planes de pensiones tiene efectos regresivos y falsea la composición del ahorro”.

2. Miente McCoy cuando dice que no son los adinerados los que más se benefician de esa ayuda fiscal. Esa desgravación, en contra de lo que dice, es muy regresiva porque la ayuda aumenta a medida que aumenta el salario: Ahorrar con planes de pensiones solo es rentable para quien gane más de 60.000 euros anuales, se decía en un artículo en El Economista nada sospechoso de izquierdismo.

3. Miente McCoy cuando dice que solo apoyando a los planes de ahorro privados van a tener los cotizantes actuales un futuro mejor. Se trata de una de las grandes mentiras financieras que utilizan los partidarios de los fondos privados para defender los intereses de las entidades financieras. Si dentro de 20 o 30 o 40 años no hay ahorro para las pensiones públicas (por ejemplo, como dicen, porque las sociedades habrán envejecido y no haya suficientes cotizantes) tampoco lo podrá haber para las privadas. Eso es indefectiblemente así porque las pensiones de cada momento se pagan con el ahorro que haya en ese momento y si no hay ahorro para las públicas tampoco lo habrá para las privadas.

4. Miente McCoy cuando dice que dinero del ahorro que la gente deposita en planes privados está “inmovilizado para que el titular pueda disfrutar de él cuando termine su vida laboral”. En realidad, está en continuo movimiento porque las gestoras de esos fondos lo utilizan para llevar a cabo inversiones. Y ese es el problema que no menciona McCoy porque esas inversiones, casi siempre puramente especulativas, son arriesgadísimas, muy peligrosas, de modo que continuamente provocan quiebras y que los ahorradores (sobre todo los de menor aportación) pierdan sus fondos.

5. Miente McCoy cuando dice que las pensiones públicas son las que se van a convertir en impagables mientras que los planes de ahorro privado aseguran la pensión futura. La historia ha demostrado que los fondos privados son los que más han quebrado y que millones de personas en todo el mundo han perdido sus ahorros.

6. Miente también McCoy porque no menciona que la única rentabilidad que proporcionan esos fondos es la que proviene de la desgravación fiscal. Como señala el informe del IESE que he mencionado arriba, la rentabilidad media de los fondos de pensiones privados en España entre 2008 y 2012 fue negativa en términos reales (descontando la inflación), y de los 257 fondos con al menos 15 años de historia, únicamente tres lograron una rentabilidad media superior a los bonos del Estado a 15 años.

7. Miente McCoy cuando dice que “La sostenibilidad del sistema público de pensiones está aritméticamente en duda”. El sistema público de pensiones esta políticamente en duda, eso sí, pero multitud de investigadores han demostrado, aritméticamente como él dice, que puede ser perfectamente viable y que, en todo caso, si predominan las circunstancias que sus críticos aducen para ponerlo en duda entonces tampoco serán viables las pensiones privadas salvo, lógicamente, para quienes sean suficientemente ricos como para ahorrar a lo largo de su vida. Y, como hemos demostrado Vicenç Navarro y yo en nuestro libro Lo que tienes que saber para que no te roben la pensión, da la casualidad de que, con el paso del tiempo, se ha podido comprobar que quienes defienden aritméticamente la insostenibilidad de las pensiones públicas se han equivocado siempre, siempre, siempre en sus cálculos.

8. McCoy oculta la verdad cuando no dice que “la mitad de los españoles no puede ahorrar más de 100 euros al mes” o que “un 44% sufre para hacer frente a los pagos y tiene dificultades para llegar a fin de mes”. Es decir, que nunca podrán generar los suficientes fondos a lo largo de su vida para financiar una pensión privada cuando ya no trabajen.

9. McCoy solo dice la verdad cuando él mismo reconoce al final de su artículo que sus palabras son “palabra de patronal”. Efectivamente, su artículo es la palabra de la patronal de las entidades financieras que hacen el agosto a base de cobrar comisiones a los ahorradores, algo que McCoy oculta.

En fin, McCoy se ha mostrado como uno más de esos liberales que desprecian al Estado y a los impuestos pero que defiende que el Estado, es decir, la inmensa mayoría de los españoles, sufrague un negocio privado que despilfarra y que no tiene rentabilidad ni personal ni social, salvo para quien lo gestiona.

Quien ha enloquecido no es Podemos ni Izquierda Unida, ni los investigadores, ni la Unión Europea que también hacen la misma propuesta que critica McCoy. Quien enloquece son periodistas e ideólogos como él que, con tal de defender a los intereses de los más privilegiados, son capaces de tirar a la basura la realidad de los hechos para atacar a base de insultos a los compatriotas que no piensan como ellos.

viernes, 6 de mayo de 2016

Neoliberalismo: la raíz ideológica de todos nuestros problemas


Desde el colapso económico hasta el desastre ambiental, pasando por el ascenso de Donald Trump: el neoliberalismo ha desempeñado un papel en todos ellos. ¿Cómo es posible que la izquierda no haya planteado una alternativa?

Artículo de George Monbiot en The Guardian y publicado en el diario de fecha 1 mayo 2016 según traducción de Jesús Gómez. 
  

Imaginen que los ciudadanos de la Unión Soviética no hubieran oído hablar del comunismo. Pues bien, la mayoría de la población desconoce el nombre de la ideología que domina nuestras vidas. Si la mencionan en una conversación, se ganarán un encogimiento de hombros; y, aunque su interlocutor haya oído el término con anterioridad, tendrá problemas para definirlo. ¿Saben qué es el neoliberalismo?

Su anonimato es causa y efecto de su poder. Ha sido protagonista en crisis de lo más variadas: el colapso financiero de los años 2007 y 2008, la externalización de dinero y poder a los paraísos fiscales (los "papeles de Panamá" son solo la punta del iceberg), la lenta destrucción de la educación y la sanidad públicas, el resurgimiento de la pobreza infantil, la epidemia de soledad, el colapso de los ecosistemas y hasta el ascenso de Donald Trump. Sin embargo, esas crisis nos parecen elementos aislados, que no guardan relación. No somos conscientes de que todas ellas son producto directo o indirecto del mismo factor: una filosofía que tiene un nombre; o, más bien, que lo tenía. ¿Y qué da más poder que actuar de incógnito?

El neoliberalismo es tan ubicuo que ni siquiera lo reconocemos como ideología. Aparentemente, hemos asumido el ideal de su fe milenaria como si fuera una fuerza natural; una especie de ley biológica, como la teoría de la evolución de Darwin. Pero nació con la intención deliberada de remodelar la vida humana y cambiar el centro del poder.

Para el neoliberalismo, la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales. Afirma que "el mercado" produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender, proceso que supuestamente premia el mérito y castiga la ineficacia. Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. Hay que bajar los impuestos, reducir los controles y privatizar los servicios públicos. Las organizaciones obreras y la negociación colectiva no son más que distorsiones del mercado que dificultan la creación de una jerarquía natural de triunfadores y perdedores. La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva. El mercado se asegura de que todos reciban lo que merecen.

Asumimos y reproducimos su credo. Los ricos se convencen de que son ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver. Los pobres se culpan de su fracaso, aunque no puedan hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia. ¿Desempleo estructural? Si usted no tiene empleo, es porque carece de iniciativa. ¿Viviendas de precios desorbitados? Si su cuenta está en números rojos, es por su incompetencia y falta de previsión. ¿Qué es eso de que el colegio de sus hijos ya no tiene instalaciones de educación física? Si engordan, es culpa suya. En un mundo gobernado por la competencia, los que caen pasan a ser perdedores ante la sociedad y ante sí mismos.

La epidemia de autolesiones, desórdenes alimentarios, depresión, incomunicación, ansiedad y fobia social es una de las consecuencias de ese proceso, que Paul Verhaeghe documenta en su libro  What About Me. No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad. Ahora, todos somos neoliberales.

No es sorprendente que Gran Bretaña, el país donde la ideología neoliberal se ha aplicado con más rigor, sea la capital europea de la soledad.

El término  neoliberalismo se acuñó en París, en una reunión celebrada en 1938. Su definición ideológica es hija de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, dos exiliados austríacos que rechazaban la democracia social (representada por el  New Deal de Franklin Roosevelt y el desarrollo gradual del Estado del bienestar británico) porque la consideraban una expresión colectivista a la altura del comunismo y del movimiento nazi.

En  Camino de servidumbre (1944), Hayek afirma que la planificación estatal aplasta el individualismo y conduce inevitablemente al totalitarismo. Su libro, que tuvo tanto éxito como  La burocracia de Mises, llegó a ojos de determinados ricos que vieron en su ideología una oportunidad de librarse de los impuestos y las regulaciones. En 1947, cuando Hayek fundó la primera organización encargada de extender su doctrina (la Mont Perelin Society), obtuvo apoyo económico de muchos millonarios y de sus fundaciones.

Gracias a ellos, Hayek empezó a crear lo que Daniel Stedman Jones describe en  Amos del universo como "una especie de Internacional Neoliberal", una red interatlántica de académicos, empresarios, periodistas y activistas. Además, sus ricos promotores financiaron una serie de comités de expertos cuya labor consistía en perfeccionar y promover el credo; entre ellas, el American Enterprise Institute, la Heritage Foundation, el Cato Institute, el Institute of Economic Affairs, el Centre for Policy Studies y el Adam Smith Institute. También financiaron departamentos y puestos académicos en muchas universidades, sobre todo de Chicago y Virginia.

Cuanto más crecía el neoliberalismo, más estridente era. La idea de Hayek de que los Gobiernos debían regular la competencia para impedir monopolios dio paso entre sus apóstoles estadounidenses −como Milton Friedman− a la idea de que los monopolios venían a ser un premio a la eficacia. Pero aquella evolución tuvo otra consecuencia: que el movimiento perdió el nombre. En 1951, Friedman se definía neoliberal sin tapujo alguno. Poco después, el término empezó a desaparecer. Y por si eso no fuera suficientemente extraño en una ideología cada vez más tajante y en un movimiento cada vez más coherente, no buscaron sustituto para el nombre perdido.

Ideología en la sombra

A pesar de su dadivosa financiación, el neoliberalismo permaneció al principio en la sombra. El consenso de posguerra era prácticamente universal: las recetas económicas de John Maynard Keynes se aplicaban en muchos lugares del planeta; el pleno empleo y la reducción de la pobreza eran objetivos comunes de los Estados Unidos y de casi toda Europa occidental; los impuestos al capital eran altos y los Gobiernos no se avergonzaban de buscar objetivos sociales mediante servicios públicos nuevos y nuevas redes de apoyo.

Pero, en la década de 1970, cuando la crisis económica sacudió las dos orillas del Atlántico y el keynesianismo se empezó a derrumbar, los principios neoliberales se empezaron a abrir paso en la cultura dominante. En palabras de Friedman, "se necesitaba un cambio (...) y ya había una alternativa preparada". Con ayuda de periodistas y consejeros políticos adeptos a la causa, consiguieron que los Gobiernos de Jimmy Carter y Jim Callaghan aplicaran elementos del neoliberalismo (sobre todo en materia de política monetaria) en los Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente.

El resto del paquete llegó enseguida, tras los triunfos electorales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan: reducciones masivas de los impuestos de los ricos, destrucción del sindicalismo, desregulación, privatización y tercerización y subcontratación de los servicios públicos. La doctrina neoliberal se impuso en casi todo el mundo −y, frecuentemente, sin consenso democrático de ninguna clase− a través del FMI, el Banco Mundial, el Tratado de Maastricht y la Organización Mundial del Comercio. Hasta partidos que habían pertenecido a la izquierda adoptaron sus principios; por ejemplo, el Laborista y el Demócrata. Como afirma Stedman Jones, "cuesta encontrar otra utopía que se haya hecho realidad de un modo tan absoluto".

"Me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo", dijo Hayek en una visita al Chile de Pinochet

Puede parecer extraño que un credo que prometía libertad y capacidad de decisión se promoviera con este lema: "No hay alternativa". Pero, como dijo Hayek durante una visita al Chile de Pinochet (uno de los primeros países que aplicaron el programa de forma exhaustiva), "me siento más cerca de una dictadura neoliberal que de un gobierno democrático sin liberalismo".

La libertad de los neoliberales, que suena tan bien cuando se expresa en términos generales, es libertad para el pez grande, no para el pequeño. Liberarse de los sindicatos y la negociación colectiva significa libertad para reducir los salarios. Liberarse de las regulaciones estatales significa libertad para contaminar los ríos, poner en peligro a los trabajadores, imponer tipos de interés inicuos y diseñar exóticos instrumentos financieros. Liberarse de los impuestos significa liberarse de las políticas redistributivas que sacan a la gente de la pobreza.

La autora canadiense Naomi Klein

La autora canadiense Naomi Klein explica que los neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, como se hizo tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina.

En  La doctrina del shock, Naomi Klein demuestra que los teóricos neoliberales propugnan el uso de las crisis para imponer políticas impopulares, aprovechando el desconcierto de la gente; por ejemplo, tras el golpe de Pinochet, la guerra de Irak y el huracán Katrina, que Friedman describió como "una oportunidad para reformar radicalmente el sistema educativo" de Nueva Orleans. Cuando no pueden imponer sus principios en un país, los imponen a través de tratados de carácter internacional que incluyen "instrumentos de arbitraje entre inversores y Estados", es decir, tribunales externos donde las corporaciones pueden presionar para que se eliminen las protecciones sociales y medioambientales. Cada vez que un Parlamento vota a favor de congelar el precio de la luz, de impedir que las farmacéuticas estafen al Estado, de proteger acuíferos en peligro por culpa de explotaciones mineras o de restringir la venta de tabaco, las corporaciones lo denuncian y, con frecuencia, ganan. Así, la democracia queda reducida a teatro.

La afirmación de que la competencia universal depende de un proceso de cuantificación y comparación universales es otra de las paradojas del neoliberalismo. Provoca que los trabajadores, las personas que buscan empleo y los propios servicios públicos se vean sometidos a un régimen opresivo de evaluación y seguimiento, pensado para identificar a los triunfadores y castigar a los perdedores. Según Von Mises, su doctrina nos iba a liberar de la pesadilla burocrática de la planificación central; y, en lugar de liberarnos de una pesadilla, creó otra.

Menos sindicalismo y más privatizaciones

Los padres del neoliberalismo no lo concibieron como chanchullo de unos pocos, pero se convirtió rápidamente en eso. El crecimiento económico de la era neoliberal (desde 1980 en GB y EEUU) es notablemente más bajo que el de las décadas anteriores; salvo en lo tocante a los más ricos. Las desigualdades de riqueza e ingresos, que se habían reducido a lo largo de 60 años, se dispararon gracias a la demolición del sindicalismo, las reducciones de impuestos, el aumento de los precios de vivienda y alquiler, las privatizaciones y las desregularizaciones.

La privatización total o parcial de los servicios públicos de energía, agua, trenes, salud, educación, carreteras y prisiones permitió que las grandes empresas establecieran peajes en recursos básicos y cobraran rentas por su uso a los ciudadanos o a los Gobiernos. El término  renta también se refiere a los ingresos que no son fruto del trabajo. Cuando alguien paga un precio exagerado por un billete de tren, sólo una parte de dicho precio se destina a compensar a los operadores por el dinero gastado en combustible, salarios y materiales, entre otras partidas; el resto es la constatación de que las corporaciones tienen a los ciudadanos contra la pared.

Los dueños y directivos de los servicios públicos privatizados o semiprivatizados de Gran Bretaña ganan fortunas gigantescas mediante el procedimiento de invertir poco y cobrar mucho. En Rusia y la India, los oligarcas adquieren bienes estatales en liquidaciones por incendios. En México, Carlos Slim obtuvo el control de casi toda la red de telefonía fija y móvil y se convirtió en el hombre más rico del mundo.

Carlos Slim se convierte en el mayor accionista individual del New York Times

Andrew Sayer afirma en  Why We Can't Afford the Rich que la financiarización ha tenido consecuencias parecidas: "Como sucede con la renta, los intereses son (...) un ingreso acumulativo que no exige de esfuerzo alguno". Cuanto más se empobrecen los pobres y más se enriquecen los ricos, más control tienen los segundos sobre otro bien crucial: el dinero. Los intereses son, sobre todo, una transferencia de dinero de los pobres a los ricos. Los precios de las propiedades y la negativa de los Estados a ofrecer financiación condenan a la gente a cargarse de deudas (piensen en lo que pasó en Gran Bretaña cuando se cambiaron las becas escolares por créditos escolares), y los bancos y sus ejecutivos hacen el agosto.

Sayer sostiene que las cuatro últimas décadas se han caracterizado por una transferencia de riqueza que no es sólo de pobres a ricos, sino también de unos ricos a otros: de los que ganan dinero produciendo bienes o servicios a los que ganan dinero controlando los activos existentes y recogiendo beneficios de renta, intereses o capital. Los ingresos fruto del trabajo se han visto sustituidos por ingresos que no dependen de este.

El hundimiento de los mercados ha puesto al neoliberalismo en una situación difícil. Por si no fuera suficiente con los bancos demasiado grandes para dejarlos caer, las corporaciones se ven ahora en la tesitura de ofrecer servicios públicos. Como observó Tony Judt en  Ill Fares the Land, Hayek olvidó que no se puede permitir que los servicios nacionales de carácter esencial se hundan, lo cual implica que la competencia queda anulada. Las empresas se llevan los beneficios y el Estado corre con los gastos.

A mayor fracaso de una ideología, mayor extremismo en su aplicación. Los Gobiernos utilizan las crisis neoliberales como excusa y oportunidad para reducir impuestos, privatizar los servicios públicos que aún no se habían privatizado, abrir agujeros en la red de protección social, desregularizar a las corporaciones y volver a regular a los ciudadanos. El Estado que se odia a sí mismo se dedica a hundir sus dientes en todos los órganos del sector público.

De la crisis económica a la crisis política

Es posible que la consecuencia más peligrosa del neoliberalismo no sea la crisis económica que ha causado, sino la crisis política. A medida que se reduce el poder del Estado, también se reduce nuestra capacidad para cambiar las cosas mediante el voto. Según la teoría neoliberal, la gente ejerce su libertad a través del gasto; pero algunos pueden gastar más que otros y, en la gran democracia de consumidores o accionistas, los votos no se distribuyen de forma equitativa. El resultado es una pérdida de poder de las clases baja y media. Y, como los partidos de la derecha y de la antigua izquierda adoptan políticas neoliberales parecidas, la pérdida de poder se transforma en pérdida de derechos. Cada vez hay más gente que se ve expulsada de la política.

Chris Hedges puntualiza que "los movimientos fascistas no encontraron su base en las personas políticamente activas, sino en las inactivas; en los 'perdedores' que tenían la sensación, frecuentemente correcta, de que carecían de voz y espacio en el sistema político". Cuando la política deja de dirigirse a los ciudadanos, hay gente que la cambia por consignas, símbolos y sentimientos. Por poner un ejemplo, los admiradores de Trump parecen creer que los hechos y los argumentos son irrelevantes.

Judt explicó que, si la tupida malla de interacciones entre el Estado y los ciudadanos queda reducida a poco más que autoridad y obediencia, sólo quedará una fuerza que nos una: el poder del propio Estado. Normalmente, el totalitarismo que temía Hayek surge cuando los gobiernos pierden la autoridad ética derivada de la prestación de servicios públicos y se limitan a "engatusar, amenazar y, finalmente, a coaccionar a la gente para que obedezca".

El neoliberalismo es un dios que fracasó, como el socialismo real; pero, a diferencia de este, su doctrina se ha convertido en un  zombi que sigue adelante, tambaleándose. Y uno de los motivos es su anonimato. O, más exactamente, un racimo de anonimatos.

La doctrina invisible de la mano invisible tiene promotores invisibles. Poco a poco, lentamente, hemos empezado a descubrir los nombres de algunos. Supimos que el Institute of Economic Affairs, que se manifestó rotundamente en los medios contra el aumento de las regulaciones de la industria del tabaco, recibía fondos de British American Tobacco desde 1963. Supimos que Charles y David Koch, dos de los hombres más ricos del mundo, fundaron el instituto del que surgió el Tea Party. Supimos lo que dijo Charles Kock al crear uno de sus laboratorios de ideas: "para evitar críticas indeseables, debemos abstenernos de hacer demasiada publicidad del funcionamiento y sistema directivo de nuestra organización".

Las palabras que usa el neoliberalismo tienden más a ocultar que a esclarecer. "El mercado" suena a sistema natural que se nos impone de forma igualitaria, como la gravedad o la presión atmosférica, pero está cargado de relaciones de poder. "Lo que el mercado quiere" suele ser lo que las corporaciones y sus dueños quieren. La palabra  inversión significa dos cosas muy diferentes, como observa Sayer: una es la financiación de actividades productivas y socialmente útiles; otra, la compra de servicios existentes para exprimirlos y obtener rentas, intereses, dividendos y plusvalías. Usar la misma palabra para dos actividades tan distintas sirve para "camuflar las fuentes de riqueza" y empujarnos a confundir su extracción con su creación.

Franquicias, paraísos fiscales y desgravaciones

Hace un siglo, los ricos que habían heredado sus fortunas despreciaban a los  nouveau riche; hasta el punto de que los empresarios buscaban aceptación social mediante el procedimiento de hacerse pasar por rentistas. En la actualidad, la relación se ha invertido: los rentistas y herederos se hacen pasar por emprendedores y afirman que sus riquezas son fruto del trabajo.

El anonimato y las confusiones del neoliberalismo se mezclan con la ausencia de nombre y la deslocalización del capitalismo moderno: Modelos de franquicias que aseguran que los trabajadores no sepan para quién trabajan; empresas registradas en redes de paraísos fiscales tan complejas y secretas que ni la policía puede encontrar a sus propietarios; sistemas de desgravación fiscal que confunden a los propios Gobiernos y productos financieros que no entiende nadie.

El neoliberalismo guarda celosamente su anonimato. Los seguidores de Hayek, Mises y Friedman tienden a rechazar el término con el argumento, no exento de razón, de que en la actualidad sólo se usa de forma peyorativa. Algunos se describen como liberales clásicos o incluso libertarios, pero son descripciones tan engañosas como curiosamente modestas, porque implican que no hay nada innovador en  Camino de servidumbre,  La burocracia o  Capitalismo y libertad, el clásico de Friedman.

Cuando las políticas económicas de laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. En el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada.

A pesar de todo, el proyecto neoliberal tuvo algo admirable; al menos, en su primera época: fue un conjunto de ideas novedosas promovido por una red coherente de pensadores y activistas con una estrategia clara. Fue paciente y persistente. El  Camino de servidumbre se convirtió en camino al poder.

El triunfo del neoliberalismo también es un reflejo del fracaso de la izquierda. Cuando las políticas económicas de  laissez-faire llevaron a la catástrofe de 1929, Keynes desarrolló una teoría económica completa para sustituirlas. Cuando el keynesianismo encalló en la década de 1970, ya había una alternativa preparada. Pero, en el año 2008, cuando el neoliberalismo fracasó, no había nada. Ese es el motivo de que el  zombi siga adelante. La izquierda no ha producido ningún marco económico nuevo de carácter general desde hace ochenta años.

Toda apelación a lord Keynes es un reconocimiento implícito de fracaso. Proponer soluciones keynesianas para crisis del siglo XXI es hacer caso omiso de tres problemas obvios: que movilizar a la gente con ideas viejas es muy difícil; que los defectos que salieron a la luz en la década de 1970 no han desaparecido y, sobre todo, que no tienen nada que decir sobre el peor de nuestros aprietos, la crisis ecológica. El keynesianismo funciona estimulando el consumo y promoviendo el crecimiento económico, pero el consumo y el crecimiento económico son los motores de la destrucción ambiental.

La historia del keynesianismo y el neoliberalismo demuestra que no basta con oponerse a un sistema roto. Hay que proponer una alternativa congruente. Los laboristas, los demócratas y el conjunto de la izquierda se deberían concentrar en el desarrollo de un programa económico Apollo; un intento consciente de diseñar un sistema nuevo, a medida de las exigencias del siglo XXI.

jueves, 5 de mayo de 2016

¡Se acabó, el sistema ya no da más de sí!


Artículo de Juan Laborda, publicado en su blog vozpopuli con fecha 4 mayo 2016.


Se acabó, el sistema económico actual ya no da más de sí. Los indicadores adelantados de muy corto plazo disponibles para distintas áreas geográficas desarrolladas -Estados Unidos, Unión Europea, Japón, Reino Unido, Canadá, Australia…- confirman que la economía occidental en su conjunto está a punto de entrar en una profunda recesión económica. La única excepción es España, cuyo indicador adelantado más fiable, el Ñ-Sting, ha rebotado. Aquí se está retrasando lo inevitable por razones meramente electorales.
Bruselas lleva haciendo la vista gorda con Rajoy y sus muchachos desde finales de 2013 -laxitud fiscal e inyecciones masivas de esa droga de diseño llamada expansión cuantitativa-, nada que ver con las condiciones leoninas exigidas a Grecia y Portugal. Se trata de criterios meramente ideológicos de soporte a “uno de los nuestros”. Pero en una economía financiarizada como la nuestra, las inversiones especulativas son las dominantes, y no así las tendentes a mejorar el capital productivo. Por eso en un contexto de excesiva deuda total (4,1 billones de euros al cierre de 2015) y externa (1,1 billón de euros al final de 2015) somos vulnerables a un aumento de la aversión al riesgo en los mercados financieros y/o a un cierre del grifo del BCE (ambos, aversión y grifo del BCE, están interconectados). En ese caso España entraría en un círculo vicioso.
El inicio del estallido de la última burbuja generada por las autoridades monetarias supone el principio del fin de una forma de crecimiento perversa
El sistema económico actual se desvanece
El inicio del estallido de la última burbuja generada por las autoridades monetarias supone el principio del fin de una forma de crecimiento perversa. Y ese proceso es inexorable, más aún bajo las recetas prescritas por la ortodoxia académica dominante. Estamos en los albores del final del mayor súper-ciclo de deuda histórico, iniciado en los años 80, y que ha estado sazonado con políticas profundamente conservadoras, enormemente injustas, tremendamente ineficaces. Pero volvamos la vista a los orígenes.
La actual crisis económica tiene sus orígenes en los acontecimientos que siguieron al intento de incrementar la tasa de retorno del capital a partir de finales de los 70. La disminución de dichas tasas de ganancia llevó a la implementación de una serie de políticas económicas cuyo objetivo último era hacer resurgir la tasa de rentabilidad del factor capital. Para ello se promovió, con el apoyo de la academia, la implementación de políticas tendentes -en nombre de la competitividad- a disminuir los salarios y recortar los beneficios del factor trabajo, aderezado todo ello con una aceleración de los procesos de trabajo, una apuesta decidida por la globalización, y el establecimiento de acuerdos comerciales o zonas de libre comercio. A pesar de la aplicación de todas estas recetas, la tasa de retorno del factor capital sólo recuperó la mitad de su caída.
Lo que aún a fecha de hoy no entienden muchos economistas es el hecho de que la principal fuente de recuperación histórica de las tasas de ganancia del capital es una quiebra generalizada, es decir, una devaluación del capital de las empresas supervivientes. Sin embargo, en los últimos 40 años apenas ha habido una escasa devaluación del capital de manera que el aumento de su tasa de retorno se ha producido exclusivamente como resultado del aumento de la intensidad de explotación de los trabajadores.
El estancamiento de los salarios y la disminución de las prestaciones o beneficios del factor trabajo fuerzan a los hogares a asumir deuda con el fin de satisfacer sus niveles de consumo. Se trata de una nueva burbuja, de una nueva exuberancia irracional a lo “Schiller”, de un ejemplo más de inestabilidad financiera a lo “Hyman Minsky”. Si las rentas salariales o los flujos de remuneración del trabajo disminuyen, la deuda utilizada para financiar el consumo puede presentar serios problemas de cara a su devolución. En el caso extremo de desempleo estaríamos en realidad ante otro ejemplo más de esquema Ponzi.
Desregulación financiera, ese material inflamable
En este contexto, la actual crisis económica sistémica fue exacerbada por el uso de un nuevo material inflamable en manos incendiarias. Nos referimos a los cambios estructurales que se producen en el sector financiero a finales de los 90. Estos cambios son el resultado de la combinación perversa de una variedad de eventos y de decisiones tomadas por gobiernos y autoridades monetarias. Los grandes cambios estructurales incluyen la desregulación -vía derogación de la Ley Glass-Steagall en 1999-; el aumento de la concentración de la riqueza en bancos sistémicos, con el subsiguiente problema implícito de riesgo moral “too big to fail”; el aumento brutal de la deuda -histéresis del factor capital; la implementación del sistema bancario en la sombra, y la tremenda innovación financiera -humo en su mayor parte-.
No se han solucionado ninguno de los males que nos han llevado hasta aquí. Y el sistema va a reventar
Debido a la financiarización causada por la crisis de rentabilidad, los capitalistas perdieron su interés por invertir en capital y desarrollo, desviando los fondos a activos del sector financiero, especulativos. Esta dinámica ponía más dinero en el centro financiero, intrínsecamente inestable, dejando a la economía susceptible de experimentar una crisis severa. Y es ahí donde nos encontramos ahora, ocho años después del origen de la crisis. No se han solucionado ninguno de los males que nos han llevado hasta aquí. Y el sistema va a reventar. Solo ansío que cuando ello se produzca, se implementen las reformas necesarias para que no vuelva a ocurrir, y que los actores políticos, económicos y académicos que lo generaron se jubilen anticipadamente.

martes, 19 de abril de 2016

Sánchez no encuentra salida a su propia ratonera y echa la culpa a Podemos


María Dolores Amorós,  Catedrática de Lengua Española, artículo publicado en Nueva Tribuna, con fecha 18 abril 2016. 


El tiempo se acaba y Pedro Sánchez no sabe cómo salir de su propia ratonera. Tras aceptar con los brazos abiertos el encargo del Jefe del Estado de formar gobierno, un Sánchez engolado dijo que iba a hablar con todos los partidos menos con el PP y especialmente con Mariano Rajoy, con la finalidad de lograr acuerdos que le permitieran formar un Gobierno de progreso.

Lo que se ha percibido, en todo momento, por parte de Sánchez es un pasar como de puntillas en sus contactos con los partidos de izquierda, un clarísimo ninguneo a Podemos. Por el contrario, a la vista de todos se fue comprobando el acercamiento cada día más a Albert Rivera y sus Ciudadanos. No solo Sánchez, sino los equipos negociadores que ambos partidos pusieron a trabajar de inmediato. De esta manera, con este último llegaron a un acuerdo tras ceder a los imperativos de Rivera.

El pacto alcanzado, Acuerdo para un Gobierno reformista y de Progreso, consta de 200 propuestas de las que Rivera afirma que el 80% de las mismas proceden de Ciudadanos, se firmó a bombo y platillo en el Congreso y bajo la manipulada presidencia del cuadro de Juan Genovés, El abrazo.  Cuadro creado por otra circunstancia bien distinta y con una finalidad totalmente ajena este pacto.

Gran algarabía entre los psocialistas, risas emocionadas y tornadas casi en llanto de Carme Chacón, de Oscar López, de Antonio Hernando... y demás del equipo negociador de Sánchez. En ningún momento he podido entender el motivo de tales exaltaciones.

Tanto el PSOE como Ciudadanos eran conscientes de que solo con la suma de sus respectivos escaños, 130 (90+40), no había votos suficientes para un pacto de Legislatura. Sin embargo debían de estar convencidos de que su capacidad de seducción convencería al resto.

Ciudadanos lleva todo el tiempo apelando a la necesidad de un pacto con el PP, sin que este ceda. Y, mientras, Pedro Sánchez llega ya a exigir a Podemos que facilite su investidura.

Es decir, para Sánchez Podemos debe renunciar a su programa, a sus ideas y apoyar sumisamente el encadenamiento al que el primero se ha sometido voluntariamente con Ciudadanos. Todos sabemos que las únicas cadenas que le pueden tener aprehendido se las ha impuesto su propio partido, el “aparato" de Ferraz. El mismo que el 28 de diciembre, en Comité federal, impuso su negativa a pactar con Podemos, así nos lo ha confesado públicamente Pérez Tapias.

Se ha llegado a una situación en que ya no se sabe cómo calificar la actitud de Pedro Sánchez contra la formación política Podemos. Si se trata de ignorancia, de desfachatez, de caradura o de qué. Difícil de definir ese empecinamiento en que sea Podemos el que doblegue la testuz, reniegue de su programa, deje de lado a sus más de cinco millones de votantes y se ponga al servicio incondicional de un Gobierno presidido por el señor Pedro Sánchez junto a Albert Rivera y continúen así las políticas de austericidio  para la ciudadanía mientras los poderes financieros siguen aumentando su capital. Unas políticas que no solo han arruinado económicamente a la gran mayoría de la población, han decapitado la Sanidad pública, la Educación, la Dependencia, las Pensiones, la igualdad de condiciones para evitar la brutal brecha social en que el PP nos ha metido, sino que, además, han cercenado el resto de los DDHH que con esfuerzo, trabajo y coraje nuestros padres lograron recuperar. Con su maldita Ley Mordaza nos han robado el derecho fundamental de poder protestar y manifestar públicamente nuestro desacuerdo contra la tiranía de un Gobierno cada día más cercano a las formas del aún reciente pasado dictatorial.

Ningún sentido tienen ni son aceptables, si no pensamos que son debidas a la desesperación, las palabras de Sánchez: "A Iglesias no le imploro; le exijo su responsabilidad... Le pido que deje empezar la legislatura".

Así las cosas estamos abocados a unas nuevas elecciones. Así lo ha querido el PSOE. Su matrimonio indisoluble con Ciudadanos no tiene ninguna explicación desde una perspectiva de izquierda. La posibilidad de lograr más apoyos, a no ser que, al final, el PP accediera a la llamada constante de Ciudadanos, no se ve por ningún lado. Pedro Sánchez ha presumido de ego, estaba convencido de que el resto de la Cámara se iba a plegar a sus deseos y como regalo nupcial le iban a otorgar su "sí quiero".

Y no nos vale la tan manida excusa del NO al Derecho de decidir de los catalanes, de quienes, dentro del PSOE, reniegan y dicen no querer aceptar su apoyo, activo o pasivo. ¿Hay que volver a recordar que el Felipe González de Suresnes (1974) abogó ya no por el derecho a decidir, sino por la autodeterminación de las nacionalidades históricas? ¿O las promesas de Zapatero de apoyar la reforma del Estatut que salga del Parlament? ¿Habrá que refrescar la memoria de los olvidadizos desempolvando cuando, tras perder en 1993 la mayoría absoluta, Felipe González se alió con el independentista Jordi Pujol que le garantizó la estabilidad parlamentaria hasta el final de la legislatura, o al menos durante 1995? Y ya sabemos las nefastas consecuencias que este pacto conllevó para las arcas públicas al bloquear González la querella de Banca Catalana contra Pujol...

Quede claro que Podemos no es el responsable de que llevemos más de 110 días sin nuevo Gobierno, y que, mientras tanto, el Gobierno en funciones del PP siga haciendo de las suyas. Ni mucho menos es responsabilidad de Podemos.

Es el PSOE y solo el PSOE el único culpable. No se resignan a que la ciudadanía haya votado contra el turnismo bipartidista, no. Siguen convencidos de que ahora les toca a ellos. Y sin mayorías de ningún tipo, más bien al contrario, intentan seguir arrollando con su más que habitual apisonadora.

jueves, 7 de abril de 2016

AUMENTA LA PARCIALIDAD Y LA PRECARIEDAD EN EL EMPLEO

Artículo de Enrique Negueruela publicado en Nueva Tribuna de fecha 6 abril 2016.

 
312.135 asalariados menos con la reforma laboral de Rajoy, ¿de qué recuperación hablan?

El balance de cuatro años de reforma laboral es que hay menos personas afiliadas, más personas a tiempo parcial y con contratos temporales y un aumento de la precariedad.

Con los datos publicados del mes de marzo se puede analizar el primer trimestre, un avance de lo que dirá la EPA. El resultado que ofrece es diferente a la realidad que se nos vende: no ha habido recuperación porque el número de afiliados al Régimen General es inferior al existente en el primer trimestre de 2011: hay 312.135 personas afiliadas menos en el promedio de los tres meses.
 
En 2011 había 13.083.171 personas afiliadas de las que 9.170.844 tenían un contrato a tiempo completo. En 2016 la afiliación ha disminuido un 2,4%, 12.771.036 personas, y la parcialidad ha aumentado un 16,4%, hay 444.165 personas con contratos a tiempo parcial más. En el gráfico se aprecia cómo tienen una fuerte disminución los contratos a tiempo completo y solamente crecen los que son a tiempo parcial, especialmente los temporales, y el contrato para la formación.

Además, el número de trabajadores con contrato indefinido se reduce un 4,7% y los temporales aumentan un 1,8%. Con ello, la tasa de precariedad aumenta en 1,5 puntos hasta alcanzar el 37,4%. Sobre la tasa de precariedad hay que tener en cuenta que los datos son de afiliados al Régimen General, por lo que no se encuentran los funcionarios públicos encuadrados en Muface. Si estuvieran, la tasa se aproximaría a la establecida en la EPA. Hay menos trabajadores, con mucho menos tiempo de trabajo y más precarios: ¿de qué recuperación se habla?

La estrategia del PP parece que está dando resultado: no se pone en cuestión la recuperación, porque la destrucción de empleo que hicieron fue brutal y ahora hay más empleo. En 2013, con la reforma laboral actuando a todo gas, había 1,2 millones menos. Ahora la pérdida solamente es la cuarta parte y nos lo venden como si hubiera más asalariados que antes de la reforma laboral, pero no los hay.

Si la reforma ha aumentado la parcialidad y la precariedad, también ha modificado la estructura de edades del mercado de trabajo, expulsando a los de menor edad. Mientras hay 817 mil personas menos con edad inferior a 45 años, las mayores de esa edad han aumentado en 518 mil.

Los jóvenes menores de 30 años han disminuido un 18%. Junto a esa fuerte disminución, se ha producido un grave aumento de la precariedad y parcialidad. Ambas tasas han aumentado en 12 puntos. Los jóvenes con contratos para la formación han experimentado un aumento del 127%. Este aumento se debe a lo extremadamente precario que ha quedado este tipo de contrato, a la posibilidad de su utilización reiterada y a su bajo coste de Seguridad Social. No es raro recibir ofertas de trabajo en la Oficina de empleo en la que se requieren “aprendices con doce meses de experiencia” para camareros. Pero más que un aumento es un reemplazo. Se han substituido 622 afiliaciones a tiempo completo por 117 mil en formación.

Las personas entre 30 y 44 años han visto cómo se eliminaban 374 mil empleos, un 6,1% de los existentes en 2011, todos ellos indefinidos a tiempo completo. Por su parte, las personas mayores de 45 años aumentaban en algo más de medio millón.

El balance de cuatro años de reforma laboral es que hay menos personas afiliadas al Régimen General, 312 mil menos, más personas a tiempo parcial, más personas con contratos temporales y un aumento de la precariedad. Además nos encontramos con un mercado de trabajo más viejo que ha expulsado a 817 personas de menos de 45 años.

El segundo pie de la reforma laboral era el recorte de prestaciones. Por un lado se permitía arrojar al paro a miles de trabajadores con una indemnización irrisoria, sin el arbitraje de la autoridad laboral o judicial, y por el otro, se le recortaban las prestaciones. El resultado no podía ser otro que el que se pretendía: una brutal bajada de salarios.

Los datos anuales de 2016 se han obtenido proyectando el número de beneficiarios y el gasto de los dos primeros meses teniendo en cuenta lo ocurrido en 2015. Si utilizamos la misma manera de proyección en 2015, la diferencia sobre lo ocurrido es un 1,1% en el gasto y un 4,7% en el número de beneficiarios.

RECORTE EN PRESTACIONES

El gobierno del PP ha recortado el gasto en prestaciones en más de 25 mil millones de euros en relación con el realizado en 2011. Para valorar este recorte en su justa medida, es preciso tener en cuenta que la cifra de parados EPA hasta 2015 ha sido muy superior a la de 2011. El año pasado la media de parados fue de 43 mil personas más y en el conjunto de los cuatro años ha habido 2,5 millones de parados más.

En 2016 continúa el recorte y es previsible que, si se continúa con la normativa actual, el gasto sea cerca de doce mil millones menos que en 2011. En los dos meses de los que hay datos, ya es inferior en unos dos mil millones de euros. Este menor gasto va acompañado de una reducción del número de beneficiarios. Si en los dos primeros meses de 2011 se abonaron algo más de seis millones de nóminas, en 2016 han sido 1,8 millones menos. La reducción ha sido de un 29% en el número de beneficiarios y de un 36% en el gasto realizado.

Si comparamos el gasto con el presupuesto del SEPE, en los dos últimos años han quedado sin gastar más de diez mil millones de euros. En 2016 serán cerca de dos mil. Además de la enorme injusticia que supone este hecho y que la tasa de protección por paro en 2015 haya sido inferior al 30%, el 28,3%, se pueden hacer unas consideraciones en relación a las últimas bravuconadas del ministro Montoro.

Del gasto social que tiene el gobierno del Estado, salvo las pensiones, el que requiere un mayor volumen de recursos son las prestaciones por desempleo. Es el SEPE quien tiene la competencia y, por lo tanto, la obligación de proporcionar la protección a los parados, tal y como le mandata el artículo 41 de la Constitución. Si el SEPE incumple sus obligaciones, las personas no protegidas por él, en su totalidad o en una parte, deberán ser atendidas por las rentas sociales de las comunidades autónomas. El señor Montoro se ufana de no incumplir el déficit que tenía asignado el Estado y, por ello, recortó el gasto previsto en prestaciones, los cinco mil millones que quedaron sin gastar, además de los del Programa de activación. Si se hubieran gastado, el déficit del Estado habría aumentado en más de medio punto. ¿No tenían otro sitio en donde recortar el gasto?

Las comunidades se ven obligadas a asumir unas competencias que no son suyas y para las que no tienen financiación, la contingencia a proteger es el desempleo y hay que decir una vez más que es estatal. Emplean recursos que no tienen e incumplen el déficit. Pese a que se carece de datos para poder estimar qué parte del aumento del déficit de las comunidades se debe a este motivo, es obvio que al ser un gasto que están realizando sin financiación, es puro déficit.

Conociendo esta situación, resulta totalmente indignante ver la expresión cínica del ministro Montoro sacando pecho por lo bien que lo ha hecho el Gobierno y “regañando” a las comunidades autónomas que han tenido que invertir, aumentando su déficit, por la dejación de funciones del Estado.

Pero lo más importante, más que el déficit, que el señor Montoro, que el Gobierno y que las comunidades autónomas, es el hecho de que en 2015 haya habido 3.622.392 personas paradas que no perciban prestaciones por desempleo de las que 2.363.062 sean de larga duración que no tienen ninguna cobertura.

Esta situación de forma inmediata solamente se palia extendiendo la protección del subsidio a las personas paradas con cargas familiares, a los mayores de 45 años, a las mujeres víctimas de violencia y a las personas con discapacidad. Es una modificación que operativamente puede asumir el propio SEPE con solo algún refuerzo de plantilla. Supone una modificación simple de la Ley General de la Seguridad Social que no requiere ningún procedimiento adicional. Una vez que esté aprobada, será el momento de definir lo que algunos llaman salario mínimo vital o renta mínima. Habrá que poner en marcha el procedimiento de aprobación de cada expediente, organizar y dotar a los órganos que la gestionen, etc. Mientras tanto, las personas paradas no pueden continuar sin ingresos. La propuesta de ampliación del subsidio es una salida inmediata a la fecha de su publicación en el BOE que no requiere demora alguna. La mayoría del Congreso tiene capacidad de hacerlo, solo precisa de su voluntad política. ¿La habrá?