martes, 5 de noviembre de 2019

Un debate con Don Quijote y Sancho Panza



Artículo de Juan Carlos Monedero de fecha 5/11/2019 en Público.

En la derecha, el único que quería debate era Abascal. En la izquierda, Iglesias. Abascal le ha hablado, con éxito, a los Sancho Panzas. Iglesias, con preocupación, a los Quijotes. Los demás eran secundarios de una mala función. Pese a los trucos de buhonero de Rivera, que siempre tiene un conejo en su sombrero español que solo a él da sombra. O los silencios de Sánchez que atruenan en el infierno. O la barba de Casado que no todo lo oculta.

Sánchez hubiera dado el moreno de la mejilla izquierda por no hacer ni un debate. Sánchez lleva mucho tiempo mintiendo y solo se salva cuando Ferreras y la fracción más jabonosa del Grupo PRISA le cubre las mentiras. A veces ni con esas. La Sexta, en su sondeo, ha dado ganador a Pedro Sánchez. Que sería como dar ganador en un concurso de coraje a los italianos en la batalla del Ebro. A Ferreras ya no le importa hacer el ridículo. Ayer, en el otro debate, antes, por eso de la equidistancia, entrevistaron otra vez a Sánchez. Luego, para rematar, metieron de comentarista  a Manuela Carmena. Y hoy han invitado a Errejón de comentarista. En el PSOE ya nadie debate. Lo hace A Tres Media por ellos. ¿Por qué no montan un partido?

Sánchez ha estado patético cuando menos por tres cosas. Primero, porque no ha contestado a nadie. Y si vas a un debate, eso no se hace. Ante las preguntas, miraba a sus papeles o al horizonte y luego seguía con su monólogo. Si se monologa, no hay debate. Es un debate en plasma o en diferido o serrano. Pero no es un debate. Después, ha guardado silencio cuando Iglesias le ha preguntado si va a pactar un gobierno con el PP. Sánchez solo dice la verdad cuando le traiciona el inconsciente. Le pasó cuando dijo que molestar a los poderosos le quietaba el sueño. Y en el debate cuando se ha salido de su propio guión y ha gritado a Casado: ¡Si no gobierno porque no os habéis abstenido! Que es una suerte de «sí» igualmente en diferido. En tercer lugar, porque Pedro Sánchez ha culminado el giro del PSOE a la derecha. O, al menos, el giro de Pedro Sánchez. Quizá por eso Unidas Podemos gobierna con el PSOE en seis comunidades y es imposible gobernar en la Moncloa pese a los casi cuatro millones de votos. No por el PSOE, sino por Sánchez. El peor PSOE está de vuelta.

Sánchez ha ascendido a Nadia Calviño, que es la derecha en el equipo económico. Ha castigado así a Teresa Ribero, Ministra de Trabajo, que había dicho que la mochila austriaca, incorporada por Calviño en la propuesta económica mandada a Bruselas, no la habían discutido en su departamento. Sánchez lo ha dejado claro: la Vicepresidenta será Calviño. Que podría perfectamente ser una Ministra del PP. Así que nada de revalorización de las pensiones al IPC, nada de derogar las reformas laborales, nada de aumentar el gasto social y nada de los presupuestos que el PSOE pactó con Unidas Podemos. Negras tormentas se avecinan.

Por si fuera poco, Sánchez se ha puesto a competir con Abascal a ver quién frenaba más la inmigración o quien amenaza más a Catalunya. Mal están las cosas en el Partido Socialista. Allá verán qué hacen los votantes y militantes. Que luego no digan que Pedro Sánchez les ha engañado.
Casado sabe que va a abstenerse para que gobierne Sánchez. Al tiempo, tiene que quitarse el sambenito de derechista furibundo que solo ha servido para hacer crecer a VOX. Así que ha pasado por el debate sin pena ni gloria. Como Rivera, que ha vuelto a sacar souvenirs y ha dicho, mostrando un trozo de adoquín, que es un adoquín de su tierra. Expoliando suelo catalán para llevarlo a un plató de televisión. Rufián no se lo va a perdonar en la vida. Rivera está desencajado y por eso no encaja en ningún lado. Le ha lanzado guiños al PSOE pero solo porque le va la vida en ello. Pero le puede el falangista que lleva dentro, vuelve a desencajarse, y deja a Abascal como una persona sosegada.

Abascal y VOX se han comido a un Casado que venía a disimular y a un Rivera que no sabe que siempre puede haber alguien más facha que tú. El blanqueo de la derecha a la extrema derecha es de nota. Casado y Rivera llaman a VOX «partido constitucionalista». Que hoy ha vuelto a decir que va a encarcelar a políticos e ilegalizar partidos o cargarse entero el Título VIII de la Constitución.
La extrema derecha española no se parece a la europea, más crítica con el neoliberalismo. VOX es una escisión del PP que carga las tintas en el tradicionalismo monárquico de los siglos XIX y XX. ¿Por qué el discurso de Abascal ha sido hoy más eficaz? Porque ha hablado a la España «Sancho Panza». A esa España acobardada, egoísta, poco empática, débil ante los fuertes y fuerte con los débiles, arrogante, despreciadora, ignorante, valiente solo en grupo, defensora del orden tradicional solo porque creen que algún beneficio les produce. Ha dicho Abascal que, prácticamente, ha robado durante cuatro años de un chiringuito que le montó Esperanza Aguirre a 80.000 euros por año. Pero que eso le ha servido para saber lo malas que son las Comunidades Autónomas y que las va a desmantelar. Como si un proxeneta se ofreciera de inspector de trabajo en un prostíbulo.

La extrema derecha en España, como el Don Guido de Antonio Machado, siempre ha tenido una enorme jeta. Son vividores que ven ventajas en habitar esos ropajes. Los vividores poblaron las filas de Falange igual que del fascismo y del nazismo. Y ahí está el matrimonio Espinosa de los Monteros-Monasterio, amigos de pasarse la ley por el forro para dedicarse al negocio inmobiliario, o el juez Serrano, máximo líder de VOX en Andalucía, que le debe 2.5 millones de euros a Hacienda. Pablo Iglesias ha puesto en su sitio a Abascal, quien ni con el pecho al aire, ha tenido fuelle para contestarle. Porque en las filas de Unidas Podemos van víctimas del terrorismo, como Rosa Lluch, que no va pavoneándose como Abascal de lo mal que lo ha pasado y porque VOX es un ejemplo claro de cómo a la derecha no le interesan todas las víctimas.

Frente a la España de los fachas Sancho Panzas, hay, le ha recordado Iglesias, una España digna que quiere acabar con el fraude fiscal, aumentar el gasto social, atender a los dependientes en cualquier rincón del país, no olvidar a los militares mayores de 45 años, hacer gratuitas las escuelas infantiles y la universidad y exigir a los bancos que devuelvan el dinero. Y esa España no le tiene miedo a la plurinacionalidad porque tiene una fe en una España democrática que nunca ha tenido la derecha.

En este debate, otra vez, se ha visto que Pablo Iglesias se los come a todos. Es normal que Sánchez no quiera que esté en el mismo consejo de Ministros. Porque mientras los demás seguían con sus cuitas catalanas y cuatro lugares comunes sobre Franco,  Pablo Iglesias le ha regalado su voz a los dependientes, a los universitarios, a los pensionistas, a los exiliados económicos que no pueden votar porque el voto rogado no les deja, a los animales maltratados y a esos abuelos que vuelven a tener miedo porque no tienen seguridad económica.

Para cerrar, le ha regalado su minuto de oro a una joven que -y ya van dos generaciones de precarios en España-, vive en la incertidumbre laboral y social y no sabe qué va a ser de su vida. Dos generaciones de gente que nunca ha podido irse de casa pronto, hacer una familia, planificar un proyecto de vida sin miedo o tener certezas en los estudios o el trabajo. La España de este debate es una España a la que el PSOE y el PP ha llenado de interinos. Pablo Iglesias ha dejado en ridículo al Sánchez que quiere gobernar en solitario aunque no le den los votos, recordándole que vivimos en un sistema parlamentario. Sin embargo, no se ha cebado con él. Incluso ha salido en su apoyo cuando la derecha le ha acorralado por su inconsistencia. Cuando todos hablaban en el bloque de cohesión territorial solo de Catalunya, les ha recordado que también existe la España vaciada, las islas canarias y baleares, los territorios sin cobertura sanitaria, educativa o tecnológica, a los pequeños agricultores y a los autónomos.

El debate ha tenido menos sorpresas que el desfile militar del 12 de octubre. No creo que ese formato tan encorsetado funcione. Y es una verguenza que solo haya un debate. Aunque visto el papelón que han hecho el PSOE, el PP y Ciudadanos, tampoco debe extrañarnos tanto. Les sacas de Catalunya y naufragan como marineros de agua dulce. Hay otra España esperando. La que cada vez que despierta quieren volver a callar como sea.


lunes, 15 de julio de 2019

10 motivos (y ninguna excusa) para un gobierno de coalición



Artículo de Pablo Echenique en eldiario.es de fecha 14-7-2019.
Es legítimo buscar ventajas para la propia formación política y, de hecho, es lo que todos hacemos en las campañas electorales. Pero, cuando conseguir una ventaja para tu partido implica empeorar el país, no resulta ni moral ni responsable hacerlo
A las personas que estamos en política nos votan y nos pagan para que nos pongamos de acuerdo para resolver los problemas del país, no para que nos pasemos dos meses y medio implementando tácticas de presión mediática

Es un placer tener la oportunidad de escribir este artículo defendiendo las ventajas de un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos en eldiario.es. En esta época de ruido, tácticas mediáticas de presión, amenazas de repetición electoral, ajedrez aleatorio, tertulias sobre cuándo se van a llamar los líderes por teléfono y semiótica experimental "de cooperación", creo que nos viene bien a todos dedicarnos un rato a hablar de lo importante, poner un poco de racionalidad y sensatez en el debate y llamar a las cosas por su nombre.
Así que, ¿por qué un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos? ¿Cuáles son sus ventajas?
En primer lugar, quiero aclarar que, para mí, las únicas ventajas importantes y, desde luego, de las únicas que voy a hablar, son las ventajas para la gente de mi país. Para mejorar sus condiciones materiales de vida y para que todo el mundo pueda tener más seguridad vital, más derechos y más esperanza en el futuro.
Porque quien, en esta coyuntura, sólo piense en las ventajas para su propia formación política corre el riesgo de ir en contra de los intereses, las necesidades y los anhelos de las personas que viven y trabajan en España.
Es legítimo buscar ventajas para la propia formación política y, de hecho, es lo que todos hacemos en las campañas electorales. Pero, cuando conseguir una ventaja para tu partido implica empeorar el país, no resulta ni moral ni responsable hacerlo.
Como mejor se entienden las cosas es con un ejemplo:
¿Era ventajoso electoralmente para Podemos que la moción de censura que hizo presidente a Pedro Sánchez saliera adelante? Es obvio que no. Lo sabíamos nosotros en ese momento y así se ha demostrado. La plataforma política llamada Moncloa suele dar una gran ventaja electoral al partido que la controla. Esto lo sabe todo el mundo.
Pero, ¿era ventajoso para España que sacásemos al PP de la Gürtel del gobierno aunque eso pudiera perjudicar electoralmente a Podemos? Obviamente sí. Por eso trabajamos más que el PSOE para que esa moción de censura saliera adelante. En ese momento pusimos los intereses del país por encima de los intereses electorales de nuestro partido y estamos muy orgullosos de haberlo hecho.
Retomemos entonces desde aquí. ¿Por qué un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos? ¿Cuáles son sus ventajas, no para los partidos sino para la gente de nuestro país?
La primera es que, si llegamos a un acuerdo de gobierno de coalición, acabaríamos de una vez con este bochorno que no se merecen los ciudadanos que se matan a trabajar y a pagar impuestos. A las personas que estamos en política nos votan y nos pagan para que nos pongamos de acuerdo para resolver los problemas del país, no para que nos pasemos dos meses y medio implementando tácticas de presión mediática para conseguir todo el poder sin negociar con nadie. La gente está harta y este modo de proceder degrada la política. Hay que ponerle fin.
En segundo lugar, si formamos un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, estaremos cumpliendo nuestras promesas de campaña y, por lo tanto, respetando la soberanía del pueblo español expresada en las urnas el 28 de abril. Nosotros dijimos claramente en campaña que nuestro objetivo era gobernar y Pedro Sánchez dijo en campaña que no habría ningún problema para que Unidas Podemos formase parte del gobierno. Traicionar lo que uno expresa en campaña también degrada la política y la democracia.
Tres. Si llegamos a un acuerdo de gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos y Pedro Sánchez lo presenta al Congreso de los Diputados el próximo 22 de julio, conseguirá la mayoría simple de la cámara, se quedará muy cerca de la mayoría absoluta y será investido Presidente del Gobierno. Si llegamos a un acuerdo de gobierno de coalición, Pedro Sánchez tiene la investidura hecha y no hay ninguna necesidad de esperar hasta septiembre ni asustar a la gente con una repetición electoral. Para comprobar que esto es así, basta leer lo que han dicho los demás partidos con representación en el Congreso y coger una calculadora.
Nota al pie: Hasta hace poco el PSOE negaba este hecho y era una de las excusas que más repetían sus portavoces: "No dan los números. Unidas Podemos resta. Si entran en el gobierno la investidura tendrá menos apoyos que si no están." Hasta que Pablo Iglesias hizo una propuesta muy sencilla: "Llevemos un acuerdo de gobierno de coalición al Congreso y, si no sale adelante, nosotros nos replantearemos nuestra posición." El PSOE ya no repite este argumento. Todo el mundo sabe que los números dan.
Cuatro. En la actual situación, en la que PP, Ciudadanos y Vox están inmersos en una competición para ver quién es más reaccionario y hacerse así con el trono de la derecha (y por eso mismo ninguno va a prestar sus votos al PSOE), los 123 escaños del PSOE son menos que los 147 del bloque de la derecha. Por lo tanto, un gobierno de partido único del PSOE (aunque sea en la modalidad posmoderna "de cooperación") sería un gobierno débil e inestable. Por el contrario, un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos se asienta sobre una sólida base parlamentaria de 165 escaños que aportaría la estabilidad necesaria para afrontar los retos (algunos de ellos muy urgentes) que tiene España.
Cinco. Asumiendo la posibilidad de que, en algún momento, la guerra por el trono de la derecha se acabase y alguno de los tres partidos se abriese a llegar a pactos con el PSOE (algo que ha sido lamentablemente la primera opción de Pedro Sánchez a pesar de sus promesas en campaña y a pesar de lo que coreaban sus bases la misma noche electoral en Ferraz), un acuerdo de gobierno de coalición con Unidas Podemos sería precisamente, en ese escenario, la garantía de que el PSOE no se ve tentado de pactar medidas de derechas con Ciudadanos o el PP. Hace unos días, la Ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, a la que tengo aprecio y presume de ser una persona de izquierdas, planteaba esto como un problema. Por el contrario, mí me parece que el hecho de que el futuro gobierno no lleve a cabo medidas de derechas es una ventaja para los españoles.
Nota al pie: Cuando mencionamos en alguna entrevista que, en 20 de 28 países de la Unión Europea, hay gobiernos de coalición, es habitual que se nos cite el ejemplo de Portugal para persuadirnos de que lo mejor es que los 3,7 millones de españoles que han votado a Unidas Podemos se queden fuera del gobierno. "En Portugal, el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués dieron la investidura al socialista Antonio Costa sin entrar en el gobierno", nos dicen. Efectivamente esto es así, y también es un hecho que en los últimos meses Antonio Costa ha pactado con la derecha una reforma laboral para precarizar a los trabajadores y no reconocer los más de nueve años de congelación de salarios de los profesores de la educación pública. No queremos que lo mismo pase en España.
Seis. Si, cuando hay una fuerza política con casi 4 millones de votos, en la que sus dirigentes, sus militantes y sus votantes tienen voluntad de aportar sus ideas, sus propuestas y su trabajo a la gobernabilidad de España, se la veta de los espacios de gobierno sin dar ninguna razón convincente y por medio de la presión y la amenaza, se está lanzando un mensaje muy tóxico y muy peligroso para la democracia: "Hay votos de primera y hay votos de segunda. Más te vale votar a una opción que guste a los poderosos o, si no, vamos a usar todos los cañones después de las elecciones para que tu voto valga mucho menos que el voto de los que han votado bien." Un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos contribuiría a recuperar la fe de la ciudadanía en la democracia como gobierno del pueblo y no como un juego amañado para que, al final, siempre gobiernen los mismos.
Nota al pie 1: Si vuelven a sacar a Portugal, la respuesta es muy sencilla: Ni el Bloco de Esquerda ni el Partido Comunista Portugués querían gobernar en coalición con el Partido Socialista. No es el caso en España. (A veces da un poco de vergüenza ajena tener que contestar a ciertos "argumentos", pero no perdamos la paciencia).
Nota al pie 2: Las mismas consideraciones se aplican a los vetos personales. Si se lanzase una campaña de presiones para vetar a Pedro Sánchez diciendo que el Presidente del Gobierno tiene que ser un "independiente de reconocido prestigio" y no puede ser del PSOE, o que sí, que puede ser del PSOE, pero tiene que ser "un perfil técnico, no político", se estaría entonces diciendo a millones y millones de votantes del PSOE que las elecciones son un timo y que no tiene ningún efecto que hayan ido al colegio electoral el 28 de abril a votar a Pedro Sánchez. Algo muy irresponsable y muy peligroso para la democracia.
Siete. Un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, sin vetos, y con una representación de cada una de las dos fuerzas políticas razonablemente proporcional a los votos obtenidos en las elecciones situaría a España dentro de los parámetros de la normalidad democrática y de época. Como decía, en 20 de 28 países de la Unión Europea hay gobiernos de coalición con estas características y lo mismo ocurre o puede ocurrir en las comunidades autónomas de nuestro país en las que no ha habido mayorías absolutas. Somos conscientes de que España viene de décadas de dictadura y después décadas de un bipartidismo casi perfecto, pero ese tiempo pasó. Los españoles ahora votan una mucho mayor pluralidad y más pronto que tarde la clase política, incluyendo la de los dos partidos dinásticos, tendrá que desarrollar esa cultura de la coalición que es más avanzada democráticamente y que es la norma en Europa.
Nota al pie 1: El PSOE repite mucho que el caso estatal es diferente porque PSOE y Unidas Podemos no sumamos mayoría absoluta en el Congreso y, en otros ámbitos, las fuerzas que componen el gobierno sí la suman. Este tampoco es un argumento válido. En muchos de esos 20 países de la Unión Europea los gobiernos de coalición son en minoría y no pasa nada. En Andalucía, la derecha ha configurado un gobierno de coalición en minoría y es posible que ocurra lo mismo en Murcia y en la Comunidad de Madrid. En Navarra, si finalmente hay acuerdo de progreso liderado por el PSN, seguramente se formará un gobierno de coalición en minoría. En Barcelona, Barcelona en Comú y el PSC han llegado a un acuerdo para gobernar juntos y que Jaume Collboni (del PSC) sea el primer teniente de alcalde de Ada Colau, aunque las dos fuerzas no sumen mayoría absoluta.
Es muy habitual que haya gobiernos de coalición en minoría y hay que recordar además que la suma de 165 escaños que sumamos PSOE y Unidas Podemos está cerca de la mayoría absoluta (176 o 174 si tenemos en cuenta que hay cuatro diputados catalanes suspendidos) y esto conforma una base parlamentaria muy estable. La prueba, lo que ya comenté: que Pedro Sánchez ya tiene hecha la investidura si lleva al Congreso un acuerdo de coalición con nosotros. ¡Y eso que aún no ha negociado con nadie!
Nota al pie 2: Además de los gobiernos de coalición en minoría, otra cosa habitual (por no decir imposible de evitar) es que los socios de coalición piensen diferente en temas importantes. Por eso sorprende la insistencia del PSOE en argumentar que el hecho de que pensemos diferente respecto del conflicto en Catalunya impide el gobierno de coalición. Si esto fuera así, no habría 20 gobiernos de coalición en la Unión Europea, ni en Canarias, ni en Baleares, ni en la Comunidad Valenciana, ni en el Ayuntamiento de Barcelona. Sorprende además doblemente cuando Pablo Iglesias se ha comprometido a aceptar el liderazgo del PSOE en este asunto y respetar con 100% de lealtad lo que acordemos. No se deben poner como excusa temas de tanta importancia.
Ocho. Un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos sería capaz de llevar a cabo medidas más valientes que un gobierno de partido único del PSOE (aunque sea en la modalidad posmoderna "de cooperación") para recuperar derechos para las mayorías sociales, reducir la precariedad laboral, controlar los precios de los alquileres y la factura de la luz, acercarnos a la igualdad real entre hombres y mujeres, aumentar la justicia fiscal o recuperar la financiación de nuestra sanidad pública, nuestra educación pública, nuestro sistema público de dependencia y nuestro sistema público de ciencia y universidades. La prueba de que esto es así: El Santander, la CEOE, Moody's, el fondo buitre BlackRock y Morgan & Stanley diciendo públicamente que nos quieren fuera del gobierno. Creo de verdad que los acuerdos entre diferentes pueden tener componentes virtuosas. En el acuerdo presupuestario entre el PSOE y Unidas Podemos que tuve el honor de coordinar junto a Ione Belarra, creo que la combinación entre la experiencia del PSOE y la valentía y la ausencia de deudas con los poderosos de nuestra formación política dio un buen resultado para mejorar la vida de los españoles. Lamentablemente, el gobierno no cumplió importantes elementos de ese acuerdo, precisamente por tratarse de un gobierno de partido único de ordeno y mando. Un gobierno de coalición es también una mayor garantía de que los acuerdos programáticos se van a cumplir.
Nota al pie: Hay compañeros y compañeras dentro de Unidas Podemos que defienden que es mejor que demos la investidura a Pedro Sánchez a cambio de un acuerdo programático y que nos quedemos voluntariamente fuera del gobierno. Los argumentos que suelen manejar son dos (1) que entrar en el gobierno sería perjudicial para las perspectivas electorales de Unidas Podemos en las próximas elecciones porque (2) no íbamos a conseguir hacer nada desde el gobierno o se iban a invisibilizar nuestros logros. En primer lugar, decir que, incluso aunque este razonamiento fuera correcto, hicimos campaña diciendo que el objetivo era gobernar. Los casi 4 millones de personas que nos votaron lo hicieron con ese compromiso encima de la mesa. Renunciar a él después de las elecciones por un análisis teórico sería, cuando menos, irregular.
Entrando a los argumentos concretos, creo que es enormemente difícil predecir el resultado de futuras citas electorales en la época en la que vivimos y, en todo caso, dar más importancia a las condiciones materiales de vida de mis compatriotas que a la evolución electoral de mi partido para mí es un principio ético fundamental en política. Porque sí creo que vamos a ser capaces de hacer cosas importantes para la gente de este país desde el gobierno. Si eso no fuera posible, ¿por qué las cloacas, los "independientes de reconocido prestigio", los modelos inéditos en el mundo entero "de cooperación", los perfiles "técnicos y no políticos", o las bonitas palabras del Santander, la CEOE, Moody's, el fondo buitre BlackRock y Morgan & Stanley?
Nueve. Un gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos podría convertirse en un ejemplo para toda Europa de que otra política económica es posible. Un ejemplo de que el dogmatismo neoliberal de la austeridad que nos recetó precarizar los empleos y deteriorar nuestros servicios públicos y nuestro estado del bienestar como la única manera posible de salir de la crisis-estafa que los buitres financieros y la banca internacional provocaron no sólo ha generado un ingente sufrimiento humano, no sólo se ha demostrado ineficaz para reactivar la economía o bajar la deuda, no sólo ha creado una Europa de dos velocidades subalternizando a los países del Sur y no sólo es la causa principal del resurgimiento del antiguo fantasma del fascismo en el continente, es que además es una burda mentira que sea la única política económica posible. Tomando como base el acuerdo presupuestario ya firmado entre el PSOE y Unidas Podemos, que podamos demostrar juntos que (incluso dentro de los estrechos márgenes fiscales de la actual Unión Europea) se pueden desarrollar políticas públicas que pongan la vida en el centro, que demuestren ser más eficaces económicamente y que sean faro en Europa es una oportunidad de país demasiado importante como para malograrla por intereses de partido.
Diez. Estoy convencido de que, del mismo modo que la moción de censura y el posterior acuerdo presupuestario entre el PSOE y Unidas Podemos (incluyendo la mayor subida del salario mínimo de la historia de nuestra democracia) amplió en España la base electoral progresista, de un 47,5% y 167 escaños el 26J de 2016 al 48,9% y 185 escaños el 28A de 2019, la conformación de un gobierno de coalición estable que pueda dedicarse con lealtad, con fuerza y con valentía a implementar las políticas descritas en los puntos anteriores seguiría ampliando el porcentaje de españoles que votan justicia social, servicios públicos dignos, cuidar a la gente corriente y poner límites a los privilegios de los poderosos. Estoy convencido de que un acuerdo de gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos serviría para seguir ampliando el campo de progreso en nuestro país, porque uno de los principios fundamentales que me empujó a abandonar temporalmente mi (mucho más tranquila) vida de científico es que creo en la inteligencia de mi pueblo y, por eso, sé que, si ponemos de lado las tácticas de partido y sabemos colaborar para mejorar la vida de la gente, eso se verá reflejado en futuras citas electorales que nos permitirán profundizar aún más en ese camino. No planteemos la negociación de gobierno como una partida de ajedrez (aleatorio o normal), en la que siempre hay uno que pierde y otro que gana… y el que gana nunca es nuestro país. Si sabemos cooperar, un gobierno de coalición puede ser un win-win-win: Gana el PSOE, gana Unidas Podemos y ganan los españoles.


miércoles, 19 de junio de 2019

De trifachito nada



Artículo de Pedro Luis Angosto en nuevatribuna de fecha 18/6/2019.

En España, o el Estado español nombre usado por quienes no saben o no quieren saber que es un término absolutamente franquista, no existe una derecha democrática. Pudo haberlo sido el CDS o el Partido Reformista de Roca, pero el lastre franquista pudo mucho más que esos intentos bien intencionados para articular una derecha europea en el país en el que la derecha siempre ha sido troglodita. Existen tres partidos fachas que provienen, como la Santísima Trinidad, de un sólo Dios verdadero, el partido franquista que fundó Manuel Fraga hace ya muchos años.
El origen, la evolución y la praxis del Partido Popular está claro, no deja lugar a dudas. En todas las ocasiones en que se ha propuesto que el Congreso condenase el franquismo, se ha negado alegando cuestiones tan peregrinas como ridículas al tratarse de uno de los mayores criminales de nuestra historia. Por otra parte, la huella que ha dejado su paso por el poder no puede ser más triste ni más dañina: Creación de la burbuja financiero-ladrillera que nos hizo descender muchos puntos en calidad de vida, endeudándonos social e individualmente para décadas; dilapidación de la Hucha de las pensiones, que a la llegada de Mariano Rajoy al poder contaba con 67.000 millones de euros; corrupción en todos los niveles de la vida pública al anteponer los intereses particulares a los generales que son el fundamento y el objeto de toda acción política democrática; degradación de las condiciones laborales de la mayoría de los trabajadores hasta llegar a un extremo en que muchas personas trabajan durante jornadas interminables y no pueden pagar los gastos corrientes; promulgación de leyes represivas que han llevado a la cárcel a cientos de personas sólo por expresarse libremente o actuar en piquetes de huelga, y, fomento de una política patriotera en la que -como sucede en Cataluña- las banderas, los desfiles y las vírgenes cuentan mucho más que las personas que sufren, poniendo además en riesgo grave, de cara a un futuro muy próximo, a todos los servicios públicos esenciales por falta de financiación adecuada con el fin de privatizarlos y entregarlos al lucro insaciable de las grandes corporaciones amigas.
En cuanto a Ciudadanos, su origen es otro. Independientemente de que su actual jefe Albert Rivera hubiese militado en Nuevas Generaciones del Partido Popular, Ciudadanos nació como una respuesta a la deriva independentista del nacionalismo catalán, y aunque en su seno exista una corriente extremadamente derechista, que es la encabezada por el propio Rivera y Arrimadas, hay personas que siendo de derechas no pertenecen a la estirpe ultra, personas tales como Luis Garicano o Francesc de Carreras, quienes, tal vez, si se desprendiesen de quienes hoy mandan en ese partido, podrían intentar construir esa derecha sin vínculos franquistas de que tan necesitado está el país. Sin embargo, a día de hoy, Ciudadanos se ha suicidado. Al mostrarse como partido fundamentalista, palmero del PP y no dejar dudas sobre su ideología por un puñado de alcaldías, ese partido será succionado por el partido al que decía quería desplazar y sustituir. De modo que ha perdido una ocasión de oro para ocupar el hueco que queda entre la extrema derecha de Vox y el PP y el Partido Socialista. Ese era su sitio, pero al permitir los gobiernos populares y pactar con Vox -ya está bien de tomar a la gente por gilipollas, si tus números y los del PP no dan y para gobernar necesitas a los de Abascal, es que has pactado con ellos, lo llames como lo llames- ha renunciado a la identidad propia que le podría haber deparado un futuro prometedor.
En cuanto a Vox, poco que decir. Su jefe fue amamantado por Esperanza Aguirre en el Partido Popular a base de mamandurrias muy bien pagadas con dinero público sin que a día de hoy sepamos todavía a qué se dedicaba. Es la ultraderecha franquista de toda la vida, rancia, casposa, irreflexiva, chulesca, medieval y machirula. En cuanto sus antiguos jefes toquen arrebato, volverán a la casa madre.
Hay en las tres derechas extremas españolas una cantidad tal de puntos en común que su existencia sólo se justifica por la coyuntura: dado que se sabía que muchos votantes del PP no volverían a confiar en él por la corrupción, surgieron dos marcas blancas para ofrecer alternativas sin salirse del programa único. En este caso, la división de la derecha ha cumplido con sus objetivos permitiendo mantener el número de votos y salvar la cara al partido de Fraga mientras se olvidan sus desaguisados, cosa de la que ya se encargaran los medios afines que son casi todos. 
Los tres partidos están a favor de bajar impuestos a los que más tienen hasta dejar los servicios públicos en  quiebra y sin posibilidad de realizar las funciones para las que fueron creados; los tres rechazan el cambio climático y son partidarios de continuar con el consumo a mansalva de energías fósiles aunque España -la patria amada- se convierta en un desierto con temperaturas muy por encima de las que puede soportar una persona; los tres defienden un Estado confesional en el que el Erario siga regalando a la Iglesia católica 12.000 millones de euros anuales pese a que la tan cacareada Constitución diga que España es un país aconfesional; los tres tienen un amor tan grande a la bandera que se olvidan de que el 12,3 millones de españoles, en decir una cuarta parte del total, viven en la pobreza más extrema o corren serio riesgo de exclusión social. La complicidad con los grandes poderes financieros e industriales, el uso vergonzoso de las puertas giratorias -la última Soraya Saenz de Santamaría que ha fichado por Cuatrecases Abogados por Dios y por España-, y el desprecio por todo aquello que construyeron los españoles a lo largo del tiempo para mejorar la vida de todos y cada uno de nosotros, son otras de las cualidades que unen a estos tres partidos ahora temporalmente separados.
Por mucho que se empeñen los medios de comunicación del sistema, en España no existe una derecha democrática de corte europeo. Seguimos esperando a que aparezca, pero mientras tanto, hemos de ser conscientes de que a día de hoy, los tres partidos estatales de la derecha beben en las fuentes del franquismo, en la protección de los privilegios de los más privilegiados, en el fomento de la desigualdad y la ignorancia, en la justicia de clase y en la utilización de lo público para fines privados.   


jueves, 25 de abril de 2019

Carta a la juventud no votante, a la que se ha robado su historia.




Artículo de Vicenc Navarro, Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas.Universitat Pompeu Fabra en diario Público, con fecha 25/4/2019.

En unos días va a haber unas elecciones que tendrán un enorme impacto en el bienestar de las clases populares de este país, y muy en particular, en el de sus jóvenes. Y lo digo con pleno conocimiento de causa. Mi profesión incluye el análisis del bienestar y calidad de vida de las poblaciones y el desarrollo de políticas públicas para mejorarlos. Y los datos disponibles no pueden ser más convincentes y contundentes. La crisis social del país ha alcanzado en estos últimos diez años unas dimensiones sin precedentes. Por primera vez en la historia reciente de España, la mayoría de jóvenes en el futuro no vivirán mejor que sus padres. El significado de este dato es enorme. Y sin embargo, este dato no se ha publicado en los principales medios de comunicación de este país, financiados por los partidos gobernantes que los instrumentalizan (en el caso de los medios públicos) o por poderes financieros (en el caso de los canales privados). Se mire como se mire, es un dato impactante que en cualquier país con una mejor calidad democrática que en el nuestro habría centrado el debate político. No ha sido el caso.

Las causas, como he documentado en mi libro Ataque a la democracia y al bienestar, y explicado recientemente en varios artículos (“El enorme sufrimiento causado por el neoliberalismo y sus responsables, por ejemplo, publicado en Público el 25.03.19), son las políticas públicas de sensibilidad neoliberal que se han estado aplicando por parte de los gobiernos españoles (y aquí en Catalunya, por parte del gobierno de la Generalitat) con el apoyo, estímulo y presión de las autoridades que gobiernan la Unión Europea. De nuevo, los datos son muy claros y contundentes: las reformas laborales y los recortes de gasto público social (que cubría la financiación de los servicios públicos del escasamente financiado Estado del Bienestar –como la sanidad, la educación, la vivienda social, los servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios domiciliarios y otros servicios–, que juegan un papel determinante en configurar la calidad de vida de las clases populares), así como las reducciones de las transferencias públicas (como las pensiones, de las cuales las más importantes son las de vejez, que deberían garantizar –aunque no lo hacen– una vida digna a los ancianos), han hecho un daño enorme a tales clases populares. Y los jóvenes han sido uno de los colectivos más afectados negativamente por estas políticas.

La pregunta que debe hacerse: ¿por qué pasa todo esto?
Muchas son las respuestas que da el establishment político-mediático que rige el país para explicar por qué los jóvenes no vivirán mejor que sus padres. La más común es que la gente mayor tiene demasiado poder en España, poder que supuestamente se consigue a costa del desempoderamiento de los jóvenes. La “lucha de generaciones” se presenta como una lucha en la que los que ganan –los no jóvenes– lo hacen a costa de los que pierden –los jóvenes–. Este argumento, sin embargo, es falso. Y es fácil de demostrar. En realidad, la pobreza de recursos afecta a todos los grupos etarios. Aun cuando infantes y adolescentes tienen menos recursos que, por ejemplo, los ancianos, la realidad es que estos últimos también tienen muy pocos recursos. Los datos, de nuevo, así lo muestran. En contra de lo que dice y promueve la “sabiduría convencional”, que es la visión que promueve aquel establishment político-mediático, la realidad es que las pensiones de vejez son más bajas en España que en el promedio de los países con un nivel semejante de desarrollo económico al nuestro (la Unión Europea de los Quince).
La gran visibilidad de este argumento de la “lucha de edades” se debe a que tal establishment intenta ocultar la causa real de la situación actual, que es ni más ni menos que una expresión silenciada por tal establishment, que la practica sin llamarla por su nombre: la “lucha de clases” existente desde siempre en este país, ocultada en la historia de España escrita por los vencedores, realidad que se ha ocultado a los jóvenes. Ocurre ahora y ocurrió antes. La causa de la gran subfinanciación del Estado del Bienestar en España y de la existencia de un mercado de trabajo muy sesgado a favor del mundo empresarial y en contra del mundo del trabajo es el enorme poder que una clase minoritaria tiene (y ha tenido siempre en nuestro país) sobre la mayoría de la población. Invito al joven lector a que recupere la historia de este país, que le ha sido robada durante todos estos años. Por fin están apareciendo libros que muestran lo sesgada que es la enseñanza de la historia reciente de este país, con una inclinación conservadora y derechista que oculta las causas reales de nuestro gran retraso social, económico y cultural. La historia de España que yo (tengo ochenta y dos años) viví (y como yo, millones de españoles) no es la que han enseñado en las escuelas de este país. No es la primera vez que cuando fuerzas progresistas quieren cambiar, por vías democráticas, la estructura de poder económico, mediático y político del país, los depositarios de ese poder levantan la bandera de la defensa de la “unidad de España”. Veamos.

La breve historia de este país
Mi vida comienza con la Segunda República, donde por primera vez las clases populares tuvieron a su alcance los instrumentos para mejorar su bienestar. Hubo cambios, y muchos: desde la expansión de los derechos sociales como la Seguridad Social (las pensiones) hasta la universalización de la enseñanza, pasando por el establecimiento del divorcio, del aborto, del voto para las mujeres, las reformas agrarias y muchas, muchas otras reformas. Y como era de esperar, los grupos afectados por estas reformas –la banca, que se opuso a la expansión de la Seguridad Social; la Iglesia, que se opuso a la universalización de la escuela pública; la patronal, que estaba en contra del reforzamiento de los sindicatos; los terratenientes, que se opusieron a las reformas encaminadas a distribuir su propiedad, y un largo etcétera–, junto con otros grupos conservadores, presionaron al ejército para dar un golpe de Estado contra la gran mayoría de las clases populares, que triunfó con la ayuda de las tropas del régimen nazi de Hitler y del régimen fascista de Mussolini. Este golpe militar estuvo inspirado por una ideología claramente fascista, caracterizada por un nacionalismo étnico y racial extremo, una visión de España monárquica, radial y jacobina, con una concepción imperialista, acompañada de una brutal represión, que consideraba a la visión distinta, la republicana, democrática y plurinacional, comprometida con la justica social, como la “anti-España”. Su eslogan y justificación de la guerra se basaba en la defensa de la patria (que era ni más ni menos que los intereses de la estructura de poder económico y financiero) contra los rojos y separatistas, que eran la anti-España. No fue una guerra civil, sino un conflicto de una minoría contra otra gran mayoría de las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España.

Yo soy hijo de los vencidos. Mis padres eran maestros ilusionados con las reformas educativas de la República y de la Generalitat de Catalunya. Apoyaron al gobierno republicano de Companys –que, en contra de lo que han indicado muchos independentistas, era y se sentía profundamente español (como también se sentían mis padres)– dentro de una República Federal Española. Mis padres y mi familia, como millones de los vencidos, tenían una visión distinta de España, republicana, identificando patria con los intereses de las clases populares.

Mi padre, mi madre y mis tíos y tías fueron brutalmente represaliados. Mis padres fueron expulsados del pueblo (Gironella) donde era maestros, y mi padre fue expulsado del magisterio. Y mis tíos y tías –junto con millones de españoles– iniciaron la diáspora republicana. Muchos fueron a Francia, donde iniciaron la resistencia anti nazi cuando las tropas de Hitler ocuparon aquel país. Una de mis tías fue deportada (como lo fueron cerca de 10.000 españoles) a campos nazis. Más tarde, fueron tropas republicanas españolas las que encabezaron la liberación de París (y por cierto, desarmaron las cargas explosivas con las que los alemanes querían volar la Torre Eiffel y la catedral de Notre Dame). Hay mucho de lo que los republicanos pueden estar orgullosos y que ha sido ocultado en nuestro país. Eran la “otra España”, ignorada, vilipendiada, olvidada y marginada hasta hoy.

El golpe militar impuso una de las dictaduras más crueles (por cada asesinato político que cometió Mussolini, Franco cometió 10.000) que hayan existido en la Europa Occidental. Esta enorme represión era resultado de la consciencia que tenía la estructura de poder de que tenía a la mayoría de la población en contra. En realidad, los promotores del golpe de Estado con la ayuda militar de la Alemania nazi i la Italia fascista creían que tomarían el poder en tres meses. Le costó tres años a causa de la gran resistencia popular, escasamente armada debido a la falta de apoyo que recibió la República de las democracias occidentales, incluyendo los EEUU. Tal golpe impuso también un enorme retraso al país: cuando tuvo lugar en 1936, España tenía el mismo nivel de desarrollo que Italia; al final de la dictadura, solo el 68% del nivel de riqueza de aquel país.

Pero siempre que haya explotación hay resistencia. Y a pesar de la enorme represión, se inició una resistencia pacífica. Recuerdo (puesto que participé) ya en los años cincuenta en las primeras huelgas de tranvías de Barcelona. Y esta resistencia fue aumentando en los años sesenta y más tarde en los años setenta, lo que forzó (bajo el liderazgo del movimiento obrero) el fin del régimen dictatorial, dando inicio al régimen democrático actual.  

El origen del actual régimen democrático caracterizado por una democracia incompleta que determina un bienestar insuficiente
Así pues, fueron el gran descontento de la población con el régimen dictatorial, que había impuesto un gran retraso social, y las movilizaciones lideradas por el movimiento obrero, los que forzaron el fin de aquella dictadura. Pero las derechas controlaban el Estado y todos los medios de comunicación. De ahí que la transición distara mucho de ser modélica, pues las derechas continuaron teniendo un gran poder sobre el Estado y en la sociedad civil. Ni que decir tiene que hubo cambios, y muy significativos, la mayoría durante los gobiernos socialistas. Pero el retraso social era tan grande al iniciarse el proceso democrático que en muchas áreas continuamos estando a la cola de la UE-15. El gasto público social continúa siendo de los más bajos. En realidad, la mayor causa de este retroceso social ha sido la excesiva influencia de las fuerzas conservadoras –herederas de aquellas que controlaron el Estado dictatorial– sobre el Estado español, el cual no se construyó sobre una ruptura con el anterior, sino sobre una apertura grande y significativa que conservó las estructuras represivas y de defensa del orden que llamaron constitucional, sesgado a su favor. Es importante señalar que la Constitución fue una síntesis de las relaciones de poder, y por lo tanto incluyó características de la ideología dominante en aquel Estado junto a otros elementos impulsados por las fuerzas progresistas. Unidas Podemos (UP) ha señalado esta realidad de una manera muy hábil e inteligente para denunciar, en el debate electoral actual, la monopolización de la Constitución por parte de las derechas a fin de defender su visión uninacional de España, olvidando los elementos progresistas de tal Constitución, que existen pero que se ignoran y ocultan sistemáticamente por parte de los tribunales de justicia y por el Estado.

Se me dirá que hoy sí que existe una amenaza a la unidad de España, de lo que se deduce que el eslogan de defender “la unidad de España” está justificado. Pero tal argumento oculta que el crecimiento del independentismo se debe primordialmente a la resistencia del Estado borbónico a admitir su plurinacionalidad, que incluso la Constitución admite. El secesionismo surgió a partir del veto del Tribunal Constitucional al Estatuto propuesto por las izquierdas catalanas en tiempos del gobierno tripartito, presidido por el que fue el mejor presidente de Catalunya después de Companys, Pasqual Maragall. Las derechas ahora están utilizando el mismo eslogan, “la unidad de España” para defender, como hicieron en 1936, los intereses de los poderes económicos y financiero que dominan la vida política del país, creando a la vez una gran crisis territorial que moviliza a sus bases, ocultando con ello la enorme crisis social.

¿El fin del régimen del 78?
El origen de la crisis social que tenemos, y que nos ha llevado a una realidad en la que los jóvenes no vivirán mejor que sus padres, se sitúa en el momento en el que los gobiernos españoles aceptaron la inevitabilidad de las reformas neoliberales, que eran propuestas por las autoridades gobernantes de la UE. En España, el neoliberalismo, en la segunda etapa del gobierno Zapatero, creó un gran desánimo y abstención entre las clases populares, lo que desembocó en la victoria de las derechas, herederas de los que lideraron el régimen dictatorial anterior. Y aplicaron incluso con mayor dureza esas medidas neoliberales que habían iniciado los gobiernos socialistas. El PSOE había aprobado políticas públicas socialdemócratas, introduciendo las más grandes reformas del período democrático. Yo les ayudé, y me alegra haber contribuido a introducir el concepto y la realidad del cuarto pilar del bienestar (aun cuando yo había sugerido que incluyera el derecho a las escuelas de infancia y a los servicios domiciliarios; solo aceptaron los servicios domiciliarios). Pero su conversión posterior al neoliberalismo generó una de las mayores protestas que España haya visto en su período democrático, el 15M, que denunció la falta de democracia, responsable de que se aplicaran las políticas públicas neoliberales que carecían de mandato. Su eslogan “no nos representan” lo decía todo.

El inicio del proceso de democratización del Estado
De ahí el gran apoyo que ofrecí al 15M, escribiendo el libro que hicimos Juan Torres y yo, Hay alternativasque el 15M hizo suyo, un movimiento este que dio pie al surgimiento de Podemos. Fue un tsunami político. Cinco millones de votos en solo dos años. Era la voz de la protesta. Y lo continúa siendo. Con el añadido de que sus propuestas eran propuestas viables, como lo han mostrado donde han gobernado, como en Barcelona y en Madrid. En alianza con una Izquierda Unida renovada, la coalición UP y sus confluencias –En Comú Podem en Catalunya y En Marea en Galicia–, se han convertido en el mayor motor de cambio. Y una muestra de este cambio ha sido la influencia de UP en el PSOE, que causó una rebelión de sus bases, que eligieron a Sánchez, el candidato contra el aparato, el cual continúa fuerte y puede forzar una alianza con Ciudadanos, a no ser que UP aumente su base electoral para neutralizar esta posibilidad.

Como motor de cambio, UP y sus confluencias lideraron el rechazo a la corrupción del gobierno Rajoy que condujo a su caída. La expulsión del gobierno Rajoy, debido a su corrupción (que ha caracterizado a las derechas españolas gobernantes, incluyendo las catalanas), se dio como resultado de una alianza de todas las fuerzas que habían luchado contra la dictadura, en contra de los que eran los herederos del régimen de 1939, el PP (apoyados por la primera escisión de tal partido, que en realidad fue Ciudadanos, y que constituyen, entre ambos, la derecha neoliberal).
Por otra parte, esta victoria frente a los nacionales españolistas (tal como se definieron entonces y se definen ahora las derechas españolas) permitió a las fuerzas democráticas dar pie a que aparecieran otras alternativas a las que habían gobernado España durante tantos años. Y una petición de las izquierdas (liderada, de nuevo, por UP) ha sido que se reviertan las políticas neoliberales que han causado tanto daño. Ha sido, con ello, una reproducción de lo ocurrido en 1936. La apuesta por una agresiva “defensa de la unidad de España” por parte de la derecha oculta su defensa feroz del status quo, que es la continuación hoy del neoliberalismo. Vox es la versión más acentuada de lo que también sostienen los otros dos partidos neoliberales (PP y C’s). Su programa económico, de claro tono trumpiano, es el neoliberalismo fascista llevado al extremo. Son, así pues, la revitalización de los “nacionales”, del fascismo que ganó en 1936 y puede ganar ahora.

A instancias de UP se intenta desarrollar la plurinacionalidad del Estado español. Ahora bien, un gran impedimento para que ello tuviera lugar ha sido la dirección del bloque independentista en Catalunya, que, en su estrategia del “procés”, ha antepuesto sus intereses partidistas y su propia hostilidad hacia el concepto de plurinacionalidad (en España y en Catalunya), al proyecto reformista del Estado, propuesto por UP (y acompañado por la propuesta de presupuesto más progresista para Catalunya y el resto de España). Su oposición ha impedido poder conjugar la justicia social con la plurinacionalidad, proyecto republicano español que hoy solo defiende UP. De ahí la gran necesidad de apoyar a tal formación política.

Espero que estas líneas ayuden a la gente joven de todas las edades a recuperar la historia de este país, añadiendo su voz a la de los que lucharon tanto para llegar donde estamos hoy. Es esencial que Unidas Podemos y sus confluencias aumenten su capacidad de influencia en nuestra sociedad. A pesar de los errores, que han sido muchos, continúa siendo el único instrumento válido motor del cambio en nuestro país.


martes, 9 de abril de 2019

Las mentiras y burradas económicas de Casado son incompatibles con la democracia.



Artículo de Juan López Torres publicado en nueva tribuna, con fecha 6 abril 2019.

Pablo Casado es un mentiroso y un tramposo que se inventa las cifras para engañar a los españoles
En un artículo anterior mencioné algunas de las mentiras recientes presidente del PP y, en concreto, las que tenían que ver con su propuesta de bajar o eliminar impuestos. Y otros economistas han hecho más o menos lo mismo.
Pero no sirve de nada. Pablo Casado es un mentiroso compulsivo, alguien a quien no le importa inventarse datos para tratar de descalificar a sus adversarios, a veces, llegando a decir auténticas burradas, como la que voy a comentar enseguida.
Hace unos días, hizo en Vitoria una serie de afirmaciones que son completamente falsas, sin relación alguna con la realidad.
Dice Casado que “la inversión ha caído un tercio en España, 13.000 millones menos de inversión internacional”. Pero Casado miente. Esos 13.000 millones son la diferencia entre el segundo y el tercer trimestre de este año, y esa cifra se debe a que en el segundo trimestre de 2018 se registró una entrada extraordinaria de inversión extranjera de más de 20.000 millones de euros, pues una sola empresa recibió más de 14.000 millones ella sola.
La verdad de la inversión extranjera es otra. Según los datos del Banco de España, su nivel ahora es el más alto desde 2008: la inversión extranjera directa aumentó desde los 6.700 millones registrados en 2017 hasta los 38.20 millones en 2018. La inversión extranjera de cartera ha caído desde los 60.400 millones hasta los 36.800 millones en ese periodo pero este tipo de inversión es la puramente financiera y más volátil.
Casado dice que “el índice de producción industrial se ha desplomado un 10%”. Pero Casado miente. En enero de 2019 (último mes del que hay datos) el índice de producción industrial había aumentado unos 2,4 puntos porcentuales respecto al año anterior. El índice general era del 105,313 en enero de 2018 y en enero de 2019 el 107,166, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Dice Casado que “el consumo de los hogares se ha desplomado un 37%”. Pero Casado miente y además dice una auténtica burrada, me refiero a que el consumo de los hogares en el cuarto trimestre de 2017 fue de 170.097 millones, y en el último trimestre de 2018 (según los últimos datos de la Contabilidad Nacional) 176.590 millones. 
Lo que ha dicho Casado sobre la caída del consumo de los hogares no es sólo una mentira sino una auténtica burrada porque tendría que darse una guerra o algo peor para que se diera una caída de esa magnitud.
Dice Casado que “el sector de la construcción ha caído un 25%”. Y Casado miente. El valor añadido bruto de este sector en el último trimestre de 2017 fue de 16.804 millones, en el segundo trimestre de 2018 de 17.604 millones y en el último de 2018 (últimos datos disponibles) de 18.390 millones. 
Dice Casado que “el consumo de bienes de equipo cayó un 2%”. Pero Casado miente. Sin saber a qué concepto se refiere exactamente no se puede verificar lo que dice, pero ese porcentaje del 2% sólo podría referirse (por aproximación) a la variación en la inversión en bienes intermedios (no exactamente bienes de equipo en su totalidad). La inversión en la totalidad de bienes de equipo ha caído un 1,7% en el último trimestre de 2018 pero ha aumentado un 4,8% en todo el año. 
Dice Casado que “cuando llegaba al gobierno el Partido Socialista se creaban en España 7900 empleos diarios y ahora se destruyen en España 6.800 empleos al día”. Y miente Casado porque manipula las cifras. Como ha demostrado Daniel Fuentes esos datos de Casado resultan de comparar los empleos que se crearon en un mes (mayo) que siempre es de mayor creación de empleo con la de otro mes (enero) que siempre es muy malo y tiene un día más.
Si se acude a la Encuesta de Población Activa se comprueba que en el IV trimestre de 2017 había 18,998 millones de personas ocupadas, en el segundo trimestre de 2018 19,344 millones y en el último de 2018 19,546 millones, es decir, 548.000 empleos más que hace un año.
Dice Casado refiriéndose a sus propias declaraciones que “aquí no hay trampa ni cartón”. Y Casado miente hasta en la retórica: Sí que hay trampa en sus palabras, en sus datos y en sus afirmaciones.
Pablo Casado es un mentiroso y un tramposo que se inventa las cifras para engañar a los españoles.
Me pregunto si una sociedad democrática y avanzada puede serlo realmente si permite que sus líderes actúen así. No estoy hablando de la opinión de Casado, que puede ser cualquiera y cuya expresión debe estar siempre garantizada, sea cual sea. No. Estoy hablando de mentiras, de un hecho objetivo consistente en dar como cierto lo que es manifiestamente falso con el evidente propósito de tergiversar así la conciencia y la opinión de millones de personas.
Yo creo que la democracia debe basarse en la deliberación y que ésta requiere la confianza, la información transparente y no manipulada para que no se altere la percepción real de las cosas, y la rendición de cuentas. Por eso creo que la mentira como sistema que practica Casado es incompatible con la democracia, que atenta contra ella y que habría que garantizar que la población conozca la falsedad que hay detrás de sus palabras. Pero no sólo en el momento electoral, cuando se supone que la ciudadanía “sanciona” o premia con su voto a los políticos, porque lo que precisamente persigue la mentira como estrategia es que a ese momento se llegue con un sesgo brutal del conocimiento que condicione el voto a favor de quién miente. Una sociedad avanzada como la nuestra en la que la información se transmite de modo tan decisivo y es tan determinante de todas las decisiones necesita garantizar el derecho a disponer de información veraz. Los juristas nos podrán decir cómo, pero me parece que la cuestión es ineludible y cada día más inaplazable.