Artículo de Pedro Montes, publicado en Crónica Popular con fecha 16 septiembre 2013.
La reforma de las pensiones está de nuevo en el ojo del huracán
de la política neoliberal del PP. Por
ser más preciso, habría que decir que la degradación
del sistema público de pensiones no ha
dejado de estar entre los objetivos de todos los gobiernos durante las últimas décadas, desde cuando allá a mediados de los años 80 el PSOE llevó a cabo la primera reforma. La prueba más concluyente es que teniendo las reformas un período de maduración medible por décadas, cada unos cuantos años,
se manifiesta la necesidad de emprender nuevos recortes, tomando siempre como
pretexto el sublime objetivo de
garantizar su futuro.
La reforma de las pensiones está de nuevo en el ojo del huracán
de la política neoliberal del PP. © La Moncloa Gobierno de España
Apenas dos años después de la última reforma, la que ejecutó el gobierno de
Zapatero con el beneplácito de las direcciones de los
dos sindicatos mayoritarios, ya se ha culminado la fase de preparación de la nueva reforma con él
casi “preceptivo” informe de los “expertos”, todo menos independientes, y el gobierno del PP, en su violenta política antisocial, ya
está a punto de legislar las
nuevas dentelladas que pretende dar a las pensiones.
Este es un asunto al que no puede ser ajeno ningún sector de la población, lo que debe tenerse en
cuenta a la hora de organizar la respuesta de la izquierda. Ya sean los jóvenes
sin trabajo y con escasas perspectivas de generar un derecho a pensión, los actuales pensionistas, que están viendo reducir el montante de sus prestaciones y él tiempo necesario para lograrlas -no cabe olvidar la
infame prolongación de la edad de jubilación a los 67 años de la última reforma del PSOE-, y, en fin, los actuales
pensionistas, a los que directamente se les pretende reducir de modo sistemático el poder adquisitivo de su prestación.
No hace falta recortarlas para garantizar su futuro
Sin entrar en los detalles y concreción de la nueva reforma, que será contundente, con los sindicatos entrando de nuevo a un
trapo del que sólo pueden salir engañados, cabe exponer dos verdades decisivas sobre el futuro de las pensiones, en
apariencia contradictorias pero que guardan una coherencia extrema si se enfoca
correctamente la cuestión.
Los recortadores de derechos siempre fundamentan sus propuestas en
que la relación trabajador/pensionista, esto es, el número de trabajadores activos por pensionista irá disminuyendo, tanto más cuanto que, con ese lamentable y desgraciado avance de la
esperanza de vida, los pensionistas tenderán a acumularse. Con este
sencillo esquema explicativo, les salen
todas las cuentas a los expertos oficiales para declarar, nada menos, la
quiebra a la Seguridad Social en el año que convenga y para proponer, por tanto, la
disminución necesaria de las
prestaciones si se quieren garantizar en el futuro.
No obstante, basta considerar no cuántos trabajadores activos tendrán que “mantener” a los pensionistas, sino cuánto
podrán producir los posibles
trabajadores activos para que el problema tenga otro cariz y las conclusiones
sean radicalmente distintas. Una economía creciendo moderadamente y
generando un modesto empleo para absorber a los millones de parados, con un
aumento también moderado de la productividad
de cada trabajador, cosa que garantiza el avance tecnológico, permitiría un crecimiento de la renta
del país que podría dedicar una porción de ella no
significativamente distinta de la actual para mantener sin recortar las
pensiones del futuro. Sería muy fácil demostrar con datos esta conclusión, como de hecho está demostrada, por no mencionar
que el gasto público en pensiones podría financiarse con ingresos no sólo provenientes de las cotizaciones sociales.
La primera verdad por consiguiente sobre las pensiones es que no es necesario
recortarlas para avalar su futuro. Se produce así
un choque de expertos contra expertos basado simplemente en la forma de
formular el problema. La ideología, como cabe pensar, desempeña un papel decisivo a la hora
de delimitar a los bandos.
La reforma de las pensiones es un asunto al que no puede
ser ajeno ningún sector de la población, lo que debe tenerse en cuenta a la hora de organizar la
respuesta de la izquierda
La segunda verdad tiene que ver con el futuro real de las
pensiones. Para los recortadores, su
objetivo esencial es acometer reformas que las reduzcan de modo inmediato; o
sea, justificar la ignominiosa, burda y cruel política
del PP. Si todo lo que pronostican fuera verdad y sus previsiones correctas, no
se explica, como se ha dicho, que cada poco tiempo revisen sus cálculos para ensombrecer el horizonte y proponer nuevos
recortes. No hay mucha seriedad en los expertos ni, por supuesto, ningún cientifismo en sus proposiciones.
Es necesaria otra política económica
Lo que sí lo que es verdad es que de aplicarse la política que ellos propugnan aisladamente para las pensiones, al margen de otras
cuestiones y sin encajar en una visión más general de la evolución económica, el futuro de las
pensiones corre un grave peligro. Otro recorte de las pensiones se inscribiría en la política de austeridad que se
viene aplicando para, según dicen, remontar la crisis.
Pero los resultados saltan a la vista y conforman una situación estremecedora: el país cada vez más empobrecido, con más marginación y paro, con un maltrecho estado del bienestar y sin
ninguna perspectiva de salir de la crisis,
por mucho que se empeñe el gobierno para consolarnos
y engañarnos. Así, pues, los recortadores no sólo
quieren empeorar las pensiones, algo que
como se ha visto afecta a toda la población y el comportamiento de gasto de las familias, sino
que ponen en grave amenaza el futuro del
sistema público.
Volver a disminuir las pensiones es amenazar su futuro,
mientras que la alternativa de defenderlas es la mejor y manera de luchar por
la supervivencia del sistema público
La segunda verdad, por consiguiente, es que es necesaria
otra política económica para no poner en peligro real el futuro de las pensiones.
Una política que rompa con el patrón de la austeridad y los recortes. No recortar las
pensiones es una forma de contribuir a disminuir ese peligro. De ese modo, se
puede afirmar que, aunque parezca paradójico, volver a disminuir las
pensiones es amenazar su futuro, mientras que la alternativa de defenderlas es
la mejor y manera de luchar por la supervivencia del Sistema público.
La coherencia de esta alternativa parece indiscutible, pero
no es menos cierto que en el fondo de ella subyace una cuestión fundamental: cómo afrontar la terrible crisis
económica, cómo resolverla. En este crucial tema debería haber una brecha no superable entre la derecha y la
izquierda, si bien lamentablemente la izquierda todavía no se ha aclarado. O por ser más preciso, parte de la izquierda sigue sin aclararse.
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