El fracaso (o pasokización) de la socialdemocracia en Europa y Estados Unidos es dramático, pero no era inevitable. El agotamiento del PSOE y la socialdemocracia española ha sido particularmente dramático, si se tiene en cuenta el papel fundamental que desempeñó durante la transición del franquismo a la democracia y su etapa de gobierno, durante la cual disfrutó de mayor apoyo popular que cualquier otra formación política española.
Sin embargo, el aspecto más dramático de la desaparición de la socialdemocracia en toda Europa es que ha derivado directamente en el desmoronamiento de la democracia. El desencanto con la democracia se ha alimentado con la creencia de que los políticos socialdemócratas no podrían proteger ni protegerían a las poblaciones de los efectos catastróficos de las leyes del mercado tras las crisis económicas de 2007-9. La clase política se mostró renuente a contener o abordar (a través de la regulación) el aumento constante, y posterior implosión, del excesivo endeudamiento privado creado por la banca y las instituciones financieras, que a su vez se empleó en una temeraria especulación inmobiliaria. En segundo lugar, tras el desplome económico causado por la crisis financiera, fracasaron al tratar de resolver el descomunal aumento del desempleo en España. En su lugar, los políticos se centraron inexorablemente en intentar “cuadrar el presupuesto”. Al centrarse en la deuda pública y no en la privada, se perjudicó a aquellos que no habían causado la crisis, porque en un vano intento de ajustar el presupuesto, los políticos empeoraron las ya degradadas condiciones de vida de sus propios seguidores.
Sin embargo, incluso antes de la crisis, los políticos socialdemócratas ya se habían resentido. Al renunciar progresivamente a la administración pública de los mercados privados respecto a asuntos financieros, laborales y comerciales, y al entregar el poder de estos mercados a organismos privados, los políticos socialdemócratas habían menoscabado su propia función en la economía. Al acceder a renunciar al apoyo de un banco central español respaldado con fondos públicos y, en su lugar, depender de un incomprensible Banco Central Europeo, los políticos españoles entregaron un gran poder. Debilitaron su propia administración e influencia. No es de extrañar que no tuvieran poder para proteger a la sociedad del inexorable y devastador impacto de los mercados durante la Gran Crisis Económica y posteriormente. Por el contrario, los políticos británicos y estadounidenses podían pedir ayuda a sus bancos centrales.
TRAS EL DESPLOME ECONÓMICO CAUSADO POR LA CRISIS FINANCIERA, FRACASARON AL TRATAR DE RESOLVER EL DESCOMUNAL AUMENTO DEL DESEMPLEO EN ESPAÑA
Naturalmente, los organismos privados se habían instalado en el vacío de poder creado por la Eurozona y asumieron el control. Hoy en día son los organismos privados los que gobiernan los mercados financieros en España y por toda Europa, no los organismos públicos.
Zapatero, los objetivos de déficit y por qué los presupuestos estatales no son como los presupuestos familiares
Actualmente existe un amplio consenso en que José Luis Rodríguez Zapatero, líder del PSOE en 2010, cometió una especie de harakiri cuando, con una agobiante tasa de desempleo juvenil del 40%, accedió a un objetivo de déficit presupuestario del 6%, congeló las pensiones y otras prestaciones, aumentó la edad de jubilación, recortó los sueldos de los funcionarios, impuso medidas de austeridad a las autonomías y “flexibilizó” la negociación colectiva.
Quizá el error más catastrófico fue la decisión de adoptar la “regla de oro” de estilo alemán concebida para incorporar políticas sobre déficits presupuestarios en la Constitución. En otras palabras, las políticas se convertirían en algo así como cemento: inalterables e inamovibles. Esta decisión refleja una interpretación muy deficiente de cómo funcionan las economías. A diferencia del “ordoliberalismo” de políticos reaccionarios como Wolfgang Schauble, las economías son “banquetes móviles”. Se levantan y caen, se expanden y contraen en función de una serie de factores. Las políticas económicas, por lo tanto, no pueden fijarse en cemento. No se pueden convertir en ley. Las políticas estatales han de poder responder a los vaivenes de la economía en general. Cuando la economía se calienta, y hay amenaza de inflación, deben adoptarse medidas para enfriarla. Cuando la economía se desploma, y hay amenaza de desempleo y deflación, la política debe responder para prevenir una quiebra económica prolongada.
La “regla de oro” enraizó la austeridad y con ella los continuos altos niveles de desempleo en la economía española. Previsiblemente, provocó una aplastante derrota del PSOE en 2011.
El endeudamiento estatal no es como el endeudamiento familiar
El señor Zapatero no estaba solo. En toda Europa e incluso en EE.UU., hay unanimidad entre los socialdemócratas, los responsables políticos y los principales economistas en que la “austeridad” o saneamiento fiscal es la respuesta a un aumento de la deuda pública causada por un fracaso económico privado. Sin embargo, la “austeridad” en época de crisis es una ideología especialmente retorcida, declamada por los intereses financieros, preocupados porque no haya suficiente dinero para sostener al sector privado si está “desbordado” por el sector público.
LA “AUSTERIDAD” EN ÉPOCA DE CRISIS ES UNA IDEOLOGÍA ESPECIALMENTE RETORCIDA, DECLAMADA POR LOS INTERESES FINANCIEROS, PREOCUPADOS PORQUE NO HAYA SUFICIENTE DINERO PARA SOSTENER AL SECTOR PRIVADO SI ESTÁ “DESBORDADO” POR EL SECTOR PÚBLICO
Se trata de una ideología basada en la microeconomía doméstica. La mayoría de los economistas actuales reciben formación principalmente como “microeconomistas” –con particular hincapié en la empresa, hogares e individuos. Emplean un razonamiento microeconómico que les permite llegar a conclusiones macroeconómicas para el conjunto de la economía. Pero el sentido común dicta que los gobiernos no son como los hogares. A diferencia de los hogares, los gobiernos obtienen ingresos de los contribuyentes –por ley. A diferencia de los hogares, y gracias al respaldo de los contribuyentes, los gobiernos pueden obtener financiación fácilmente pidiendo préstamos tanto a inversores nacionales como internacionales. La deuda pública, incluida la deuda española, es un bien o activo preciado y escaso, y hay una gran demanda por parte de millones de inversores de todo el mundo. La razón es que todos los gobiernos democráticos están respaldados por los contribuyentes –y por lo tanto, la amortización de la deuda pública está mucho más asegurada que la amortización de las deudas privadas.
La deuda pública es como un balancín
Para entender cómo y por qué sube o baja la deuda pública ayuda visualizar el balancín de un parque infantil. Cuando el sector privado se desploma y cae la recaudación fiscal, la deuda pública, al igual que un balancín, sube. ¿Por qué? Porque la quiebra del sector privado provoca el desplome de la recaudación fiscal, y en una economía democrática, un aumento de las prestaciones sociales. Cuando el sector privado se recupera, el desempleo y las prestaciones sociales caen, y la recaudación fiscal aumenta. Entonces, la deuda pública, al igual que un balancín, también cae.
De modo que la respuesta a un aumento de la deuda pública en una época de quiebra del sector privado, no es empeorar las condiciones recortando el gasto y la inversión en el sector público. Por el contrario, es vital que el gobierno pida prestado y gaste para impulsar el empleo y la actividad económica, que a su vez aumentará la recaudación fiscal, y también estimulará un sector privado debilitado.
El camino a seguir: comprender el poder de la administración pública
Para que los políticos socialdemócratas recuperen el poder y el apoyo de su electorado es necesario el rechazo absoluto de las políticas económicas de desregulación que dieron lugar a la Gran Crisis Económica. Por encima de todo, los socialdemócratas deben dejar de rendir pleitesía a los mercados financieros y deben comprometerse activa y públicamente a subordinar dichos mercados a la administración pública de la democracia reguladora de España.
LOS POLÍTICOS SIGUEN PERMITIENDO QUE LOS BANCOS AMENACEN LA ECONOMÍA GLOBAL CON OTRA CRISIS FINANCIERA GRAVE, A PESAR DE QUE HOY EN DÍA TODOS LOS BANCOS MUNDIALES EN LA PRÁCTICA SON BANCOS NACIONALIZADOS
Para lograrlo, los socialdemócratas debe recuperar y comprender el potencial de la administración pública respaldada por los contribuyentes. Los mercados financieros privados dependen en exceso de las instituciones públicas, como los bancos centrales y los gobiernos, para los rescates masivos, la EC (expansión cuantitativa), los préstamos a bajo coste y las constantes garantías respaldadas por los contribuyentes para evitar la quiebra de mercados. Al reconocer esta dependencia del sector privado sobre el sector público, los socialdemócratas deberían exigir reciprocidad: la aplicación de términos y condiciones más estrictas a cambio de la generosidad del sector público. Desde la crisis, el sector financiero privado no solo se ha beneficiado de los rescates y ayudas a la deuda privada por parte del sector público, sino que, de hecho, ha saqueado las arcas públicas y ha abandonado completamente la denominada teoría del “mercado libre”. Los bancos, las empresas de capital privado y otras entidades financieras han quedado “exentas de responsabilidades” y han retomado sus métodos especulativos antiguos y peligrosamente temerarios –esta vez respaldados por los contribuyentes. La mayoría siguen siendo “demasiado grandes para caer” y “demasiado grandes para encarcelarlos’.
Los políticos siguen permitiendo que los bancos amenacen la economía global con otra crisis financiera grave, a pesar de que hoy en día todos los bancos mundiales en la práctica son bancos nacionalizados. Sin la generosidad de los 500.000 millones de dólares de EC trimestrales (procedentes del BCE, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón) más unos intereses crediticios históricamente mínimos, respaldados por unas garantías estatales, habrían quebrado. Estos no son bancos pertenecientes al sector privado, batallando contra las llamadas leyes del mercado libre. Aún incluso con un generoso respaldo público, el sector bancario privado sigue sin otorgar préstamos a empresas de la economía española verdadera con tipos de interés sostenibles.
Este tipo de generosidad unilateral debe acabar. Ha llegado el momento de obligar a la banca española a que priorice los intereses de la economía española o a afrontar las pérdidas que se respaldaron con fondos públicos obtenidos de la hacienda española, el BCE y otros organismos públicos.
En segundo lugar, todas los bancos privados dependen de instituciones respaldadas por los contribuyentes, como el sistema judicial y de derecho penal, para el cumplimiento de contratos. ¿No ha llegado el momento de insistir en que estas instituciones financiadas por los contribuyentes no se puedan utilizar para el cumplimiento de contratos, a menos que los bancos privados contribuyan a restablecer la salud de la economía española?
Es mucho lo que se puede hacer para desafiar el aparentemente abrumador dominio del sector financiero privado. Pero antes, los socialdemócratas españoles deben reconocer y restablecer el poder de una democracia reguladora. Deben anteponer públicamente los intereses de su electorado por encima de los intereses del sector financiero privado. Deben prometer que van a restablecer la autoridad pública sobre los mercados privados en lo que concierne al capital, trabajo y comercio.
Solo de esta manera será posible recuperar la confianza de los ciudadanos, y con ella, el poder político.
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