El problema de fondo tiene su origen en
Alemania y los distintos diseños realizados, tras la ruptura de Breton Woods, a
medida del país teutón para evitar una apreciación continuada del marco alemán.
Artículo de Juan Laborda publicado en su blog en Vozpopuli el 17/8/2017
En el blog anterior empezamos a desmontar el hilarante panfleto de la
Comisión Europea sobre la Gran Recesión y su impacto en Europa. Estos pícaros y
bufones postmodernos daban por terminada, tras 10 años de dura crisis, la Gran
Recesión en Europa y en España. Dicen que “tomaron importantes decisiones para
contener la crisis, preservar la integridad del euro y evitar peores posibles
resultados” y que después de 10 años han logrado sus objetivos: “los bancos son
más fuertes, la inversión está aumentando y las finanzas públicas están en
mejor forma”. Tremendo cuando estamos en la antesala de la segunda ola de la
Gran Recesión.
En el trasfondo de todo está el diseño del Euro como problema
Ya detallamos los errores de los análisis y estudios que las autoridades
políticas, económicas y monetarias europeas del momento hicieron de la Gran
Recesión. Obviamente no tenían ni idea de la hipótesis de inestabilidad
financiera de Hyman Minsky, ni habían oído hablar de la Recesión de Balances de
Richard Koo. En lo relativo a nuestro país, estos estudios presentaban dos
clarísimas deficiencias. En primer lugar, hicieron un diagnóstico erróneo sobre
las razones que provocaron la crisis sistémica. En segundo lugar, y derivado de
lo anterior, las recetas ofrecidas no hicieron sino ahondar aún más el
empobrecimiento de nuestro país. Sin embargo, en el trasfondo de todo, está el
diseño del Euro como problema.
Al final, el diseño del Euro como problema
Desde el inicio de la crisis de la eurozona había soluciones más eficientes
y más justas. Estas eran ampliamente entendidas por los economistas y no eran
especialmente difíciles de implementar -al menos técnicamente (otra cosa es la
política)-. Había un camino alternativo, cancelación de deudas y mucha menos
austeridad. Pero este camino no fue tomado. La deuda (sobre todo privada) fue
utilizada como una excusa para apretar el orden económico neoliberal dentro de
un marco federalista conservador. La alternativa habría ayudado a preservar el
modelo social europeo y habría cambiado la agenda neoliberal. Y solo cuando
algunos gobiernos sumisos con las élites dominantes vieron peligrar su posición
en favor de fuerzas políticas emergentes se relajó la austeridad y se usó el
BCE para financiar la expansión de deuda soberana.
La Unión Monetaria Europea (UME) es en realidad un sistema defectuoso desde
sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner, 1970;
MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia fiscal
federal y de los peligros de dejar todo en manos de una Banco Central, como una
parte no constituyente del gobierno, y de establecer, en este contexto, unos
tipos de cambio fijos entre los estados miembros.
Al dar primacía a la posición monetarista sobre la inflación, Alemania se
convirtió en la autoridad monetaria de facto en Europa
El problema de fondo tiene su origen en Alemania y los distintos diseños
realizados, tras la ruptura de Breton Woods, a medida del país teutón para
evitar una apreciación continuada del marco alemán. Pero al final al dar
primacía a la posición monetarista sobre la inflación, Alemania se convirtió en
la autoridad monetaria de facto en Europa. La decisión de los Estados miembros
del Sistema Monetario Europeo de subyugar su propia independencia política
significó que el Bundesbank se convirtió en el banco central de la Comunidad
Económica Europea. Lo importante era que a medida que Europa avanzaba hacia la
creación de la zona euro, la inestabilidad monetaria era abundante y Alemania
estaba renunciando a sus acuerdos de comportarse simétricamente para
estabilizar el sistema.
Alemania no quiso generar déficits por cuenta corriente, tan necesarios
para la estabilidad del resto de países. En ese momento las otras naciones
europeas deberían haber detenido la creación de la Eurozona. Era obvio que
estas naciones no estaban aptas para compartir una moneda, ya que no podían
mantener ninguna estabilidad monetaria, excepto si se recurría a los controles
de capital.
El hecho de que Alemania continúe violando el Procedimiento de
Desequilibrio Macroeconómico, incorporado en los cambios del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento -que restringía los superávits en cuenta corriente al
6 por ciento del PIB-, es porque su tipo de cambio efectivo real sigue siendo
demasiado bajo. Si la zona euro se desintegrara, la nueva moneda teutona se
apreciaría entre un 15%-30% para reflejar su fortaleza comercial y permitir así
posiciones más competitivas para sus socios europeos. Pero aquí ni se enteran
de que va la fiesta, ni apenas presionan a favor de sus ciudadanos, adoptando
una postura de genuflexión y sumisión inaceptable.
Posibles soluciones
A partir de este análisis se plantean tres alternativas para buscar una
solución óptima para el conjunto de los países de la Eurozona. En primer lugar,
el establecimiento de una verdadera federación política y económica, pero a
fecha de hoy las grandes diferencias entre las naciones europeas lo hacen
altamente improbable. En una segunda alternativa, el BCE podría utilizar su capacidad
de emisión de moneda para financiar los déficits fiscales de los Estados
miembros para que pudieran fomentar el crecimiento y el empleo en sus economías
nacionales sin encontrarse con las restricciones que los mercados de bonos
privados ejercen en sus gastos. Sin embargo, se opone con contundencia Alemania
y la propia Comisión Europea. Pero sería una alternativa muy interesante.
Si nada cambia, deberíamos plantearnos una alternativa, en principio
considerada tabú por la mayoría de la ciudadanía, la opción de la salida del
euro
Bajo este escenario, si nada cambia, deberíamos plantearnos una
alternativa, en principio considerada tabú por la mayoría de la ciudadanía, la
opción de la salida del euro. Puede ser o bien mediante un desmantelamiento
ordenado de la moneda y una restauración de la soberanía monetaria individual
para cada nación, con el restablecimiento de su propio banco central, o bien
una salida unilateral de cada nación. La mejor opción para países como Italia,
España, Grecia o Portugal, si nada cambia, es la salida unilateral de la unión
monetaria mediante el restablecimiento de su propia soberanía económica y
política.
Este análisis es especialmente certero si analizamos el crecimiento
económico de España desde la segunda mitad de 2014, frágil y auto-programado
por las élites. Se permitió al ejecutivo del PP una expansión fiscal que
invalidaba la austeridad, y que produjo una recuperación del consumo público, y
por ende de la economía. Y además el BCE empezó, primero, a regar generosamente
a un sistema bancario español con problemas de fondo, facilitando una modesta
recuperación del flujo del crédito; y, posteriormente, a comprar deuda soberana
patria en mercado secundario hasta convertir al Banco de España en el principal
acreedor del Tesoro. Si alguien cuestionará el orden actual establecido,
automáticamente el Banco Central cerraría el grifo, se paralizaría el crédito,
no se podría refinanciar la deuda soberana, aumentaría la aversión al
riesgo y emergería con toda su fuerza la fragilidad de los balances bancarios y
la inestabilidad de nuestra economía. Por eso quizás hay que tener siempre
preparado un Plan B.
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