Artículo
de Fernando Lopez Agudin en Público con fecha 13/3/2018.
Parafraseando a Marx en su análisis sobre las
Cortes de Cádiz de 1812 –en la isla de León, ideas sin acción; en el resto de
España, acción sin ideas–, cabría describir de forma similar el Congreso de los
Diputados en este 2018: en la Carrera de San Jerónimo, ideas sin acción; en el
resto de España, acción sin ideas. Basta contrastar las movilizaciones de las
mujeres, pensionistas y parados con la retórica bizantina de casi todos los
parlamentarios, para llegar a la conclusión de que la España social poco
tiene que ver con la España política. Parece bastante evidente que
la primavera social en curso precede, paradójicamente, a todo un invierno
político en gestación avanzada. Cuanto más alto y claro se habla desde la
calle, más bajo y oscuro se habla desde la mayoría de los escaños.
En ese divorcio se mueve a sus anchas un
gallego como Rajoy. Tanto
que este escenario, repleto de rebeliones sociales, no lleva camino de ser su
epílogo sino, por el contrario, su nuevo prólogo en la Moncloa. La fuerza
relativa del PP no radica hoy mismo en su rapidez de acción o
audacia reflexiva – inexistentes en la Moncloa– sino en la vacilación
impotente, la lentitud, apatía e indecisión de sus adversarios ante la nueva
explosión social que acaba de estallar en la sociedad española. Rajoy,
mientras tanto, se limita a esperar con los brazos cruzados a ver pasar
el cadáver de una alternativa gubernamental al gobierno que viene presidiendo
desde hace siete años.
Efectivamente, no hay alternativa al Gobierno
de Rajoy, ni se la espera. La mejor carta de la baraja política la maneja hoy día el
PP, en la misma medida que el abanico de críticas políticas no termina nunca de
cerrarse en un claro programa común alternativo. Tan dudosos son los méritos
parlamentarios de la mayoría opositora como indiscutibles su defectos
políticos. Aunque, muy probablemente, esta alergia a una moción de censura,
debe guardar una cierta relación con la idea de que comparten con Rajoy la
representación política de los intereses alemanes. Pues, ¿ qué les
preocupa más, el gobierno de Rajoy o un gobierno progresista que preste
oído a las demandas sociales?
Basta ver como Albert Rivera pierde
fuelle justo hoy, cuando podía rematar a Rajoy, habiendo ocupado la calle
junto a las mujeres y a los pensionistas. Ni lo uno, ni lo otro. Ni lazo lila,
como el que portaba inteligentemente Rajoy, ni subida de las pensiones, sobre
las que guardan un significativo silencio sus amigos financieros. En menos de
una semana, Ciudadanos, muy crecido volteando la rojigualda, ha retrocedido
bastantes pasos atrás en su rápido camino a la Moncloa. Empieza ya a
descender del entusiasmo al afecto, del afecto a la consideración, de la
consideración a la indiferencia y, como se descuide, puede pasar de la
indiferencia al desprecio. Su idea de patria es justo la contraria de la
de los patriotas que ocupan hoy las calles.
Mucho peor es lo de Sánchez. Sin reconciliarse
con los enemigos que le defenestraron, ha ido enajenándose poco a poco a los amigos que le
votaron en las primarias. Falto de valor para romper las trabas del aparato, ha
quedado tan despojado de autoridad que no se atreve ni siquiera a recoger en
una moción de censura la movilización que agita hoy a las calles
españolas. Aunque, ciertamente, si quisiera, no podría porque el SPD alemán es
algo más que un partido hermano. Nunca mejor que ahora para comprobar como no
se sitúa a la derecha o a la izquierda; el PSOE se sitúa en Alemania. Pese a la
muy amplia derrota electoral del socialismo germano, los poderosos
intereses a los que sirve, imponen, una vez más, el apoyo a la Merkel.
Alemania apoya a su profeta Rajoy. Igual que la crisis griega frenó lo
que parecía el avance imparable de Podemos en aquella primavera de 2016, la
crisis italiana de 2018 contribuirá a consolidar a Rajoy en la Moncloa,
salvo algún imprevisto imprevisible. Ya se puede ver en lo político, con la
parálisis del PSOE, ya se verá en lo económico, cuando Berlín llegue incluso a
permitir al Gobierno del PP algunas alegrías con el déficit público. Solo
faltaba la inquietud ante el in crescendo de la movilización social, ese temor
a que en otros países europeos se contagien de este mal hispano, para apoyar
absolutamente a Rajoy en su tentativa de derivar esta primavera social de hoy
en el invierno político de mañana.
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