España
sí que tiene futuro, pero pasa por una reforma que establezca la separación de
poderes, el control sobre el poder político, y la igualdad de acceso al sistema
de todos los ciudadanos, de manera que el ascensor social funcione.
Publicado
por Juan Laborda en Vozpopuli con fecha 24/4/2018.
España atraviesa una profunda degradación política, económica, social, y,
en el trasfondo de todo, moral. La última felonía, difundida por ciertos medios
acólitos, la creencia de que España habría superado en renta per cápita a
Italia. ¡No! Y ustedes saben bien el porqué: un PIB sobreestimado entre un 17%
y 18%. El sistema está agotado. Ya no valen maquillajes encaminados a asear el
Régimen, véase operación Ciudadanos, para que, dando la impresión de que algo
cambia, todo quede igual. El futuro está en nuestras manos y pasa
ineludiblemente por asumir nuestras obligaciones como ciudadanía, presionando y
avanzando hacia un sistema donde la libertad e igualdad de acceso sean sus rasgos
distintivos.
Todos nuestros problemas como país -salarios míseros, pensiones, baja
población ocupada, futuro lúgubre de nuestros jóvenes, desigualdad creciente,
impuestos desorbitados, desconfianza en la clase política, descentralización
fallida del Estado, corrupción…- responden a una pregunta clave, ¿cómo
se gobierna España? Permítanme para ello recomendar dos libros
fundamentales, básicos, desde dos ópticas distintas, pero plenamente
convergentes en el análisis del problema. Por un lado, “Catarsis” de Javier
Benegas y Juan Manuel Blanco, publicado por la editorial
Foca, y cuya aproximación se hace desde una óptica liberal. Por otro, el libro
de Andrés Villena, desde el 15M, “¿Cómo se gobierna España?”,
resumen divulgativo excepcional de la tesis doctoral del autor, publicado por
la editorial Comares.
¿Cómo se gobierna España?
Benegas y Blanco en “Catarsis” detallan cómo el hedor que transpira desde
las cloacas del Régimen del 78 es insoportable, nauseabundo. Nuestra democracia
es de muy baja calidad, regida por un sistema de acceso restringido dominado
por los privilegios, la corrupción, el caciquismo, el intercambio de favores y
las barreras a la participación. El libro está lleno de anécdotas que,
partiendo de una excepcionalidad, se han convertido en la norma.
Villena en “¿Cómo se Gobierna España?” demuestra, usando modelos de
ecuaciones estructurales, que los gobiernos patrios son redes partidistas
copadas por sectores de influencia política, parlamentaria, autonómica,
empresarial y universitaria. Como consecuencia España acaba siendo gobernada
a golpe de puerta giratoria bajo la presencia de algunos grupos de
poder no elegidos por los ciudadanos. En definitiva, la gestión del poder recae
en grupos afines no controlados por los ciudadanos, núcleo político, donde las
puertas giratorias son el rasgo distintivo.
Vamos camino de convertirnos en un país de camareros y crupieres, salarios
bajos, endeudado hasta las cejas y con una democracia de muy baja calidad
Este análisis podría complementarse con otra idea fundamental para entender
nuestro devenir, y que ha marcado el futuro de nuestro país. ¿Cuál ha sido el
papel asignado a España dentro de la Unión Europea, y asumido y jadeado por
nuestras élites políticas y económicas? Como consecuencia del papel que nos
asignaron, España no sólo ha ido perdiendo paulatinamente peso e influencia en
la esfera internacional. La cuestión es que además hoy carecemos de
unas élites, políticas y económicas, medianamente preparadas para
defender con uñas y dientes el bienestar y el futuro de sus conciudadanos.
Nuestro problema, en definitiva, es la mediocridad de quienes nos dirigen.
Jamás habíamos caído tan bajo. El resultado, la falta de un relato de pasión e
ilusión en la defensa de los intereses de nuestros conciudadanos.
Nuestro declive dentro de Europa
Si echamos la vista atrás, el origen de los problemas actuales se remonta a
mediados de los 80, justo con la entrada en vigor del Tratado de Adhesión a la
Comunidad Europea, cuando las élites patrias cedieron ante las del norte y
centro de Europa. Asumieron sin más una reconversión industrial y una
liberalización y apertura de nuestros mercados de bienes y servicios, que
unidos a la libre movilidad de capitales, acabó siendo absolutamente nefasto
para nuestro devenir futuro. El papel que nos “asignaron” implicaba una
desindustrialización masiva, una tercerización de la economía y una
bancarización excesiva.
El problema se agudizó cuando el Banco Central Europeo, allá por 2002,
implementó una política monetaria excesivamente expansiva, con el objetivo
último estimular la economía teutona para que Alemania no tuviera que expandir
su crecimiento vía política fiscal. Ello aceleró e infló hasta límites
insospechados la burbuja inmobiliaria patria. Pero no contentos con tanto dislate,
nos dieron doble ración de cicuta, ya que los pasivos bancarios garantizados se
acabaron convirtiendo en deuda pública, impidiendo una restructuración privada
de la deuda a costa de acreedores, básicamente foráneos.
Pese a nuestras élites España es emprendedora, con un tejido exportador
empresarial excepcional que, desde 1994, no deja de aumentar sus ventas por el
mundo, tanto a nivel intensivo como extensivo
En definitiva, y derivado de lo que describen Benegas, Blanco y Villena,
nos hemos convertido en un país de camareros y crupieres, salarios bajos,
endeudado hasta las cejas, sin futuro. Eso sí, nuestras élites patrias,
profundamente rentistas, bajo una amalgama de normas y regulaciones destinadas
a favorecer a las grandes empresas amigas, están forradas, sin aportarnos
absolutamente nada. Y todo ello bajo la mirada atenta de unos medios de
comunicación aduladores del poder, y desleales con sus conciudadanos.
España tiene futuro
Aunque cada día que pasa es más complicado, España sí que tiene futuro. Pasa
irremediablemente por una reforma que establezca la separación de poderes, el
control sobre el poder político, y que se garantice la igualdad de acceso al
sistema de todos los ciudadanos españoles, de manera que el ascensor social
funcione. Porque a fecha de hoy no somos iguales ante la ley. Las élites
obtienen descaradamente un trato de favor desde todos los poderes del
Estado. Es necesario, en definitiva, una profunda regeneración de la vida
pública que devuelva la capacidad de decisión a los ciudadanos y a la sociedad
civil, y orille sin miramientos a todos aquellos que han secuestrado nuestra
democracia.
Cuando ello ocurra, nuestros problemas económicos y sociales se irán
desinflando porque, pese a nuestras élites, y, paradójicamente, España es
emprendedora, con un tejido exportador empresarial excepcional que, desde 1994,
no deja de aumentar sus ventas por el mundo tanto a nivel intensivo como
extensivo. Y todo ello a pesar de un sistema impositivo, unas normas y
regulaciones que favorecen al Ibex 35, profundamente rentista, y que apenas
genera valor añadido en nuestra querida España. Pero para ello, hoy y ahora los
españoles tenemos unas obligaciones, luchar por garantizar la libertad y una
igualdad de acceso que unos pocos nos han hurtado. De nosotros depende.
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