La economía global está en una situación
similar a 2007-2008. Occidente solo sabe crecer vía inflaciones de activos,
alimentados por una deuda total que no para de crecer; la inversión productiva
ni está ni se la espera
Artículo del economista Juan Laborda publicado en Vozpopuli de fecha
31/7/2018.
¡Qué corta es la memoria! ¡Qué rápido se olvidan las cosas! Pelillos a la
mar. Después de la Gran Recesión muchos economistas, situados en la ortodoxia
académica, permanecieron calladitos, no les quedaba otra, incluso parecía que
iniciaban un acto de contrición. No olieron la que se nos avecinaba en el
2007-2008. Y ahora no son capaces de percibir ese tufillo nauseabundo que ya
empieza a alertarnos de la segunda fase de la Gran Recesión. ¡Basta ya! Sin
embargo, ya no vale solo la crítica, es necesario dar un paso adelante y
presentar una alternativa creíble a ese sistema de gobernanza fallido llamado
Neoliberalismo.
Aún recuerdo el artículo publicado por el economista postkeynesiano Steve Keen “The WHO warns of outbreak of virulent
new ‘Economic Reality’ virus”, publicado en la Review of Keynesian Economics. Irónico, hilarante, impactante, el
actual responsable de la Escuela de Economía, Historia y Política de la
Kingston University destrozó inmisericordemente las bases y falsedades de la
economía dominante, ésa que rige las políticas económicas de medio mundo. Para
ello empleó ironía de la fina. El argumento de Keen era muy original: “Un nuevo
virus, conocido como Realidad, ha comenzado a
afligir a los economistas de la corriente principal, haciéndoles rechazar los
argumentos que solían utilizar para justificar sus modelos. No existe una cura
conocida para el virus, y la completa evitación de la Realidad es la única estrategia eficaz para prevenir la infección”. Y fue la
estrategia seguida. Ahí los tienen, inalterables al desaliento, publicando
libros y artículos hasta el siguiente rebrote del virus “Realidad”.
Un frágil sistema bancario mundial
La economía global se encuentra en una situación similar a 2007-2008.
Occidente solo sabe crecer vía inflaciones de activos, alimentada por una deuda
total que no para de crecer; la inversión productiva ni está ni se la espera;
los salarios no aumentan; la productividad de los factores no mejora; el
sistema bancario mundial es profundamente frágil; y la inestabilidad financiera
elevada. Como resultado, se ha producido un aumento de la pobreza y el mayor proceso de acumulación y adquisición
de riquezas por todo el globo en favor de unos pocos.
Hemos llegado hasta aquí como consecuencia de la implementación de un
sistema de gobernanza económico que hoy se encuentra completamente roto, el
neoliberalismo. La solución óptima pasa por revertir cada una de sus políticas
económicas significativas. Me remito a esa pieza exquisita del gran James Montier, en colaboración con Philip Pilkington, de la Kingston University, “The Deep Causes of Secular Stagnation
and the Rise of Populism”.
Es necesario que los impuestos se establezcan sobre las ventas, los gastos
de personal o las inversiones en inmovilizado material"
La pregunta es cómo. Sin duda pasa por la consecución, con los instrumentos
adecuados, de dos objetivos últimos, el pleno empleo y un nuevo sistema fiscal que castigue a los rentistas de nuevo cuño y
obligue a las grandes corporaciones a pagar unos impuestos mínimos.
En primer lugar, debemos recuperar el objetivo de pleno empleo, asumido durante la edad de oro del capitalismo y abandonado a su suerte
tras la puesta en marcha de la agenda neoliberal (Consenso de Washington). Para
ello es fundamental entender el concepto de soberanía monetaria, la base de la
Teoría Monetaria Moderna, detrás de la cual se encuentran economistas
postkeynesianos estadounidenses, británicos, australianos, nórdicos, españoles,
italianos… Y el instrumento básico vinculado a la Teoría Monetaria Moderna es
el trabajo garantizado (0% desempleo). Es la propuesta estrella del
senador Bernie Sanders que esperemos se
convierta en el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos. Desde
estas líneas hemos comentado las bases hasta la saciedad. Simplemente recordar
que, bajo soberanía monetaria, con tipos de cambio flexibles, ya no es
necesaria la maquinaria institucional creada para la emisión de bonos soberanos
en los mercados privados. Las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse
en garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos
niveles de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen
que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden
quedarse sin dinero. El día que toda la maquinaria privada creada para emitir
deuda soberana innecesaria, pero muy útil para repudiar el papel del gasto
público y de la política fiscal, sea derribada, mejoraremos todos, familias,
empresas, y hasta los mismos bancos.
Como segundo objetivo es necesario diseñar un sistema impositivo que bajo el principio de equidad redistribuya la
riqueza de los más acaudalados a los más pobres sin castigar la actividad
productiva. En definitiva, la creación de riqueza. Digámoslo claramente: ya no
se pueden subir más los impuestos ni al factor trabajo ni a las pequeñas y
medianas empresas. Pero para ello hay que tener una férrea voluntad política
para conseguir dos objetivos. Primero desincentivar lo que en su momento
denominamos buscadores de renta. La solución ya fue ideada hace más de 100 años
por un economista de San Francisco, Henry George. Se trata de
establecer un impuesto sobre el valor de la tierra. De ello ya hemos hablado
largo y tendido.
La solución pasa por el pleno empleo y un nuevo sistema fiscal que obligue
a las grandes corporaciones a pagar unos impuestos mínimos"
Como segundo objetivo es necesario introducir un impuesto mínimo para las
grandes empresas, apoyando e impulsando el proyecto de Directiva Accis. Hay que recuperar ya, y con carácter de mínimos, la capacidad
recaudatoria de un tributo que se ha visto afectada por las maniobras de los
grupos multinacionales encaminadas a situar artificialmente sus beneficios en
países de baja tributación, utilizando los llamados precios de transferencia y,
con más frecuencia de la que sería deseable, por operaciones entre las
sociedades del grupo empresarial realizadas con fines de ahorro fiscal.
Las multinacionales deben pagar sus
impuestos en los países donde obtienen los beneficios, siendo necesarias además
una serie de actuaciones inspectoras y modificaciones legales que impidan la
planificación fiscal agresiva en las operaciones interiores de los grupos
empresariales. Para evitar estas maniobras, siguiendo las propuestas del
economista Gabriel Zucman, autor de esa joya
titulada “La Riqueza Oculta de las Naciones”, es necesario que los
impuestos se establezcan sobre las ventas, los gastos de personal o las
inversiones en inmovilizado material. De esta forma no se jugarían con los
intangibles y los precios de transferencia.
Si se consiguieran estos dos objetivos habría un margen amplio para bajar
los impuestos al factor trabajo, al factor capital, y, sobre todo,
permitiría reducir de manera ostensible ese impuesto tan injusto que se ceba
especialmente sobre los más débiles, el IVA.
Se tratan de unas propuestas iniciales muy claras, apoyadas por una
evidencia académica creciente, pero a fecha de hoy consideradas por el
establishment como tabúes. El problema es que las políticas recomendadas por
esas élites además de ineficientes son distópicas. ¿Hasta cuándo?
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