Artículo
de Pedro Luis Angosto en nuevatribuna.es de fecha 14/5/2018.
Pienso que
hay que estar muy ciego, tener una capacidad desmesurada para el autoengaño o
ser de un egoísmo irracional inconcebible para votar al Partido Popular o su
alma gemela Ciudadanos. El primer partido ha incumplido todas las leyes de la
democracia de modo sistemático, infringiendo durísimos golpes al Código
Penal y los mínimos postulados de ética política. Todos sabemos que es un
partido de origen franquista que demuestra día a día su fidelidad al ideario
del dictador impidiendo que se le condene en el Parlamento, poniendo obstáculos
de toda clase al cambio de nombres de las calles que homenajean a los bárbaros
o haciendo todo lo posible para que los miles de españoles que yacen en las
cunetas y las tapias de los cementerios sigan allí por los siglos de los
siglos, hasta que la memoria se haya evaporado por el paso del tiempo.
Votar a un
partido con esos orígenes y ese comportamiento, a un partido que ha hipotecado
el futuro de las pensiones, que hace leyes para que encarcelen a raperos y
tuiteros, que ha malbaratado los salarios de los españoles mientras los
beneficios empresariales crecen de modo desorbitado, que ha puesto un impuesto
al sol y está destrozando la Sanidad y la Educación publicas, es lo más
parecido al suicidio que puede hacer un individuo y un país. Por su parte, el
partido de Alberto Rivera, con una notabilísima componente financiera en sus
entrañas, es como una pompa de jabón, algo que surgió para contestar al
independentismo catalán y que ha aprovechado ese fuelle para implantarse en
todo el país como relevo natural del partido franquista.
De las
bocas de sus dirigentes, muchos de ellos de un pasado falangista indisimulado,
han salido propuestas tan fabulosas como que los trabajadores que dejen una
empresa deban indemnizar al empresario. Su nacionalismo exacerbado, que no es
otra cosa que la otra cara de los nacionalismos periféricos, puede engañar a
mucha gente que se quiera dejar engañar, pero tras él se esconde su verdadera
razón de ser, que no es otra que la privatización total de los servicios
públicos y de las estructuras de lo que queda del Estado del Bienestar.
Un
gobierno PP-Ciudadanos, que según dicen las encuestas será el próximo,
terminará -tal como dice The New York Times, que no es un diario comunista- por
sacar a España de la comunidad de países democráticos, tomando el camino que
lleva directamente hacia el autoritarismo neoliberal que tan bien impuso
Estados Unidos en países como Chile tras dinamitar al Gobierno legítimo del Dr.
Allende.
La prensa
convencional intenta presentar a Alberto Rivera como el Macron español, como si
parecerse al mandatario francés que ha sacado toda la artillería estatal contra
los derechos de los trabajadores fuese un mérito o algo digno de imitar. Es la
misma prensa que sin ningún rubor nos oculta a diario las manifestaciones,
huelgas y enfrentamientos callejeros que ahora mismo tienen a Francia
paralizada.
Europa no
va por buen camino, los movimientos xenófobos, contrarios a los derechos
humanos y a la fraternidad entre personas y pueblos, han abierto la ruta que
nos lleva directamente a un periodo muy parecido al de entreguerras del siglo
XX, un periodo que todos sabemos lo que se llevó por delante. Europa se siente
débil, atacada en sus fronteras por personas a las que Europa y Estados Unidos
saquearon y saquean. Su debilidad y el miedo al otro ha hecho que pierda
cualquier sentimiento generoso, utópico, colectivo, poniendo en riesgo de
desaparición aquellos valores humanistas que nacieron en ella y fueron la base
fundamental de la democracia, la libertad y la justicia social, llegando hasta
el extremo en su cinismo cruel de convertir el Mare Nostrum en una inmensa fosa
común de pobres.
El nacionalismo
es el principal enemigo del progreso de la Humanidad, nos hace pequeños,
egoístas, cerriles, crueles, irracionales y ensimismados, pese a ello y al
inmenso reguero de muerte y destrucción que su predominio político ha
ocasionado en Europa a lo largo de la historia, vuelve a ser la ideología
hegemónica y eso -pese a que a uno le gustaría ser optimista- ya sabemos dónde
acaba.
En
Catalunya, debido a los desprecios del Partido Popular, ha surgido un
movimiento romántico-racista que ha terminado de rizar el rizo al nombrar
President de la Generalitat a un xenófobo católico. El territorio más rico de
la Península ha optado por la ultraderecha como ideal político. Torra, como
editor que es, debe ser persona culta, pero culta a su estilo, leyendo aquello que
refuerza sus convicciones arcaicas y dejando de lado todo lo que las pone en
entredicho.
En su loco
devenir, ha participado en homenajes tan disparatados como el que hace unos
años se rindió a los hermanos Badía, miembros de Esquerra Republicana de Catalunya
que bajo las órdenes de Dencàs mataron y torturaron a cientos de obreros en la
Barcelona de los años veinte y treinta. Josep y Miquel Badía murieron en abril
de 1936 en un atentado terrorista. Pero muertos los perros no se acabó la
rabia, sino que dejaron descendencia. Hijo predilecto de los Badía fue Pedro
Polo Borreguero, quien sintiéndose perseguido durante la guerra civil debido a
su criminal actuación junto a los hermanos Badía, huyó a Francia para enrolarse
en las filas fascistas -ideología por la que sus maestros y jefes habían
mostrado ferviente admiración-, convirtiéndose tras el final de la contienda en
uno de los principales torturadores de la Brigada Político Social de Barcelona,
con centro de operaciones en la Comisaría de la Vía Layetana y en las calles de
toda la ciudad.
Que un
President de la Generalitat, culto según dicen, sienta admiración por tales
individuos demuestra hasta que punto en Catalunya, en España y en Europa ha
prendido la locura.
En un
artículo escrito por en 2008 para el periódico El Singular
Digital -ahora llamado El Mon-, Torra decía: “Ahora
miras a tu país y vuelves a ver a las bestias hablar. Pero son de otro tipo.
Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana, sin embargo, que
saborean el odio. Un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza
con moho, contra todo lo que representa la lengua...”. Al más puro estilo de
Jiménez Losantos o Carlos Herrera, que tanto gustan a los votantes del PP y
Ciudadanos, se expresaba el nuevo President de la Generalitat.
Sí, ya sé,
todo el mundo puede y tiene el derecho a cambiar, pero esas declaraciones
racistas y fascistas nacen de los más profundo de las entrañas del Molt
Honorable, y eso no se cambia, eso se ha ido formando a través de una
figuración mitológica y milenarista de lo suyo y de los suyos y está en su adn
tanto como el odio irracional que desprenden sus terribles palabras.
En el
panorama político español hay tres personajes que amenazan nuestro futuro como
sociedad, como democracia y como individuos. Alberto Rivera, Mariano Rajoy y
Quim Torra son un peligro para toda democracia que se precie por su incapacidad
para el diálogo, la empatía, el progreso y la concordia. Sin embargo, no hay
que caer en el fatalismo, hay otras opciones y si nos queda el juicio
suficiente debemos poner todas nuestras fuerzas para que triunfen y nos libren
de una vez por todas de tanto oscurantismo destructor. Tampoco, conviene
olvidar, nunca, que Hitler llegó al poder por las urnas.
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