Artículo de Pedro Luis Angosto en nuevatribuna de fecha
18/6/2019.
En España,
o el Estado español nombre usado por quienes no saben o no quieren saber que es
un término absolutamente franquista, no existe una derecha democrática. Pudo haberlo
sido el CDS o
el Partido Reformista de Roca, pero el lastre
franquista pudo mucho más que esos intentos bien intencionados para articular
una derecha europea en el país en el que la derecha siempre ha sido troglodita.
Existen tres partidos fachas que provienen, como la Santísima Trinidad, de un
sólo Dios verdadero, el partido franquista que fundó Manuel Fraga hace ya
muchos años.
El origen, la evolución y la praxis del Partido Popular está
claro, no deja lugar a dudas. En todas las ocasiones en que se ha propuesto que
el Congreso condenase
el franquismo, se ha negado alegando cuestiones tan peregrinas como ridículas
al tratarse de uno de los mayores criminales de nuestra historia. Por otra
parte, la huella que ha dejado su paso por el poder no puede ser más triste ni
más dañina: Creación de la burbuja financiero-ladrillera que nos hizo descender
muchos puntos en calidad de vida, endeudándonos social e individualmente para
décadas; dilapidación de la Hucha de las pensiones, que a la llegada de Mariano Rajoy al poder
contaba con 67.000 millones de euros; corrupción en todos los niveles de la
vida pública al anteponer los intereses particulares a los generales que son el
fundamento y el objeto de toda acción política democrática; degradación de las
condiciones laborales de la mayoría de los trabajadores hasta llegar a un
extremo en que muchas personas trabajan durante jornadas interminables y no
pueden pagar los gastos corrientes; promulgación de leyes represivas que han
llevado a la cárcel a cientos de personas sólo por expresarse libremente o
actuar en piquetes de huelga, y, fomento de una política patriotera en la que
-como sucede en Cataluña-
las banderas, los desfiles y las vírgenes cuentan mucho más que las personas
que sufren, poniendo además en riesgo grave, de cara a un futuro muy próximo, a
todos los servicios públicos esenciales por falta de financiación adecuada con
el fin de privatizarlos y entregarlos al lucro insaciable de las grandes
corporaciones amigas.
En cuanto a Ciudadanos, su origen es otro. Independientemente de
que su actual jefe Albert Rivera hubiese
militado en Nuevas Generaciones del
Partido Popular, Ciudadanos nació
como una respuesta a la deriva independentista del nacionalismo catalán, y
aunque en su seno exista una corriente extremadamente derechista, que es la
encabezada por el propio Rivera y Arrimadas,
hay personas que siendo de derechas no pertenecen a la estirpe ultra, personas
tales como Luis Garicano o Francesc de Carreras, quienes, tal
vez, si se desprendiesen de quienes hoy mandan en ese partido, podrían intentar
construir esa derecha sin vínculos franquistas de que tan necesitado está el
país. Sin embargo, a día de hoy, Ciudadanos se ha suicidado. Al mostrarse como
partido fundamentalista, palmero del PP y no dejar dudas sobre su ideología por
un puñado de alcaldías, ese partido será succionado por el partido al que decía
quería desplazar y sustituir. De modo que ha perdido una ocasión de oro para
ocupar el hueco que queda entre la extrema derecha de Vox y el PP y el Partido Socialista. Ese era su
sitio, pero al permitir los gobiernos populares y pactar con Vox -ya está bien
de tomar a la gente por gilipollas, si tus números y los del PP no dan y para
gobernar necesitas a los de Abascal,
es que has pactado con ellos, lo llames como lo llames- ha renunciado a la
identidad propia que le podría haber deparado un futuro prometedor.
En cuanto a Vox, poco que decir. Su jefe fue amamantado
por Esperanza Aguirre en el
Partido Popular a base de mamandurrias muy bien pagadas con dinero público sin
que a día de hoy sepamos todavía a qué se dedicaba. Es la ultraderecha
franquista de toda la vida, rancia, casposa, irreflexiva, chulesca, medieval y
machirula. En cuanto sus antiguos jefes toquen arrebato, volverán a la casa
madre.
Hay en las tres derechas extremas españolas una cantidad tal de
puntos en común que su existencia sólo se justifica por la coyuntura: dado que
se sabía que muchos votantes del PP no volverían a confiar en él por la
corrupción, surgieron dos marcas blancas para ofrecer alternativas sin salirse
del programa único. En este caso, la división de la derecha ha cumplido con sus
objetivos permitiendo mantener el número de votos y salvar la cara al partido
de Fraga mientras se olvidan sus desaguisados, cosa de la que ya se encargaran
los medios afines que son casi todos.
Los tres partidos están a favor de bajar impuestos a los que más
tienen hasta dejar los servicios públicos en quiebra y sin posibilidad de
realizar las funciones para las que fueron creados; los tres rechazan el cambio
climático y son partidarios de continuar con el consumo a mansalva de energías
fósiles aunque España -la patria amada- se convierta en un desierto con
temperaturas muy por encima de las que puede soportar una persona; los tres
defienden un Estado confesional en el que el Erario siga
regalando a la Iglesia católica 12.000 millones de euros anuales pese a que la
tan cacareada Constitución diga
que España es un país aconfesional; los tres tienen un amor tan grande a la
bandera que se olvidan de que el 12,3 millones de españoles, en decir una
cuarta parte del total, viven en la pobreza más extrema o corren serio riesgo
de exclusión social. La complicidad con los grandes poderes financieros e
industriales, el uso vergonzoso de las puertas giratorias -la última Soraya Saenz de Santamaría que ha
fichado por Cuatrecases Abogados
por Dios y por España-, y el desprecio por todo aquello que construyeron los
españoles a lo largo del tiempo para mejorar la vida de todos y cada uno de
nosotros, son otras de las cualidades que unen a estos tres partidos ahora
temporalmente separados.
Por mucho que se empeñen
los medios de comunicación del sistema, en España no existe una derecha
democrática de corte europeo. Seguimos esperando a que aparezca, pero mientras
tanto, hemos de ser conscientes de que a día de hoy, los tres partidos
estatales de la derecha beben en las fuentes del franquismo, en la protección
de los privilegios de los más privilegiados, en el fomento de la desigualdad y
la ignorancia, en la justicia de clase y en la utilización de lo público para
fines privados.
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