El
sur, desde la creación del euro, ha estado financiando al norte de Europa. Y
nos la querrán meter otra vez doblada a costa de la covid-19
Artículo de Juan Laborda publicado en vozpopuli con fecha 14/5/2020.
Estoy harto de aguantar disquisiciones, consejos y recomendaciones
económicas y/o morales de quienes se atribuyen sentido común, sin duda el menos
común de los sentidos. Todo ello adornado con esa coletilla, tan “exigida” por
las redes del poder patrias, de responsabilidad de Estado. Quienes así se
autodenominan, se hacen llamar a su vez patrióticas, ésos que a la primera de
cambio venden su patria al mejor postor –nuestra historia está repleta de
ellos-. Es hilarante ver cómo aquellos que se llevaban las manos a la cabeza
ante las veleidades independentistas de Torra y su tropa,
muestren ahora una actitud de genuflexión, incluso avergonzados, adornada con
un sentimiento de inferioridad, ante los comentarios vertidos por Mark
Rutte o el otrora Jeroem Dijsselbloem, o la misma Ángela
Merkel.
Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asume
este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. A todos ellos
les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan
Como señalaba recientemente el economista Paul De Gruawe,
“todos y cada uno de estos políticos mantienen prejuicios antiespañoles,
antiitalianos y, en general, contra los países latinos y periféricos. Están
convencidos de que con su ahorro financian la fiesta española y el
desmadre italiano”. Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política
y mediática asume este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que
dicen. A todos ellos les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan. Es
exactamente lo contrario, el sur, desde la creación del euro, ha estado
financiando al norte de Europa. Y nos la querrán meter otra vez doblada a costa
de la covid-19.
Por eso es triste observar cómo nuestros políticos, desde la Gran
Recesión, no han sido siquiera capaces de utilizar la amplísima
bibliografía y estudios que corroboran mi afirmación. Por eso es triste leer en
nuestros medios de comunicación, especialmente cierta prensa castiza madrileña,
el inmenso plan de austeridad que nos espera a la vuelta de la esquina. Pero lo
más triste es corroborar como los intereses de clase se anteponen a nuestro
bienestar. Sinceramente, no me interesa nada y me importan un bledo las
opiniones de nuestros patriotas de hojalata. Pero sí que me importa la verdad,
y por ello exijo a nuestro gobierno que se atreva a tomar medidas audaces
encaminadas a proteger las rentas de las familias y Pymes españolas.
Si hemos sufrido una pandemia y un confinamiento extremo, ¿por qué vamos a
tener que apretarnos el cinturón y recortar nuestro Estado de bienestar?
¿Pero cuál es la paranoia de quienes así piensan? Hasta ahora la eurozona sólo
ofrece a España endeudarse con más o menos condiciones. Como señala Paul De
Grauwe, “No debemos aceptarlo. Debemos presionar para que utilicemos nuestra
soberanía monetaria como europeos y nuestra moneda común para evitar otra
recesión… Debemos proceder como el Reino Unido, donde el Banco de
Inglaterra simplemente da el dinero que necesita a su sociedad sin generarla.
Imprime dinero y con él cubre el gasto necesario que la pandemia le obliga a
realizar.” ¿Lo entienden patriotas de hojalata? ¿Lo entienden de una puñetera
vez? ¿O acaso también para ustedes los ingleses son unos peligrosos
social-comunistas? Pero desmontemos los mitos.
Problema de competitividad
Richard Koo, a mediados del 2012, publicó una excelente nota bajo el sugerente
título “The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of
Germany”. Léanla “patriotas de hojalata”. Según Koo el denominado “problema
de competitividad” de los países del sur de Europa fue consecuencia de una
política monetaria excesivamente expansiva del BCE allá por el 2002. Ésta tenía
como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no
tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo el impacto
sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de
balances. Por el contrario aceleró e infló hasta límites insospechados
las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó
las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados
por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron
los países europeos del sur. El problema de competitividad en 2007 solo era
atribuible al límite del 3% del Tratado sobre el déficit fiscal.
Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de
mutualización de las deudas dentro de Europa
Sin embargo, el problema de fondo de la Unión Europea es
más profundo, desde sus orígenes se hizo a medida de Alemania. Por un lado, la
entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de sus élites,
acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado para el
libre mercado (véanse los análisis del profesor Ha-Joon Chang sobre
los mitos del capitalismo contemporáneo). Pero no solo eso. Alemania a fecha de
hoy sigue sin querer reducir sus superávits por cuenta corriente mediante
políticas que faciliten un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiso asumir
las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Éstos
canalizaron el ahorro de los alemanes hacia actividades y activos sin llevar a
cabo el correspondiente análisis de riesgos, obligando a españoles e
irlandeses, por ejemplo, a rescatarles mediante la socialización de las
pérdidas bancarias. Y encima, para rematar, Alemania sigue sin asumir una
unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de
Europa y la imposición en los mecanismos de resolución en los rescates
bancarios a costa de acreedores y no de contribuyentes.
El euro, en definitiva, y frente a lo generalmente asumido, en realidad ha
supuesto, al final, un subsidio del sur de Europa a Alemania, al transformarse
en una mera relación acreedor-deudor. Ello fue corroborado en 2019 en un
artículo de investigación, “20 years of the Euro: Winners and losers”,
realizado por economistas adscritos al “think-tank” alemán Centre for European
Policy. Mediante un original procedimiento cuantitativo, método de control
sintético, destinado a la evaluación del impacto de políticas pública, los
autores formularon y respondieron a la siguiente: ¿Cuál sería el PIB
per cápita de un país específico de la zona Euro si ese país no
hubiera introducido el euro? Los resultados obtenidos muestran que Alemania es,
con mucho, el país que más ha ganado con la introducción del euro: casi 1,9
billones de euros entre 1999 y 2017. Esto equivale a unos 23.000 euros
por habitante. Por lo demás, sólo los Países Bajos han obtenido beneficios
sustanciales de la introducción del euro. Por el contrario, ha desangrado a los
países del sur de Europa, especialmente a Italia, Francia, y Portugal, y, en
menor medida, a Bélgica y España.
Dejen de decir tonterías
La Unión Monetaria Europea (UME) es un sistema defectuoso
desde sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner,
1970; MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia
fiscal federal y de los peligros de dejar todo en manos de un Banco Central,
como una parte no constituyente del Gobierno, y de establecer, en este
contexto, unos tipos de cambio fijos entre los estados miembros.
Existen alternativas para solucionar el caos actual, que quedó puesto de
manifiesto en los errores clamorosos de gestión pública durante la Gran
Recesión (bail-out del sistema bancario que transformó innecesariamente una
ingente deuda privada en pública). En primer lugar, el establecimiento de una
verdadera federación política y económica, pero las grandes diferencias entre
las naciones europeas lo hacen altamente improbable. El último episodio, la
vergonzosa injerencia del Tribunal Constitucional alemán, y el
rechazo a mutualizar deuda. En una segunda alternativa, el BCE podría utilizar
su capacidad de emisión de moneda para financiar los déficits
fiscales de los Estados miembros para que pudieran fomentar el crecimiento y el
empleo en sus economías nacionales sin encontrarse con las restricciones que
los mercados de bonos privados ejercen en sus gastos. El BCE ha dejado abierto
un mecanismo parecido, aunque más tortuoso, el Programa de Compra de
Bonos por la pandemia sin condiciones. Utilicémoslo. Y si bajo algún
pretexto se nos imposibilitara esta solución, ya solo nos quedauna alternativa,
la opción de la salida del euro. El órdago, llegado el caso, habrá que
lanzarlo. ¿Se imaginan ustedes a quien exportarán Alemania y Holanda con un
tipo de cambio apreciado un 40%? ¡Ni al vecino de la esquina de enfrente!
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