Artículo de Juan Laborda, publicado en su blog Vozpopuli con
fecha 2/4/2017.
En el banco malo no
se incluyeron ni préstamos o créditos a particulares, PYMES, Administraciones
Públicas o participadas. No se limpió, de una vez por todas, toda la porquería
de nuestro sistema bancario. Y de aquellos barros, un sistema bancario
cuasi-zombi.
España, ejemplo de Totalitarismo
Invertido, país con miedo y sin futuro. La penúltima gota, ese pozo sin fondo
que succiona a velocidad de vértigo el dinero de todos los españoles. Nos
referimos a la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la
Reestructuración Bancaria (Sareb), el banco malo, que registró en 2016, por
enésima vez, pérdidas adicionales por valor de 663 millones de euros. La razón,
“los altos costes vinculados al mantenimiento de la cartera y la venta de
activos en minusvalías”. Parafraseando al novelista, en un lugar de nuestra
querida España, de cuyo nombre no quiero acordarme, alguien demasiado listo
pronosticó que la SAREB llegaría a dar una rentabilidad del 14%. ¡Y sigue en su
puesto!
España, capitalismo de amiguetes.
Fueron intereses privados y espurios, con la complicidad del poder político de
turno, quienes guiaron el diagnóstico de la salud de nuestro sistema
financiero, y las recetas para revivirlo. De ahí viene todo, desde el fiasco de
la intervención las cajas de ahorro, hasta el diseño de instrumentos como la
SAREB. No permitieron que los funcionarios públicos del regulador hicieran el
diagnostico de cómo se encontraba el enfermo, nuestro sistema bancario. Tampoco
permitieron que se ejecutaran las recetas correctas, la nacionalización de las
entidades insolventes, previo corte de pelo de sus acreedores.
Los grandes banqueros presionaron
y presionaron. Los teléfonos de la oficina económica del presidente del
gobierno echaban humo por aquellos días. No querían un banco malo “a la sueca”,
y mucho menos la implantación del modelo bancario sueco. Solo aspiraban a
quedarse con las entidades intervenidas a precio de ganga y que los españolitos
de turno les sufragaran casi gratis los activos tóxicos de dichas entidades y
si me apuras de las suyas.
Se protegieron intereses espurios
El Ministro de Economía, Luis de
Guindos, en la conferencia de prensa del viernes 31 de agosto de 2012, afirmó,
sin despeinarse, que "la empresa de gestión de activos debía ser viable y
no generar pérdidas y al final no debía tener ningún impacto sobre el
contribuyente". Esta afirmación simple y llanamente era falsa porque ambos
objetivos eran incompatibles, como ha acabado demostrado la realidad de los
hechos. El gobierno tenía que elegir entre sobre pagar por la compra de los
activos tóxicos, sin tocar a los acreedores extranjeros, en cuyo caso la fiesta
la acabarían pagando los contribuyentes patrios. O, alternativamente, proteger
a los ciudadanos españoles, infra pagando en la compra de dichos activos
podridos, siendo la gerencia, los propietarios y los acreedores extranjeros
quienes asumieran el coste por haber llevado a la insolvencia a nuestro sistema
bancario, al tomar todos ellos riesgos excesivos.
Si el banco malo podía obtener un
beneficio derivado de la “gestión” de los bienes que compra a los bancos, ¿por
qué no podrían los bancos manejarlos ellos mismos? ¿Y qué pintan como
accionistas de un instrumento de gestión de activos podridos todos aquellos que
los incluyeron en su balance contaminándolo en unos casos, y en otros
quebrándolos directamente?
Nuestro gobierno debería haber
velado por los intereses de los españoles. Ello exigía obligar a que la Sareb jamás pagara por encima del
valor de mercado. Se debería haber aplicado el escenario estresado de la
consultora Oliver Wyman en la compra de activos tóxicos, lo que hubiese
implicado que las entidades financieras, intervenidas o no, tuvieran que recapitalizarse.
Si realmente hubiese velado por el interés de sus conciudadanos deberían haber
obligado a que parte de las recapitalizaciones de las entidades intervenidas
corrieran a cargo de sus acreedores, más allá de los accionistas. Pero además
hubo otros problemas importantes. En el banco malo no se incluyeron ni
préstamos o créditos a particulares, PYMES, Administraciones Públicas o
participadas. No se limpió, de una vez por todas, toda la porquería de nuestro
sistema bancario. Y de aquellos barros, un sistema bancario cuasi-zombi.
Todo estaba inventado
Frente al modélico rescate
bancario sueco de 1992, las distintas reformas bancarias emprendidas por los
ejecutivos de Zapatero y Rajoy fueron hechas a medida de intereses privados
espurios. Son una prueba evidente de que España es un excelente ejemplo de
Totalitarismo Invertido. El poder corporativo interfiere en la vida política, a
la vez que el Estado se orienta cada vez más hacia el mercado, obviando los
intereses de la ciudadanía.
Existen dos modelos para hacer
frente a los problemas de solvencia bancaria tras una crisis de deuda provocada
por el estallido de una burbuja financiera o inmobiliaria. En el modelo sueco
las pérdidas se reconocen hoy; en el japonés, se reconocen conforme los bancos
van generando beneficios para absorberlas. España desde 2008 optó por el modelo
japonés. Las pérdidas provocadas por los excesos en el sistema financiero solo
se reconocen conforme los bancos generaban capital para absorberlas. Ello
beneficia a los bancos y su gerencia, ya que se oculta su verdadera situación.
Sin embargo, es nefasto para la economía, ya que distorsiona los precios de los
activos financieros e inmobiliarios y el acceso al crédito.
Al final, la ausencia de
controles ex ante del crédito, el mirar para otro lado, un diagnóstico y diseño
externo del problema absolutamente “naive” y erróneo, lo hemos acabado pagando
los españoles de a pié. Desahucios, deuda pública, desempleo... ¡Y volvemos a
las andadas!
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