Artículo de Vicente Clavero en Público de fecha 9/3/2018.
El levantamiento de los pensionistas y la movilización ayer de
las mujeres en favor de una igualdad real, han cogido por sorpresa al PP. Ni en
sus peores pesadillas, el partido de Mariano Rajoy esperaba una reacción tan
airada y masiva de las personas mayores en defensa de sus maltratadas
economías. Y todavía menos, quizás, que el feminismo se adueñase de la agenda
política durante un montón de días. Al fin y al cabo, para la derecha,
los pensionistas siempre han sido terreno conquistado y las reivindicaciones de
las mujeres, una cantinela inoportuna y aburrida. Recuerden, si no, lo que dijo
Rajoy, con fastidio, cuando le preguntaron no hace mucho por la equiparación
salarial entre sexos: “No entremos en eso”.
La petición de unas pensiones dignas, que no bajen año a año en
términos reales, sólo ha recibido del Gobierno la poco imaginativa respuesta de
que “no hay dinero”. Una respuesta inaceptable en un país que se ha gastado,
por ejemplo, 60.000 millones en rescatar a parte del sector financiero y otros
5.000 en evitar la quiebra de un puñado de autopistas. O que mantiene
estructura políticas y administrativas tan costosas como difíciles a veces de justificar,
mientras pide a los ciudadanos cada vez más sacrificios. Frente a
semejantes dispendios, preservar el poder adquisitivo de las pensiones,
que es lo que se pide y no otra cosa, sólo habría exigido en 2017 un esfuerzo
presupuestario de 1.700 millones.
Ante la histórica jornada de ayer, la reacción del Gobierno ha
sido aún más lamentable si cabe. Fue sencillamente patético que la ministra de
Agricultura, Isabel García Tejerina, y la presidenta de la Comunidad de Madrid,
Cristina Cifuentes, hablaran de hacer una huelga a la japonesa. Y que la
titular de Sanidad, Asuntos Sociales e Igualdad, Dolors Monserrat, se mostrase
contraria a las “etiquetas” cuando le preguntaron si se sentía feminista. De la
inmensidad de tanto disparate habla por sí solo el hecho de que tuviera que
salir precisamente Rajoy a poner orden, aunque fuera desde una mansurrona
equidistancia, pidiendo respeto tanto para quienes se adhirieran al paro como
para quienes no.
Podría ser que los pensionistas sacaran alguna ventaja de su movilización
y que las mujeres superaran algunas de sus desventajas, que son muchas todavía,
por desgracia. Pero por si cabía duda, en estos días algunos partidos políticos
se han retratado. Sobre todo el PP, que sigue dando voz a la más rancia
derechona, y Ciudadanos. Con esa habilidad tan suya de poner una vela a Dios y
otra al diablo, los de Rivera han venido a decir que los pensionistas tienen
razón, pero que el mantenimiento de su poder adquisitivo debe formar parte de
una amplia reforma de la Seguridad Social, cuyos efectos pueden tardar años.
Sobre la huelga feminista, su postura ha sido alucinante: no la han apoyado
porque iba también contra el capitalismo. Como si eso fuera excusa para
permanecer inertes ante una injusticia.
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