El pinchazo en las elecciones catalanas
y las encuestas desfavorables alargan la fase de caída de la formación morada y
llevan a la dirección a revisar el proyecto.
Artículo de Arsenio Escolar publicado en eldiario.es de fecha 8/1/2018.
Las navidades no le han ido nada bien a Podemos. Papá Noel echó a la
formación morada un mal resultado en las elecciones autonómicas catalanas
del 21 de diciembre pasado y los Reyes le han echado estos días unas encuestas
también desalentadoras para unas hipotéticas elecciones generales. Pablo
Iglesias, prácticamente en silencio en público desde el fiasco de Catalunya,
barajaría una estrategia para intentar darle un nuevo impulso a su liderazgo y
al futuro de la formación. ¿Entre otras cosas rebautizando a Podemos, dándole
un nuevo nombre al proyecto, como se
acaba de publicar? Él y todas la
fuentes consultadas niegan de modo taxativo el cambio de nombre, pero admiten
que habrá novedades de otro tipo.
Las cosas han ido siempre muy deprisa en Podemos, una formación que aún no
ha cumplido cuatro años de vida, pues se fundó el 17 de enero de 2014. Tanto
las cosas buenas como las malas, las del auge como las de la caída, se han
sucedido siempre muy veloces.
La fase del auge fue fulgurante. Los promotores del partido, un grupo de
profesores y politólogos vinculados en su mayoría a la Universidad Complutense,
lanzaron con éxito el proyecto y la marca en muy poco tiempo. Lograron
visibilizar ante la opinión pública muy rápidamente una nutrida nómina de
causas sociales, de banderas, y a una larga lista de nuevos líderes políticos.
Movilizaron y cargaron de ilusión colectiva a un amplio sector de la sociedad
española que hasta entonces o no se había interesado por la política o se había
retirado de ella desengañada con los partidos de izquierda clásicos.
Trasformaron la indignación ciudadana callejera surgida en 2011 en las
acampadas del 15M en movilización política eficaz, que además de protestar en
la calle acudía a las urnas y se comprometía en la causa. Dispararon el interés
público por su proyecto –y las audiencias de las cadenas de televisión que
repararon en ellos– mucho más allá de lo previsible. Consiguieron también muy
pronto resultados electorales exitosos y un gran número de cargos electos y de
poder institucional en todos los niveles de la administración, entre ellos
muchas alcaldías relevantes…
Pero también muy pronto le llegaron a Podemos las dificultades y las
señales -pequeñas, medianas y grandes- de fisuras en el proyecto. Como estas:
La retirada completa, temprana y voluntaria de uno de los cinco fundadores,
Luis Alegre, decepcionado con el rumbo que tomaba Podemos. La retirada de la
dirección orgánica interna de otro de ellos, Juan Carlos Monedero, entre
polémicas fiscales por sus cobros como asesor de varios Gobiernos
latinoamericanos de izquierda. Las purgas parciales y el destierro a segundos o
terceros planos de visibilidad y de gestión de otros dos de los fundadores,
Íñigo Errejón y Carolina Bescansa, tras la fractura interna y las luchas de
poder. La baja nota que Iglesias cosechaba en la mayoría de las encuestas, e
incluso el rechazo a su figura en parte del electorado de izquierdas. Las
tensiones de la cúpula central con las de algunas de las confluencias de otros
territorios, e incluso con las organizaciones periféricas internas propias. La
desmovilización de buena parte de las bases, que han pasado en poco tiempo de participaciones
altísimas en algunas de las consultas internas a –por ejemplo- solo el 16% del
censo en la renovación de la dirección de Madrid, hace menos de un mes. El
retroceso electoral tanto en la realidad de las urnas (en junio de 2016,
coaligados con IU, un millón de votos menos que en diciembre de 2015 ambas
formaciones por separado) como en la virtualidad de las encuestas.
Hechos concretos aparte, tres grandes asuntos políticos parecen los
aceleradores del actual ciclo a la baja de Podemos: la gestión de los
resultados de las elecciones del 20 de diciembre de 2015; la gestión y la
digestión de los resultados internos de Vistalegre II, hace ahora un año; y el
posicionamiento y el desempeño de la formación en el conflicto de Catalunya,
especialmente en los últimos meses.
Tras el 20D, la escasa empatía entre Iglesias y Pedro Sánchez, la falta de
habilidad y/o de voluntad de sus respectivas formaciones para llegar a acuerdos
y hacerlos compatibles con los que los socialistas firmaban con Ciudadanos y el
voto en contra de los diputados morados a la investidura del candidato
socialista como presidente del Gobierno acabaron de la peor manera posible para
la izquierda: con una nueva cita electoral, el 26 de junio de 2016, que ni
supuso el sorpasso al PSOE por parte de Podemos, pese a ir
entonces coaligada con IU, ni desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa. En el
camino, una crisis interna del PSOE de la que al cabo del tiempo tampoco se ha
beneficiado Podemos, al menos por ahora, y un nuevo mandato de cuatro años para
Rajoy. Todos los cálculos erraron.
Vistalegre II, la segunda asamblea ciudadana de la formación, supuso el
refrendo de Pablo Iglesias en el liderazgo, al imponerse con mucho margen a su
rival y hasta entonces número dos Íñigo Errejón, pero también destapó una grave
fractura interna, con sus descarnadas luchas por el poder aparejadas, y una
visión muy distinta en las diferentes almas de Podemos sobre el papel que había
de jugar el partido en la sociedad española. Aunque en la clausura de la
asamblea las diferentes almas apelaron a la unidad, casi un año después parte
de la fractura interna sigue viva y sangrando no solo entre algunos dirigentes
sino incluso entre militantes y entre votantes.
En Catalunya, los intentos de Iglesias de jugar a la equidistancia y de
hacer de árbitro entre dos mitades enfrentadas –la independentista y la
constitucionalista- han dado un magro fruto. Las recientes elecciones
autonómicas han sido doblemente dolorosas para Podemos. Por un lado, las listas
de la formación morada han perdido más de 40.000 votos, 1,5 puntos
porcentuales (del 8,94% al 7,45%) y tres escaños (de 11 a 8) respecto a las
anteriores autonómicas. Por otro, han encumbrado a Ciudadanos –el que llamaban
“partido del Ibex 35”, menospreciado hasta hace muy poco por muchos de los
dirigentes de Podemos- no sólo como la formación más votada en Catalunya sino
también para una parte de la opinión pública del conjunto de España como el
verdadero partido del cambio, de la nueva política que acaba con el
bipartidismo, papel que hasta muy poco parecía reservado en exclusiva a
Podemos.
Una encuesta
reciente ya sitúa a Ciudadanos a
nivel nacional no solo dejando muy atrás a Podemos en la pugna particular de
los nuevos partidos, sino incluso superando al PSOE en votos y empatando al PP.
Al tiempo, a la formación morada la sitúa cuarta y descolgada de la lucha por
la cabeza, y muchos puntos porcentuales por debajo del 20,66% del voto que
logró con su confluencias en las generales de diciembre de 2015 o del 21,1% de
las de junio de 2016 en coalición con IU.
Las cosas han ido tan deprisa en Podemos que hay quien se pregunta si no
estaremos ante un 'partido cometa', que con la misma velocidad, vistosidad y
fuerza con que surge por sorpresa e ilumina la oscuridad... se apaga poco
después y apenas deja un rastro oscuro en la oscuridad que vuelve. Es
improbable que así sea. Es más probable, según los consultados para esta
crónica, que el partido morado experimente nuevas transformaciones para buscar
una nueva fase de auge. Nuevos cambios, incluso algo parecido a “una
refundación”, si bien Iglesias matiza el alcance: "Nada tan así...".
¿Cambios cosméticos, cambios medios o cambios profundos? ¿Solo cambio de
nombre o también de visión, de misión y de focos?
Lo del cambio de nombre lo descartan prácticamente todos los dirigentes y
ex dirigentes consultados, casi una decena.
-¿Y novedades de algún tipo para intentar tomar un nuevo impulso?
-pregunto.
-Tendremos -responde una de las figuras más destacadas de la dirección.
-Estamos en ello –ratifica otra, no alineada con la anterior.
-Es posible. Tenemos CCE [Consejo Ciudadano Estatal] este sábado. Quizás
allí –agrega una tercera.
-Inventamos o erramos. Como decía el poeta, no vivimos del pasado ni damos
cuerda al recuerdo –contesta Juan Carlos Monedero- El PP va a vivir en su 30% y
Ciudadanos quiere ser Macron y Le Pen al tiempo. El PSOE es una vieja estrella
decadente y Podemos, como en las series, emocionó en el programa piloto, pero
necesita que te enganches a la segunda temporada.
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