martes, 28 de noviembre de 2017

Cinco Claves para Podemos en Catalunya (no recomendado para patrioteros)

Artículo de Juan Carlos Monedero publicado en Público el 25/11/2017

1.- Donde se cuenta que lo de Catalunya es un jaleo de tres pares de narices que no es fácil solventar. También donde se concluye que si fuéramos conscientes del jaleo en el que estamos metidos, llamaríamos a la prudencia y a escuchar la parte de verdad que tienen siempre los “otros”, empezando por el Rey y terminando por Tintín y los belgas.

Las discusiones más terribles dentro de un país suelen tener tres motivos: la disputa acerca de los bienes materiales (tierras, cosechas, oro, coltán, petróleo, esclavos, casas, especias); las disputas religiosas; y las disputas territoriales (reclamaciones de fronteras, búsqueda de salida al mar, minorías étnicas oprimidas o exigencias por parte de naciones sin Estado). Si se mezclan las cuestiones materiales, religiosas y territoriales el incendio está servido. Cuando estallan, derraman sangre y cualquiera que quiera poner sensatez será víctima del linchamiento. Por parte de unos o de otros, porque en esas peleas no estar conmigo es estar contra mí. Cuando dos locos están partiéndose la boca y se mete uno a pacificar, los dos locos le pegan una paliza y luego siguen con sus guantazos. Le ha pasado a Podemos por decir que no tienen razón ni los del bloque del 155 (PP, PSOE y Ciudadanos) ni los independentistas.

Los sentimientos nacionales y las religiones conviven pacíficamente cuanto no te obligan a elegir. Esa “conllevancia” es inteligente porque hace un poco más laicas a las religiones y un poco menos arrogantes a los nacionalismos. Lo importante se coloca en otras partes y es más sencillo que nazca la empatía y la fraternidad. En España nos ha faltado inteligencia. Hemos tenido las tres discusiones y por lo general mezcladas. La Inquisición fue brazo religioso y político de la monarquía imperial. La llamada guerra civil de 1936 fue, además de un conflicto territorial y religioso, una lucha entre nuestra débil burguesía -cuyos cañones bendijo la iglesia- y una clase obrera en proceso de organización -que expresó contundentemente su ira anticlerical- en complicidad con sectores de las clases medias. Los amigos de la jerarquía católica se quedaron con los bienes de los republicanos y recentralizaron España para que las clases trabajadoras vasca y catalana -las zonas más industrializadas- no pusieran en cuestión el poder que se gestionaba desde el centro. La burguesía catalana se ha llevado bien con la burguesía española, han robado de manera parecida, han golpeado a las mayorías de manera parecida y se han mentido entre sí de manera parecida. La burguesía catalana ha estado muy cómoda. Chantajeaba cuando podía prestar sus votos para darle una mayoría al PSOE o al PP, tenía impunidad (de ahí el tres per cent de CDC y los robos de los Pujol) y mantenía una relación con la Europa neoliberal que le permitía hacer sus negocios y dar imagen de modernidad. Los problemas siempre son de verdad cuando se cruza pueblo de por medio.

Desde el siglo XVII se registran conflictos territoriales claros dentro de la Península Ibérica. Ahí está la independencia de Portugal tras la Guerra de la Restauración entre el Reino de Portugal y la Monarquía Hispánica; también la guerra de Sucesión y el conflicto entre Austrias y Borbones que provoca los decretos de Nueva Planta, expresión del castigo Borbón a Catalunya. Ahí están las guerras carlistas que tanto tienen que ver con los Fueros del País Vasco y Navarra. Todos los conflictos territoriales en España han tenido que ver con intereses monárquicos. Si tuviéramos esto más claro, seríamos más republicanos. Los reyes siempre piensan primero en ellos y luego en el país.
El problema es que las cuestiones teóricas e históricas reclaman un compromiso social con la teoría y la historia, es decir, reclaman la voluntad de hacerte preguntas incómodas. ¿Y para qué vas a hacer ese esfuerzo? En el silencio nacional, las disputas o no existen o no se ven. Cuando las naciones conviven dentro de un mismo Estado sin exageraciones son como los brazos y las piernas en los que no reparas cuando no te faltan. La gente tiene identidad aquí y ahora y la verdad, sea la que fuere, te puede traer al pairo. Te sientes español o catalán o extremeño o vasco y no te haces muchas más preguntas. Cuando tienes una nación que nadie cuestiona llegas a pensar que no eres nacionalista. Nacionalistas son los otros. Nos pasa mucho a los que no somos de nacionalidades históricas. Creemos que siendo españoles como lo somos no hacemos daño a nadie. Pero así no vamos muy lejos. Por no hacernos preguntas las cosas no desaparecen.
Las cosas de la identidad hay que enfriarlas. Porque las naciones son a menudo lo único que creemos que tenemos. Son como las religiones: cuanto más cercanas, más cainitas. Es como esos odios entre dos pueblos que están al lado, sea en las Castillas, en Extremadura, en Cantabria, en Galicia o en cualquier rincón de España. En el día a día se odian pero coinciden en colgar bandera españolas de sus balcones porque ven a los catalanes como una amenaza. Algunos incluso gritan ¡A por ellos! Podríamos verlo mejor desde lejos: puedes ser un bóer y matar a los malditos negros porque te quieren quitar tu Sudáfrica (aunque los negros estuvieran antes que tú), ser un cowboy norteamericano y matar a los malditos sioux o a los malditos mexicanos porque te quieren quitar Missouri o Texas (aunque fueran de ellos), o ser Churchill y matar a los malditos indios o a los malditos turcos porque quieren quitarle grandeza a la Reina de Inglaterra (aunque Gandhi o los turcos sólo defendían su tierra). Estas cosas no nos las solemos preguntar. De hecho, en España lo hacemos solo cada medio siglo. Pero siempre emerge y siempre alguien la lía. A ver si lo solventamos de una vez.

2. Dónde se cuenta que España está mal enseñada y mal aprendida, es decir, que España está por reinventar y que su reinvención pasa por recuperar esa España oculta, exiliada, silenciada que hablaba más de patria y de fraternidad y menos de nación y superioridad .

Decirle a alguien que su tierra es algo diferente a lo que siente y siempre ha sentido es como decirle a un hijo que sus padres en verdad no son sus padres. Algo así como lo que se vivió en Argentina cuando al hijo de un desaparecido le decían: tus verdaderos padres están muertos y los que crees que son tus padres tuvieron algo que ver con su muerte. ¡Ostras! Te lo cuenten como te lo cuenten, lo primero que vas a hacer es negarlo. Los españoles hemos vivido pensando que España es ese mapa que nos enseñaron en la escuela, los ríos y sus cuencas, la noticia diaria del tiempo, las referencias del pasado magnificadas para que nos creamos grandes e importantes. La verdadera historia de España está llena de silencios. José Bono colgó del Congreso los retratos de los reyes visigodos y no puso ningún rey árabe. ¿No eran españoles o no eran españoles de la España de Bono? Tampoco conocemos a las poetas del exilio ni hay memoria de que a los Borbones ya les echamos de España en el siglo XIX. Fernando VII era un Borbón, pero era un asesino. ¿Se merece una calle? Decimos España pero no sabemos que somos el segundo país del mundo con mayor número de fosas y desaparecidos. Lorca es uno de los 114.000 desaparecidos que hay en España. España es ese sitio donde se habla español y si no lo hablas es porque quieres ofender a alguien. Estamos buenos. Nunca nos han enseñado ni catalán, ni gallego ni euskera en la escuela. Ni una palabra. ¿Cómo vamos a entender a Catalunya si no nos han enseñado que allí tienen una lengua propia, si no nos han contado que allí muchos sueñan en catalán, que allí tienen una historia compartida con nosotros junto a una historia propia? Nuestra ida de España siempre ha estado mutilada. Que vaya alguien a decirle a esas personas que han tenido mil preocupaciones -pero no la de preguntarse por España- que les han engañado. Es el problema que tiene Podemos. Pero tampoco es imposible entenderlo. Fernando VII acuñó monedas en 1823 y firmó como Rey de las Españas. Porque igual España es eso: Españas. Los Reyes Católicos estaban interesados en hacer un imperio católico, no en construir España, y dejaron que los catalanes y otros pueblos fueran sintiéndose una nación. Vemos a España en los Reyes Católicos pero solo porque la miramos desde hoy. En el siglo XV nadie se sentía español. Eso empezamos a hacerlo muy tarde.
Pero Catalunya, aunque fuera a la fuerza, convivió con España y fue haciéndose parte de España, igual que a la fuerza muchos indígenas terminaron sintiéndose mexicanos (fue la invasión francesa de 1808 la que nos ayudó a empezar a sentirnos todos españoles). Pero sin dejar de sentirse catalanes. Es verdad que había gente que se sentía solamente catalana, pero había más gente que se sentía parte de España al tiempo que catalana, reclamando por eso ser una nación con una especial vinculación con la nación española. Y eso se multiplicó cuando cientos de miles de andaluces y extremeños se fueron a buscar el trabajo que no les daba ni Andalucía ni Extremadura, siempre tan gobernadas por caciques. Y ahora ya van tres generaciones que vienen de otros lados pero viven en Catalunya. ¿No es lo más sensato que puedan sentirse catalanes y también lo que les vincula al resto de España? Lo que se solventa sumando suele ser menos traumático que lo que se solventa restando. Pero esto es un jaleo. Fácil fácil no es.
Rajoy y el PP, con su empeño en cargarse el Estatut, han cabreado a muchos catalanes que han terminado diciendo: si para los españoles somos tóxicos, venenosos y una mierda, pues ahí os quedáis. Lo que haríamos cualquiera de nosotros con quien nos tratase mal. El problema es que esos catalanes no pueden irse a ningún lado. Por eso intentan convertirse en un Estado propio. Pero hay más catalanes que no quieren marcharse de España. Aunque también están enfadados. Y hay muchos catalanes que están enfadados con los independentistas que les han maltratado cuando la burguesía catalana hacía y deshacía con impunidad. ¡Más jaleo! Alguien me podrá decir lo contrario, pero ver a Puigdemont en Bélgica me parece tan español….

El resto de España también tiene algo que decir al respecto porque somos un Estado desde hace varios siglos y eso marca ciertas reglas (qué curioso: somos un Estado viejo y una nación joven). Si no se puede romper un matrimonio sin más no vas a poder hacerlo con un país. Estas cosas se hacen negociando o guerreando. Y no tenemos la más mínima intención de guerrear entre nosotros. Así que toca hablar. Cuando uno mira la declaración unilateral de independencia no cabe sino pensar ¿dónde tenía esta gente la cabeza? ¿Cómo han podido estar tan cegados?

Pero Catalunya se siente una nación. Nadie en su sano juicio pensará en arrestar, multar, encarcelar, desterrar o fusilar a, por lo menos, dos millones de catalanes. Claro que hay gente que piensa que hay que someterlos a la fuerza (basta escuchar los entornos belicosos del PP o de Ciudadanos, que a veces son peores), pero no están en su sano juicio (a gente como Girauta les falta solo la camisa azul y los correajes). Ya expulsamos en el siglo XV a judíos y moriscos y hay quienes sostienen que la España de caciques vagos y clientelistas es una consecuencia de aquella decisión. Los catalanes llevan reclamando ser reconocidos como nación desde hace siglos y lo consiguieron con la Constitución de 1978 que recoge que España está constituida por nacionalidades y regiones. Hay imbéciles que insultan a Catalunya por querer ser reconocida como nación y al tiempo dicen defender la Constitución. Mienten o son brutos. Porque la Constitución dice que Catalunya es una nación, que es lo que significa la palabra “nacionalidad” escrita en la Constitución de 1978 cuando los militares de entonces todavía mandaban mucho. Que Catalunya es una nación ya lo decidimos en 1978. Ese no es el problema. El problema, desgraciadamente, tiene mucho que ver con que CiU iba a perder las elecciones, con que al PP le resultaba mejor hablar de Catalunya en vez de la corrupción y los recortes, y que la crisis llevó en Catalunya a una parte de la indignación hacia cuestiones de identidad gracias a un sentimiento que siempre ha estado ahí, a la presión de los grupos independentistas y al dinero que le metió al asunto la Generalitat. Después de todo esto (que va desde la recogida de firmas de Rajoy contra el Estatut y la cerrazón a hablar con el Gobierno catalán, a la susurrada declaración unilateral de independencia, las cargas policiales el 1-O y el encarcelamiento de políticos y los Jordis, pasando por el despiste inaceptable del PSOE y el apoyo de Felipe VI al partido más corrupto de Europa. Los responsables de este desaguisado preguntan ahora: ¿y qué solución proponéis vosotros? Antes de responder es honesto decir: la habéis liado muy gorda y no hagas como si esto no viniera de demasiadas meteduras de pata. La solución sería más sencilla si no hubierais, unos y otros, roto todos los puentes. A políticos tan patanes había que deportarles un sitio donde hubiera poca gente.

3. Dos cosas que dice Podemos pero que no son tan sencillas de entender: la plurinacionalidad y el derecho a decidir.

Podemos debatió en Vistalegre su hoja de ruta. Fue un debate agrio tras tres años haciendo elección tras elección. Hubo gente que presentó propuestas alternativas a las que representaba Pablo Iglesias, pero las bases eligieron su Secretario General y su dirección política. Podemos dio una lección no rompiéndose en Vistalegre. Y hay que ver que el poder lo intentó. Los medios siempre hacen de altavoz para cualquier persona de Podemos que quiera hacer daño a Podemos. Si viene de cargos públicos es una deslealtad. Siempre se puede dimitir de cualquier cargo.  De Vistalegre, y para enfado de los portavoces del desastre, Podemos salió reforzada. Ahí está, por ejemplo, la lista en Madrid encabezada por Julio Rodríguez. Podemos es tan importante para la democracia en España y en Europa que el poder siempre va a tener dispuestas las treinta monedas del ego o de la soberbia para brindárselas a altavoces que hagan ruido. Ningún ego debiera estar por encima de la tarea política marcada por las bases. El asunto territorial es esencial para el futuro de Podemos.
España, repite Podemos, es plurinacional. Pero claro, para que España sea plurinacional, las partes que construyen esa pluralidad tendrán que quedarse en España. Porque si se fueran, España se quedaría uninacional a secas (que es lo que quiere el PP y Ciudadanos). Por tanto, no basta con decir que España es plurinacional. Hay que decir a continuación que la plurinacionalidad, desde nuestra perspectiva, también debe ser española. Vamos a ver este embrollo.

Con la idea de plurinacionalidad se cubre el hecho de que hay una nación catalana, una nación gallega y una nación vasca refrendadas históricamente, al lado de sentimientos de identidad fuertes que podrán convertirse en naciones si crece ese sentimiento. Hay quienes piensan y sienten que Andalucía es una nación (y se ganó en referéndum optar a la independencia como las históricas), pero ese sentimiento no es mayoritario en Andalucía y la identidad andaluza, llena de dignidad (y de cuentas pendientes) no ha desarrollado el sentimiento de querer tener un autogobierno confrontado con España. Podríamos decir lo mismo de Canarias y, si apuramos, del conjunto del Estado. Por tanto, sin querer hacer un juego de palabras, el reto que tiene Podemos se solventaría si entendiéramos que al tiempo que se dice que España es plurinacional, hay que decir que la plurinacionalidad queremos que sea española. Si apostáramos por la independencia, entonces la plurinacionalidad desaparecería. Queremos resolver ver la herida territorial, queremos que las naciones de España se vean reconocidas pero no queremos que nadie se vaya. Aún más, la única garantía de que España no se rompa es Podemos.
Y para terminar de ser sinceros, hay que decir que España es varias Españas y que la plurinacionalidad también es a su vez plurinacional. No es un retruécano. Hay varias Españas dentro de España. El PP tiene una, vieja y autoritaria, Ciudadanos otra, con la cara lavada pero vieja y autoritaria, el PSOE la suya (variable como la dirección del viento) y Podemos está intentando hacer valer la propia. La de Podemos ha estado silenciada. Es la de Lorca, Machado, las 13 Rosas, María Zambrano, las mujeres que lucharon por la amnistía, la de la gente que fue a ayudar en el Prestige o a apagar incendios en Galicia. La España del 15M, la que acoge saharauis, la que llora con los muertos en las pateras, la que cuida, la que acompaña a las mujeres violadas y maltratadas, la que quiere sanidad pública y educación pública, la que se abochorna de los casi 1000 cargos del PP imputados y se abochorna de que Ciudadanos y el PSOE sostengan a M. Rajoy. Todas esas Españas comparten en teoría la defensa de las fronteras, la integridad territorial y casi nada más. Porque para Podemos España pierde soberanía con el artículo 135, con el CETA o el TTIP, pérdida que han hecho posible el PSOE, el PP y C’s. Hablan de España pero la entregan a las multinacionales. Para Podemos la patria son los cuidados que nos brindamos, pero para el PP o C’s, al tiempo que hablan de España desahucian, privatizan la educación o la sanidad o hacen leyes laborales que golpean a los españoles. Son ideas bastante diferentes de España. Pero es esencial entender que si la existencia de Catalunya (y las otras nacionalidades) obligan a España a ser plurinacional, Catalunya también es plurinacional. Es plurinacional porque dentro de la manera de sentirse catalanes hay gente que quiere sentirse española, y hay otros que quieren sentirse musulmanes o negras o chinos. Estamos en el siglo XXI y estamos todos muy mezclados. Si las naciones son tan complejas ¿por qué no buscamos entonces la solución en otro lugar que no sea la nación? Catalunya podría votar ser independiente, pero Barcelona votaría quedarse en España. Si hay una ley de referéndum, esto tendrá que contemplarse: si un territorio decide no marcharse, tiene derecho a quedarse.

La idea del “derecho a decidir” es sencilla de entender pero difícil de aplicar. El derecho a decidir implica que los catalanes podrían votar en territorio catalán acerca de su relación con España. Ese referéndum, como pasó en Quebec o en Escocia, se organizaría desde el Estado, se pactarían la pregunta o preguntas, tendría garantías, medios, posibilidades para hacer campaña, porcentajes, procedimientos. En esa campaña estaría Podemos en contra de la independencia y a favor de un encaje de Catalunya en España donde se solventase de una vez este problema. No es nada sencillo. Insistimos: ¿si hay territorios que quieren independizarse y otros no? Si Barcelona decide no ser independiente y seguir en España pero gana la independencia en el resto de Catalunya ¿qué pasa? Pensar que podían declarar la DUI como quien grita en el fútbol es intolerable. Lo que han hecho los independentistas ha sido muy chusco.
El proceso que cierre el tema territorial de Catalunya debe tener pasos. Es un asunto de voluntad política. Con el artículo 92 de la Constitución podría iniciarse una pregunta acerca de la voluntad de los catalanes de que se abra esa discusión. Eso daría información y normalizaría el debate. Y una vez que el debate esté normalizado, todo lo demás es mucho más sencillo. Es bastante probable que lo que saliera de esa discusión es la prueba de que los catalanes quieren sentirse una nación y gobernarse como nación en su múltiple relación con España. Es lo que dicen todas las encuestas. Irse de España en un mundo globalizado no es muy inteligente, además de que hay más catalanes que quieren quedarse que catalanes que quieren marcharse. Contemos. Esa Catalunya que saldría de un referéndum acerca del encaje en España sería parte del Estado español con todos sus derechos y deberes. Y esto no se volvería a discutir hasta pasado un tiempo. Porque de lo contrario habría mucha incertidumbre, no se cerrarían las heridas, sospecharíamos unos de otros y seguiría siendo algo que produce hartazgo. Para algunos catalanes, Catalunya será parte constitutiva de la nación española en la dualidad que señalamos. Para otros podrán sentirse solamente catalanes pero no dudarían de su pertenencia al Estado y, como decíamos, de sus deberes y derechos. Con esa pregunta empezaría él proceso. Y todos expresarían qué modelo de país queremos, en lo identitario y también en lo social. Y ahí se vería que el PP y Ciudadanos son unos mentirosos.
4. Donde se expresa lo que le ha faltado a Podemos a la hora de explicar la más sensata de las posiciones en un país que está gritando cada día su insensatez

Hay algo que aunque me lo juren no me lo creo. Si hay un accidente de autobús en Cádiz, en Sevilla, en León o en Cáceres donde fallezcan 60 personas, Catalunya se conmociona como nos conmocionamos en Madrid cuando el atentado en las Ramblas. No se estremecen igual en Catalunya cuando el accidente es en Lisboa o en Toulouse, de la misma manera que en el conjunto de España no sentimos más atropellados por ese camión en Barcelona que por cualquier otro atentado en Francia, Austria, Rabat, Bagdad o Noruega. Una nación es, entre otras cosas, ese lugar donde un accidente o un atentado te duele como algo propio. Catalunya siente con España como España siente con Catalunya. Pero Catalunya es una nación porque se ve a sí misma como una nación, pero esa nación, que también es plural, se siente igualmente parte de España. ¿Dónde está el miedo a que esto se sincere? ¿A que decidieran marcharse? Quien piense así no conoce ni a Catalunya ni a España. La discusión no es religiosa. La discusión no es territorial (porque el grueso de los catalanes quieren seguir siendo españoles). La discusión es material: de qué forma va a estar Catalunya en España, cómo va a seguir construyendo nación catalana y qué compromisos va a asumir con el conjunto de España tanto en términos de ayudar a construir el compromiso político como en términos de solidaridad interterritorial. Un alemán de Baviera se siente bávaro pero no cuestiona Alemania. Al revés, la construyes. Ese es el federalismo que debiéramos haber construido pero que las peculiaridades de la Transición impidieron. Si la Transición hubiera cogido el toro por los cuernos, no tendríamos esta crisis de Estado monumental que tanto daño está haciéndonos dentro y fuera.
¿Qué relación quiere tener Catalunya con España? Muchas veces, aún sin decirlo, se piensa en una idea confederal, esto es, dos naciones que se piensan y se sienten diferentes pero que comparten Estado en tanto en cuanto puedan tener cada uno el suyo. En este caso, en tanto en cuanto Catalunya pudiera tener el suyo. Ese no debe ser el proyecto de Podemos. Eso es lo que no ha sido nunca capaz de explicar con claridad ni Catalunya sí que es Pot ni los Comúns ni, en ocasiones, Podemos en el conjunto de España. Dicho de otra manera: claro que hay una nación catalana, compuesta por las ciudadanas y ciudadanos que viven y trabajan en Catalunya, cuya ciudadanía forma parte de maneras muy diferentes de la nación española (unos la siente más, otros la sienten menos) y forman parte con todas sus consecuencias del estado español. Pero también existe España y existe una relación entre España y Catalunya que no es confederal. La relación entre Catalunya y Aragón o Andalucía o Castilla-La Mancha no es la que hay entre los cantones suizos o entre flamencos y valones en Bélgica.

Cuando Catalunya pueda encontrarse como nación sin posibilidad de chantaje con el resto de España, empezaremos a construir el proyecto compartido. Esto implica que Catalunya debe tener autogobierno y como principal elemento de ese autogobierno, debe poder decidir en algún momento cómo se relacionan con el resto de España. Porque ese referéndum donde Catalunya debe expresar su compromiso consigo misma, con la nación española y con el estado español debe servir para que dejemos de hablar del asunto, cerremos esa herida histórica y podamos enfrentar los muchos retos que nos brinda la globalización neoliberal.
Esa pregunta a los catalanes no puede limitarse ni a la que han expresado los independentistas con su aventurerismo pueril condenado a la derrota, a sembrar melancolía y a avivar a bestia fascista que andaba dormida -¿quiere irse de España y tener un Estado propio?- ni la de la España monárquica canovista -¿Quiere usted quedarse en España tal y como estaba hasta ahora?-, sino que debe abrir una nueva posibilidad: ¿quiere usted pertenecer a una España comprometida, con todas sus consecuencias, con la defensa de la identidad nacional plural, con la solidaridad y la fraternidad entre todos los españoles?

Si el PP no tuviera cada día un caso de corrupción, otro gallo cantaría. Pero el problema viene de lejos. En La Transición contada a nuestros padres (perdón la autocita) ya contaba que se habían hecho bien las cosas para los franquistas y la monarquía y regular para la democracia. Ahí está el Senado, que era una Cámara para frenar los cambios dándole mayoría al PP por una ley electoral que estaba ya diseñada en la Ley para la Reforma Política. Ahí está la monarquía, que no arbitra mucho. Ahí está M. Rajoy, que manda SMS y recibe sobresueldos pero no dimite. Ahí está la Fundación Francisco Franco y ahí está España como el país grande más desigual de la Unión Europea.

Avivar el fantasma de que España se rompe le da lo mismo al PP en Catalunya, mientras que le da votos en el resto de la España menos dispuesta a pensar nuestro país tal cual es. En el caso de Ciudadanos, el daño que hace es enorme. Por un lado, porque aviva el centralismo canovista que conduce irremediablemente a un choque con Catalunya, con el País vasco, con Galicia y vaya usted a saber si no con unos cuantos sitios más. Los de Ciudadanos son igual de aventureros que los Independentistas, si bien desde la acera contraria. Puigdemont y Rivera son ambos grandes negadores de España. Por otro lado, porque la lepenización de Ciudadanos, va a repetir el discurso nacionalista agresivo, pero no va a solventar los problemas que tienen los catalanes y catalanas con trabajos precario, desahuciados, exiliados o que no tienen acceso a estudios, sanidad o pensiones dignas. No olvidemos que Ciudadanos es un partido creado por los bancos.

5. Conclusiones para que nos entendamos a nosotros mismos y lo podamos contar a los vecinos

1) Podemos tiene que enseñar que España es plurinacional, pero también tiene que enseñar que la plurinacionalidad es a su vez plurinacional (no hay una sola Catalunya en Catalunya) y la plurinacionalidad es también española. Podemos no apuesta por la confederalidad. España también es tarea de Catalunya. Podemos no es independentista y habla especialmente a los catalanes que se quieren quedar en España. Defiende los derechos de los que no piensan como nosotros, porque somos demócratas, pero hay que dejar claro que lo que plantean nos parece una invitación al desastre (aunque solo sea porque todos perderíamos peso en la Unión Europea y, por tanto, en el mundo). Hemos defendido los derechos de los presos políticos, porque somos demócratas, pero lo que han hecho caminando por la vía unilateral es aberrante. Puigdemont en Bélgica y Junqueras en la cárcel es una señal del disparate.

2) Para que Podemos sea entendido por los que quieren una nueva España, tiene que recuperar la patria española que defendió en sus orígenes. Debe también reconocer sus errores: hemos dejado que el PP se recupere con el discurso tramposo de España porque no hemos sido capaces de hacer valer esa otra España. Hay que hacer valer esa España valiente frente a los patriotas del PP que tienen el dinero en Suiza y en Panamá y que han saqueado las arcas públicas porque están en política para forrarse. No es lo mismo desde Catalunya sentirse parte de una España emergente y europea que de una España casposa llena de corrupción y amenazante. Con Podemos en La Moncloa se hace casi imposible que nadie quiera irse de España. Y eso lo saben los independentistas porque la única fuerza que les ha derrotado en las generales y en el ayuntamiento de Barcelona ha sido Podemos.

3. Podemos tiene que apoyar el derecho a decidir pero tiene que dejar claras las normas. La Ley de claridad que aprobó Canadá para hacer su referéndum de independencia nos vendría muy bien porque clarifica cómo se hace un referéndum pactado. Todas las partes del territorio pueden irse o quedarse, hacen falta porcentajes altos, concierne a los naciones pero también a España y al igual que establece derechos establece obligaciones. Con estas reglas, los que quieren irse se lo piensan dos veces, se toman muy en serio el asunto y no frivolizan. Es decir, dialogan. Algo de gran relevancia cuando el independentismo va a seguir sacando un muy alto resultado electoral en Catalunya.

4. Podemos tiene que dejar claro que los independentistas del PdeCat son los mismos burgueses que han hecho exactamente lo mismo que el PP en el conjunto de España. Podemos tiene ahora mismos una obligación de hacer de cemento de esa nueva España. Tiene que ayudar a que el PSOE deje de estar en el bloque decadente junto a Ciudadanos y el PP, cumpliendo Sánchez así su promesa de plurinacionalidad expresada en sus primarias, y tiene que ayudar a que ERC deje de apoyar el independentismo unilateral y entienda que hay una España diferente con la que se puede hablar desde el compromiso y la solidaridad.

5. Por último, Podemos debe recuperar el horizonte del proceso constituyente que solvente de una vez por todas la herida histórica, que permita los referéndum (con una Ley de claridad previa) y que blinde los derechos sociales en todo el territorio. Que cambie la ley electoral y haga del Senado una cámara de los territorios y termine con su consideración de Cámara de bloqueo; que entre en el siglo XXI y entienda que el Estado tienen que ser en buena medida municipal, dotándoles de un tercio del presupuesto; que no permita que el Ejecutivo estrangule otros niveles del Estado ni que convierta las cuestiones de financiación en un chantaje; que cierre las competencias con las Comunidades de manera definitiva, impidiendo de nuevo chantajes en virtud de las necesidades parlamentarias; que impida que los corruptos hagan política; que garantice la independencia de los jueces; que ordene el desbarajuste del café para todos, respetando las identidades culturales de los territorios (esencial en cuestiones de educación, cultura y lengua) pero saliendo del absurdo de las duplicidades y de la fragmentación ineficiente armonizando la fiscalidad entre territorios, unificando los diferentes calendarios médicos, la movilidad laboral en todo el territorio, los mismos sueldos a los funcionarios, la coordinación de los servicios sanitarios y, algo intolerable a día de hoy, que lleve instituciones de Estado a otros territorios (por ejemplo, el Tribunal Constitucional a Bilbao o Barcelona, la Comisión Nacional del Merado de Valores a Segovia, Patrimonio a Santiago, etc. En España se está normalizando la precariedad mientras las grandes cifras de la economía mejoran. Eso va a aumentar la frustración de mucha gente que no va a entender por qué le va mal. Si los demagogos agitan el fantasma nacionalista, tendremos servido el enfrentamiento entre españoles. El patrioterismo es una salida demasiado fácil para los que no tienen escrúpulos. Podemos tiene una tarea esencial con el bienestar y la paz en España. Para terminar con las desigualdades, crear empleo, derechos sociales, y cerrar la discusión nacional a satisfacción de la mayoría. No es nada sencillo, pero el reto merece la pena. Y sólo lo puede hacer Podemos.



miércoles, 8 de noviembre de 2017

España se rompe…..otra vez.



Artículo de Toño Benavides publicado en infolibre con fecha 7/11/2017.


Este año se acerca la Navidad como una amenaza sorda de cuñados mal informados, de esos que cargan la bandera en la recámara de toda conversación y convierten la Nochebuena en un frente de guerra; de esos que no esperan a la sobremesa para entrar de lleno en materia de actualidad y amargarle la noche a la abuela que, si bien se pasa el año deseando ver a la familia reunida en torno a la bandeja de los dulces, acabará huyendo a la misa del gallo, no tanto por devoción cristiana como por agobio político. Y allí rezará al santo de sus nietos para que tengan suerte en la vida y no se les rompa España en las manos, que a ella ya se le rompió una vez de niña y, a día de hoy, no estará rota, pero debe de estar mal arreglada a juzgar por lo que dura la polvareda en los telediarios; tanto que los hijos de algún que otro periodista deben de estar pensando en pedir asilo político en Disneylandia y cada día es un sin vivir de politólogos alarmados, manifestaciones, declaraciones, opiniones, discursos y banderas al viento de la exaltación; un viento que se parece demasiado al soplo de la sinrazón como para no temer lo peor. La abuela era una niña cuando estalló la guerra civil, pero su juventud fue una posguerra en una dictadura que, en aquella España, era una forma bastante gris de que se te rompiera el futuro y que el talento y el currículum quedasen reducidos a poco más que “tus labores”.

Salvo por el terrorismo, hacía mucho tiempo que no pasaba nada tan grave. Los conflictos humeaban en tierras tan lejanas que parecían míticas. Ella me comentaba algunas veces, viendo los informativos: –Pero, qué le pasa a la gente en “esos países”, que parece que están endemoniados–, a lo que yo contestaba: –No creas, los que están endemoniados son los telediarios.

Y ahora, las noticias parecen la crónica de una catástrofe geológica de alcance continental, como si se hubiese abierto una falla tectónica desde Vinaroz hasta los Pirineos produciendo réplicas en toda la Península (y alguna que otra en Bruselas). Trato de explicarle que no debe hacer mucho caso de lo que vea en televisión, que los telediarios son obras de ficción que escriben algunos dramaturgos aficionados y tienen más que ver con la catequesis que con el periodismo. Además –le digo– España se ha roto ya muchas veces. Ésta de ahora, sólo es la última y habrá otras, pero no hay que asustarse, que visto desde fuera como lo veía Otto von Bismarck, éste debe ser el país más fuerte del mundo porque los españoles llevamos siglos intentando destruirlo y todavía no lo hemos conseguido.

Y es que en España las heridas no se producen sobre el terreno, como ocurre con los terremotos, sino sobre la piel de los españoles, una piel cuarteada por el sol de cada época, tan resistente y espartana, tan habituada a la fatalidad, que aguanta las calamidades como si no fueran más que lluvias de primavera.

Por no remontarnos a la pérdida de las colonias, cuando Cuba, Puerto Rico y las Filipinas se alejaron navegando como balsas de piedra (quizá para proporcionarle ideas a algún escritor hispano-luso), España se rompió en 1936, estuvo rota durante cuarenta años y sus trozos fueron dando tumbos por el mundo, (sobre todo por México y Argentina) cuando no recalaban, muy a su pesar, en lugares como Mauthausen, Buchenwald, Dachau, Sachsenhausen o Ravensbrück; nombres que se pronuncian con un estruendo de cañón en la garganta y en la memoria de los muertos suenan como el traqueteo de los trenes de prisioneros o el cerrojo de las armas en el pelotón de fusilamiento.

España se rompió, durante la dictadura en miles de pequeños trocitos unipersonales que están repartidos por las cunetas del suelo patrio, pero también se rompe todos los días, cuando los sucesivos gobiernos de la democracia han ido postergando la aplicación de la Ley de Memoria Histórica o la han obstaculizado directamente; una ley que, a costa de negociar con un partido que nunca renegó de su origen franquista, se termina aprobando treinta años después que la Ley de Amnistía, en 2007, famélica de contenido jurídico, como una categoría vacía que expone al juez que la aplique al delito de prevaricación.

Más recientemente, España se rompió cuando los dos principales partidos políticos pactaron una reforma exprés de la Constitución para modificar el artículo 135, llevada a cabo en pleno agosto con los agravantes de nocturnidad y alevosía, para primar el pago de la deuda a costa del presupuesto en perjuicio de los servicios públicos esenciales.
Los casos de corrupción y financiación ilegal que afectan a esos dos partidos también han roto España. Los palos que han ido metiendo en la rueda de la justicia no son buenos pegamentos para un sistema cuya integridad se basa paradógicamente en la división e independencia de los tres poderes del Estado. Por otra parte, la cal viva no ha servido precisamente para cerrar heridas o blanquear la historia reciente.
Se rompe España cuando se hace “capitalismo de amiguetes”vendiendo las empresas públicas al mejor postor, que resulta ser el mismo que luego financia ilegalmente al partido que se las ha vendido a precio de saldo con el democrático objetivo de mantenerse en el poder y, eventualmente, asegurarse una dorada jubilación como directivos de dichas empresas una vez privatizadas. A lo que no es otra cosa que un robo, hay que añadir la traición que supone debilitar al Estado despojándolo de los verdaderos emblemas de la soberanía y la garantía de su independencia en un contexto de dominio de la economía global por las grandes corporaciones financieras, que promueven tratados comerciales como el CETA o el TTIP –hermanos del Nafta, aplicado ya en EE.UU., Canadá y México con catastróficas consecuencias para la economía ciudadana, la brecha de clases y el bienestar social– y cuyas condiciones, en lo que se refiere al arbitrio de los tribunales para cualquier posible litigio, hacen que un trato en desventaja con la mafia sea preferible.

Se rompe España cuando se hunde la banca pública y se rescata a la banca privada, cuya codicia especulativa provocó la crisis de las hipotecas, a la vez que se promueven los desahucios.
Se rompe España cuando el Gobierno saquea la caja de las pensiones y privatiza la energía, la educación, la sanidad... Se rompe España con el exilio económico, con el paro, con los ataques a la libertad de expresión... Y esto no será una dictadura como pretenden algunos independentistas para justificar sus desatinos, pero tampoco parece una democracia.
Este país se ha roto tantas veces, antes de la crisis catalana, que sorprende que aún quede algo por romper. A los españoles, todo mal nos parece antes un castigo merecido que un obstáculo a superar y da la impresión de que nuestro estado natural es el perpetuo rompimiento y la penitencia histórica, sin que nadie se defienda, ni saque las banderas a los balcones, ni mande a los antidisturbios, ni muestre su indignación al ver cómo se le aplica el artículo 155 de la Constitución a una Autonomía que desde 2010 no tiene un Estatut aprobado internamente, ni reaccione por que no se aplique en todo el territorio español el 47 (derecho a la vivienda), el 35 (derecho al trabajo digno) o el 14 (igualdad de género).
A la luz de los verdaderos problemas, lo que está ocurriendo en Cataluña parece más una disputa entre ladrones que una verdadera crisis de Estado, pero así somos. Sacamos antes el trabuco contra el árbitro en un partido de fútbol que contra aquellos que nos roban sesenta mil millones de euros, que es lo que ha costado el rescate financiero según el Tribunal de Cuentas, y ya se sabe que en este país de cleptómanos al por mayor, cuando se habla de sesenta lo más seguro es que acaben siendo ciento veinte. Si consideramos la cifra más discreta y tenemos en cuenta que el pago va con cargo a las arcas públicas, cada español debe unos mil trescientos millones de euros. No sé ustedes, pero yo hay meses que no gano ni la mitad. Imagino varias generaciones de españoles pagando por los pecados de nuestros gobernantes porque, cuando se ha vendido todo, lo único que queda por hipotecar es el futuro.
Pero aquí no pasa nada, los pobres españoles siempre dispuestos a que les partan la cara por defender el cortijo del señorito, a llenar el cepillo para sacar el santo en procesión, a correr tras una bandera que no es la suya, a celebrar los goles de la Selección mientras se pelean por pagar en la barra del bar.

Los pobres no tienen patria porque no tienen patrimonio, sólo están de alquiler y no lo saben.

¿Que se rompe España? Hagan el favor de no molestar a la abuela con sus tonterías. No es la primera vez que se rompe, ni será la última.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Los reyes, a los cuentos (cuatro claves sobre Podemos y Catalunya).



Artículo de Juan Carlos Monedero de fecha 29/10/2017 en Público.


Los enemigos nuestros de cada día

El Neoliberalismo es un sentido común. La vida se ha convertido en un enorme supermercado donde todos compiten contra todos. Quien no sea rentable queda fuera: la información, el deporte, la política, estudiar, comer, habitar es una lucha a muerte. Esto le ha tocado siempre a los sectores populares, quienes siempre han tenido la intuición de la rabia contra el poder. Las clases medias, por el contrario, siempre han tenido algo más que perder y por lo general son más miedosas y necesitan creer más a los gobernantes. Cuando la crisis afecta también a las clases medias sumamos fuerzas y entonces el cambio es posible (pasó en 1931, en 1975, en 2011). Así nació el 15-M. Así nació Podemos: cuando fue posible organizar el descontento. Cuando suma muchas voluntades, una organización puede ser factor de cambio en un país. Esa es la magia de Podemos. Eso no quita que la formación morada no tenga imperfecciones. Está compuesta por seres humanos. Los problemas en Podemos siempre se magnifican y las mentiras no se acaban (hay mercenarios que hacen como que no hubiera ganado Podemos el 100% de los juicios que ha tenido. Pero seguirán que si Venezuela, que si hacienda, que si la beca… El falangista Pablo Casado se pasea por los platós con una fotocopia de una factura falsa que enseña entre amenaza y amenaza con aplicar el 155 a los Boy Scouts. Le gustaría ser Margaret Thatcher y viajar al Ulster o a Barcelona en tanque o helicóptero.

A veces los problemas los creamos nosotros mismos. Hay gente siempre que ve la política como un mercado y busca posicionarse personalmente. Aunque le haga daño al colectivo. Por lo general, son gente que cuando tienen posiciones de poder son implacables con la disidencia. Cada vez que alguien quiere buscar una posición personalista -es evidente en Podemos- suele contar con los medios que trabajan para acabar con Podemos. Frente a todo eso -por otro lado, tan humano- Podemos tiene que ser capaz de organizar el descontento prefigurando la España que quiere construir, navegando las aguas siempre contradictorias de la política donde se junta lo mejor y también lo peor. ¿Quién dijo que la democracia fuera fácil? Fácil es el ordena y mando del PP, de Ciudadanos y, desgraciadamente, también del PSOE.
Para pensar en Catalunya, una pregunta da más luz que mil respuestas: ¿cuál sería la mejor solución para lo que está pasando, es decir, la reclamación de varios millones de catalanes de ver reconocidos sus deseos de sentirse nación? Yo lo tengo muy claro: que puedan sentirse nación dentro de España, que se sientan sin contradicción catalanes y españoles, que les resulte un orgullo defender a Catalunya y defender a España. Si alguien tiene alguna solución mejor y factible debiera contárnosla. Porque lo que estamos escuchando a la coalición de la porra, con el PSOE incorporado, es que, como dijimos en su día, España se limita a su alicorta idea de España y se hace a hostias.

Cuatro lugares en Podemos para reinventar la política

El sentido común neoliberal se organiza sobre cuatro pilares políticos: el miedo ante la incertidumbrela delegación de la política en los representantes (¡vota y no te metas en política!), la indiferencia -y el desprecio- hacia la política, y una identidad nacional excluyente (aunque la vida te vaya muy mal, tranquilo que “tú eres de aquí”. Aunque tu país te esté dando de comer limosna. La posibilidad de que Podemos gobierne España pasa por revertir esas cuatro raíces que nutren el sentido común actual. No se trata de arrancar las raíces de lo que existe. Se trata de sembrar raíces nuevas y abonarlas para que sean más fuertes que las viejas y quiera el árbol  nutrirse de ellas.

(1) A la identidad excluyente se la combate construyendo identidades incluyentes: sentirte catalán y español, andaluza, gallega, vallecana y española, española y musulmana, católico y catalán, negra y vasca. Y que esas identidades te permitan materialmente vivir (que la gente no come identidades). Eso se logra menos con el discurso y más con la convivencia. Se trata de articular espacios de encuentro que no sean de confrontación (como el fútbol, levantado sobre la guerra). Lo sabían en la Edad Media, casando los reyes a sus hijos con los de otros reyes. Tienen que ir más andaluces a la Diada y bajar más catalanes a la Feria de Abril. De camino, que paren en San Isidro, que les invitamos a un vermút. Pero ahí no acaban las dificultades. No debemos perder de vista un problema para la democracia: el neoliberalismo no es incompatible con el autoritarismo ni con la deriva nacionalista excluyente. Erdogan, como buen neoliberal, dice que quiere gobernar Turquía como una empresa. Como Rajoy, como Puigdemont, como Rivera. El problema es que los que queremos una democracia con ciudadanía, no con clientes, estamos en el polo opuesto de esas concepciones.

(2) La indiferencia se solventa con compromiso. Esta semana, las calles de Madrid se llenaron de murcianas y murcianos peleando para que el AVE no separe a la ciudad. Esa movilización, como ocurrió con Gamonal, no deja indiferente a la ciudadanía. La indiferencia se solventa con compromiso. Lo ha hecho también el independentismo que viene del 15-M. Ese compromiso que nace de abajo va a ser esencial para profundizar en la democracia en el conjunto de España (no así la dirección política del independentismo, que ha pensado en términos de partido desde el primer momento). Lo ha hecho también, aunque de manera reactiva y despertando a la bestia fascista, el españolismo del PP y el neo falangismo de Ciudadanos -contando además con el aparato de represión del Estado-. No es que toda la gente que fue a esas manifestaciones comulgara ni mucho menos con esos partidos, pero quien se apuntó el tanto fue esa derecha canovista, de la misma manera que los tantos independentistas se los apunta ERC y el PdeCat. En España, durante la I República, durante la II República, durante la Transición, luchar contra la indiferencia era gritar: “Llibertat, amnistia, Estatut d’Autonomía”. Hay capacidad para instalar un relato pero no para mantenerlo. Borrell e Iceta terminan haciéndose un selfie en una pancarta con Rivera y Albiol.

En España, para salir de la indiferencia necesitamos un relato diferente de España. La tarea de Podemos de construir el imaginario de una patria diferente a la del PP y Ciudadanos está detenida. Pedro Sánchez se fotografió con una bandera española gigante, en un gesto meramente electoral. Le cortarían igual la cabeza. Luego ganaría las primarias hablando de plurinacionalidad. Pronto se ha desdicho. Lo que era de verdad en su gesto es ese apego a la bandera como forma de encubrir cualquier idea alternativa. La energía intelectual del PSOE anda bien debilitada. También la de Podemos. ¿Dónde está la intelectualidad española? Es verdad que ahora los profesores universitarios forman parte de esa intelectualidad. Pero es bastante probable que la mediocridad que hace que no existan universidades españolas entre las más punteras del mundo es lo que hay detrás de los manifiestos llorones y tardíos de profesores, por lo general de derecho, a rebufo del gobierno del PP, el partido más corrupto de Europa. Cuando los socialistas catalanes tienen que ponerse al lado de Albiol, mal vamos. Podemos empezó a hablar de una España alternativa, hizo un hueco privilegiado a la memoria histórica, se propuso recuperar a Lorca y a Machado, a Negrín y a Cernuda, a María Zambrano y Cenobia Camprubí, a las 13 rosas y a Clara Campoamor, a Américo Castro, a Miguel Hernández, a Nogales a Victoria Kent a Margarita Nelken. Tiene que seguir por ahí. Podemos va a gobernar cuando tenga un relato de España claro. En un país con un himno sin letra y con una música que sonaba cuando fusilaban a republicanos.

(3) La delegación de la política se solventa con participación. Eso fue el 15-M: la repolitización de la gente que construyó un relato alternativo. Hoy Podemos debiera ser capaz de ir casa por casa a explicar su proyecto de España, a contar cómo el Partido Popular está rompiendo nuestro país, a explicar cómo las catalanas y los catalanes tienen que votar precisamente para lograr que no se marchen. No hay ningún partido que pueda hacer ahora mismo eso. No es extraño el odio de los partidos del 78 hacia Podemos. La ira desatada dificulta esta explicación. Pero hay que intentarlo. Nos jugamos un país. Por eso Podemos necesita activar a sus jóvenes -son quienes más energía portan y una idea más limpia de la España futura tienen-.

(4) Por último, y quizá lo más importante en este momento: ¿como se vence al miedo? Regresando a la indignación que hizo nacer a Podemos.
Convertir la ira estéril en digna rabia

Lo único que vence al miedo que se está generando en nuestras sociedades, tanto en España como en el resto de Europa, es convertir la angustia en digna rabia. El miedo reclama al padre castrador que nos proteja. Y cuanto más nos protege, más indefensos estamos, más a su merced. La dignidad, como recuerda María Moliner, es la condición de quien no humilla y no se deja humillar. Hay muchos poderosos que no se dejan humillar. De hecho, son los que votan todos los días gracias a su poder. Pero humillan a los demás. Constantemente. La tarea del 15-M, y es la tarea de Podemos, consiste en convertir la ira que produce la corrupción, la ira que produce el que unos aventureros junto a unos ladrones nos hayan llevado a este callejón sin salida en Catalunya, la ira ante el vaciamiento de la hucha de las pensiones, la ira ante unos empleos cada vez más precarios, la ira ante el crecimiento de las desigualdades, la ira ante la subida especulativa -¡Otra vez!- de viviendas y alquileres, la ira ante la precarización de la Universidad pública y el abandono de la educación, la ira ante la privatización de la sanidad, del alargamiento de las listas de espera, del encarecimiento de las medicinas, de la salud, del ocio. Después de un año de incertidumbre, todos han movido ficha: el PP y Ciudadanos hacia la reacción falangista, el PSOE, de nuevo, hacia el susanismo y el felipismo, el Rey hacia el pasado Borbón, el independentismo hacia el abismo (con la ambigüedad democristiana de ERC que no dudará en decir cuando convenga lo contrario de lo que está diciendo), el PNV a la condición de bisagra única de Madrid, Bildu al orgasmo vicario por la situación catalana que le hace de nuevo reforzar su reclamo identitario y “despodemizarse”. Queda por saber qué tiene que  hacer Podemos después de haber mantenido la postura más honesta: diálogo dentro de la Constitución para ir más allá de la Constitución, referéndum pactado con el Estado, proyecto constituyente que garantice los derechos sociales, justamente cuando ya es evidente que a sus cuarenta años la Constitución de 1978 está exhausta.

Podemos tiene que volver a hablar desde la digna rabia, con la contundencia que poseen quienes transforman la ira en digna rabia. Podemos tiene que mandar al basurero de la historia a la dirigencia independentista a la que se les ha perdonado demasiadas mentiras ¿No dijeron que las anteriores elecciones fueron un plebiscito? Cuando se pierde un plebiscito no se queman las naves ni se dinamitan los puertos, sino que intenta ganar fuerzas, no abrir una guerra que golpea a tu propio pueblo y que necesita mentir presentando una España que es mucho más rica de lo que dicen solo para justificar su fracaso y su cobardía. Podemos tiene que mandar al basurero de la historia al PP de Mariano Rajoy. Si se aplicase la ley de partidos al PP es bastante probable que hubiera que ilegalizar ese partido. Casi mil cargos imputados por robarle dinero a España. ¿Y se envuelven con la bandera española? Cada vez que un cargo imputado del PP se envuelve con la bandera española la llena de mierda. ¿Por qué se lo permitimos los españoles honrados? ¿Sólo porque tienen mil altavoces para gritar que tenemos que resignarnos porque todos somos iguales? (Insisto: no han sido capaces de demostrar en ningún tribunal sus mentiras contra Podemos).

No es verdad que todos seamos iguales: los condenados por los jueces son ellos. Y son ellos los que llenan la bandera de estiércol. Y la han colgado de la fachada de la sede de Génova, pagada con dinero negro. Podemos tiene que convertir en digna rabia esa ira ante tanto sinvergüenza. En esa batalla sabemos que en ayuda al PP están muchos mercenarios de los medios que por dinero piensan con faltas de ortografía y mala sintaxis democrática-

Podemos convirtió la indignación en digna rabia en la moción de censura. Pero se está dejando robar el relato, que aprovechan los oportunistas. No es fácil el momento. El grito de ¡Rompen España! convoca más que la evidencia de ¡Se roban España! Por eso hay que explicarlo tanto como haga falta. Bajará el polvo y se verá qué queda en pie. Mientras tanto toca convocar de nuevo a la organización.
Todos han movido ficha pero el tablero del 78 se ha desdibujado

Todo el régimen del 78 ha salido en tromba a apoyar al PP. Tanto que el PSOE ha tenido que volver al redil. Hay una involución en el Gobierno de Rajoy que aplica inconstitucionalmente el 155, en el Tribunal Constitucional que se pliega a las presiones del gobierno, en los medios, en la fiscalía, en las fuerzas y cuerpos de seguridad, en el Parlamento que aprueba el CETA aprovechando la confusión y regala la soberanía española. El riesgo de una segunda transición que devuelva al franquismo ámbitos ganados en la primera transición está ahí. Podemos es la única garantía de que esto no pase. Para ello, tiene que armarse de razones para hacer oír su digna rabia.

Pasa, en primer lugar, por colocar fuera de la organización a los que han roto todos los principios éticos de Podemos. La dirección de Podem se ha situado hace mucho tiempo fuera de Podemos. Tienen otros partidos -con los que llevan meses haciendo política- que les recibirán con gusto. Es muy deshonesto por parte de la actual dirección de Podem, encabezada por Albano Dante, sostener unas ideas políticas ajenas a Podemos desde una organización con la que comparte un código ético y político. Ideas que, además, no estaban en el programa electoral con el que se presentó a las elecciones. Esa deshonestidad no debe caber en Podemos. Podemos tiene que reconstruir su espacio político en Catalunya. Eso pasa por reinventar Podem y por reinventar En comú Podem, construyendo una nueva fuerza política comprometida con Catalunya y con España y que defienda, con la misma fuerza, los derechos sociales en el conjunto del Estado de la misma manera que el derecho a decidir como la forma legal y legítima de solventar el encaje de Catalunya en España. Podemos no necesita en Catalunya una fuerza política pensada solo para discutir con Madrid, de la misma manera que la nueva fuerza política en Catalunya no necesita en España una fuerza política que no entienda la condición plurinacional de España ni que Catalunya es una nación. España necesita el ímpetu de la Catalunya rebelde, fuerte, trabajadora, exigente, de la misma manera que Catalunya necesita la savia compartida con una España que le paró los pies al fascismo, que se la jugó cuando murió el dictador, que coge un autobús para ayudar en el Prestige, en los incendios, en una catástrofe y que vibra de la misma manera ante cualquier injusticia. Fragmentados no solamente vamos a sentirnos rotos, sino que por puro egoísmo vamos a tener muchas menos oportunidades para pelear en la guerra sin cuartel de la globalización neoliberal.

Está en manos de Podemos pelear contra el miedo con la digna rabia, esa que construye esperanza, pelear contra la delegación de la política apostando por la participación que le permita al partido volar, luchar contra la indiferencia creando compromiso, enfrentarse a las identidades excluyentes recuperando esa patria de patrias donde no solamente cabemos todas y todos sino que es donde está lo más hermoso de nuestra historia compartida. Los reyes y los príncipes, a los cuentos. Por eso le tienen tanto miedo a un proceso constituyente. Dejar de ser súbditos. Volver a ser sujetos de ciudadanía.


lunes, 23 de octubre de 2017

El 155 y la inutilidad de tener razón


Artículo de Juan Carlos Monedero en Público de fecha 21/10/2017.
Llevamos tiempo diciendo que la única salida que tenía el PdeCat como partido del régimen era confrontar a un PP que iba a entrar al trapo. Que les iban a ayudar las CUP, que daban prioridad a la independencia por delante de la petición de cuentas al partido que les había aporreado cuando los indignados rodearon el congreso. Llevamos tiempo diciendo que les iba a apoyar ERC, en su sibilino quehacer histórico posibilista, esperando a barrer votos de la debacle de la antigua Convergencia y protagonizando el diálogo que venga, sea cual fuere. Habrá diálogo, habrá referéndum y habrá más independentismo.
Llevamos tiempo diciendo que el PP necesitaba algo para salir de sus casi mil casos de corrupción, de los Presidentes de Madrid encarcelados, de su sede que puede terminar embargada, del fantasma de Rita Barberá y la zombi Esperanza Aguirre, de la imputación de Cristina Cifuentes o de nuevas comparecencias del mismo Rajoy en la Audiencia Nacional. Sin contar que la economía, pase lo que pase con el crecimiento, va a irle mal a dos tercios de los españoles. Como ya no pueden aplicar la cuestión religiosa como hicieron con Zapatero, poniendo a una España que pensaba en el infierno a tocar la guitarra con los Kikos en la Plaza de Colón de Madrid en misas contra la “infección homosexual”, ahora tocaba el otro asunto que tiene que ver con la trascendencia: la nación, esa atravesada de una herida territorial desde, al menos, la Revolución Gloriasa de 1868. Y los que tienen el dinero en Suiza y en Panamá, los que no pagan impuestos, los de las amnistías fiscales, los de la obra pública corrupta, los de los sobresueldos, iban a envolverse con la bandera de España para que no se notara que están en esto por la pasta. Pinochet o la Junta Militar argentina se forraron con sus dictaduras. Igual que Franco y los suyos. Por eso daban sobresueldos en el PP. Algún tertuliano mercenario o algún periodista pantuflo jurará y perjurará que una vez vio a un nieto segundo de Franco en una cadena de montaje. Ya. Igual que el PP y los licenciados en Deusto son mayoría entre cajeras y reponedores de grandes superficies.
Llevamos tiempo diciendo que Ciudadanos es un partido inventado por los bancos y el Ibex 35 para frenar la sangría del PP. Que por eso el PP no se lleva bien con Rivera, aunque los dos harán lo que al final manden las necesidades del sistema nacido de la Constitución de 1978. Desobedecer a los que te pagan o te sostienen sale caro a los que dependen de su soldada. Llevamos tiempo diciendo que Ciudadanos renunció a ser la derecha sensata y optó por el neo falangismo de los Girauta y el neoliberalismo de rapiña de los Garicano. Por eso Inés Arrimadas ha tomado rumbo propio, aunque su vuelo depende igualmente de los que sostienen a su partido. Y que por todo esto, Ciudadanos iba a extremar su condición extremista situándose en la derecha del PP. Duele pensar que en algún momento hubo quienes pensaron que Ciudadanos venía a ayudar a la regeneración de España…
Llevamos tiempo diciendo que el PSOE andaba como pollo sin cabeza. Cuando nació Podemos, veníamos del 15M y el “PSOE-PP la misma mierda es” pero nos envainamos la ira por si era verdad que el PSOE podía cambiar. Rubalcaba y Felipe González entraron al consejo editorial de PRISA y la militancia crítica parecía revolverse. Nos emocionó el apoyo de las bases a la resurrección de Sánchez, pero intuíamos que Sánchez iba a defraudarles. Era imposible ignorar el entusiasmo de la socialdemocracia ante tamaña proeza y bridamos la mano por respeto a los militantes del PSOE (Pienso en Ramón Cotarelo, entusiasta en su inacabable juventud, quien creyó otra vez, tras la elección de Sánchez, en el socialismo como posibilidad de redención de España, lo que le llevó a endurecer su mirada con Podemos). Poco dura el consuelo en la casa del pobre. Pedro Sánchez se ha convertido en muleta de Rajoy y en el Embajador del Presidente del “Luis, sé fuerte”. ¿Quién no se acuerda de un Iceta histérico gritando ¡Por Dios Pedro, líbranos de Rajoy! ¡Pero por Dios líbranos Pedro de Rajoy ya ! ?. Teatro, lo tuyo es puro teatro.
Llevábamos tiempo diciendo que Felipe VI necesitaba un 23-F para legitimar su reinado, y que se lo iba a brindar Catalunya. Sin embargo, no ha sido ese el papel del Rey. Eso es que no ha visto Juego de tronos, pese a que Pablo Iglesias se gastó un dinero para regalárselo. Explica la teoría de la acción racional que los actores políticos siempre actúan maximizando su utilidad. Felipe VI, cobarde, se ha echado en manos del pasado y se ha cortocircuitado el futuro. Le hubiera bastado decir: “En España cabemos todos y cabemos con lo que compartimos y con lo que nos diferencia: es tiempo de hablar y de que lo que camina separado vuelva a reencontrarse”. Pero se ha dejado llevar por una historia llena de traiciones. Si un Borbón, Fernando VII, metió en el Código Penal por vez primera el delito de sedición, otro Borbón, Felipe VI, ha puesto su reinado al servicio de un artículo que permite que un partido con 350.000 votos le dirija la autonomía a siete millones y medio de catalanes. Y con ello, ha dado primacía a la legitimidad monárquica por encima de la legitimidad democrática.
No me alegro en absoluto de tener razón. La única posición responsable ha venido de Podemos y los Comunes. Diálogo, referéndum pactado, una Catalunya que se incorpora libremente a la construcción de España y que se hace fuerte al tiempo que la hace fuerte. Un proceso constituyente. Pero los partidos de la Restauración, PP, PSOE y Ciudadanos, han preferido buscar un espacio electoral tensando la cuerda y machacando cualquier posibilidad de diálogo.
Vienen tiempos de dolor para Catalunya y para España. La desconfianza crece y nos estamos empezando a faltar al respeto. La sociedad se está rompiendo. Nos hablamos menos y nos insultamos más. Se respira en la calle. El Estado, cuya principal misión es garantizar la cohesión de la ciudadanía, está fracasando. La extrema derecha anda desatada. Los dementes se están normalizando (Pablo Casado le pide ayuda a Santa Teresa, quien si viviera la patearía el trasero por obtuso). Todo por culpa de la peor clase política que se recuerda en democracia. Por fortuna no pueden impedir que se vote. De momento. Porque el PP siempre entendió que si los pueblos se equivocan votando hay que enderezar a los pueblos. Habrá elecciones que no cambiarán gran cosa la situación, salvo porque tanto el PSC como el PP estarán prácticamente fuera del Parlament. Los andaluces recondujeron su Autonomía echándose a la calle y teniendo el apoyo, en aquel entonces, del PSOE. Y Suárez tuvo que cambiar la ley para ignorar que en Almería no había superado el referéndum el 50%. Cuando las leyes van contra la lógica política, hay que cambiar las leyes. Algo que no entienden los que siempre llegan tarde y sus muletas.
El fundador del PP, Fraga, nunca condenó el golpe del 18 de julio de 1936. Siempre llegan cuarenta años tarde a todo. Y si muchos españoles no han podido sentir suya la bandera, es porque el PP se encargó de recordar desde el primer momento que esa bandera era la de ellos. La de los que siempre llegan tarde a la democracia. La de los que hoy aplican el artículo 155 forzando su interpretación. Los del partido más corrupto de Europa. Los que, por tanto, tienen interés en España siempre y cuando puedan robarle a los españoles.
Y el PSOE, en 2017, ayudándoles.