lunes, 20 de julio de 2020

Lo que esconde la posición de Holanda contra el sur de Europa.

Artículo de Juan Torres López, en su blog La tramoya de fecha 20/7/2020.

Una vez más, el gobierno holandés se opone a las propuestas que defienden los países del sur para hacer frente a la crisis provocada por la covid-19. Se opuso a suscribir deuda conjunta y ahora defiende que los recursos destinados a los diferentes países se concedan como créditos y no como ayudas o subvenciones.

Para justificar su posición los políticos holandeses insisten en que su país (y otros "frugales" que defienden su misma posición) han hecho los deberes fiscales, que han reducido su deuda, que han sido "hormigas" prevenidas y laboriosas, mientras que los países del sur han sido "cigarras" que gastan demasiado, viviendo por encima de sus posibilidades y sin hacer nada para reducir la deuda. Algunos, como el socialdemócrata Jeroen Dijsselbloem, llegó a decir que Italia o España "se gastan todo el dinero en copas y mujeres y luego piden que se les ayude".

Se trata de un argumentario muy extendido en Holanda pero que no sólo no responde a la realidad sino que esconde los verdaderos motivos que llevan a sus líderes políticos a defender su posición frente a los demás países europeos.

No se puede decir que el Estado español gaste más que el holandés: a finales de 2019, ambos gastaban el 41,9% de su PIB respectivo.

Es verdad que el porcentaje de la deuda pública española sobre nuestro PIB es mayor que el de Holanda, pero tampoco se puede decir que nuestro volumen de deuda sea desproporcionado. Nuestra población representa el 10,5% de la del conjunto de la UE, 2,7 veces más que la holandesa, y el porcentaje de nuestra deuda pública sobre el PIB de la UE (10,9%) es 3 veces mayor que el de la holandesa. Quizá sería deseable tener menos deuda pública pero no se puede decir que nuestro endeudamiento público sea desmesurado y, sobre todo, que ese porcentaje refleje que vivimos por encima de nuestras posibilidades.

Para saber quién vive así, gastando lo que no tiene, no basta con tomar en consideración la deuda pública: hay que contemplar también la de los hogares y la de las empresas, es decir, la deuda privada y la total.

Al hacerlo, resulta que la deuda total de Holanda es del 242% de su PIB (o del 298% si se toman todas las fuentes de deuda, según el Fondo Monetario Internacional), frente al 131% de la de España (195,21% según el FMI). La de los hogares holandeses es el 103% y la de los españoles el 57,4%; y la de las empresas holandesas del 140% del PIB frente al 73% de la que tienen las españolas.

No es verdad, tampoco, que España derroche en servicios públicos o en pensiones, lamentablemente para nosotros. El gasto público per capita es 8.000 euros mayor en Holanda que en España, allí se gastan casi 2,5 veces más euros por habitante en sanidad que en nuestro país y los holandeses tienen unas pensiones mucho más generosas que las nuestras (a pesar de los problemas que mencionaré enseguida) que permiten que haya un riesgo de pobreza entre las personas de más edad mucho más bajo que en nuestro país.

Los holandeses dicen que los españoles somos vagos pero trabajamos, en promedio, 1686 horas anuales frente a las 1.434 de promedio en su país.

Los argumentos del gobierno holandés son falaces y falsos. Puestos a comparar, son los holandeses quienes viven por encima de sus posibilidades generando una deuda privada que es la tercera más grande del mundo (tras la de Irlanda y Chipre), según los datos del Fondo Monetario Internacional.

Holanda es un país más rico que España (aunque una buena parte de su riqueza esté en inversión financiera muy volátil). A nadie le cabe duda. Tiene menores registros de deuda pública que España pero eso no significa que tenga controlada su deuda (sino que la hace descansar directamente sobre los hogares y las empresas), como tampoco el mayor nivel de deuda pública española tiene su origen en el despilfarro o en la falta de voluntad de eliminarlo, y aunque eso no quiera decir que en España no haya habido mala gestión del gasto público.

Y si no se puede decir de España con fundamento lo que dice el gobierno holandés, mucho menos se puede acusar de lo mismo a Italia que, como ya expliqué en otro artículo, ha hecho más sacrificios y reducido su gasto en mucha mayor medida que Holanda en los últimos años (Italia como ejemplo y como advertencia).

La razón de que en España o Italia haya mayor deuda pública o niveles de paro más elevados no tiene que ver con las razones demagógicas que utiliza la derecha que gobierna Holanda y otros países europeos sino con el diseño del euro y con políticas europeas que imponen un desequilibrio del que se benefician esos países del norte. Y, entre otras cosas, con la actuación de Holanda como un paraíso fiscal parásito de los demás países de la Unión Europea, como expliqué en otro artículo: Holanda, campeona mundial de la evasión fiscal, tiene por qué callar)

Cuando el gobierno holandés reclama reformas en el sistema español de pensiones o en nuestro mercado de trabajo en realidad está haciendo un discurso dirigido a sus votantes. Reclama que reformemos nuestro sistema de pensiones para ocultar que es el sistema holandés el que se encuentra en una crisis profunda.

Su sistema se basa en tres pilares: una pensión mínima pública, otra procedente de la fondos de inversión gestionados por las empresas y una tercera resultado del ahorro individual.

El segundo pilar ha sido hasta ahora el fundamental y ha dado buenos resultados pero las sucesivas crisis financieras y los bajos tipos de interés han ido reduciendo la rentabilidad de esos fondos, de modo que su disposición de liquidez para hacer frente al pago de las pensiones ha estado y está bajo mínimos. El año pasado se daba por seguro que en 2020 se tendría que reducir la cuantía de las pensiones y la situación se ha agravado con la crisis de la Covid-19: a finales de 2019, alrededor de 70 fondos que afectaban a más de 12 millones de trabajadores tenían índices de cobertura por debajo del mínimo y en lo que va de año se han perdido unos 80.000 millones de euros.

Como el sistema no tiene cobertura suficiente para hacer frente al pago de las pensiones futuras, el gobierno ha tenido que realizar una propuesta de reforma en las últimas semanas que simplemente significa dar un paso en el vacío en una de las cuestiones más sensibles para la población holandesa. En el nuevo sistema que el gobierno propone, la cuantía de las pensiones que recibirán los holandeses no se basará en los índices de cobertura y las tasas de interés oficiales, sino que dependerá aún más de le rentabilidad de los títulos financieros y de la evolución de la bolsa de valores. Es decir, que se refuerza el factor que precisamente ha hecho que el sistema se haya deteriorado y que haya sido necesario cambiarlo.

Cuando el gobierno holandés insiste en que se reforme el sistema de pensiones español lo que está haciendo es tratar de decirle a sus votantes que reivindica el suyo para ocultar el deterioro que sufre por su enorme dependencia de los mercados financieros cada vez más inestables.

Pero la cuestión no termina ahí. La singularidad del caso es que una de las inversiones más rentables que hacen los fondos de los que se nutren las pensiones holandesas son los bonos estatales del sur de Europa. La realidad es que a Holanda le interesa que Italia o España estén altamente endeudadas y, a ser posible, que esa deuda esté sometida a tensiones que eleven su prima de riesgo, para que sus títulos de deuda sea más rentables. Para cerrar el círculo, solo basta imponerles condiciones que garanticen que esa deuda se vaya pagando por encima de todo.

Esto es lo que hay detrás de las políticas de austeridad que Holanda y otros países con sus mismos intereses impusieron en la anterior crisis financiera con el objetivo real pero oculto de que, en realidad, aumente la deuda. Por paradójico que pueda parecer, esto es lo que explica que Holanda se oponga a la mutualización europea de la deuda: la rentabilidad de la española para quienes la suscriban (como sus fondos de pensiones) sería menor, porque los bonos se emitirían a menor interés y no se daría la especulación que los encarece.

Al gobierno holandés le interesa que España o Italia estén cada vez más endeudados, lo mismo que le interesa que lo estén los hogares y las empresas holandesas, porque esa deuda es la que alimenta el beneficio de su economía financiarizada y la que hace que los fondos de pensiones tengan liquidez suficiente para hacerlas efectivas, algo que está cada vez más en peligro.

Su posición frente a la mayoría de los gobiernos europeos no es sólo un capricho ideológico, ni responde a propósito sincero de mejorar la economía europea o la de los países del sur de Europa. No es verdad, como los políticos holandeses le dicen a sus votantes, que Holanda esté pagando la deuda de los países del sur de Europa. Es al revés, imponen unas políticas que generan nuestra deuda para poder pagar con ella sus pensiones, cada día más dependientes de la deuda global y de la especulación financiera.

La economía de Holanda es un parásito peligroso que desestabiliza y pone en peligro a Europa aunque lo sorprendente no es que los holandeses se aprovechen de eso, sino que los demás países lo sigan consintiendo.

 


viernes, 10 de julio de 2020

España y Europa deben repudiar la austeridad fiscal


Artículo de Juan Laborda en su blog de Vozpopuli de fecha 9/7/2020.

Las bases teóricas que han sustentando la política económica de las últimas cuatro décadas son un cuento de fantasía

El problema de fondo no es subir o bajar impuestos, sino acabar de una vez por todas con la austeridad fiscal. Europa, y quien fijó los criterios de Maastricht, francés para más seña, no contempló, ni por asomo, la posibilidad de una recesión de balances, o una financiarización destructiva, cargada de caos y miseria. Lo más lamentable es que muchos responsables de la cosa pública aún siguen sin enterarse de lo básico. Los gobiernos no son ni familias ni empresas. Tienen el monopolio de crear dinero. El entorno actual permite aplicar otras políticas alternativas que no se están utilizando. Los países que disponen de soberanía monetaria, tipo de cambio flotante, y emiten deuda soberana en su moneda pueden dedicar las políticas fiscal y monetaria a garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero. Muchos ni se enteran.

Nos llevan engañando demasiado tiempo, pero quienes así actúan, y se jactan de ello, aún no se han enterado de que otros, desde el Golfo de Malaca, les han robado la cartera, de manera que la principal fuerza económica, tecnológica y financiera del mundo ya no es occidental. Pronto no lo será ni tan siquiera militarmente. Todo un ejemplo de reversión a la media histórica. Las bases teóricas que han sustentando la política económica de las últimas cuatro décadas son un cuento de fantasía, mejor dicho, seamos concisos, son un tocomocho, una auténtica 'fake news'. En nuestra querida España el Totalitarismo Invertido en el que vivimos intenta defenderse como gato panza arriba con tal de mantener el statu-quo. Pero su tiempo también se ha agotado.

El balance del Eurosistema

Si analizamos el balance del Eurosistema se observa cómo ha aumentado su tamaño de 4,7 billones de euros a finales de 2019 a los 6,2 billones. Sin embargo, la sorpresa se detecta en su composición. La mayoría del incremento de su activo, en más 900.000 millones de Euros, ha sido préstamos al sistema bancario para evitar problemas de liquidez e insolvencia del mismo. Arrastramos las malas decisiones económicas de la Gran Recesión, donde no se limpió el balance del sistema bancario a costa de acreedores, con las consiguientes quitas de deuda. Por el contrario, la financiación en mercado secundario a los gobiernos se incrementó en una cuantía que apenas llega a los 500.000 millones, insuficiente teniendo en cuenta el destrozo económico que se ha producido. Detrás de ello los temores a que Bruselas acabe exigiendo duros ajustes fiscales en los años venideros.

El problema de fondo es otro, se debe abandonar la austeridad fiscal. El gobierno no es ni se comporta como una familia o como una empresa

Europa sigue trabajando, erróneamente, en el marco de la austeridad fiscal. Y esto empieza a ser un serio problema. La imaginación política es muy escasa y asume el actual paradigma fracasado por encima de todo. Mientras desde las formaciones conservadoras se intenta persuadir al público de la necesidad de austeridad después de que la crisis disminuya; desde las formaciones de izquierda se contrarresta estas propuestas, pero dentro del marco ortodoxo, vía aumentos de impuestos. El problema de fondo es otro, se debe abandonar la austeridad fiscal. El gobierno no es ni se comporta como una familia o como una empresa.

Las propuestas desde la derecha incluyen la transferencia de los costes de la covid-19 a los pensionistas y a los trabajadores, vía devaluación salarial, retraso de los aumentos del salario mínimo, y recorte del gasto. Estos recortes colocarían gratuitamente la carga financiera sobre los hombros más débiles y nos comprometerían a otro ciclo de austeridad destructiva en el futuro. La izquierda contrarresta estas propuestas, pero sólo dentro del marco ortodoxo. Se admite que es necesario reembolsar el déficit, pero que su coste debe ser asumido por los más ricos, como parte de una reducción general de la desigualdad. Esto sólo busca reorientar la austeridad, en lugar de rechazarla por innecesaria. Al vincular su demanda de mejores servicios públicos con su deseo de hacer frente a la desigualdad, se corre el riesgo de no lograr ninguna de las dos cosas.

El papel de los impuestos

Una descripción operativa del sistema monetario actual es fundamental. Comprender que los préstamos crean depósitos (que a su vez crean reservas, es decir, dinero endógenamente) es un punto de partida mucho más realista que el punto de vista general de que los depósitos crean préstamos. Por ejemplo, conocer que el gasto público crea reservas y reduce los tipos de interés es vital para entender el mercado de bonos de Japón. Por lo tanto, primero es el gasto y, después, el ahorro. En este sentido los gobiernos deciden lo que gastan y seguidamente determinan qué parte del flujo de renta y riqueza generada por los sectores privados se retira del sistema vía impuestos. En definitiva, los contribuyentes no financian nada. Tras decidir primero lo que gastan y, después, el nivel de impuestos, la diferencia nos indicará el nivel de emisión de deuda.

La Teoría Monetaria Moderna (TMM) desde su inicio ha reconocido que el dinero de hoy en día y lo que se llaman recursos reales -bienes y servicios- son dos cosas diferentes, y que el dinero está necesariamente disponible para el gobierno según su voluntad -sin coste o límite- desde el momento que los bancos centrales crean depósitos con pulsar teclas de ordenador. Además, los límites del gasto total radican en la disponibilidad de recursos que se ofrecen a la venta, y el gasto más allá de esos límites se pone de manifiesto en el aumento de los precios (incluidos los salarios), lo que comúnmente se denomina inflación. La TMM debería convertirse en el nuevo consenso.

Los bancos centrales son agentes del gobierno; pueden crear saldos de cuentas -dinero- con sólo pulsar una tecla

Bajo este planteamiento conviene que queden bien claras ciertas aseveraciones. Las obligaciones tributarias crean vendedores de bienes y servicios que desean la moneda del gobierno a cambio. Esto permite que el gobierno se provea a sí mismo mediante el gasto de su moneda, que de otro modo no tendría valor. El gobierno y sus agentes son la única fuente de los fondos necesarios para pagar los impuestos. Los bancos centrales son agentes del gobierno; pueden crear saldos de cuentas -dinero- con sólo pulsar una tecla. Las monedas de hoy en día son los créditos fiscales que exigen los gobiernos para el pago de impuestos. La deuda pública ya es "el dinero" -los saldos de cuenta en el Banco Central gastados por el gobierno que aún no han sido utilizados para pagar impuestos-, y lo que se llama "pago de la deuda pública" no es más que el desplazamiento de esos saldos entre cuentas en el Banco Central.  La capacidad de pago del gobierno no es un problema.  Es enteramente una cuestión de voluntad de pagar.

Los impuestos sí que pueden tener dos funciones usualmente olvidadas: limitar el poder económico de ciertos grupos de presión (esto Frank Delano Rooslvelt lo entendió perfectamente); y orientar el modelo productivo, donde, a diferencia de lo que ocurre hoy en día, se debería castigar fiscalmente a los extractores de renta mientras se favorece la actividad productiva. Las grandes corporaciones en las cuatro últimas décadas han acumulado poder, además de extraernos rentas. ¡Blanco y en botella!