jueves, 28 de mayo de 2020

Reino Unido creará dinero para financiar políticas públicas.


Artículo de Eduardo Garzón en su blog Saque de Esquina con fecha 9/4/2020.

 

Acabamos de conocer que el Banco Central de Inglaterra va a crear dinero para financiar las políticas públicas necesarias para combatir el Coronavirus.

Vaya, vaya…. Eso que está absolutamente prohibido en la Eurozona porque nos dicen que genera hiperinflación y no sé cuántas plagas bíblicas más… Lo cierto es que eso es precisamente lo que se hacía antes de la firma del Tratado de Maastricht en 1992 y que en parte permitió que España pudiera erigir su Estado del Bienestar en tan sólo unos pocos años de democracia.

Hay que decirlo claro: lo único que se perseguía prohibiendo que el banco central crease dinero para financiar políticas públicas era regalar la creación de dinero a la banca privada y que ésta pudiera lucrarse a nuestra costa, algo que ha hecho y sigue haciendo en la actualidad. No hay más. El resto son cuentos inventados que se han creído muchos economistas.

El cuento principal es que la creación de dinero para financiar políticas públicas crea inflación pero que la creación de dinero para financiar préstamos bancarios no. Por algún tipo de brujería que nunca nos han sabido explicar pero que repiten hasta la saciedad y que se creen a pie juntillas. Es fanatismo, no ciencia.

El ejemplo británico despertará a muchos: se puede crear dinero para financiar gasto público y no tiene por qué pasar nada (siempre dependerá de cuánto se cree y para qué, pero es harto difícil -incluso en el peor de los casos- que pueda generar una inflación preocupante). Lo único que seguro pasará es que los bancos ganarán menos dinero, que es lo que a toda costa querían evitar. Esperemos que cunda pronto el ejemplo en la Eurozona.

 


¿Por qué las cuentas públicas no son comparables a las de una empresa o familia?


Artículo de Eduardo Garzón publicado en su blog Saque de Esquina con fecha 24/5/2020

 

Es desgraciadamente muy habitual encontrarse con análisis económicos que comparan las cuentas de un Estado o administración pública con las de una familia o una empresa. Por ejemplo, muchos suelen señalar (incluidos muchos economistas, gobernantes e incluso presidentes del gobierno) que si una familia no puede estar gastando más de lo que ingresa indefinidamente tampoco lo puede hacer un Estado. Este es un mantra muy repetido y muy utilizado para clamar por la reducción del déficit público, por recortes en el gasto o aumentos de impuestos. ¿¡Cómo va a estar el Estado en números rojos tanto tiempo si eso no lo hace ninguna empresa o familia?! Se trata de una comparación intuitiva, porque a primera vista parece lógico pensar que el funcionamiento de las cuentas de una familia debería ser idéntico o al menos parecido al de las administraciones públicas. Pero esta comparación es absolutamente tramposa y errónea. Aunque afortunadamente también es fácil de entender por qué la intuición falla tanto en este caso, y es lo que veremos en este vídeo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es el que el tamaño y potencial del Estado sobre la economía es muy superior al tamaño y potencial de cualquier familia o empresa. Que una empresa o familia quiera ahorrar o gastar mucho no tiene apenas impacto en la economía, pero que lo haga el Estado sí lo tiene.

Por ejemplo, ¿cómo podría una persona normal y corriente -como tú- ahorrar? Pues por un lado podría consumir menos, y por otro lado podría ingresar más dinero (trabajando más o haciendo cualquier otra cosa que genere un ingreso). De esta forma, estarías ahorrando y tus cuentas personales estarían mejorando. Pero como tú eres solamente una persona, poca gente notaría lo que estás haciendo. Si dejas de darte caprichos, pues a lo mejor el restaurante o la tienda de ropa ingresan algo menos, pero no lo van a notar apenas, porque tienen otros muchos clientes. Tú no eres imprescindible para que sus negocios puedan seguir funcionando, eres muy pequeño en comparación con la economía y tu capacidad de influencia es reducida.

Lo mismo pasa con una empresa, aunque evidentemente el impacto que provoca una empresa es mayor que el que provoca una persona, porque mueve más dinero. Pero en cualquier caso, ni siquiera la empresa más grande del mundo afecta apenas a la economía cuando decide gastar o ingresar más o menos.

Pero esto es diferente en el caso del sector público. Si el Estado, por ejemplo, quiere ahorrar, puede hacer lo mismo: gastar menos o ingresar más. Pero la clave del asunto es que el Estado afecta a casi todos los ámbitos de la economía tanto con sus gastos como con sus ingresos. Si gasta menos pagando menos sueldos afectará a millones de personas, y lo mismo si lo hace pagando menos pensiones o menos prestaciones por desempleo, llegará mucho menos dinero a familias y empresas. Si decide ingresar más, aún peor, porque los impuestos afectan a muchísima más gente, a veces a todo el mundo: si aumenta el IVA, el IRPF, o el IBI hará más pobres a los afectados, que son millones.

¿Y todo esto cómo afecta a las cuentas del Estado o de las familias y empresas? Pues que las familias y empresas podrán lograr siempre que quieran o casi siempre sus objetivos de ahorro, y controlar más o menos sus cuentas, pero el Estado no. Si tú quieres ahorrar, probablemente lo puedas conseguir, porque basta con que gastes algo menos o ingreses algo más. Y que lo hagas no afecta a la economía. Pero si el Estado quiere ahorrar una determinada cantidad, puede que no lo consiga, porque al aumentar impuestos o reducir gastos está empobreciendo a la gente, que es precisamente la que tiene que pagar los impuestos de los que se nutre el Estado. Si la gente se ha empobrecido mucho, el Estado no podrá recaudar lo suficiente como para cumplir sus objetivos de ahorro. Es un círculo vicioso: si el Estado ahorra mucho, afectará mucho a la economía, empobreciendo a familias y empresas y entonces estas no podrán pagar los impuestos que el Estado necesita para ahorrar.

¿Un poco confuso todo esto? Veamos un ejemplo que ayudará a entender el asunto: la pesca. Si tú quieres pescar un número determinado de peces, siempre que quieras podrás hacerlo, porque eres sólo una persona y por mucho que pesques no vas a afectar significativamente la cantidad total de peces que hay en el mar. Pero si el Estado se pone a pescar sin ton ni son con todo su potencial, llegará un momento en el que no queden suficientes peces para pescar. Entonces, aunque el Estado quiera pescar una cantidad determinada de peces, no podrá hacerlo! Porque ya no habrá suficientes peces por culpa de haber pescado tanto.

Extrapolando el ejemplo, un Estado no puede ahorrar todo lo que quiera ni controlar cuánto va a ahorrar porque cuando se pone a hacerlo llega un momento en el que la gente se queda sin suficiente capacidad económica para pagar los impuestos que el Estado necesita recaudar para ahorrar lo que desea. Por eso una familia o una empresa sí tienen facilidades para controlar sus cuentas, pero un Estado no. Al igual que la propia acción de pescar de un pescador masivo afecta negativamente a la capacidad de pesca, la propia acción de ahorrar del Estado afecta negativamente a su capacidad de ahorro.

Ahora vamos con el segundo motivo fundamental que explica por qué las cuentas públicas no tienen nada que ver con las privadas, y es el siguiente: el dinero es una institución pública, no privada. El dinero es un invento creado y regulado por el Estado a través de sus bancos centrales. Es verdad que los bancos privados crean también dinero, pero es dinero oficial (en nuestro caso euros) que crean con el permiso y bajo la supervisión y regulación de las autoridades públicas.

Por lo tanto, el Estado tiene la capacidad de crear dinero, lo que le da muchas más facilidades para gastar más de lo que ingresa. Es fácil de entender, si creas el dinero puedes gastar 6 euros aunque solo tuvieses 5 en un principio: creando un euro más. En cambio una familia no puede crear dinero (salvo de forma ilegal, falsificándolo, claro, pero eso tiene consecuencias penales) y por lo tanto para conseguir gastar dinero tienen primero que obtenerlo de otro sitio. En cambio, el Estado puede crearlo y gastarlo sin necesidad de obtenerlo.

Para los despistados y/o mal pensados: que el Estado pueda crear dinero no quiere decir que tenga sentido que cree todo el dinero del mundo sin parar, lo que quiere decir es eso: que puede crear dinero, lo que lo sitúa en un plano muy distinto al de las empresas y familias a la hora de controlar sus cuentas y sus finanzas. Un Estado puede cubrir parte de sus gastos sin ingresos, simplemente creando dinero. En cambio las empresas y familias no pueden.

En este vídeo no voy a abordar las dificultades a las que podría enfrentarse un Estado por crear más dinero de la cuenta. Aquí sólo me limito a señalar la obviedad de que las cuentas públicas no son comparables a las cuentas privadas. Y que, por lo tanto, cualquier comparación que se haga al respecto será tramposa, errónea y falaz. Cuando escuchéis a alguien decir que las cuentas de un Estado son como las de una familia, sed conscientes de que está diciendo una barbaridad y una falsedad. Las cuentas del Estado no tienen nada que ver con las de una empresa o familia.

 


Comisión Europea: más alimento para los peces gordos.



Artículo de Juan Torres Lopez en su blog La Tramoya, publicado el 28/5/2020

La presidenta de la Comisión Europea anunció ayer su propuesta para hacer frente a la reconstrucción de las economías europeas tras la crisis de la Covid-19.
Según los documentos que se hicieron públicos, lo que persigue la Comisión es "reparar el daño de la crisis y preparar un futuro mejor para la próxima generación", pero los propios términos utilizados y la naturaleza de las medidas adoptadas indican que lo que se puede conseguir con ese plan es algo muy distinto lo que se dice.
Por un lado, dedicar recursos a un plan de reconstrucción implica dar por hecho que se va a producir la destrucción de una parte importante de las economías europeas (de modo desigual, como indicaré enseguida), algo que se podía haber evitado. Y, por otro, provocar un incremento innecesario de deuda es una forma bastante peculiar de dejar un futuro mejor a la siguiente generación.
Lo que ha propuesto la Comisión Europea es lo previamente acordado entre Alemania y Francia (500.000 millones de euros entre subvenciones y préstamos) más otros 250.000 millones adicionales, aunque modificando el reparto, de modo que ahora el medio billón de euros sería en subvenciones no reembolsables y el resto en préstamos a devolver en 20 años.
Lo primero que hay que señalar es que, si bien lo lógico es que se haya negociado ya bastante, la propuesta de la Comisión no es definitiva pues debe aprobara el Consejo Europeo, por unanimidad, y el Parlamento. Sería un milagro que su expresión final fuese exactamente la de ahora.
La propuesta se basa en un análisis que muestra el efecto "devastador" que tiene el confinamiento en las diferentes economías europeas:
·       Entre el 25% y el 35% de las empresas, o entre el 35% y el 50% en un escenario adverso, tendrán un déficit de financiación a finales de año de entre 350.000 millones y 500.000 millones de euros, en el mejor escenario, o de entre 650.000 millones y 900.000 millones en el peor.
·       La caída estimada de la inversión privada será de 846.000 millones de euros en 2020 y 2021.
·       Las pérdidas que sufrirán las empresas serán de 720.000 millones de euros en el mejor escenario o 1,2 billones en el peor escenario.
·       Se perderán entre 25 y 35 millones de empleos.
·       Como consecuencia de las medidas que han tenido que adoptar, los gobiernos verán aumentar sus compromisos de financiación de 2020 y 2021 en 1,7 billones de euros.
·       A esos daños, la Comisión suma el coste de otros proyectos previos para la transición verde y digital que tenían un valor de 1,19 billones en los dos próximos años.
Los documentos presentados ayer tratan de demostrar que la propuesta de la Comisión es ajustada y realista, pero sus propios datos (como los que acabo de mencionar) y la realidad que ya estamos contemplando a nuestro alrededor me llevan a pensar que se trata de una propuesta que no será capaz de evitar fracturas muy serias en la economía y la sociedad de los diferentes países miembros de la Unión Europea.
El plan de reconstrucción de la Comisión moviliza una cantidad de recursos muy inferior al daño que se ha producido en las economías. Si se me permite la comparación, actúa como un médico que ante el peligro de muerte de su paciente se propusiera salvarle en parte la vida, sólo en cierta medida. El plan no evita que los Estados tengan que hacer frente a una factura adicional muy elevada que va a debilitar sus economía en los próximos años. Como comenté en un artículo anterior (Alemania y Francia salen de caza), el Parlamento Europeo había reclamado un fondo de recuperación de 2 billones de euros (2,6 veces más cuantioso que el propuesto por la Comisión) y España uno de 1,5 billones, el doble. No se trata de pedir que unos países paguen las facturas de otros sino de lo irracional que resulta haber construido una unión que sólo contempla el "sálvese quien pueda" ante una situación de emergencia extraordinaria.
La respuesta que da la Unión Europea (incluyendo lo ya aprobado antes para hacer frente a los subsidios al empleo, a los gastos sanitarios o para conceder avales a las empresas) no evita, como he dicho, la recesión, la destrucción de buena parte de las economías. Es una ayuda a posteriori del desastre, cuando podía haberse evitado que los países más afectados y con menos capacidad de maniobra sufran el deterioro tan grande que van a sufrir y del que será casi imposible que salgan sin padecer en los próximos tiempos una crisis de deuda.
Como muchos economistas venimos señalando, el haber dejado que cada país se arregle como haya podido a través de su política fiscal, cuando cada uno está en una condición muy diferente, va a dar lugar a situaciones de salida muy desiguales que van a incrementar extraordinariamente la divergencia y el equilibrio que se supone que son incompatibles con un mercado único. Los datos de las ayudas que los Estados están dando a sus empresas son elocuentes: la economía alemana es cuatro veces más grande que la española y les ha dado 33 veces más dinero en ayudas.
Una problema añadido de la ayuda que contempla el Plan de reconstrucción de la Comisión es la condicionalidad. Yo defiendo que las subvenciones que conceda la Unión Europea y las que ahora se contemplan se proporcionen con condiciones. Es algo consustancial a formar parte de un club o de cualquier tipo de grupo o asociación. El problema, por tanto, no es que las subvenciones y préstamos que contempla este plan de reconstrucción estén condicionados a la adopción de políticas comunes. La cuestión estriba en que las condiciones que siempre plantea la Unión Europea son muy contrarias a lo que se necesita que se den en un mercado único.
Lo explicaré muy rápidamente: se impone que no haya países con grandes desequilibrios presupuestarios porque eso puede dar lugar a costes de financiación que repercutan negativamente sobre los demás. Pero nunca se habla de establecer condiciones para evitar los efectos negativos que tiene el excedente y la deflación salarial que registran permanentemente otros países. Si lo que de verdad se quiere es que el mercado único funcione correctamente (y mucho más una zona monetaria) tan obligados son los ajustes presupuestarios impuestos a países como Italia, España, Grecia o Portugal, como los que debieran suponer aumentos salariales en Alemania, por ejemplo. Al establecer condiciones sólo en uno de los casos que producen desequilibrio lo que se provoca es la amplificación de la divergencia: se frena sólo a una parte de las economías "desequilibradas".
Como también señalé al principio, otro grave defecto de la propuesta de la Comisión es que se basa en el incremento continuado de la deuda en beneficio exclusivo de la banca privada. Según los datos de Eurostat, los diferentes países e la Unión Europea pagaron 292.778 millones de euros en intereses en 2018 (sólo los de eurozona, 193.000 millones de euros en 2019) y desde 2001 han pagado por ese solo concepto unos 6 billones de euros. Hay que decirlo claramente: ese es un dinero que se le está robando a la ciudadanía europea para dárselo a la banca privada. El Banco Central Europeo podría haber financiado el gasto de los países de la UE sin necesidad de generar ese despilfarro de dinero. Y ahora, para hacer frente a la emergencia sanitaria se produce de nuevo ese robo: en lugar de establecerse un mecanismo de financiación todo lo riguroso y condicionado que fuese necesario pero inmediato, gratuito, destinado directamente a las empresas y hogares y que hubiera ido acompañado de una reducción global de la deuda, se recurre a otro que provoca un endeudamiento adicional del que será muy difícil que economías como la italiana o la española salgan sin daños económicos y sociales gravísimos y permanentes.
Y no hay que olvidar que ni siquiera se puede considerar que todo el dinero del Plan de reconstrucción va a ir a las economías porque los documentos contemplan que, además de con deuda, tendrá que financiarse con mayor contribución de los Estados y con recortes de otros programas, además de con nuevos impuestos.
En fin, la propuesta de la Comisión será muy posiblemente la que, con modificaciones a peor para lograr el voto de países como Holanda o Austria, se apruebe en el Consejo Europeo. Es insuficiente como demuestra que sea tan inferior a la reclamada por el propio Parlamento (aunque este seguramente comulgará otra vez con ruedas de molino cuando la apruebe), insolidaria porque deja caer a países miembros que han sufrido en mayor medida los efectos de la pandemia, irresponsable e insostenible porque aumenta la deuda y no evita la crisis que por esta razón van a sufrir países como Italia o España, será posiblemente contraproducente si va a acompañada de condiciones que frenen todavía más a las economías de por sí más necesitadas de estímulo y completamente ajena a las propuestas laborales, fiscales y financiera más innovadoras y progresistas que se están tomando en otros países.
No cabe duda de que esta propuesta de la Comisión sería una auténtica revolución en tiempos de normalidad, pero valorarla como tal cuando estamos en condiciones extraordinarias es completamente ingenuo. Si se tiene en cuenta la situación real en la que nos encontramos, la conclusión es que Europa, lamentablemente, vuelve a no estar a la altura de las circunstancias.
Hablemos claro. Lo que se ha planteado la Comisión es lo mismo que se está planteando en todos los países miembros de la Unión Europea. Una circunstancia imprevista como la pandemia genera una crisis nunca vivida y que inevitablemente obliga a movilizar una cantidad de dinero nunca dispuesta hasta ahora. Como es lógico, esos recursos se pueden utilizar de un modo u otro, en beneficio de intereses muy diferentes. La lucha que se está librando en toda Europa, y en algunos países donde hay gobiernos progresistas como en España con mucha virulencia, a brazo partido y sin miramientos, es por orientar todo ese dinero hacia un lado u otro. La Comisión ha optado por lo que cabía esperar, dada su composición y la influencia que los grandes grupos industriales tienen sobre quienes toman sus decisiones: con el plan que propone alimenta con privilegio a los peces gordos, a las naciones más fuertes frente a las más débiles de la periferia, a las grandes corporaciones frente a las pequeñas y medianas empresas y a la iniciativa privada frente al interés colectivo.



martes, 19 de mayo de 2020

Por qué el impuesto a las grandes fortunas sólo presenta ventajas



Artículo de Eduardo Garzón en su blob Saque de esquina con fecha 16/5/2020.

Hace unos días conocimos que Unidas Podemos proponía un nuevo impuesto a las grandes fortunas con motivo de la crisis económica derivada del coronavirus. Esto ha generado un debate sobre si esta medida sería apropiada o no en un momento como este, si recaudaría mucho dinero o no, si provocaría una fuga de capitales o no… Bueno, pues en este vídeo vamos a hincarle el diente a este debate.
Este nuevo impuesto sería del 2% para los patrimonios netos de más de 1 millón de euros, del 2,5% a partir de 10 millones, 3% a partir de 50, y 3,5% a partir de 100. Además, habría que descontar la vivienda habitual hasta los 400.000 euros, y también el ajuar doméstico. Es decir, que si tu patrimonio total es de 1 millón 300.000 mil y tu vivienda habitual está valorada en 400.000, entonces no pagas el impuesto, porque lo que te queda, 900.000, es menos de un millón. También hay que descontar las deudas o hipotecas: si tu vivienda está valorada en 400.000 pero te queda por pagar una hipoteca de 100.000, se tiene en cuenta sólo la diferencia: 300.000. Vamos, para que se entienda, hay que ser muy rico para que este impuesto te llegue a afectar.
De hecho los técnicos de Hacienda calculan que el tributo afectaría sólo a 114.000 personas en España, es decir, sólo al 0,24% de la población, los más ricos. Unidas Podemos estima que la recaudación aumentaría en 11.000 millones de euros, y los técnicos de Hacienda algo menos, 9.800 millones. Es un volumen 10 veces superior a lo que se recauda por el actual impuesto de patrimonio, a pesar de que éste afecta a casi el doble de personas, unos 200.000 contribuyentes. ¿Por qué esta tasa covid recaudaría más a pesar de afectar a menos gente? Fundamentalmente porque no tendría bonificaciones, que es lo que reduce la recaudación del actual impuesto de Patrimonio. Las Comunidades Autónomas pueden bonificar, es decir, perdonar una parte del impuesto o incluso perdonarlo por completo. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid perdona el 100% del impuesto, lo que convierte a la región en una especie de paraíso fiscal, en una Suiza dentro de España, y por lo tanto en un agujero negro para la recaudación.
Algunos señalan que esta recaudación sería insuficiente. Pero… ¿insuficiente para qué? Tengamos en cuenta que precisamente esa cantidad cubriría la totalidad del Ingreso Mínimo Vital, que es la ayuda económica que se le va a dar a las familias más necesitadas. No parece ser moco de pavo.
Si alguien se refiere a que es insuficiente para acabar con el déficit público, pues nos ha jodido, eso es evidente pero no es tampoco lo que se busca. Más allá de que la recaudación proviene de muchas otras figuras tributarias, recordemos que no hay ninguna necesidad económica de acabar con el déficit público. Hay que acabar con esa obsesión anticientífica. Los Estados funcionan de forma diferente a las empresas y familias y pueden funcionar perfectamente con déficit público y de hecho es lo que suelen hacer, incluidas las economías más ricas de todas.
Es importante entender que los impuestos no sólo cumplen una función recaudatoria. También tienen una función social y una función económica. La función social es más que evidente: es sencillamente inadmisible que haya multimillonarios a los que les sobra el dinero por todos los lados mientras hay gente que no tiene apenas ningún tipo de ingreso. Detraer recursos de los ultra-ricos para apoyar a los más necesitados es un imperativo ético y social.
Pero vamos con la función económica. Por un lado, cuanto más repartida esté la renta y la riqueza, mayor estímulo a la actividad económica habrá, especialmente a través del consumo. Hay estudios sobre esto para aburrir, pero baste señalar que las economías más igualitarias son también de las más ricas, y al revés. Y es que si dejas a una parte importante de la población sin recursos los dejas también sin que puedan consumir los productos que venden las empresas, por lo que estas tienen menos posibilidad de tener ingresos y beneficios. Según la encuesta de acceso a la financiación de empresas del BCE y al estudio del Observatorio Autónomo, el principal problema de empresas y autónomos es que no tienen suficientes clientes. ¿Acaso alguien piensa que unos pocos ricos van a comprar todo lo que venden todas esas empresas y autónomos? Al fin y al cabo los ultrarricos sólo tienen un estómago y su consumo está limitado. Cientos de miles de estómagos, por poco que consuman, consumen mucho más que unos pocos estómagos que consuman mucho.
Por otro lado, poner un impuesto al patrimonio ejerce presión para que éste se haga más productivo y genere más renta. Pensemos por ejemplo en tierras inutilizadas. Si ahora el terrateniente tiene que pagar un impuesto por tener las tierras, tendrá incentivo a ponerlas en funcionamiento, cultivar, producir y generar ingresos con ellas. Lo mismo ocurre con los inmuebles. Si ahora grandes propietarios tienen que pagar impuestos por tener pisos vacíos, se verán empujados a ponerlos en alquiler para obtener unos ingresos con los que pagar el impuesto. Eso tendería a reducir los precios de los alquileres, por cierto. Y lo mismo ocurre con el resto del patrimonio inutilizado. ¡A la economía y a la sociedad no nos sirve de nada que ese patrimonio esté criando malvas! Para eso es mejor que lo utilice el Estado para ayudar a los más necesitados o para invertirlo en la educación o sanidad públicas.
Hay muchos estudios que señalan que los ultrarricos tienen su dinero y su patrimonio inutilizado. Según en estudio de Market Watch, los ultrarricos estadounidenses sólo utilizan el 1% de todo su patrimonio para crear empresas que crean empleo. El resto, el 99% se utiliza para comprar y vender propiedad inmobiliaria, para comprar bonos públicos, y para otras actividades de uso personal o actividad especulativa. Otro estudio, de la empresa Mendelsohn Affluent, señala que en vez de ser el 99% es el 98%. Se entiende por dónde van los tiros.
Por lo tanto, este impuesto penalizaría el capital improductivo, y ejercería presión para que se hiciese productivo. Eso aumentaría la actividad económica, el PIB, e incluso el empleo, al margen de reducir la desigualdad y mejorar la recaudación impositiva. ¡Son todo ventajas!
Algunos ponen el grito en el cielo diciendo que establecer un impuesto así provocaría que los ultrarricos se llevaran su patrimonio a otro país. Pero esto tiene muy poca solidez. Por un lado, hay patrimonio que simplemente no te puedes llevar a ningún sitio: las tierras y los inmuebles. Por otro lado, la única forma de no pagar el impuesto sería mudándose a otro país y residiendo en el mismo al menos 183 días al año. Eso tiene muchísimos costes, no sólo económicos sino también sociales, familiares y culturales. ¿De verdad alguien cree que los ultrarricos se van a mudar a otros países, separándose de sus amigos, de sus familiares, de sus costumbres, etc. sólo para evitar pagar un 3% de su patrimonio neto? No es creíble.
No olvidemos que después de pagar el impuesto seguirían siendo ultrarricos. Que estamos hablando de que paguen como mucho el 3,5% de su patrimonio, cuando en otros países como Estados Unidos se está proponiendo hasta el 8% y cuando en el pasado hubo impuestos extraordinarios al patrimonio del 80% en países como Alemania o Japón.En definitiva, un impuesto de estas características presenta multitud de ventajas y poquísimos riesgos, por no decir ninguno. Es difícil y carece de sentido no posicionarse a favor del mismo, a no ser que se esté en el 0,24% más rico de la población, claro.


lunes, 18 de mayo de 2020

Cómo el sur de Europa ha financiado a Alemania y Holanda



El sur, desde la creación del euro, ha estado financiando al norte de Europa. Y nos la querrán meter otra vez doblada a costa de la covid-19
Artículo de Juan Laborda publicado en vozpopuli con fecha 14/5/2020.


Estoy harto de aguantar disquisiciones, consejos y recomendaciones económicas y/o morales de quienes se atribuyen sentido común, sin duda el menos común de los sentidos. Todo ello adornado con esa coletilla, tan “exigida” por las redes del poder patrias, de responsabilidad de Estado. Quienes así se autodenominan, se hacen llamar a su vez patrióticas, ésos que a la primera de cambio venden su patria al mejor postor –nuestra historia está repleta de ellos-. Es hilarante ver cómo aquellos que se llevaban las manos a la cabeza ante las veleidades independentistas de Torra y su tropa, muestren ahora una actitud de genuflexión, incluso avergonzados, adornada con un sentimiento de inferioridad, ante los comentarios vertidos por Mark Rutte o el otrora Jeroem Dijsselbloem, o la misma Ángela Merkel.
Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asume este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. A todos ellos les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan
Como señalaba recientemente el economista Paul De Gruawe, “todos y cada uno de estos políticos mantienen prejuicios antiespañoles, antiitalianos y, en general, contra los países latinos y periféricos. Están convencidos de que con su ahorro financian la fiesta española y el desmadre italiano”. Lo peor es ver que en nuestro país la derecha política y mediática asume este dictado sin tan siquiera analizar someramente lo que dicen. A todos ellos les digo lo mismo, no tienen ni idea de lo que hablan. Es exactamente lo contrario, el sur, desde la creación del euro, ha estado financiando al norte de Europa. Y nos la querrán meter otra vez doblada a costa de la covid-19.
Por eso es triste observar cómo nuestros políticos, desde la Gran Recesión, no han sido siquiera capaces de utilizar la amplísima bibliografía y estudios que corroboran mi afirmación. Por eso es triste leer en nuestros medios de comunicación, especialmente cierta prensa castiza madrileña, el inmenso plan de austeridad que nos espera a la vuelta de la esquina. Pero lo más triste es corroborar como los intereses de clase se anteponen a nuestro bienestar. Sinceramente, no me interesa nada y me importan un bledo las opiniones de nuestros patriotas de hojalata. Pero sí que me importa la verdad, y por ello exijo a nuestro gobierno que se atreva a tomar medidas audaces encaminadas a proteger las rentas de las familias y Pymes españolas.
Si hemos sufrido una pandemia y un confinamiento extremo, ¿por qué vamos a tener que apretarnos el cinturón y recortar nuestro Estado de bienestar? ¿Pero cuál es la paranoia de quienes así piensan? Hasta ahora la eurozona sólo ofrece a España endeudarse con más o menos condiciones. Como señala Paul De Grauwe, “No debemos aceptarlo. Debemos presionar para que utilicemos nuestra soberanía monetaria como europeos y nuestra moneda común para evitar otra recesión… Debemos proceder como el Reino Unido, donde el Banco de Inglaterra simplemente da el dinero que necesita a su sociedad sin generarla. Imprime dinero y con él cubre el gasto necesario que la pandemia le obliga a realizar.” ¿Lo entienden patriotas de hojalata? ¿Lo entienden de una puñetera vez? ¿O acaso también para ustedes los ingleses son unos peligrosos social-comunistas? Pero desmontemos los mitos.
Problema de competitividad
Richard Koo, a mediados del 2012, publicó una excelente nota bajo el sugerente título “The entire crisis in Europe started with a big ECB bailout of Germany”. Léanla “patriotas de hojalata”. Según Koo el denominado “problema de competitividad” de los países del sur de Europa fue consecuencia de una política monetaria excesivamente expansiva del BCE allá por el 2002. Ésta tenía como objetivo último estimular la economía con el fin de que Alemania no tuviera que expandir su crecimiento vía política fiscal. Sin embargo el impacto sobre la demanda interna de Alemania fue nulo, al encontrarse en recesión de balances. Por el contrario aceleró e infló hasta límites insospechados las burbujas en la periferia, especialmente la inmobiliaria, lo que impulsó las importaciones alemanas, rescatando al país teutón de los miedos provocados por el estallido de la burbuja tecnológica, de la que apenas se beneficiaron los países europeos del sur. El problema de competitividad en 2007 solo era atribuible al límite del 3% del Tratado sobre el déficit fiscal.
Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa
Sin embargo, el problema de fondo de la Unión Europea es más profundo, desde sus orígenes se hizo a medida de Alemania. Por un lado, la entrada del sur de Europa en el Euro, con el consentimiento de sus élites, acabó destrozando nuestro sector industrial que no estaba preparado para el libre mercado (véanse los análisis del profesor Ha-Joon Chang sobre los mitos del capitalismo contemporáneo). Pero no solo eso. Alemania a fecha de hoy sigue sin querer reducir sus superávits por cuenta corriente mediante políticas que faciliten un mayor consumo de sus familias. Tampoco quiso asumir las consecuencias del riesgo precio de las inversiones de sus bancos. Éstos canalizaron el ahorro de los alemanes hacia actividades y activos sin llevar a cabo el correspondiente análisis de riesgos, obligando a españoles e irlandeses, por ejemplo, a rescatarles mediante la socialización de las pérdidas bancarias. Y encima, para rematar, Alemania sigue sin asumir una unión fiscal que implicaría un proceso de mutualización de las deudas dentro de Europa y la imposición en los mecanismos de resolución en los rescates bancarios a costa de acreedores y no de contribuyentes.
El euro, en definitiva, y frente a lo generalmente asumido, en realidad ha supuesto, al final, un subsidio del sur de Europa a Alemania, al transformarse en una mera relación acreedor-deudor. Ello fue corroborado en 2019 en un artículo de investigación, “20 years of the Euro: Winners and losers”, realizado por economistas adscritos al “think-tank” alemán Centre for European Policy. Mediante un original procedimiento cuantitativo, método de control sintético, destinado a la evaluación del impacto de políticas pública, los autores formularon y respondieron a la siguiente: ¿Cuál sería el PIB per cápita de un país específico de la zona Euro si ese país no hubiera introducido el euro? Los resultados obtenidos muestran que Alemania es, con mucho, el país que más ha ganado con la introducción del euro: casi 1,9 billones de euros entre 1999 y 2017. Esto equivale a unos 23.000 euros por habitante. Por lo demás, sólo los Países Bajos han obtenido beneficios sustanciales de la introducción del euro. Por el contrario, ha desangrado a los países del sur de Europa, especialmente a Italia, Francia, y Portugal, y, en menor medida, a Bélgica y España.
Dejen de decir tonterías
La Unión Monetaria Europea (UME) es un sistema defectuoso desde sus orígenes. Se hizo caso omiso de los informes precedentes (Werner, 1970; MacDougall, 1977) donde se avisaba de la necesidad de una instancia fiscal federal y de los peligros de dejar todo en manos de un Banco Central, como una parte no constituyente del Gobierno, y de establecer, en este contexto, unos tipos de cambio fijos entre los estados miembros.
Existen alternativas para solucionar el caos actual, que quedó puesto de manifiesto en los errores clamorosos de gestión pública durante la Gran Recesión (bail-out del sistema bancario que transformó innecesariamente una ingente deuda privada en pública). En primer lugar, el establecimiento de una verdadera federación política y económica, pero las grandes diferencias entre las naciones europeas lo hacen altamente improbable. El último episodio, la vergonzosa injerencia del Tribunal Constitucional alemán, y el rechazo a mutualizar deuda. En una segunda alternativa, el BCE podría utilizar su capacidad de emisión de moneda para financiar los déficits fiscales de los Estados miembros para que pudieran fomentar el crecimiento y el empleo en sus economías nacionales sin encontrarse con las restricciones que los mercados de bonos privados ejercen en sus gastos. El BCE ha dejado abierto un mecanismo parecido, aunque más tortuoso, el Programa de Compra de Bonos por la pandemia sin condiciones. Utilicémoslo. Y si bajo algún pretexto se nos imposibilitara esta solución, ya solo nos quedauna alternativa, la opción de la salida del euro. El órdago, llegado el caso, habrá que lanzarlo. ¿Se imaginan ustedes a quien exportarán Alemania y Holanda con un tipo de cambio apreciado un 40%? ¡Ni al vecino de la esquina de enfrente!


domingo, 3 de mayo de 2020

¿Por qué en esta crisis no se habla de primea de riesgo?



Publicado en Saque de esquina, el blog de Eduardo Garzón el 2/05/2020.

¿Os acordáis de la prima de riesgo? Durante la pasada crisis económica iniciada en 2008 en nuestro país prácticamente no se hablaba de otra cosa. Todos los días teníamos titulares anunciando la evolución de la prima de riesgo, algo parecido a lo que ocurre hoy día con el número de contagiados y fallecidos por Coronavirus. Un aumento era una pésima noticia y una reducción todo lo contrario. Pero por qué ahora no se habla nada de la prima de riesgo a pesar de estar también en crisis económica? La respuesta es muy sencilla, y también es algo de lo que casi nunca te van a hablar.
La prima de riesgo es básicamente un indicador del riesgo que supone invertir en un activo financiero determinado. A mayor prima de riesgo, mayor riesgo conlleva esa inversión. Pensemos que un bono público es un título que emite el Estado a cambio de una cantidad de dinero que tendrá que devolver en el futuro (más unos intereses). Si se cree que el Estado va a tener problemas para devolver ese dinero, los inversores pedirán intereses más elevados para compensar ese riesgo, por lo que la prima de riesgo (que se calcula en relación a esos intereses) aumentará. Y al contrario, si no hay dudas de que ese dinero se devolverá, la prima de riesgo será baja, nadie pedirá compensación extra por el riesgo de impago, porque no habrá o será muy reducido.
¿Por qué subió la prima de riesgo española a partir de la crisis de 2008? Porque el déficit público y la deuda aumentaron mucho en muy poco tiempo, y lo más importante y de lo que nunca nos hablan, porque España no tenía ningún banco central detrás que la respaldara. El banco central de España es el Banco Central Europeo que responde por todos los países de la Eurozona, no sólo por España. Esto lo sabían los inversores, así que exigieron más tipos de interés porque sabían que el BCE no iba a salir en rescate de uno o de varios países del sur. Tenían razón: el BCE no hizo nada durante años así que la prima de riesgo escaló y escaló.
Muchos otros países tuvieron déficit y deudas públicas más importantes, como por ejemplo Estados Unidos y Japón, pero como estos sí tenían un banco central que respaldara sus bonos públicos, sus tipos de interés y por lo tanto sus primas de riesgo, no aumentaron mucho: los inversores sabían que siempre iban a recuperar su dinero. No ocurría eso en la insolidaria Eurozona.
¿Y por qué el BCE no respaldó la prima de riesgo de España, Italia, Grecia, Portugal e Irlanda? Los países denominados PIGS (cerdos) por sus siglas.
Pues hay varias teorías, pero la más verosímil es la siguiente: porque las autoridades europeas, controladas por los países del norte, querían utilizarlo de escarmiento para que los Estados del sur se ataran el cinturón porque supuestamente habían despilfarrado mucho dinero (cuando la realidad es que los países del sur gastaban y gastan mucho menos que los países del norte, aunque también ingresan mucho menos). Esta falsa idea de que los países del sur habían vivido por encima de sus posibilidades se extendió y fue lo que hizo que las autoridades europeas, comandadas por Alemania, actuaran así.
Pero entonces las cosas empezaron a caldearse en Europa. La subida de la prima de riesgo empeoró las cosas, pero también lo hicieron los recortes de gasto, aumentos de impuestos y reformas laborales que la Unión Europea exigió a cambio de ayudar. Esto generó mucho paro, pobreza y desigualdad, y mucho cabreo. Los partidos de extrema derecha empezaron a ganar fuerza por buena parte de Europa; Syriza, un partido abiertamente comunista se presentaba en las encuestas como ganador de las siguientes elecciones en Grecia, y en España estalló el 15 M, por poner sólo algunos ejemplos. Así que las autoridades europeas aflojaron la soga, porque ya se sabe, Dios aprieta pero no ahoga.
Este cambio ocurrió en verano de 2012, cuando Draghi pronunció sus palabras mágicas:
“Haré lo que haga falta para preservar el euro. Y créanme, será suficiente.”
Hombre, claro que iba a ser suficiente, como que un banco central puede controlar la prima de riesgo siempre que quiera, aunque eso nunca nos lo van a reconocer abiertamente porque no les interesa. El BCE empezó a crear dinero, de la nada, como sólo puede hacerse, y comenzó a comprar esos bonos públicos que tenían los inversores en sus manos. Estos programas de compra fueron ganando fuerza progresivamente y en la actualidad todavía siguen activos y con muchísima fuerza por cierto. Claro, que pasa con la prima de riesgo cuando los inversores saben que el banco central va a estar disponible para comprar los bonos? Pues que disminuye. Ya no hace falta exigir intereses porque los inversores saben que se pueden deshacer de los bonos siempre que quieran vendiéndoselos al BCE. Dejan de tener miedo.
Y así fue cómo se solucionó el “problema” de la prima de riesgo. Desde entonces bajó hasta situarse en mínimos y ahí sigue salvo alguna que otra oscilación.
Por cierto, adivinad qué excusa utilizaban los que se negaban a que se actuara así. Lo habéis adivinado: la inflación. Decían que si se creaba dinero para comprar estos bonos públicos la inflación se dispararía y muchos hablaron incluso de hiper-inflación. Nada, el cuento que utilizan siempre para meter miedo a pesar de que no tenga ningún sustento científico. La realidad es que no sólo no la inflación no aumentó, sino que incluso descendió, y mucho. Casi aciertan estos eruditos de la economía.
Esta es la demostración de que el problema no era (ni es) que los países del sur tuvieran elevados déficit y deudas; el único problema es que el BCE no actuó como banco central únicamente por motivos ideológicos, para castigar a los países del sur. Por eso ahora con esta crisis no hay problema con la prima de riesgo, porque el BCE ha aumentado incluso la cantidad de dinero que está creando para respaldar los bonos públicos. Se puede decir que han aprendido la lección, al menos en esta cuestión monetaria, en la fiscal están a años luz de aprenderla, pero eso es tema de otro vídeo.
¿Cuánto sufrimiento económico y social nos hubiésemos ahorrado en la crisis pasada si las cosas se hubiesen hecho bien desde un principio? Mejor no imaginarlo.