Artículo
de Antonio San Román Sevillano publicado en El diario con fecha 24/3/2014
Para
hacer una revolución se precisa algo más que una crisis económica, un
descontento social generalizado y la frustración de las ambiciones políticas y
sociales de los grupos políticos que buscan cambiar el sistema social. Tiene
que haber una ideología unificadora que dé cohesión social al
descontento de clases generales tan heterogéneas y a las aspiraciones de grupos
políticos tan diversos que se diferencian tan sólo en aquello del frente
nacional de liberación judaico y frente judaico de liberación nacional –Monthy
Pyton y Juan Carlos Monedero, en uno, dixit- o, lo que es lo mismo, la mayoría
de las veces en la egolatría de los dirigentes de cada grupúsculo, como
acabamos de ver en IU. Hay que “matar” a los burócratas de los partidos. Nadie
debe acomodarse en un cargo para siempre.
Se
precisa, ante todo, la unión de tanto frente de liberación. Generosidad
en la renuncia. Abiertos sin temor al abrazo a lo común, a la comunidad. Hay
que sentarse en una mesa redonda con honestidad, cara a cara, para poner en un
mismo programa los puntos en común a favor y los que no queremos para la nueva
colectividad que queremos construir. Hay una sociedad muy concreta fuera del
cenáculo de tanto grupúsculo. Y, por tanto, se deben hacer proposiciones que
ilusionen y no asusten, que no provoquen el rechazo de esa ciudadanía, que
espera soluciones y no más problemas. El proyecto de partido es un proyecto
para un partido. El proyecto final debe ser un proyecto de y para todos.
Como escribe, Callinicos: <<… toda alternativa al capitalismo en su forma
actual debería, en la medida de lo posible, satisfacer, como mínimo, los
requisitos de justicia, eficiencia, democracia y sostenibilidad>>. La
sociedad en marcha debe legitimar el proyecto. No hay que proponerse vencer
tomando el Palacio de Invierno o Parlamento en una noche por la fuerza. Hay que
convencer para poder, realmente, vencer.
Nuestra
revolución no tiene porqué hacer saltar el país del antiguo régimen al nuevo.
Porque si saltamos sin haber convencido, nos dejaremos atrás a la mayoría
social, temerosa ante lo desconocido. Avanzar juntos, despacio, pues vamos
lejos, aquel lema del 15M.
Ante
todo, no proponer la violencia como solución, que por temor es rechazada por la
mayoría social. Y porque, sobre todo, quien realmente posee los recursos
verdaderamente violentos es quien está ejerciendo el poder. Los poderes
establecidos pueden aplastar un movimiento por el cambio mediante la represión
directa y el poder judicial (Alex Callinicos). Si la ejercemos nosotros, frente
a esa violencia institucional, una vez más, nos espera el fracaso. La violencia
consustancial a toda lucha revolucionaria, en la nuestra sólo debe manifestarse
en el campo de lucha de lo simbólico.
Por
ello, desde el principio y a media que se avance en la lucha, se irá
creando un vocabulario de esperanza y protesta, rehusando todo aquel
lenguaje negativo y toda aquella acción violenta que provoque el rechazo de
parte de la población que viaja con nosotros. Lo simple es lo más directo y lo
más eficaz.
Se
deben elegir los símbolos de la lucha, que deben ser unificadores. El
movimiento social arranca en la emotividad. Hay que extraer
tales símbolos de las vivencias de la sociedad, no de las estructuras. Se es
persona antes que profesor, camarero, periodista, político, agricultor,
bombero, médico, etc. Hay que construir el significado de lo que vivimos
en nuestras mentes en relación con nuestro entorno. Si tenemos un problema de
comunicación, tenemos un problema de supervivencia. La gente somos, ante todo,
emocionales. Nuestro cerebro es emocional, en primer lugar. Primero sentimos,
luego racionalizamos. (Manuel Castells) El discurso debe tener sentido
enunciando con coherencia la realidad que nos afecta.
Debemos
nombrar al enemigo, ponerle rostro. Su identificación hace más fácil la
unión de quienes luchan.
Alcanzar
la unidad del precariado (hoy la antigua clase media con carrera
universitaria, master, idiomas, en el paro o trabajos tan precarios que se
asoman a la esclavitud) y los obreros -canis y chonis, entre otros- (ver
el excelente artículo de Nega dirigido a Pablo Iglesias), también en el paro o
en un infra empleo que da sustento a la neo esclavitud. Todos, en
definitiva, precariado, pues todos somos eventuales y prescindibles frente
a los oligarcas. Hay que encontrar un punto de encuentro entre quienes buscan
escapar de los imperativos de la actual sociedad de mercado, y los deseos
consumistas de la mayor parte de la población. Rescatar para la lucha a los que
ya están excluidos: desde el precariado de la clase media alta, pasando por los
que están entre el curro corriente y en el umbral de la pobreza hasta los que
ya están fuera de cualquier nivel visible del sistema capitalista. Éstos, están
siendo emocionalmente usados contra todos nosotros como un nivel al cual
no queremos descender.
Hay que
recoger la cultura popular y darle la vuelta, alcanzar convencer a la
gente que el poder está en nuestras manos. Convencerlos de tomar el
Parlamento a través de la política. Porque el Parlamento es una institución
hecha a la medida de la proyección que nosotros queramos darle sobre nuestra
sociedad. Quienes tienen el poder construyen las instituciones según sus intereses
y valores. Y nosotros, la mayoría, queremos construir nuestro país –y, cuando
toque, nuestra Europa, nuestro Mundo-, a la medida de nuestros
intereses, de nuestros valores. Aspiramos a un mundo sustentado en la justicia,
los Derechos Humanos como base. El Poder puede que sea global –las
transnacionales, la Troika, el G-8, sobre todo quienes están detrás de todos
éstos.-, pero la política es local. Si vencemos, nosotros decidiremos la
política y, por tanto, la acción política socio-económica para nuestro país.
Mostrar que las soluciones técnicas son una cosa y las políticas otras.
Aquéllas están supeditadas a éstas. El mercado no es un ente superior
desconocido. El mercado son las tomas de decisión de los dueños de las
transnacionales, de la banca, etc., sus relaciones entre ellos –sus luchas de
poder- y su relación con nosotros, productores y consumidores. La Globalización
económica de hoy es lo que en el siglo XIX se conocía como imperialismo. La
diferencia que modifica y magnifica este capitalismo salvaje es el tipo,
calidad y cualidad de las comunicaciones.
Existe
una lucha de clases. Hasta los multimillonarios manifiestan y admiten en
público que la van ganando. Hay que hacerla visible a través del conflicto
local, primero, y mundial después, entre ricos y pobres. Hay que demostrar a
los pobres porqué somos pobres, quiénes nos van empobreciendo cada día. Quieren
una mano de obra servil, tan infra pagada como privada de las garantías y los
derechos más elementales. La neo-esclavitud. Al comenzar el siglo XXI el
número de pobres estaba aumentando a un ritmo de casi medio millón por semana.
No podemos dejar de ver y mostrar que en nuestro país, y todos los de nuestro
entorno, la diferencia entre los ricos y los que no lo somos no deja de
aumentar. Y se abisma entre nuestro mundo -el sur de occidente-, y el sur del
mundo, ¡África, como ejemplo, tan cerca y tan lejos!
Buscar
la adhesión y, sobre todo, la colaboración creativa de cuantas más mujeres
mejor. Si la mujer cambia de mentalidad, las relaciones sociales
cambian. La mujer es el mayor motor para el cambio de mentalidades.
Rescatar
de la nostalgia los buenos recuerdos de sueños y luchas de juventud de
los mayores de cincuenta años. A los más jóvenes hay que proponerles la
construcción conjunta para todos de sus elevados sueños.
Hay que
mostrar a todos lo que no se dice en los medios bajo la publicidad y
propaganda de políticos y mercados.
Proponer
la subversión permanente, porque la realidad nueva, cuando llega, llega
con voluntad de permanecer, de fosilizarse, de instituirse como verdad
absoluta. Y eso siempre significa la derrota. Nada ha de inscribirse en piedra,
pues la vida es movimiento perpetuo, y sus necesidades y requerimientos son
mutables. Las mentalidades de acero crean sociedades rígidas, prontas a la
parálisis, con falaces estructuras que aprisionan a quienes las componen. Una
subversión anti-totalitaria en nombre de los derechos humanos, en nombre de la
justicia para construir la libertad.
No
recuerdo quien dijo o escribió: Piensa globalmente, actúa localmente. ¡Podemos,
claro que podemos! Hasta arrojarlos en el mar para rescatar nuestros náufragos
y construir un espléndido futuro para todos.
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