sábado, 11 de abril de 2020

La Teoría Monetaria Moderna o el caos.



No podemos permitirnos el lujo de que nos den migajas a cambio de condiciones draconianas en términos de salarios y gasto público, que nos empobrezca como sociedad.
Artículo de Juan Laborda publicado en Vozpopuli con fecha 2 abril 2020.
España, o la Teoría Monetaria Moderna, o el caos. Este era el título de la columna de opinión que publiqué en la Fundación Transparencia y Opinión, de cuyo consejo asesor formo parte, el 20 de enero de este año. Y eso que aún no había hecho su aparición el coronavirus. Con la pandemia de la Covid-19 todavía fuera de control, el mejor resultado económico que alguien puede esperar es una recesión más profunda que la que siguió a la crisis financiera de 2008. Pero dada la débil respuesta política y económica de occidente, hasta la fecha, las posibilidades de un resultado mucho peor aumentan día a día. Hoy más que nunca es necesario aplicar la Teoría monetaria Moderna, o, alternativamente, dentro de la arquitectura del euro, a la cual pertenecemos, aquella opción que más se le aproxime.
Tipos de interés
Reconozco que debe ser muy duro para los economistas ortodoxos, social-liberales, ordoliberales, o anarcoliberales a ultranza, que han estado atizando desde sus columnas de opinión contra la TMM, entender, tarde o temprano lo harán, que no hay alternativaRead my lips, o TMM o el caos, “There is no Alternative”. Nouriel Roubini lo dejó claro en su último blog “A Greater Depression”. En uno de los párrafos aseveraba, “Pero estas intervenciones financiadas por el déficit deben ser totalmente monetizadas. Si se financian mediante la deuda pública estándar, los tipos de interés aumentarían considerablemente y la recuperación se asfixiaría en su cuna. Dadas las circunstancias, las intervenciones propuestas durante mucho tiempo por los izquierdistas de la escuela de la Teoría Monetaria Moderna, se han convertido en la corriente principal”.
La recesión y/o depresión derivada del coronavirus junto a la aversión al riesgo de los mercados financiaros ha activado la última de las burbujas: la deuda privada corporativa. El eslabón más débil son las empresas no financieras de medio mundo que se adentraron en un lodazal de deudas de su propia creación. Estuvieron impulsando los precios de sus acciones con adquisiciones empresariales y/o recompras sin fin de sus propias acciones, ambas financiadas con préstamos con tipos de interés bajos y emisiones de bonos basura. Junto a bancos zombis, ahora tendremos además corporaciones zombis. Les recomiendo el último blog de Carmen Reinhart, “This Time is Truly Different” Frente a la que se avecina, es necesario implementar, por lo tanto, nuevas medidas de política económica alternativas a la ortodoxia dominante. No se puede volver a repetir los errores cometidos durante la Gran Recesión.
Monetización de la deuda
Para no repetir errores asociados a la incompetencia intelectual y/o intereses de clase, deben quedar claros ciertos conceptos. Desde un principio había una solución óptima para todos. La hipótesis era muy sencilla, dos meses de confinamiento total, pero soportando con dinero público las rentas de los trabajadores y los costes fijos de las empresas. Lo del confinamiento total con permisos retribuidos recuperables es una broma, es no entender que van a caer miles de empresas porque la demanda no se desplaza a placer automáticamente. Una alternativa, el modelo danés, salvar las Pymes a toda costa. Se trata de una ayuda directa a las empresas, que serán las que recibirán la compensación y pagarán las nóminas, hasta un tope, sin ninguna rebaja en el sueldo. Pero topamos con nuestro primer ministro holandés, reencarnado en nuestra ministra de Economía, Calviño.
Esto no va de coronabonos, no tiene nada que ver ganarse la confianza de los mercados mutualizando la deuda. El Banco Central Europeo puede hacer lo que quiera con los tipos de interés y con las curvas de deuda. Acuérdense de ciertas evidencias que van contra el consenso de los economistas. El dinero es endógeno y los tipos de interés cuasi-exógenos. Pero esto tampoco va de acudir al Mecanismo de Estabilidad Europea. No podemos permitirnos el lujo de que nos den migajas a cambio de condiciones draconianas en términos de salarios y gasto público, que nos empobrezca como sociedad. No se puede repetir lo de Grecia. ¡Qué les den!
Las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que el gasto doméstico sea suficiente para mantener altos niveles de empleo
Solo hay una alternativa. El entorno actual es TMM. Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la política monetaria de tener que defender una paridad fija. Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas tienen un tipo de cambio flotante y solo emiten deuda en moneda local, ya no tienen que financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse sin dinero.
Pero hete aquí que nos topamos con la arquitectura del Euro, distópica desde sus orígenes. No tenemos soberanía monetaria y no disponemos de un banco central porque renunciamos a él cuando entramos en el euro. Las normas de los tratados europeos prohíben que el Tesoro abra descubiertos en su cuenta del banco central. Por ese motivo el Tesoro está obligado a emitir deuda pública por importe aproximadamente equivalente al déficit público. Entonces, ¿qué podemos hacer? Hace 2 semanas, el Banco Central Europeo nos dio una salida, anunció un Programa de Compras para la Emergencia de la Pandemia por importe de 750.000 millones de euros. Pero esta vez no exigirá condiciones a los estados miembros que acudan a él. Úsenlo ministras María Jesús Montero y Nadia Calviño, y tengan preparado ¡ya! un New Deal para después, porque si no el destrozo social, económico y moral de nuestro país será insoportable, y nuestras previsiones, de una contracción del 8% en 2020, se quedarán cortas.


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