Artículo publicado en Público, el 22
abril 2013.
Jorge Fonseca
Profesor de Economía Internacional y desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Científico de ATTAC
Profesor de Economía Internacional y desarrollo en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Científico de ATTAC
La esencia de la
democracia es “tomar en cuenta lo que el pueblo quiere y no quiere”, decía
Hobsbawm El incumplimiento del gobierno de su programa electoral, aplicando
medidas económicas y sociales contrarias al mismo, y mayoritariamente
rechazadas, implican la violación gubernamental de dicha esencia. Los objetivos
económicos oligárquicos son cada vez más visibles gracias a la protesta social,
forzando al gobierno a exponer su antes velada violencia, en una deriva
autoritaria creciente. Para imponer sus normas apela cada vez más a la
represión policial, a la criminalización goebbeliana de quienes defienden los
derechos sociales y la democracia real (PAH, 15M, activistas sindicales, de
partidos de izquierda y del conjunto del movimiento social). También pretende
trasladar la regresión absolutista al plano jurídico, imponiendo un
modelo judicial del siglo XIX que para dar privilegios a unos pocos, viola
derechos de la mayoría, legitimando el expolio social y convirtiendo en delito
duramente castigado el simple ejercicio de defensa de derechos.
En 2011 el bloque
político neoliberal reformó la Constitución de urgencia y con
“agosticidad”, para dar privilegios a banqueros y especuladores
acreedores, cuya deuda e intereses usurarios tendrán “prioridad absoluta”, por
delante de la salud, la educación o las pensiones. Deuda mayoritariamente
ilegítima, pues fue provocada por la gradual estatización de la descomunal
deuda privada de bancos y grandes empresas (que ronda 280% del PIB, casi el
triple que la pública) mediante los sucesivos regalos a la banca (“rescates”),
verdadera causa del aumento de la prima de riesgo y los intereses. La deuda
también aumentó por la fuerte caída de recaudación fiscal provocada por los
recortes que destruyeron masivamente fuentes de trabajo, convirtiendo el
superávit de 2,2% del PIB de 2007 en un déficit de más del 11% en 2009 y que
aún hoy ronda el 8%. Esto hizo que la deuda pública pasara del 36% del PIB en
2007 a casi 100% del PIB actual, (incluyendo el último “rescate” bancario).
Déficit y deuda pública son usados como pretexto para cargarse los
derechos sociales del 99% de la sociedad y favorecer al poder financiero, que
tiene una deuda tres veces superior a la pública. Los 40 mil millones anuales
de intereses que reciben los acreedores de la deuda son a costa de
sanidad, educación y pensiones públicas, que, cuando se privatizan, en una
genial “bicicleta financiera”, son compradas por los especuladores con el mismo
dinero nuestro que el gobierno les regala.
Con el mismo pretexto
del déficit, la deuda y la estabilidad financiera, el partido del gobierno
aprobó el jueves en el Congreso el proyecto de ley hipotecaria a pesar del
rechazo de todos los grupos parlamentarios. Esta ley deja de lado
las principales demandas de los afectados (dación en pago retroactiva,
paralización de desahucios, alquiler social) apoyadas masivamente por la
sociedad. Nueva imposición en favor de privilegios a banqueros y
especuladores y en perjuicio de cientos de miles de familias deudoras
expulsadas de sus hogares y empujadas a la marginación y muchas veces al
suicidio. La injusticia de estas medidas va más allá de la no concesión de esas
demandas mínimas, pues los desahucios forman parte inseparable del expolio
social a favor del capital financiero. La burbuja inmobiliaria fue creada
por la especulación con el suelo y la rebaja de tipos de interés, (por la
abundancia mundial de capital especulativo y la creación del euro), pero
también por la banca española, con la complicidad del Banco de España y demás
autoridades: se endeudó internamente colocando “preferentes” y otros ‘productos
tóxicos’ a ahorristas confiados y en el exterior con la banca (particularmente
alemana). Esto le permitió otorgar créditos masivos al sector inmobiliario:
con condiciones abusivas a familias (cláusulas suelo, sobretasaciones,
etc.) y con ligereza a empresas promotoras obteniendo beneficios records: 23
mil millones solo en el año 2007. Pero el pinchazo de la burbuja en ese año
dejó un millón de viviendas sin compradores solventes y una deuda inmobiliaria
de más de un billón de euros (equivalente a todo el PIB de España).
Los sucesivos recortes
de salarios, empleo, pensiones y demás gasto social, realizados con el pretexto
del déficit, han multiplicado el desempleo, la morosidad general y
la del crédito a promotoras inmobiliarias en particular. La mora real de
éstas ronda casi el 50% (160.000 millones de euros, en torno al 15% del
PIB) y representa el 75% de todos los créditos morosos de empresas. En
cambio, la morosidad del crédito a familias para compra de viviendas es de sólo
el 2,8%, lo que muestra la falacia de la propaganda oficial y la injusticia de
su política. Si el gobierno hubiese querido evitar el drama de los desahucios
bastaba una ínfima proporción del dinero regalado a la banca. Unos 600 millones
de euros en una año prestados a las familias para que pagasen sus cuotas de la
hipoteca, hubiesen evitado el crimen social de dejar sin hogar y
empujar a calle a casi 500.000 familias (incluyendo niños y ancianos), mientras
se acumulan tres millones y medio de viviendas vacías, y a la vez
también hubiesen permitido cobrar a la banca. Esto que se negó a
las familias se dio generosamente a promotoras: la banca refinancia los
créditos que no pueden pagar y les permite la dación en pago, a costa nuestra,
pues el gobierno regala a la banca el dinero de todos, convirtiendo deuda
privada en deuda pública, que pretende que paguemos a costa de nuestra miseria
y la de generaciones futuras, mediante una violencia económica descomunal que
vulnera derechos básicos.
Entre desahucios y daciones de empresas, la banca acumula casi un millón de
viviendas, que ofrece con incentivos en el mercado, hundiendo más los
precios. Esto perjudica aún más a las familias desahuciadas, ya que el precio
de subasta de sus pisos se aleja cada vez más del valor al que compraron y por
el que contrajeron deuda. De modo que después de entregar la vivienda y haber
pagado buena parte del crédito siguen debiendo elevadas cantidades al banco.
Estas viviendas pasarán al Sareb, mal llamado “banco malo”, pues será muy
bueno para la gran banca privada que tendrá mayoría del capital y obtendrá
elevados beneficios gracias al despojo de hogares a las familias, ganando así
también en la crisis que provocó. Esto cierra el círculo de expolio
social mediante la violencia de instituciones “democráticas”, convertidas en
‘brazo armado’ del poder financiero, intentando ocultar el fin económico de
dicha violencia. Pero digámoslo alto y claro: los crímenes sociales no pueden
quedar impunes. Es necesaria la verdad, reparación y justicia. Y la deuda no la
pagamos. Porque es imposible. Y porque no es nuestra, es ilegítima.
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