Artículo publicado en diario, Público con fecha 27-11-2104.
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Periódicamente aparecen informes sobre
la transición demográfica en Europa, indicando que Europa se está convirtiendo
en un continente con demasiados ancianos y con muy pocos infantes y jóvenes,
mostrando a España como un caso claro de esta alarmante situación. Se subraya
que dicha transición demográfica llevará al declive de las economías europeas
(y, por lo tanto, de la economía española) debido a su insostenibilidad. Se
asume que una economía donde aumenta el número de ancianos y disminuye el
número de jóvenes es una economía que inevitablemente entrará en declive, pues
se convertirá en una economía de consumo (sobre todo de recursos públicos,
tales como pensiones y servicios sanitarios públicos) a costa de una economía
productiva, basada, por supuesto, en la gente joven. En este escenario, el
conflicto social ya no radica en el choque de intereses entre el mundo del
capital y el mundo del trabajo, sino en un conflicto entre los grupos etarios,
y muy en particular entre los jóvenes por un lado y los ancianos (que viven a
costa de los primeros) por el otro. No es por casualidad que suelan ser
economistas conservadores de sensibilidad liberal (que en términos populares se
les conoce como neoliberales) los que acentúan el supuesto desastre que implica
para la viabilidad del Estado del Bienestar –pensiones y servicios sanitarios
públicos- el envejecimiento de la población. Alarmados por este hecho, insisten
en que las pensiones públicas y los servicios sanitarios deben reducirse y
privatizarse, pues no es ni justo, ni es eficiente, ni es posible continuar
sosteniendo con el erario público al Estado del Bienestar, presentando como
solución a esta insostenibilidad su privatización. No es tampoco por casualidad
que sea el capital financiero –la banca y las compañías de seguros- el que
promocione tal alarmismo demográfico. El principal portavoz de ese capital, el
Sr. Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo, resumió esta postura en
unas declaraciones al Wall Street Journal, el diario de la banca
estadounidense, en las que señaló que la Europa Social (es decir, el Estado del
Bienestar) no era ya sostenible.
En un libro reciente, Juan Torres y yo
hemos mostrado las enormes debilidades de esta postura económica neoliberal,
carente de evidencia científica que la avale (ver Lo que debes saber para que
no te roben la pensión, Editorial Espasa, año 2013). Comencemos con los
datos, y el más inmediato es el que la crisis del sistema público de pensiones
no tiene nada que ver con la transición demográfica. Repito, nada que ver. El
problema de las pensiones públicas en España no es que no haya suficientes
jóvenes (que con sus cotizaciones sociales pagan las pensiones de sus padres y
abuelos), sino que no haya suficiente trabajo para los jóvenes. En realidad,
España está exportando gente joven. No hay falta de jóvenes en España. El
problema de las pensiones está, pues, en el mercado de trabajo, con un enorme
desempleo, una tasa de ocupación muy baja, y unos salarios muy bajos que
continúan bajando. Y todo ello como consecuencia de las políticas públicas de una
clara sensibilidad neoliberal, que traducen el enorme ataque del mundo del
capital (hegemonizado por el capital financiero) contra el mundo del trabajo. Y
utilizo deliberadamente el término “ataque”, pues estas políticas neoliberales
(que consisten en recortes del gasto público social y en reformas laborales
para reducir los salarios) intentan debilitar al mundo del trabajo a fin de
conseguir una mayor rentabilidad, la cual está alcanzando, no solo en España
sino en toda Europa, unos niveles muy altos. El pensamiento neoliberal quiere
esconder esta realidad, refiriéndose no al conflicto capital-trabajo, sino al
conflicto (inexistente) entre jóvenes y ancianos.
El escándalo actual
El enorme crecimiento de la
productividad y el aumento del porcentaje de la población que trabaja explica
el gran crecimiento de la riqueza en nuestras sociedades, crecimiento que
podría sostener (e incluso aumentar) los Estados del Bienestar. Esta situación
es más que evidente en España, donde el PIB de hoy es veinticuatro veces superior
(en moneda constante) al que existía a principios del siglo XX, dato que por lo
visto era desconocido (o fue ocultado) por el llamado “Comité de (supuestos)
Expertos” nombrado por el gobierno del PP (que tenía como objetivo –nunca
declarado- mostrar que las pensiones públicas tenían que reducirse). Estos
“expertos” indicaron que, puesto que la esperanza de vida de las personas de 65
años se ha doblado desde principios del siglo XX hasta hoy, la economía
española no puede permitirse el lujo de ir pagando las pensiones de los
ancianos que continúan jubilándose a los 65 años. Los llamados “expertos” no se
hicieron la pregunta lógica: ¿por qué una economía que se ha multiplicado
por 24 en el periodo 1900-2000, no puede pagar las pensiones de una población
cuya esperanza de vida a los 65 años se ha multiplicado por 2?
Cuando los economistas neoliberales
señalan que es injusto que la edad de jubilación (65 años) no haya variado
desde hace algo más de noventa años, no dicen nada sobre el hecho de que el número
de horas diarias de trabajo (8 horas) en el mundo laboral no haya variado nada
desde el siglo XIX. En realidad fue John Maynard Keynes el que predijo que el
aumento de la productividad permitiría que la gente trabajara solo 15 horas a
la semana en 2030. No se tiene en cuenta, pues, que el enorme crecimiento de la
riqueza, resultado del crecimiento de la productividad, permite una notable
expansión del Estado del Bienestar.
El impacto de la productividad
Hace unos cuarenta años el 18% de la
fuerza laboral trabajaba en el campo en España. Hoy es solo el 2%, y con lo que
este porcentaje produce hay suficiente alimento para mantener a la población
española. Imagínese la ridiculez que hubiera significado que algún economista
hubiera dicho en aquel momento, hace 40 años, que España se moriría de hambre
hoy –año 2014- como resultado de falta de trabajadores en el campo. Pues una
situación idéntica ocurre con las pensiones. El hecho de que en el año 2050
vaya a haber, en lugar de 2,4 trabajadores por pensionista (con datos de 2010),
solo 1,15, no tiene que ser ningún problema, pues 1,15 trabajadores producirán
más riqueza de la que hoy producen 2,4. Es más, cualquier país puede escoger
pagar las pensiones a través de fondos generales del Estado (como ya están haciendo
muchos países) en lugar de hacerlo a través de las cotizaciones sociales. Y hay
suficiente riqueza en el país para sostener el altamente popular Estado del
Bienestar.
El problema, pues, no es la falta de riqueza, sino la distribución de la
riqueza, el tema clave del que el capital (es decir, la gran banca y la
gran patronal) no quiere que se hable, pues es el máximo beneficiario de las
políticas públicas que han favorecido sistemáticamente sus rentas a costa de
las rentas del trabajo. Al inicio de la crisis, España se gastaba 66.000
millones de euros menos en su Estado del Bienestar de lo que se debería haber
gastado por su nivel de riqueza económica. Y no se los gastaba porque el Estado
no los recogía. En España la mayoría de la población que estamos en nómina
pagamos en impuestos un porcentaje de nuestros ingresos semejante (solo
ligeramente inferior) al promedio de los ciudadanos de los países de la UE-15
(el grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al de España).
En cambio, los que derivan sus ingresos de la propiedad del capital pagan solo
un 10% de lo que hacen sus homólogos en la UE-15. Y estos tienen un enorme
poder político y mediático. ¿Se dan cuenta de por qué se habla tanto de
transición demográfica y tan poco de la redistribución de la riqueza?
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