Artículo de David Bollero, de fecha 1 abril 2015 en Público.
Ojalá pudiera decir que me ha sorprendido, pero no. Esta mañana leía en El Confidencial que la rentabilidad de la Sareb peligra. Vayamos por partes: ¿recuerdan qué
es la Sareb? La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la
Reestructuración Bancaria o, para entendernos, el banco malo que se sacó de la manga Luis de Guindos, ministro de
Economía. Este banco malo era el encargado de hacerse cargo de los activos tóxicos
de los bancos, esto es, de esa ingente cantidad de inmuebles que los bancos
tenían en su haber después de haber desahuciado a sus habitantes por impago de
la hipoteca.
Simplificando, era
eso. Y digo simplificando, porque no sólo había impagos de hipotecas de pisos,
sino también obras sin terminar. A finales de 2013, recuerdo que tuve ocasión
de entrevistar a personal de Sareb y entonces cifraban este número en unos 650
activos (obras que planeaban demoler, por cierto).
¿Qué significa que se
dude de la rentabilidad de la Sareb? No es sólo que no vaya a generar
beneficios a sus accionistas, sino que si no es capaz de
pagar su deuda, adivinen quiénes somos los avalistas: efectivamente, el Estado. En todo caso, si hay
que reponer capital, porque ya se ha pulido 1.200 millones de euros en 2 añitos
y sólo quedan en caja 350 millones, será el FROB (Fondo de Reestructuración
Ordenada Bancaria) –de nuevo, nosotros- quien tenga que poner el 48%.
Parte de las dudas que alegan los responsables de la Sareb para cuestionar su
rentabilidad vienen a contradecir al ministro de Economía pues hablan de “incertidumbres del ciclo económico”, mientras que Guindos no hace más que
hablar de crecimiento por encima de las previsiones, por lo menos, hasta 2020.
Lo curioso de todo es que cuando nació la Sareb en 2012, la
incertidumbre era muchísimo mayor y entonces la consultora KPMG lanzó unas
previsiones de rentabilidad del 15%.
¿Por qué se inflarían
de ese modo las cifras? Sencillo, porque había que lograr a toda costa que el FROB
no superara el 50% del accionariado pues, de hacerlo, computaría como deuda
pública y no le saldrían las cuentas al trilero de la economía y ex Lehman
Brothers, Luis de Guindos.
¿Quiénes son los
accionistas? Pues en realidad entraron casi todos los grandes bancos, con la
excepción de BBVA, lo que de nuevo nos convierte a los españoles en accionistas
indirectos. ¿Por qué? Porque entre los accionistas hay por un lado entidades
nacionalizadas como BFA-Bankia, Catalunya Caixa, NCG Banco-Banco Gallego y Banco
de Valencia; y por otro, las asistidas con ayudas públicas (BMN, Liberbank,
Caja3 y Ceiss). Dicho de otro modo, a efectos prácticos,
el 95,5% de la financiación de la Sareb es dinero público y únicamente el 4,5%
de su capital viene del sector privado.
La llegada de los fondos buitre
Lo que no cuentan los
políticos y mucho menos el actual presidente de la Sareb, Jaime Echegoyen, es
que el banco malo ha sido una cortina de
humo para repartir el botín entre amiguetes. Ni más ni menos. ¿Cómo va a ser rentable
una entidad si se dedica a vender inmuebles a precio de saldo?
Uno encajaría bien
esas pérdidas si al menos las viviendas se hubieran vendido baratas a
colectivos desfavorecidos, pero no es el caso. Los grandes beneficiados de los tejemanejes de la Sareb han sido los fondos
buitre. Un buen ejemplo de ello fue la Operación Toro, con la que el banco
malo vendió un paquete de 939 viviendas repartidas por Andalucía, Canarias y la
Comunidad Valenciana, 750 garajes y trasteros y un local comercial, por valor de
100 millones de euros.
En aquella operación, el fondo buitre HIG Capital se llevó los mejores inmuebles con una pérdida
a cargo de los españoles del 18% aproximadamente. Unos inmuebles que,
seguramente, HIG Capital vendería a posteriori a precios desorbitados
forrándose. El precio medio de venta al que se había comprometido Sareb para
esos activos era de 125.000 euros, y al que finalmente se vendieron fue de
apenas 100.000. Sencillamente, Sareb vendía en
pérdidas. Y esto es sólo un ejemplo.
Jugada maestra para Guindos y sus amiguetes financieros que, seguramente y
cuando abandone la política, será quienes le devuelvan los favores prestados.
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