Artículo de Juan Carlos Monedero, de fecha 16 abril 2015 en Público.
Una mano inclina el cogote de Rodrigo
Rato para que entre en un coche policial. Se desvanece, en un instante, una
época. La del milagro económico. La del argumentario contra lo público. La de
la criminalización de los sindicalistas críticos y el desprecio a los
trabajadores. La del éxito de lo privado, la liberalización del suelo, el azul
del PP hasta en los telediarios, el ladrillo, el cemento y las tuneladoras, la
era de Rouco, los telediarios mercenarios, José Luis Moreno y José María
Fidalgo, el desparpajo de la cazadora de talentos ladrones Aguirre, la de las
privatizaciones felices de la sanidad y la educación, la de los españoles
mirando en los cubos de basura mientras Ana Botella les multaba e invitaba al
mundo a un relaxing cup of café con leche. La del saqueo de las cajas de
ahorro, la de la universidad entregada a Bolonia y devuelta a los ricos.
La era de Aznar y la Gürtel, de Esperanza Aguirre y la Gürtel, de Cristina
Cifuentes y la Gürtel. Maldita Venezuela que no lo tapa todo. A ver si Maduro
hace algo que está la cosa fea.
Una mano inclina el cogote de Rodrigo
Rato, detenido, mientras registran su casa. Alzamiento de bienes, fraude fiscal
y blanqueo. Con el apoyo del Ministro Montoro. Que hace amnistías fiscales para
sus colegas. Montoro el deslenguado. El que usa el aparato del Estado contra
los adversarios políticos. El del despacho donde atienden los problemas
fiscales de las grandes fortunas. Un fiscal, que viene de esa época, hace un
escrito urgente al juez de guardia para que Rato sea puesto en libertad en
cuanto acabe la práctica de los registros. Qué fiscal tan diligente. Personas
pobres que han robado un par de cientos de euros no tienen tan buenos abogados.
Los ricos siempre han sido impunes porque ellos han escrito las reglas de
juego. Hoy algo se ha roto. Una mano, detenida como un paso de baile, baja la
arrogante cabeza de Rato para que entre en el coche. El fiscal tiene miedo a
ese coche y se acaricia su propio cogote. No pocos fiscales, en estos tiempos
del PP, pertenecen al pasado aunque no lo sepan. Una época se acaba y nunca
faltan mercenarios que antes de abrazar el nuevo régimen, siempre con
maneras de converso, deciden ser los más execrables defensores del necrosado
nepotismo. Ni siquiera la historia se acuerda de esos seres tan infames. Pero
tienen su cuota parte en el daño.
La noche del jueves 16 de abril, a las
22:40, desaparece el hashtag #FueraLaMafia 17A. Un llamamiento para que el
viernes 17 la ciudadanía le recuerde al PP que está harta de sus acciones
criminales. En las redes sociales surge una gran consternación: ¿por qué ha
desaparecido algo que están construyendo decenas de miles de tuiteros en toda
España? ¿Cómo es posible que ese llamado, convertido en apenas unos minutos
tendencia nacional, haya sido retirado? ¿Es que los poderosos mandan sobre las
redes? Alguien ha llamado a Twiter para frenar ese llamamiento. Otra vez una
concentración delante de la sede del PP. Y la cúpula del PP tiene pánico. Lo
que más les asusta es que la gente se dé cuenta de que se comportan como una
asociación para delinquir.
Aquella vez fue a las cinco. Este
viernes es a las siete. Pero tiene la misma lógica: decirle a los ladrones de
nuestra democracia que ya sabemos qué tienen entre manos, que no vamos a
permitirlo. Un petrolero que amenaza la costa canaria regresa vientos del
pasado. La cabeza de Rato, responsable de agachar la cabeza de continentes
enteros cuando era Director del FMI, se inclina para entrar en un coche
policial. Rato, que le quitó medicinas y educación a los países del Sur, que ha
compartido vinos caros y suites lujosas con la enemiga de los ancianos Lagarde,
con el enemigo de las mujeres Strauss-Kahn, que le quitó a los madrileños la
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, entra en un coche policial para
que sepamos que todos este esfuerzo de protesta no ha sido en vano. Tantos
desahuciados de Bankia tendrán, al menos, una pequeña compensación por todo lo que
han sufrido. He visto a una preferentista dejar caer una lágrima. Ayer,
mientras los trabajadores esperaban la sentencia del Supremo que les daría la
razón, lloraba porque una anciana acababa de morir sin recuperar sus ahorros.
La gente como Rato no llora por nadie.
Quedan, todavía, todos los necesarios
responsables de esta etapa de rapiña. Los Montoro, Guindos, Esperanza
Aguirre, Mariano Rajoy, Cospedal, Soraya Sáez de Santamaría, Javier
Arenas, Carlos Floriano, Ana Mato, el Ministro Fernández, Gallardón o Javier
González, Camps, Matas, Bárcenas o Jesús Sepúlveda. Y el gran jefe bajo cuyo
mandato se gestó la Gürtel y todos estos desaguisados: José María Aznar. El de
la foto de las Azores. Y no olvidamos a los periodistas mercenarios que los han
defendido. Qué etapa. ¿Cómo hemos podido los españoles aguantar tanta mentira?
Igual estábamos viendo el fútbol o planeando el siguiente viaje. Ellos estaban
enriqueciéndose sobre nuestras espaldas. Y usando el aparato del Estado para
hacer negocios e intentar silenciar a los opositores.
Una mano inclina el cogote de Rodrigo Rato,
Vicepresidente del Gobierno de Aznar, el mismo al que el sonriente Presidente
de la foto de las Azores había señalado como sustituto, para que entre en un
coche policial. Se desvanece, en un instante, una época. Caen las estatuas pero
quedan los pedestales. Si el pueblo no reacciona, vendrán los mismos perros con
distintos collares. No pueden irse otra vez de rositas. Es hora de recordar que
en democracia el pueblo es el que manda. Pásalo.
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