Occidente no aprendió de la crisis de 2008. La única
"recuperación" económica que hubo fue construida sobre burbujas
Artículo de Ha-Joon Chang es profesor de Economía en la
universidad de Cambridge, publicado en El diario.es de fecha 23/1/2016.
Este inicio de año ha sido el
peor en la historia de la bolsa de Estados Unidos. Los mercados de Europa y
Japón han perdido casi un 10% y un 15% de su valor respectivamente; la bolsa de
China ha reanudado su descenso en picado; y el precio del crudo está en su
nivel más bajo de los últimos 12 años, reflejando (y anticipando) una
desaceleración económica a nivel mundial.
De acuerdo con el relato
económico que predominó en los últimos tiempos, 2016 iba a ser el año en que la
economía mundial se recuperaría por completo de la crisis iniciada en 2008, y
en el que EEUU sería el abanderado de la recuperación, generando crecimiento y
trabajo mediante conservadurismo fiscal y políticas en favor de los
empresarios.
Como reflejo del crecimiento
sólido de la economía en 2015 y aunque se vieron parcialmente afectados por los
problemas del verano en la bolsa de China, los mercados estadounidenses
llegaron el año pasado a muy buenos niveles. El desempleo en EEUU había pasado
del máximo de 10% tras la crisis de 2008 a un 5% en 2015, el porcentaje de
antes de la crisis. En una demostración de confianza y por primera vez en nueve
años, la Reserva Federal de EEUU llegó a aumentar el mes pasado la tasa de
interés.
Según ese relato, no muy lejos de
EEUU se encontraban Irlanda y Gran Bretaña. Si bien la crisis les había pegado
más duro, se decía que su recuperación había sido admirable porque no
titubearon a la hora de mantener las políticas adecuadas, por mucha antipatía
que generaran entre sus ciudadanos: recortar el gasto público, especialmente el
dinero derrochado en gasto social, era visto como una forma de generar empleo
porque hacía más difícil que algunos vivieran a costa del contribuyente.
Irlanda y Gran Bretaña habían tenido además la sensatez de no ceder ante los
que piensan que todo es culpa de los bancos y tampoco se pasaron regulando al
sector financiero.
Se decía que incluso las
economías de Europa continental se estaban recuperando poco a poco después de
aceptar la necesidad de la disciplina fiscal, reformar el mercado laboral y
reducir la regulación a las empresas. Por fin, el mundo, al menos el mundo
desarrollado, estaba listo para recuperarse plenamente.
¿Qué fue entonces lo que salió mal?
Los que siguen empeñados con ese
relato tratan de culpar por adelantado a China de todos los males económicos
que se avecinan. El ministro de Hacienda de Reino Unido, George Osborne, está
entre los que advierten del "peligroso cóctel de nuevas amenazas", en
el que ocupan un lugar destacado la devaluación de la moneda china y el
desplome del precio del crudo (ambas situaciones originadas en gran medida por
el lento crecimiento económico de China). Si nuestra recuperación descarrilaba,
quiso decir, sería porque China no controló bien su economía.
Claramente, China es un actor
importante en la economía mundial. En 1978, al comenzar su proceso de reformas
económicas, la economía china sólo representaba el 2,5% de la economía mundial.
Ahora significa un 13%. Pero no debe exagerarse su importancia. Hasta 2014,
EEUU (22,5%), la Eurozona (17%) y Japón (7%) representaban juntos casi la mitad
de la economía mundial. La importancia del mundo rico es ampliamente superior a
la de China. A menos que la acusación la formule un país en desarrollo cuya suerte
dependa de la exportación hacia China, el resto no puede responsabilizar de sus
males económicos al lento crecimiento de esa nación.
Lo que verdaderamente ocurrió es
que Norteamérica y Europa occidental nunca se recuperaron de verdad de la
crisis de 2008. De acuerdo con el FMI, a finales de 2015, el ingreso per cápita
ajustado a la inflación (en moneda nacional) era menor que antes de la crisis
en 11 de estos países (sobre un total de 20). En cinco de ellos (Austria,
Islandia, Irlanda, Suiza y el Reino Unido), fue superior en muy poco: un 0,05%
en Austria y un 0,3% en Irlanda. Solo en cuatro países, Alemania, Canadá, EEUU
y Suecia, el ingreso per cápita fue considerablemente mayor que antes de la
crisis.
Incluso en Alemania, el país con
mejores números de entre esos cuatro, la tasa de crecimiento del ingreso per
cápita fue solo de 0,8% anual entre su último pico (2008) y 2015. La tasa de
crecimiento de EEUU, la mitad: 0,4% anual. Comparemos eso con el 1% anual de la
tasa de crecimiento que consiguió Japón durante sus presuntas "dos décadas
perdidas", entre 1990 y 2010.
Por si eso no bastara, gran parte
de la recuperación se ha debido a burbujas financieras, infladas por compras de
deuda pública (expansión cuantitativa) que se convierten en inyecciones de efectivo
al sector financiero.
La magnitud de estas burbujas ha
sido aún mayor en EEUU y Reino Unido. Ya estaban en niveles sin precedentes en
2013 y 2014 pero en 2015 llegaron aún más lejos: el mercado de valores
estadounidense llegó en mayo de ese año a un máximo histórico. Bajó en verano
pero ya en diciembre volvió a tener más o menos el mismo nivel. En Reino Unido,
el mercado de valores no está tan inflado, tras retroceder casi un 25% después
de su máximo de abril, pero la burbuja está en otro lugar: el mercado
inmobiliario. Los precios de las propiedades ya sobrepasan en un 7% su máximo
de 2007.
Parece entonces que las
principales causas de la actual tormenta económica se encuentran en las
naciones más ricas, especialmente en las economías dirigidas por el mercado
financiero de Estados Unidos y Reino Unido.
Después de 2008, tras rechazar
una reestructuración profunda de sus economías, la única forma en la que podían
lograr una mejora era creando otra serie de burbujas financieras. En su
discurso, los gobiernos y los sectores financieros transformaron una
recuperación agónica en una recuperación espectacular. Propagaron así el mito
de que las grandes burbujas son signo de economías saludables.
Independientemente de que las
actuales turbulencias del mercado lleven o no a una caída continuada o a un
derrumbe, son una señal de que hemos desperdiciado los últimos siete años
apuntalando un modelo económico en bancarrota. Antes de que todo empeore,
debemos reemplazarlo por otro en el que el sector financiero sea menos complejo
y tenga mayor paciencia, en el que se estimule la inversión en la economía real
con incentivos fiscales y tecnológicos, y en el que se implementen las medidas
para reducir la desigualdad para, de este modo, mantener la demanda sin crear
más deuda.
Ninguna de estas ideas será fácil
de implementar pero sabemos cuál es la alternativa: poco crecimiento,
inestabilidad y caída del nivel de vida para la gran mayoría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario