Artículo de Alfredo Serrano
Mancilla, Doctor en Economía y director del celag, de fecha 16/2/2016 en diario
Público
Cada día es más evidente. La
crisis económica es sistémica. No se resolvía, como pretendían algunos, a base
de parches. No. La economía funciona mal desde sus propios cimientos. Y como
todo volcán, en algunos momentos, expulsa lava. La erupción volcánica es
constante. Todo sale a la superficie. Aunque en el fondo, todo se explica por
su propia raíz. Su falla es orgánica.
Luego de casi una década, se
vuelve a admitir que la economía mundial no está saneada. El derrumbe
generalizado en las cotizaciones que afectó a los centros financieros de Europa
ha sido una muestra más de que la economía capitalista global no progresa
adecuadamente. En esta ocasión, no se puede echar toda la culpa a China, ni a
los emergentes, ni tampoco a Grecia ni al sur europeo. La gran banca de la
Unión Europea muestra nuevamente síntomas de flaqueza. Deutsche Bank registró
una caída del 6% en su cotización; en Francia, Crédit Agricole lo hizo en 6,6%
y Société Générale en 12,57%; en Italia, Ubi Banca se cayó en 12,11%; en
España, los descensos fueron de BBVA (7,14), Santander (6,87) y CaixaBank
(6,74). En clave global, en menos de un año, las bolsas mundiales han visto
reducida su capitalización en un valor equivalente al PIB de la eurozona.
“Hay cierto punto de exageración
en los mercados”. Así suena la nueva música para explicar lo que está pasando.
El mismísimo ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, expone este
argumento para dar alguna razón de lo que pasa también en su propia casa. No
hay quien entienda a estos guardianes mundiales de la economía. Lo que ayer era
una cosa, hoy es la contraria. Lo que antes era una respuesta de los mercados
frente a aquello que no les gusta (véase China, Grecia, España); hoy en día, se
torna una exagerada advertencia de los mercados por el futuro de la economía
mundial.
Los vasos comunicantes entre las
finanzas y la economía real son muy compactos. Desde el inicio de la época
neoliberal, la financiarización impuso una relación ultra dependiente entre un
ámbito y otro. Lo que pasa en las finanzas tiene gran repercusión en la
economía real. Es imposible desligar lo uno de lo otro. La economía no crecerá
sostenidamente si no se transforma el andamiaje financiero que la sustenta, y
que la subordina. Los inversores buscan la máxima rentabilidad en el menor
corto tiempo posible. Las tasas de productividad de la economía real, ni
siquiera en el sector tecnológico, no son suficientemente altas para saciar a
los nuevos flujos de capitales.
Así que el capital financiero va
y viene sin asentarse en ningún lugar. El mundo actual globalizado le facilita
maximizar su condición de nómada. Eso condiciona severamente las posibilidades
de estabilidad en el crecimiento real de la economía. El capital se ha mal
acostumbrado tanto que se le han quitado las ganas de invertir para producir.
Prefiere vivir de especular sobre valores futuros y derivados. Y le sigue dando
la espalda a la economía real.
Se impone por el momento la
hipótesis de Larry Summers (ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, ex
economista jefe del Banco Mundial): estamos instalados en un estancamiento
secular (‘secular stagnation’). ¿Qué significa esto? Algo muy simple: se ha
llegado a un punto de la economía mundial capitalista, en el que el potencial
de crecimiento es demasiado bajo, y solo se podría salir adelante mediante
burbujas especulativas (puntocom, inmobiliaria, bancaria).
Luego del año 2007-08, después
del pinchazo de la última gran burbuja, las diversas salidas han resultado
fallidas o insuficientes para hacer crecer a la economía mundial en forma
sostenida. Ninguno de los intentos ha resultado fructífero como tractor
económico. Ni la política expansiva monetaria en Estados Unidos (mucho menos la
política dubitativa del Banco Central Europea) ha logrado crear condiciones
para una tasa de crecimiento estable. Buena parte del dinero emitido ha sido
más utilizado para recomprar vieja deuda, y no para inyectar inversiones reales
en la economía. Sigue imponiéndose la lógica especulativa.
Por ejemplo, en estos últimos
años, se observa nuevamente una cantidad considerable de deuda problemática por
préstamos concedidos a empresas energéticas, muy golpeadas por la caída del
precio del petróleo. El precio del crudo es el soporte del valor de muchos
bonos y créditos corporativos. Y comienza a sentirse el azote de su caída en
todas las esferas económicas.
Por otra parte, los tipos de
cambio se han convertido en una mercancía más, transada en el mercado cambiario
de Londres (véase el mercado Swift). La guerra de divisas es un negocio en sí
mismo que impide buscar soluciones cambiarias para reactivar los intercambios
comerciales a nivel mundial. Además, el endeudamiento global, sobre todo el
privado, es excesivo, y no tiene base material que lo sustente.
Así es imposible pensar en un
crecimiento económico estable.
En definitiva, las expectativas
económicas son malas para este año. Todo indica que estamos en otro capítulo de
la Gran Recesión. Los mercados ya no confían ni en ellos mismos. El capital no
sabe cómo salir de su propio laberinto para estabilizar la economía global a su
antojo. El nuevo orden geopolítico multipolar no se corresponde por el momento
con la creciente concentración del capital mundial. Este pulso es
indudablemente más determinante de lo que la economía tradicional arguye.
Veremos.
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