María Dolores Amorós, Catedrática de Lengua Española, artículo
publicado en Nueva Tribuna, con fecha 18 abril 2016.
El tiempo se acaba y Pedro
Sánchez no sabe cómo salir de su propia ratonera. Tras aceptar con los brazos
abiertos el encargo del Jefe del Estado de formar gobierno, un Sánchez engolado
dijo que iba a hablar con todos los partidos menos con el PP y especialmente
con Mariano Rajoy, con la finalidad de lograr acuerdos que le permitieran
formar un Gobierno de progreso.
Lo que se ha percibido, en todo
momento, por parte de Sánchez es un pasar como de puntillas en sus contactos
con los partidos de izquierda, un clarísimo ninguneo a Podemos. Por el
contrario, a la vista de todos se fue comprobando el acercamiento cada día más
a Albert Rivera y sus Ciudadanos. No solo Sánchez, sino los equipos
negociadores que ambos partidos pusieron a trabajar de inmediato. De esta
manera, con este último llegaron a un acuerdo tras ceder a los imperativos de
Rivera.
El pacto alcanzado, Acuerdo para
un Gobierno reformista y de Progreso, consta de 200 propuestas de las que
Rivera afirma que el 80% de las mismas proceden de Ciudadanos, se firmó a bombo
y platillo en el Congreso y bajo la manipulada presidencia del cuadro de Juan
Genovés, El abrazo. Cuadro creado por
otra circunstancia bien distinta y con una finalidad totalmente ajena este
pacto.
Gran algarabía entre los
psocialistas, risas emocionadas y tornadas casi en llanto de Carme Chacón, de
Oscar López, de Antonio Hernando... y demás del equipo negociador de Sánchez.
En ningún momento he podido entender el motivo de tales exaltaciones.
Tanto el PSOE como Ciudadanos
eran conscientes de que solo con la suma de sus respectivos escaños, 130
(90+40), no había votos suficientes para un pacto de Legislatura. Sin embargo
debían de estar convencidos de que su capacidad de seducción convencería al
resto.
Ciudadanos lleva todo el tiempo
apelando a la necesidad de un pacto con el PP, sin que este ceda. Y, mientras,
Pedro Sánchez llega ya a exigir a Podemos que facilite su investidura.
Es decir, para Sánchez Podemos
debe renunciar a su programa, a sus ideas y apoyar sumisamente el
encadenamiento al que el primero se ha sometido voluntariamente con Ciudadanos.
Todos sabemos que las únicas cadenas que le pueden tener aprehendido se las ha
impuesto su propio partido, el “aparato" de Ferraz. El mismo que el 28 de
diciembre, en Comité federal, impuso su negativa a pactar con Podemos, así nos
lo ha confesado públicamente Pérez Tapias.
Se ha llegado a una situación en
que ya no se sabe cómo calificar la actitud de Pedro Sánchez contra la
formación política Podemos. Si se trata de ignorancia, de desfachatez, de
caradura o de qué. Difícil de definir ese empecinamiento en que sea Podemos el
que doblegue la testuz, reniegue de su programa, deje de lado a sus más de
cinco millones de votantes y se ponga al servicio incondicional de un Gobierno
presidido por el señor Pedro Sánchez junto a Albert Rivera y continúen así las
políticas de austericidio para la
ciudadanía mientras los poderes financieros siguen aumentando su capital. Unas
políticas que no solo han arruinado económicamente a la gran mayoría de la
población, han decapitado la Sanidad pública, la Educación, la Dependencia, las
Pensiones, la igualdad de condiciones para evitar la brutal brecha social en
que el PP nos ha metido, sino que, además, han cercenado el resto de los DDHH
que con esfuerzo, trabajo y coraje nuestros padres lograron recuperar. Con su
maldita Ley Mordaza nos han robado el derecho fundamental de poder protestar y
manifestar públicamente nuestro desacuerdo contra la tiranía de un Gobierno
cada día más cercano a las formas del aún reciente pasado dictatorial.
Ningún sentido tienen ni son
aceptables, si no pensamos que son debidas a la desesperación, las palabras de
Sánchez: "A Iglesias no le imploro; le exijo su responsabilidad... Le pido
que deje empezar la legislatura".
Así las cosas estamos abocados a
unas nuevas elecciones. Así lo ha querido el PSOE. Su matrimonio indisoluble
con Ciudadanos no tiene ninguna explicación desde una perspectiva de izquierda.
La posibilidad de lograr más apoyos, a no ser que, al final, el PP accediera a
la llamada constante de Ciudadanos, no se ve por ningún lado. Pedro Sánchez ha
presumido de ego, estaba convencido de que el resto de la Cámara se iba a
plegar a sus deseos y como regalo nupcial le iban a otorgar su "sí
quiero".
Y no nos vale la tan manida
excusa del NO al Derecho de decidir de los catalanes, de quienes, dentro del
PSOE, reniegan y dicen no querer aceptar su apoyo, activo o pasivo. ¿Hay que
volver a recordar que el Felipe González de Suresnes (1974) abogó ya no por el
derecho a decidir, sino por la autodeterminación de las nacionalidades históricas?
¿O las promesas de Zapatero de apoyar la reforma del Estatut que salga del
Parlament? ¿Habrá que refrescar la memoria de los olvidadizos desempolvando
cuando, tras perder en 1993 la mayoría absoluta, Felipe González se alió con el
independentista Jordi Pujol que le garantizó la estabilidad parlamentaria hasta
el final de la legislatura, o al menos durante 1995? Y ya sabemos las nefastas
consecuencias que este pacto conllevó para las arcas públicas al bloquear
González la querella de Banca Catalana contra Pujol...
Quede claro que Podemos no es el
responsable de que llevemos más de 110 días sin nuevo Gobierno, y que, mientras
tanto, el Gobierno en funciones del PP siga haciendo de las suyas. Ni mucho
menos es responsabilidad de Podemos.
Es el PSOE y solo el PSOE el
único culpable. No se resignan a que la ciudadanía haya votado contra el
turnismo bipartidista, no. Siguen convencidos de que ahora les toca a ellos. Y
sin mayorías de ningún tipo, más bien al contrario, intentan seguir arrollando con
su más que habitual apisonadora.
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