Artículo de Juan Laborda en su blog Vozpopuli
de fecha 30 octubre 2016.
Detrás del actual “pensamiento
único” o “consenso de Washington”, lo que se presenta como verdades
indiscutibles, en realidad reflejan juicios de valor alimentados por la ideología
dominante, en nuestro caso la neoliberal. Una de esas verdades indiscutibles es
la necesidad de Bancos Centrales independientes, pero ¿para qué? Mi tesis es
muy sencilla, quienes han dirigido esos Bancos Centrales han sido curiosamente
los más destacados hooligans defensores de la austeridad y la devaluación
salarial. Las razones van más allá de la incompetencia económica
-desconocimiento de la naturaleza del dinero, por ejemplo-. Son los principales
valedores de los intereses de clase dominante.
El consenso sobre la austeridad
no se basa en ninguna comprensión lógica del sistema monetario moderno e ignora
deliberadamente muchas de las opciones reales que están a disposición de los
gobiernos emisores de moneda “fiat”. El pensamiento gregario dominante tiene un
carácter destructivo al imponer recetas cuyos supuestos macroeconómicos
fundamentales no se basan en la realidad.
Tras la ruptura de Bretton Woods
en 1971, la mayoría de gobiernos empezaron a emitir sus monedas mediante
decretos legislativos bajo un tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio
flexible libera a la política monetaria de tener que defender una paridad fija.
Por lo tanto, las políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en
garantizar que el gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles
de empleo. Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que
financiar su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden
quedarse sin dinero. El culto a la austeridad se deriva de la lógica del patrón
oro y no son aplicables a los sistemas monetarios “fiat” modernos. Entonces,
¿qué ocurrió?, ¿por qué se colocan las emisiones de deuda soberana en el
mercado?, ¿por qué quiebran gobiernos soberanos como el griego?, ¿qué papel
jugó la independencia de los Bancos Centrales en toda esta dinámica?
Desde el momento en que los
emisores de dinero, los Estados, empiezan a ser gobernados democráticamente,
las élites político-financieras decidieron sin titubear crear y difundir mitos
que se han ido extendiendo, y que en el momento actual están muy arraigados en
la intuición colectica. El objetivo no era otro que mantener sus privilegios
convirtiendo la economía en una especie de religión. En primer lugar, ocultaron
a la ciudadanía algo obvio, los Estados soberanos jamás pueden quebrar. En
segundo lugar, promovieron la independencia de los Bancos Centrales justamente
en el momento en que los Estados democráticos podían ejercer su plena soberanía
monetaria y generar pleno empleo. El momento histórico en que surge el Consenso
de Washington no es baladí, intentan evitar el ejercicio de la soberanía
monetaria en defensa del pleno empleo en las democracias desarrolladas. Veamos
como lo hacen.
Inicialmente, en diversos Estados
soberanos, el Tesoro fijaba el tipo de interés y colocaba los bonos a los
inversores. Si éstos no cubrían toda la oferta, el Tesoro procedía a un ajuste
donde su banco central ajustaba los tipos y toda la emisión se cubría. El poder
lo tenía el Tesoro, no el mercado. Ejemplos de esta política fueron Reino
Unido, Canadá y Holanda. Pero este sistema no proporcionaba poder a las
entidades financieras. Como consecuencia se substituyó por el de subasta
actual, donde el poder reside en el mercado. Y es totalmente innecesario.
Con ello se pretendía, en primer
lugar, y por encima de todo, limitar la eficacia de la política fiscal de los
gobiernos. Michal Kalecki ya en 1943 en “Political Aspects of Full Employment”
exponía tres razones por las que "a los hombres de negocio" o a las
élites no les gustaba, y sigue sin gustarles, la idea de utilizar la política
fiscal como instrumento de política económica. Hay que seguir manteniendo
comportamientos y estructuras institucionales que limiten las capacidades de
gasto de los gobiernos. Esto le da a la superclase un poderoso control
indirecto sobre la política del gobierno, mientras permiten dar forma a los
fundamentos de cierta ética capitalista basados en que te ganarás el pan con el
sudor -a menos que tengas los medios privados suficientes-. Pero sobretodo
permiten que el miedo siga desempeñando su papel como medida disciplinaria.
En segundo lugar, al pasar de un
sistema donde el poder lo tenía el Tesoro a otro donde se traspasa al mercado,
se genera un negocio brutal a favor de la superclase, las entidades
financieras. Para ello se desregularon los mercados, de manera las entidades
financieras pudieran actuar con libertad en el mercado secundario. Pero además
se permitió que las entidades financieras crearan derivados a partir de la
deuda pública. El negocio estaba servido. Todas estas dinámicas son partes
consustanciales al proceso de financiarización de la economía global. Pero ya
saben que estas fases terminan en depresión.
El papel de los bancos Centrales
La independencia de los Bancos
Centrales se impulsa cuando se abandona el patrón oro y se impone el actual
sistema monetario “fiat”. Por eso había que cortocircuitar que los Estados
soberanos pudieran y debieran utilizar las políticas fiscal y monetaria para
garantizar altos niveles de empleo. Uno de los instrumentos utilizados para
ello fue promover la independencia de los Bancos Centrales, formados
aparentemente por tecnócratas que evitarían el manoseo de los políticos, y
actuarían en nombre del bien común. El problema es que los miembros de dichos
Bancos Centrales tienen un “background” alrededor de teoría neoclásica, que
repudia en su inmensa mayoría el uso de la política fiscal y de la soberanía
monetaria. Pero además, en la mayoría de los casos, sus miembros están
estrechamente vinculados al sistema financiero, y han sido copartícipes de las
distintas burbujas financieras generadas en las dos últimas décadas y del
rescate bancario a costa de la ciudadanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario