Artículo de Hernán Garcés y Arthur Vigneron, publicado en eldiario.es con fecha 2/5/2015
Philippe Legrain, exasesor de Durao
Barroso y profesor de la London School of Economics, advierte que la gran
prioridad en la crisis de la UE ha sido salvar a la banca alemana y francesa
¿A qué fuentes acudirán los
historiadores en el futuro para intentar explicar la mayor crisis que ha
golpeado a la Unión Europa? Es probable que el influyente economista inglés
Philippe Legrain sea una de ellas. Su condición de testigo directo, al haber
ejercido como asesor económico independiente del presidente de la Comisión
Europea—José Manuel Durão Barroso— y jefe del equipo que le proporcionaba
asesoramiento político estratégico, le da una auctoritas de
la que carecen otras fuentes.
En su excelente libro European
Spring: Why Our Economies and Politics are in a Mess – and How to Put Them
Right (sorprendentemente todavía no editado en España), Philippe
Legrain desgrana la respuesta catastrófica a la crisis por parte de los
responsables políticos de la zona euro y deconstruye tópicos a los que
nos tienen acostumbrados algunos responsables políticos y medios de
comunicación. En la actualidad, es profesor en la prestigiosa London School of
Economics y escribe con regularidad en medios como Foreign Policy,
Financial Times o The Guardian.
En una carta al Financial Times,
el vicepresidente del gobierno de Grecia pedía a la Unión Europea una
oportunidad para salir de la trampa de Sísifo respecto a la deuda. Al parecer,
Berlín, Frankfurt y Bruselas no se la quieren conceder. ¿Por qué?
El nuevo gobierno griego, dirigido por
Syriza, es el primero en cuestionar directamente la mala gestión de la crisis
por parte de las autoridades de la zona euro, dando esperanza a muchos europeos
que están cansados de escuchar que no hay alternativa al fracaso de las
políticas que se han aplicado durante los últimos siete años. Así pues, las
autoridades de la zona euro están resueltas a impedir su éxito: o Grecia
capitula, o se arriesga a ser expulsada (ilegalmente) del euro. Olvídense de la
solidaridad o del respeto a la democracia: es un feroz chantaje.
El ministro de finanzas de Grecia, Yanis
Varoufakis, está siendo criticado por numerosos ministros de la zona
euro. En su opinión, ¿está gestionando acertadamente la crisis griega?
Los ministros de la zona euro son, en su
mayoría, un grupo gris y mediocre, lo que les hace sentir envidia y
resentimiento frente a alguien como Yanis Varoufakis, que se muestra seguro de
su capacidad intelectual, es elocuente, y además los medios de comunicación y
gran parte de la opinión pública le aclaman como a una estrella del rock e
incluso como a un sex symbol. De modo que no deberíamos prestar
mucha atención a las críticas personales a Varoufakis. Al mismo tiempo,
Varoufakis no se ha hecho ningún favor al aparentar estar más concentrado en
los medios de comunicación, ya sea en programas de debate o en la desafortunada
sesión de fotos de Paris Match, que en las negociaciones con el
Eurogrupo.
Varoufakis tiene que concentrarse en su
objetivo principal —probablemente el alivio de la deuda griega— y
desarrollar una estrategia para conseguirlo. Ello exigirá inevitablemente una
política de negociación arriesgada, lo cual requiere a su vez un plan B por si
las autoridades de la zona euro lo rechazan. El Plan B podría consistir en
introducir una divisa paralela, lo que permitiría al gobierno griego amenazar
de forma creíble con el impago unilateral de la deuda. El gobierno podría pagar
sus cuentas con pagarés negociables cuyo valor se derivaría del hecho de que
podrían ser usados para pagar impuestos pasados, presentes y futuros. Aunque
pueda parecer una locura, el estado de California hizo eso en 2009 sin abandonar
el dólar.
¿Es posible que Grecia tenga que
abandonar pronto el euro?
Creo que las posibilidades de que Grecia
salga del euro están aumentando. Las autoridades de la zona euro están
provocando deliberadamente una crisis de liquidez en Grecia, con el fin de
forzarla a capitular. El Banco Central Europeo (BCE) ha cerrado a los bancos
griegos el acceso a la liquidez barata e ilimitada de la que disfrutan
otros bancos de la zona euro, y en su lugar les ofrece, con cuenta gotas,
liquidez excepcional más cara.
El presidente del Eurogrupo, Jeroen
Dijsselbloem, ha sugerido que Grecia podría necesitar imponer controles de
capital, alentando el retiro de depósitos de los bancos griegos, y por lo tanto
la dependencia de esos bancos del BCE. Frankfurt también ha rechazado permitir
a los bancos griegos adquirir más bonos del Tesoro griego, limitando las
opciones de financiación del gobierno. Así, las posibilidades de que las
autoridades de la zona euro estén imponiendo demasiada presión y de que Grecia
se vea expulsada accidentalmente del euro —o de que el gobierno griego
llegue a la conclusión de que no tiene otra alternativa que abandonar el
euro— están aumentando. Al mismo tiempo, la opinión pública alemana está
reclamando, cada vez más, que Grecia salga del euro, y por tanto, la canciller
Merkel podría concluir que ella tiene que actuar de acuerdo con esa opinión.
Entonces, ¿cuáles serían las
consecuencias para la economía griega de abandonar la zona euro?
Abandonar el euro sería, al principio,
muy disruptivo para Grecia, especialmente si ocurriera de manera caótica.
Indudablemente, habría un corralito para evitar la fuga de
depósitos, controles de capital, confusión sobre qué contratos se convertirían
a la nueva moneda griega, cuándo y cómo, y así sucesivamente.
Una vez fuera del euro, el gobierno
griego, sin duda, no se sentiría especialmente obligado a devolver el dinero a
los gobiernos de la zona euro y al BCE, responsables de su expulsión; en
particular cuando las deudas denominadas en euro aumentasen una vez que la
nueva divisa griega se hubiese depreciado frente al euro. Es más difícil prever
si Grecia decidiría o no pagar al Fondo Monetario Internacional (FMI) y los
bonos en manos de inversores privados.
Sin embargo, libre de deuda, con una
divisa mucho más barata y con mucha más libertad política, Grecia recuperaría
pronto el crecimiento, sin lugar a dudas. Cuando Argentina abandonó, en 2001,
el régimen de convertibilidad con el dólar estadounidense, su recuperación
comenzó un año más tarde.
Lo que sucediese después dependería de
lo bien que gestionase el gobierno la economía. ¿Lleva a cabo sus planes para
acabar con el poder de los oligarcas corruptos que tienen el dominio sobre un
mercado “cartelizado”, impulsar la inversión y atraer el know-how y
el capital extranjeros para modernizar la economía? ¿O desperdicia la nueva
libertad de acción que ha conseguido?
Numerosas autoridades de la zona euro y
el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, creen que la zona euro
sobreviviría al abandono del euro por parte de Grecia. Sin embargo, unos de los
historiadores económicos más respetados, Barry
Eichengreen , afirma que sería un “Lehman Brothers al cuadrado”.
¿Cuál es su opinión al respecto?
El impacto inicial sería financiero.
Grecia, casi con toda seguridad, suspendería el pago de la totalidad de la
deuda contraída con las autoridades de la zona euro, así como el del pasivo de
Target 2 del Banco de Grecia. También afectaría a los bancos extranjeros que
aún están expuestos a la economía griega. Y también dispararía la especulación
sobre cuál sería el siguiente país en abandonar el euro: ¿Portugal? ¿Italia?
¿España? Dicho esto, el BCE podría intervenir para limitar la fuga de
depósitos, y ya está comprando una gran cantidad de bonos estatales a través de
su programa de expansión cuantitativa. Así que, a corto plazo, creo que el
impacto en el resto de la zona euro sería doloroso pero controlable.
De cara al futuro, la confirmación de
que los países pueden abandonar el euro generaría más incertidumbre sobre todos
los países en dificultades del sur de Europa, incluida España, asfixiando la
inversión y convirtiendo la zona euro en algo aún más frágil. En un mundo post
quantitative easing [ndlr: post-expansión cuantitativa], se haría más
probable que se tuviese que activar el programa Outright Monetary
Transactions [ndlr: programa de compras directas], lo cual revelaría
que la afirmación de Mario Draghi de que haría “lo que fuese necesario” para
mantener el euro unido no es tan sólida como parece.
Por último, el abandono del euro por
parte de Grecia provocaría un contagio político. Si Grecia comenzase pronto a
crecer de nuevo fuera del euro —como incluso algunas autoridades de la
Comisión Europea sugieren en privado que sucedería—, otros países podrían
decidir seguir sus pasos. ¿Podría el euro sobrevivir a la salida de Italia,
donde los tres principales partidos de la oposición son antieuro? ¿Y si fuera
Francia?
En 2010, España contribuyó al primer
rescate de Grecia con una suma de 9800 millones de euros. En su libro
European Spring usted afirma que “el rescate griego fue la segunda
etapa del mayor atraco bancario de todos los tiempos”. Un director del
Fondo Monetario Internacional (FMI) y usted indican que el objetivo
del rescate no era ayudar a Grecia sino a los bancos alemanes y franceses. ¿Qué
ocurrió exactamente? ¿Lo sabía el gobierno español?
Cuando, en 2010, Grecia se vio aislada
de los mercados, su deuda, enorme y en rápido aumento, era sin lugar a dudas
impagable. Tanto los inversores como los empleados del FMI lo sabían. Por lo
tanto, se debería haber aplicado una quita a esa deuda, como el FMI reconoció
después públicamente. Sin embargo, para evitar que los bancos alemanes y
franceses sufrieran pérdidas, los responsables políticos de la zona euro, y en
particular la canciller alemana Angela Merkel junto al trío francés compuesto
por el presidente de Francia Nicolas Sarkozy, el presidente del Banco Central
Europeo Jean-Claude Trichet y el presidente del FMI Dominique Strauss Kahn,
hicieron creer que Grecia solo estaba atravesando problemas de financiación
temporales. En violación de los tratados de la UE, cuyas normas impiden los
rescates, prestaron dinero de los contribuyentes europeos al insolvente
gobierno griego, en apariencia por solidaridad, pero con el objetivo real de rescatar
a esos bancos extranjeros. En realidad, este préstamo condenó a los pobres
griegos a una “prisión de deuda”. Al poner los intereses de la banca por encima
de los de los ciudadanos comunes, los responsables de la zona euro han
enfrentado a unos europeos contra otros.
No puedo confirmar lo que el gobierno
español sabía o creía en 2010; para ello habría que tener acceso a las actas de
las reuniones oficiales.
Según Bloomberg, el ministro de economía
español Luis de Guindos (y exdirector de Lehman Brothers España y Portugal)
tuvo una posición bastante agresiva contra Grecia durante el acuerdo del
Eurogrupo de febrero. Desde un punto de visto económico y político, ¿fue una
buena decisión para España?
Luis de Guindos quiere ser el próximo
presidente del Eurogrupo, por lo que necesita ser “ más alemán que los
alemanes” para ganarse el apoyo de Berlín. Asimismo, el gobierno del PP
quiere que el gobierno griego liderado por Syriza fracase, con el fin de
disuadir a los españoles de votar a Podemos en las elecciones generales de
noviembre. Por último, al haber aceptado la estrategia liderada por Alemania de
austeridad y reformas estructurales, el gobierno español tiene un interés
directo en la defensa de su postura.
También es verdad que, en términos
financieros estrictos, los contribuyentes españoles perderían dinero con la
quita de la deuda de Grecia, debido a la decisión catastrófica y corrupta de
2010. Pero, en un sentido estratégico más amplio, los intereses de España en su
conjunto —de hecho, todo el mundo en España, menos los bancos y sus
acreedores— están alineados con los de Grecia. En ambos casos, los
contribuyentes corrientes han sido obligados a pagar los costes totales de una
crisis de la que son, a lo sumo, sólo en parte responsables. En particular, en
ambos casos se han visto obligados a rescatar a la banca francesa y alemana,
cuyas malas prácticas de préstamo alimentaron la burbuja inmobiliaria en España
y la burbuja de consumo público en Grecia. Al igual que Grecia, España tiene
una deuda externa altísima. En conclusión, los españoles deberían compartir las
aspiraciones de los griegos por una zona euro más justa.
¿Cuál es la solución a la elevada deuda
pública de numerosos países de la zona euro?
Por ahora , aunque la
deuda pública española sigue creciendo, continúa siendo sostenible, aunque eso
podría cambiar si el crecimiento se desacelera, la deflación se profundiza y/o
los tipos de interés suben. El principal problema de España es su enorme deuda
privada, y en particular las hipotecas ligadas a casas cuyo valor se ha
desplomado. Sin embargo, los hipotecados no pueden escapar debido a la injusta
ley hipotecaria de España, que favorece a la banca, y a la falta de voluntad
política para infligir pérdidas en una banca con conexiones políticas que se
sigue beneficiando de un aval implícito de los contribuyentes.
Está claro, no obstante, que el gobierno
griego necesita aliviar su deuda, y una buena manera de gestionar este proceso
sería celebrar una conferencia sobre la deuda donde acreedores y deudores
podrían alcanzar un gran acuerdo. Eso podría incluir una quita de la deuda a
cambio de reformas, e idealmente también un plan Marshall (o Merkel) de
inversión. Dicha conferencia también podría abordar la deuda bancaria de 64 mil
millones de euros impuesta a los contribuyentes irlandeses (14 000 euros
por persona) y una quita a los préstamos de la Unión Europea a Portugal.
En una reciente entrevista
, Thomas Piketty ha afirmado que “al crear la zona euro hemos creado un
monstruo”. ¿Qué opina sobre esta afirmación?
Creo que, mientras que el euro tiene
fallos de diseño, la zona euro se ha convertido en una monstruosidad —una
prisión de deudores glorificados— debido a los errores catastróficos que
se han cometido durante la crisis. Los contribuyentes han tenido que pagar el
precio de las malas prácticas de préstamo de la banca. Los países acreedores,
en particular Alemania y los Países Bajos, han trasladado los costes totales de
la crisis a los países deudores, principalmente a España. Se ha impuesto un
sufrimiento innecesario a la gente común, aplicando una austeridad colectiva y
unos recortes salariales excesivos y prematuros. Por último, la nueva camisa de
fuerza fiscal prohíbe decisiones legítimas y democráticas sobre fiscalidad y
gasto. En conclusión, necesitamos con urgencia una zona euro más libre, justa y
democrática.
En su libro European Spring usted dice que la zona euro va camino
de convertirse en una zona euro germánica con un marco tecnocrático. Al mismo
tiempo, el ministro alemán de finanzas, Wolfgang Schäuble, asegura que “unas
nuevas elecciones no cambian nada”. Ante este panorama, ¿qué puede hacer
España?
En primer lugar, España tiene que elegir
un nuevo gobierno [en las elecciones] a finales de año. En mi opinión, la
prioridad del nuevo gobierno sería conseguir aliviar la deuda de los
prestatarios en dificultades, y en particular los titulares de hipotecas. Si
eso implica que los bancos tengan grandes pérdidas, que así sea; sus acreedores
tendrán que recapitalizarlos soportando parte de esas pérdidas.
Además, Madrid debe hacer causa común
con París y Berlín para pedir políticas y reglas diferentes para la zona euro.
Un aumento de la inversión y unas reformas que se centren en la productividad,
y no en el recorte de los salarios en una búsqueda mercantilista de la
“competitividad”. Reglas fiscales más flexibles que permitan a los gobiernos
democráticamente elegidos responder a condiciones económicas y prioridades
políticas cambiantes, con un BCE cuyo mandato sería prevenir pánicos, y con la
creación de un mecanismo para reestructurar las deudas de gobiernos
insolventes.
Finalmente, Alemania también debe
desempeñar su papel en el ajuste necesario en la zona euro, relanzando su
actividad económica en vez de imponer la deflación a sus vecinos. Su superávit
de cuenta corriente, casi el 8 % de su PIB, el mayor del mundo, es el
desequilibrio más peligroso y desestabilizador de la zona euro. Se debe
presionar a la Comisión Europea para que haga cumplir en Alemania las reglas
del Procedimiento de Desequilibrios Macroeconómicos de la zona euro. Que se les
demande, si es necesario.
“Los gobiernos podrían haber abordado
con decisión los problemas bancarios en Europa mucho antes de ahora sin
recurrir al dinero del contribuyente”. Como usted sabe, el contribuyente
español pagó 23 465 millones de euros para rescatar a Bankia. ¿Había
alguna alternativa?
La solución era simple: copiar y pegar
las leyes de resolución bancaria que ya habían sido promulgadas en otras
partes, por ejemplo en Gran Bretaña; eliminar a los accionistas de Bankia; y
dejar que sus acreedores cargaran con la deuda, convirtiendo sus bonos en
acciones. Sin embargo, el gobierno español tomó la decisión política de
rescatar a Bankia, que estaba dirigido por el exministro de economía del PP
Rodrigo Rato.
El presidente del gobierno español,
Mariano Rajoy, dijo hace un año que la crisis había terminado en España. ¿Es verdad?
Por supuesto que no. La economía
española sigue siendo un 5,7 % menor que cuando golpeó la crisis hace
siete años. El 23,7 % de los españoles está en paro, y muchos más han
quedado directamente fuera de la fuerza laboral. La deuda privada sigue siendo
enorme, al tiempo que la deuda pública sigue aumentando. De
hecho —contrariamente a las afirmaciones del gobierno de que la austeridad
ha “funcionado”—, la recuperación ha coincidido con la flexibilización de
la austeridad extrema del periodo de 2011 a 2013, mientras que el déficit
presupuestario del 5,7 % del PIB del año pasado fue el más elevado, no
sólo de toda la zona euro, sino de toda la UE. Mientras tanto, con el
estancamiento de los salarios, el aumento del consumo es impulsado por una reducción
del ahorro en lugar del aumento de los salarios. Por lo tanto, España no se ha
ajustado con éxito, ni su recuperación es sostenible.
Usted explica en su libro la crisis de
Europa como “una tragedia con un prólogo y cinco actos”. Al parecer, esta
tragedia no va a terminar pronto. ¿Qué opinión tiene de nuestros responsables
políticos?
Pienso que algunos responsables
políticos realmente creen, erróneamente, que la consolidación fiscal y las
reformas estructurales son la solución a una recesión de balance. A otros no
les importa y, cínicamente, solo quieren justificar las malas decisiones que
han tomado. La crisis ha puesto de manifiesto cómo los políticos del establishment
y los tecnócratas de la Unión Europea son generalmente incompetentes, a veces
corruptos, y con frecuencia están peligrosamente desconectados del ciudadano
corriente que sufre las consecuencias de sus decisiones. Por eso la tragedia
puede prolongarse largamente en el tiempo, hasta que los votantes finalmente
digan “basta”.
En su libro, usted propone una serie de
reformas para mejorar las instituciones europeas y nuestras economías: “para
escapar de este largo y oscuro invierno, necesitamos una primavera europea: una
renovación tanto económica como política”. ¿Tenemos que ser optimistas? Soy optimista en el sentido de que el
futuro de Europa no tiene por qué ser tan desolador como el presente. Los
europeos podemos cambiarlo para mejor. Pero el cambio no ocurrirá de manera
automática. Tenemos que luchar por ello. Es la razón por la cual he puesto en
marcha un movimiento, en europeanspring.org,
por una Primavera Europea, por una Europa más dinámica, digna y
democrática.
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