Artículo de RAFAEL MÉNDEZ, publicado en El País, con fecha 7 julio 2013
Los jueces culpan a la banca
de incumplir la normativa, que les hace también
responsables.
El banco debe garantizar que
las cantidades que recibe el promotor van a la construcción.
Keith Rule recuerda que un amigo le pasó un anuncio que había visto en una revista de
Easyjet sobre unas casas en Hellín (Albacete). Era 2006 y no
había posibilidad de equivocarse
al comprar casa en España. “Lo vendían como ‘la verdadera España’. No era un resort en la costa, sino en el interior, en
Albacete, en un sitio muy bonito”, recuerda hoy por teléfono desde Londres. “Finca Parcs-Las Higuericas” se llamaba la promoción. Iban a ser 617 chalés con piscina en el campo. No era el destino habitual y a
pesar de eso atrajo a unos 300 británicos e irlandeses que dieron
un anticipo por la vivienda. Compraron sobre plano, cuando aún no había nada. Keith, que tiene una
lavandería, pensaba pasar temporadas en
España.
Pero pronto vio que algo se había torcido. De arriba abajo, la explosión de la burbuja inmobiliaria llegó inexorable a Hellín. Y la promotora, Cleyton
Ges, se quedó sin dinero para las cinco
fases. Era 2008 y Keith vio que los 53.434 euros que había dado como anticipo estaban en serio riesgo. Ni la CAM, la
caja que había recogido todos los ingresos,
podía financiar la obra ni devolvía el dinero. Keith comenzó
a consultar a abogados. “Me decían que demandara al promotor, pero sabía que así no recuperaría mi dinero. Busqué en Internet con el poco español que sabía y vi que había una ley de 1968. La traduje con Google y leí que el banco también era responsable”.
La ley es la 57/1968 “sobre percibo de cantidades
anticipadas en la construcción y venta de viviendas”. Se trata de una concisa norma, dos folios y siete artículos, que da todo tipo de garantías al comprador de viviendas. La ley explica que surge por “la justificada alarma que en la opinión pública ha producido la reiterada
comisión de abusos, que, de una
parte, constituyen grave alteración de la convivencia social y,
de otra, evidentes hechos delictivos”.
La norma pretendía evitar casos como el de la
sociedad Nueva Esperanza, que en los años sesenta se llevó el dinero de más de 10.000 ahorradores sin
levantar los pisos prometidos. “Las medidas tomadas vienen a
resolver un problema indignante, ya que gente que estaba ahorrando toda su vida
para hacerse con un piso se veía de la noche a la mañana con el dinero perdido y sin vivienda”, declaró entonces un portavoz del
Ministerio de Vivienda, según recogió el diario ABC. La ley no solo exige al promotor la
devolución del dinero, sino que dice
que el banco debe garantizar que las cantidades que este recibe deben ir a la construcción. El banco debe fiscalizar el destino del dinero y exigir
un aval “bajo su responsabilidad”. Esos derechos, según la norma, son “irrenunciables”.
Keith Rule consiguió que la CAM devolviera 1,5
millones a 47 británicos que compraron chalés sin acabar en Hellín
Con el desplome de la burbuja, el abogado Javier Domínguez Romero comenzó a recibir consultas de gente
que se había quedado pillada en
promociones a medias y se estudió la ley de 1968. “La norma había dormido el sueño de los justos durante los tiempos de bonanza económica. Los abogados apenas recurríamos a ella”. Publicó un libro sobre la ley y desde entonces ha perdido la
cuenta del número de ejecuciones de avales
que ha llevado.
Por esa época, Keith Rule comienza su
lucha. Quiere ir más allá. Recuperar el dinero aunque el promotor ni había depositado los avales para 100 de los compradores. No
llega a encontrar a Domínguez. De hecho, le costó dar con un abogado dispuesto a ir contra la CAM —“me llamaban loco”—, hasta que con 46 compradores
convenció a Jaime de Castro, de un
bufete de Algeciras especializado en clientes británicos. El juicio se celebró
en mayo de 2012 y fue un espectáculo. La CAM pidió que fueran todos los demandantes, con lo que 47 familias
británicas e irlandesas se desplazaron
hasta Hellín, aunque luego su
representante no les hizo preguntas. El argumento de la caja era que no tenía “ninguna relación jurídica” con los británicos, que estos debían reclamar al promotor, que no tenía los avales a los que le obligaba la ley por si no
finalizaba las casas. Sin embargo, la juez consideró que el banco también era responsable. Hace un año, les dio la razón y ordenó a la CAM que devolviera 1.494.710 euros que los británicos habían dado a la inmobiliaria.
Argumentó que “la CAM conocía que los anticipos ingresados
en cuentas abiertas en sus sucursales se trataban de ingresos a cuenta de
compradores de una promoción inmobiliaria e hicieron
dejación absoluta de sus obligaciones
que como entidad financiera le impone la ley 57/68 incurriendo su conducta en
una mala praxis bancaria”.
El abogado Jaime de Castro y su cliente, Keith Rule
(derecha). / MANUEL PODIO
La Audiencia Provincial ratificó la sentencia hace un mes y los británicos ya están cobrando, y con intereses y
costas, lo pagado. La CAM, hoy parte del Sabadell, ni recurrió al Supremo, como confirma un portavoz. El banco considera
este caso uno más de la herencia envenenada
que dejó la caja. La Embajada británica afirma en una carta que lo usará como guía para casos similares. Keith,
que ahora colabora con el bufete que llevó el caso, sostiene que su
sentencia da una nueva esperanza a quienes han enterrado dinero en la burbuja
inmobiliaria: “Esta ley es, 45 años después, más necesaria que nunca”. Domínguez sienta un precedente que, de generalizarse, daría mucha más protección al consumidor, ya que el banco paga incluso si no hay
aval. Y podría abrir otra vía de agua en el sistema bancario.
Aunque los detalles cambian, hay muchos más clientes que, contra pronóstico,
están recuperando el dinero que
dieron para promociones fantasma. Alec John Edwards es un técnico del servicio de bomberos de Liverpool que en 2009 dio
150.000 euros como anticipo por una casa en el Trampolín Hills, en un diminuto pueblo de Murcia: “Como vimos que no se construía
pedimos ejecutar el aval, pero el banco se negaba”.
Hace dos meses, tras un pleito, recobró los 150.000 euros, y aún no da crédito. Su abogada, Guadalupe Sánchez, opina que los británicos
tienen más costumbre de pleitear: “A los españoles les cuesta más ir contra la banca. Los anglosajones lo tienen más interiorizado”. Antonio Flores, abogado de Málaga especializado en atender a clientes extranjeros en
temas inmobiliarios, coincide: “Estos insistieron mucho más y exigieron una respuesta del sistema”.
Los jueces empiezan a paliar la mala fama del urbanismo
español en Europa. El Supremo exigió en marzo pasado especial protección para los extranjeros que compren una vivienda. Keith
resume: “España ha demostrado ser un país
serio, en el que si perseveras, la justicia funciona”.
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