Ignacio
Escolar, periodista.
publicado
en El Periodico, con fecha 21 de julio del 2013
Mentir a los ciudadanos no es delito. Esconderse de ellos
tampoco lo es. No está penado por ley incumplir el
programa electoral, manipular una rueda de prensa para evitar preguntas incómodas, comparecer a través
de un plasma, ocultar un salario como una «indemnización en diferido» o pagar el abogado, la
secretaria, el despacho y el coche oficial a un presunto delincuente. Tampoco
hay ningún artículo en el Código Penal que prohíba al presidente del Gobierno mandar mensajitos a un
imputado por corrupción al que le acaban de
encontrar una fortuna en Suiza; no es pecado tampoco pedirle que resista, que
sea «fuerte», que «hacemos lo que podemos». Hay quien podría decir que estos mensajes son
un serio indicio de los delitos de encubrimiento y obstrucción a la justicia, pero para ello haría falta un juez valiente e independiente, uno que no tema
acabar como Garzón.
Cobrar del partido generosos sobresueldos en A no es
delito, aunque al mismo tiempo se diga a los ciudadanos que tienen que
apretarse el cinturón; aunque los dos o tres
salarios que algunos se llevan hasta multiplicar por 10 el sueldo medio de un
trabajador tengan como origen el dinero público. Cobrar sobres en B a lo
sumo es una falta administrativa que está prescrita. Financiarse
ilegalmente desde los tiempos del Betamax también
está prescrito. ¿La diferencia entre la Filesa del PSOE y las tres filesas
que en esos años usaba el PP: que en un caso
hubo condena y en el otro, con Naseiro, un enjuague judicial; que con Filesa
hubo un registro de ocho horas en la sede del PSOE y que con Gürtel llevamos cuatro años de investigación, tres jueces distintos y ni siquiera se ha registrado la
casa de Luis Bárcenas.
Militar en el PP al mismo tiempo que se resuelven los
recursos que este partido presenta en el TC no es ningún delito. Llevar el carnet del PP bajo la boca mientras se
ejerce como magistrado «independiente» también es legal, dice ese mismo
tribunal. Nombrar para el Constitucional a un exdiputado del PP -Andrés Ollero-, a un ponente habitual de la FAES -Enrique López- o al militante Francisco Pérez de los Cobos tampoco es delito: es solo un ejemplo de
esa «despolitización de la justicia» que nos prometió Rajoy. Que el expresidente del Tribunal de Cuentas (ese inútil organismo que vigila las cuentas de los partidos con el
éxito que a la vista está) aparezca como donante en los papeles de Bárcenas no es tampoco delito: es el colmo, nada más.
Pretender que el único límite para la política democrática es que no te caiga una condena judicial tampoco es
delito: es solo la última falacia argumental con
la que el PP intenta vestir de normalidad unos hechos completamente
inaceptables, inexplicados y que inhabilitan al presidente para gobernar.
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