miércoles, 27 de febrero de 2013

REVOLUCION FINANCIERA CAPITULO 3


IMPORTANTE LEER ANTES CAPITULOS 1 y 2

PINCELADA ESPAÑOLA

Y mientras, a título  de ejemplo, en España creciendo la cifra de desempleados en forma exponencial, con la cruda realidad que en un país de 46,2 millones de habitantes, 16,4 millones cotizan, entre ellos, 2,7 millones de funcionarios que son parte del costo. Es decir, 13,7 millones produciendo no pueden mantener el sistema.

Es un disparate transformar deuda bancaria privada en deuda pública que nos terminara ahogando.

La banca se defiende diciendo que hay que salvarles para salvar el ahorro privado. No es cierto. Con los fondos de que dispusieron, depósitos de clientes, préstamos obtenidos y capital propio hicieron negocios ruinosos y ahora pretenden que les cubramos las perdidas.

No podemos obviar que los bancos son empresas privadas que como tales, y cegados por lo que veían como suculenta actividad lucrativa, una vez agotados sus recursos, pidieron a bancos extranjeros, no olvidemos que principalmente alemanes y franceses dinero para hacer más inversiones.

Las inversiones les salieron mal, tanto a unos como a otros. Es un problema entre ellos de asunción de riesgo empresarial. De haber salido bien no se habrían planteado repartir beneficios con todos y seria correcta su postura.

Al salir mal las perdidas no pueden ser asumidas por los demás. Es una prueba evidente de intentar socializar las perdidas, cuando no se hace con los beneficios.

Cualquier gobierno que apoye esto, que asuma deuda privada y la cambie por deuda pública, entendemos puede cometer delito de estafa y malversación de caudales públicos.

 No podemos mantenernos inanes ante actuaciones de esta índole. No tenemos derecho a callar trasladándoles el problema a las generaciones futuras.

Empieza a resultar una mala pesadilla. Aun estamos a tiempo de intentar reconducir la situación. Ni un céntimo más para la banca en quiebra.

Es imprescindible emplear los pocos recursos disponibles en la economía productiva a través de una banca pública.

A quien se pretende seguir engañando con la manida frase de que "como mal menor hay que salvar el sistema bancario"

Si no hay dinero no lo hay. ¿Como es posible que no haya dinero para crear empleo manteniendo sanidad y educación y si lo hay para bancos mal gestores que han ido a la ruina?

Que tiene que pasar para dar un giro de 180 grados a las políticas usadas en Europa. ¿Por qué no estaremos esperando a tener el beneplácito de quienes, como Alemania, a corto plazo se benefician de ellas?

Basta ya de despilfarrar ayudando a la banca que no sirve para otra cosa que cubrir pagos a sus acreedores, también bancarios, principalmente Alemanes.

Utilicemos imaginación y recursos destinando medios a la economía productiva.

Digamos aquello de que cada palo debe aguantar su vela. La desastrosa gestión bancaria debe ser asumida por ellos. Las entidades que no puedan continuar su actividad mercantil deberán cerrar.

O retomamos el crecimiento o no existe salida alguna. La deuda que han generado es impagable, por muy duro que resulte reconocerlo. Cuanto más tardemos en verlo más difícil será encontrar la salida.

PINCELADA RESTO DEL MUNDO

Pero como dice el refrán de, éramos pocos y no sé que le pasó a la abuela, mientras al otro lado del atlántico, desde el Imperio, están a lo suyo y de vez en cuando maniobrando para ver si eso del euro se puede cortar de una vez, no vaya a ser qué. Se empieza a despertar el gigante dormido (vuelvo a citar a Napoleón) y se revolucionan los mercados.

China, que tomó debida nota de la caída del muro, con la mayor población del planeta dentro de una misma frontera, se aventura a cambiar sus reglas de juego y se pone, en plan laboratorio, a experimentar con el sistema.

Coge el ganador, y puesto que estamos en la era digital lo copia dentro del que tenía. En principio se le ha de reconocer audacia y originalidad.

Tienen claro que campo interior hay para desarrollarlo pues parten prácticamente de cero. Al fin y al cabo saben que a nosotros nos ha dado juego más de un siglo, así es que a fomentar el consumo interno.

A ello, y como hacemos todos, añaden él, a conquistar mercados exteriores, que tenemos como ventaja los costos laborales y sociales.

Conclusión, podemos decir que no han tenido crisis, porque no olvidemos que la crisis funciona con nuestro sistema, pero el suyo es una mezcla de ambos y no tenemos datos comparativos homologables.

El año 2010 tuvieron un superávit por encima del 10 % del PIB, es decir la otra cara de la moneda americana.

Tengamos en cuenta que EEUU ha ido acumulando un déficit en cuenta corriente constante desde hace más de 30 años, mientras China y los países productores de petróleo no paran de generar excedentes.

La contrapartida a la acumulación de deuda americana ha sido la adquisición de riqueza ahorrada por ellos

Para que la fiesta sea completa, junto a China se apuntan como emergentes Rusia, India y Brasil, sumando los cuatro una población de 2.700 millones con lo que vemos que empieza a cambiar el mundo, el club privilegiado del 15 por ciento pasará ya a ser superior a la población de la mitad del planeta. Y mientras nosotros pensando en soluciones para el 15 por ciento.

Como colofón añadamos al cóctel los denominados famosos tigres asiáticos, mas Japón, la impronta de los países del golfo y el incipiente despertar de África y América latina.

QUE PODEMOS HACER

Llegados a este punto, cabría preguntarse ¿Qué podemos hacer?

Enunciada así, la pregunta es bastante difícil de responder, pero podríamos empezar por despejar la incógnita e intentar simplificarla, para a partir de ello, como en cualquier formulación matemática, avanzar en su resolución.

Empecemos por intentar, dentro de este laberinto, consensuar que es lo que no debemos hacer y tal vez podamos sorprendernos gratamente al ver que la salida existe.

Hasta ahora, se intentan aportar soluciones tirando de manual, sea este más o menos ortodoxo.

Según criterios académicos, más o menos dogmatizados, se procura aplicar recetas utilizadas con anterioridad en función de las variables manejadas o de datos obtenidos o proyectados a futuro con formulas conocidas.

Se extrapolan simulaciones, etc, pero todo, absolutamente todo, sin cuestionar el sistema.

Cuando se alza alguna voz al respecto, rápidamente impera la ortodoxia, cortándola de raíz, bien por radical, bien por panfletaria.

Es decir, como si el médico ante un cuadro clínico desconocido, viendo que el enfermo no reacciona, se empeñase en el libro dice lo que dice.

Aunque difícil de entender por la praxis de la clase política dominante, parece que en principio no sería descabellado pensar que no debiéramos seguir aplicando una política económica totalmente equivocada obsesionada en un control a ultranza del déficit que no hace sino acrecentar el disfuncionamiento del sistema, máxime cuando se pretende conseguir en plazos de tiempo de difícil asunción social.

Cierto que acotar y reducir el mismo es necesario, tanto en este como en cualquier otro sistema, por puro sentido común y de eficiencia, pero, en ningún caso a cualquier precio.

Posiblemente una de las mayores lecciones de la situación actual lo sea, independientemente de cualquier otro factor, la necesidad de evitar despilfarrar y gestionar costos de manera rigurosa con la visión puesta en la sostenibilidad del propio planeta.

Además, llegado a este punto tendríamos que ponderar ciertas premisas a saber:

No podemos asumir como déficit del Estado lo que es privado, en un 90 % bancario.

No podemos seguir respaldando y avalando deuda bancaria por deuda de todos.

No podemos socializar las perdidas cuando el sistema no permite socializar los beneficios.

El aceptar que como mal menor hay que rescatar al sistema bancario, es ir contra el libre mercado que tanto nos gusta recordar.

Estamos convirtiendo deuda privada en pública por unas cuantías imposibles de asumir y ello está arrastrando a la quiebra del Estado.

Tenemos que determinar quien debe regir los gobiernos, si los representantes de la población o los consejos de administración de lobby privados.

Ante la desastrosa situación a la que han llegado la mayoría de bancos, principalmente debido a su pésima gestión, su falta de escrúpulos, en muchos casos, su falta de visión en riesgos asumidos, respaldados en la seguridad de su fuerza para imponer su rescate, su avaricia en emplear el dinero gestionado participando directamente en todo tipo de actividades, así como la permisividad y falta de control en la ingeniería financiera utilizada con la existencia de paraísos fiscales a medida, lo que no podemos hacer es tabla rasa y apoyo a ultranza,.

Muy al contrario la solución pasa por cubrir estrictamente los depósitos bancarios de clientes e impositores, dejando al riesgo y ventura de los accionistas los resultados de su gestión, como se hace en cualquier actividad mercantil.

Si queremos salvar a alguien que se está ahogando no podemos hacerlo como él quiere, pues nos ahogaremos con él.

Tiene que crearse una banca pública que haga de freno al desenfreno para a través de ella proveer de financiación a la economía real productiva, garantizando la función básica de la banca de dar préstamos.

Tiene que regularse la banca privada, separando nítidamente, lo que es banca comercial y banca industrial, en base a una eficaz información al ciudadano, a quien habría que trasladar el mensaje de "tus depósitos en un banco comercial están garantizados, si quieres mas plusvalías tienes la banca industrial, pero será tu riesgo".

La deuda del sistema bancario es virtual y me explico. La ingeniería financiera utilizada en base a derivados, titulizaciones de paquetes de "burbujas" es tan desproporcionada que no existe contraprestación en moneda emitida capaz de cubrir la misma.

Por tanto, empeñarse en seguir queriendo solucionar un problema real de forma virtual solo lleva a llegar a soluciones de maquillaje y apuntes contables sin contrapartida real alguna. Cuanto más tardemos en verlo más difícil será la salida.

El sistema no puede funcionar si no tiene circulante y este se encuentra retirado, en poder de un escaso uno por ciento de la población a quien habrá de convencer, como mal menor, y formulas hay para ello, para que lo deje circular.

De no ser así habrán de tomarse medidas drásticas en beneficio de la inmensa mayoría de la población que no aguantara mucho más tiempo una situación de impotencia e indefensión ante tal acumulación de capital en tan pocas manos.

Mientras el sistema ha aguantado en su esquema de ingeniería financiera piramidal permitiendo la acumulación del mismo y sus plusvalías en cada vez menos manos pero sin afectar ni percibirse por la mayor parte de la población todo ha ido funcionando, de forma aparente normal.

La codicia financiera ha llegado a tal nivel que solo veían el incremento desmesurado de plusvalías, sin pararse a pensar que no estaban sustentadas en base real alguna.

Papel dinero generando más papel y agotado este simplemente bastando su apunte virtual contable.

La punta del iceberg surge cuando estalla la crisis suprime en EEUU desencadenando un torbellino en espiral que deja al descubierto, en toda su crudeza, los falsos cimientos del sistema.

Es a partir de entonces cuando no puede mantenerse por más tiempo el juego y queda al descubierto la falta de circulante en moneda emitida capaz de soportar la magnitud del problema.

Ante semejante situación, quienes detentan y poseen el circulante, ante el miedo a perderlo, filtran las tesis de austeridad y recortes que tan gravemente están afectando a todos los estamentos sociales.

Puesta en marcha la maquinaria mediática propagandística empieza a alterar cierto status quo existente en las denominadas clases medias, que por otra parte han sido imprescindibles hasta el momento para mantener el invento.

A medida que se va profundizando en la magnitud del problema va aflorando la inviabilidad de mantener privilegios a ultranza pues el quebranto que se causa a la mayoría es insoportable y empiezan las contestaciones sociales que llegaran a situaciones límite de no cambiarse las posiciones actuales.

Los Estados modernos nunca debieran tener deuda, pues tienen el poder de emitir moneda, lo que tienen que tener es la responsabilidad que ello conlleva y por tanto saber calcular sus actos.

Deben suprimirse totalmente, sin excepciones, los llamados paraísos fiscales. Solo benefician a la acumulación de capital que sistemáticamente es detraído de la circulación financiera en la economía real.

Son la base de partida de las inversiones especulativas contra el sistema en su conjunto, además de fraude generalizado contra las Haciendas Públicas.

¿Porque permitir a las grandes corporaciones, a las empresas transnacionales, a las grandes fortunas, no pagar los impuestos que les corresponde?

 De no hacerlo terminaran dinamitando todo consiguiendo incluso que se vuelva contra ellos y termine en su propia asfixia.

Hay que regular la, denominada en su conjunto, ingeniería financiera reduciéndola exclusivamente al ámbito de la banca de inversión, exigiendo una previa información sobre cualquier producto o derivado a comercializar.

En su regulación es imprescindible suprimir la opacidad de cualquier producto que pudieran ofrecer.

Se deben prohibir las actuaciones conocidas como posiciones en corto radicalmente.

Asimismo no podrán realizarse operaciones en base a futuros con respecto a energías y producciones de alimentos.

La economía de mercado necesita controles y reglas, máxime en el sector financiero, donde los Estados han sufrido al respecto una especie de ceguera colectiva.

Se han dejado presionar por lobby y corporaciones con intereses excesivamente partidistas.

Para implementar lo anterior será necesario crear una Agencia de Clasificación pública, que en ningún caso pueda contratar sus servicios de forma privada.
 
La misma podría financiarse de un impuesto a aplicar a las transacciones financieras, de tal forma que se garantizara su total independencia.

La misma respondería de sus informes y evaluaciones como tal con la responsabilidad profesional solidaria de los técnicos emisores de los mismos.

Paul Samuelson decía en 2008 y cito literalmente:

Dejen sitio en el Juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fich, Moody's y Standard Poor's. Se supone que solo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses."

Necesitamos urgentemente un nuevo Bretton Woods, que sirva como en 1944 para adoptar las medidas e iniciativas para reformar el sistema en todo lo necesario.

Al igual que entonces debería recurrirse a reunir aquellas personas idóneas para la búsqueda de las soluciones pertinentes, rehuyendo prejuicios ideológicos y olvidando aplicaciones del manual por el manual.

En nuestro mundo globalizado no encajan muchas de las viejas recetas. Empeñarse en ello nos abocara a situaciones límite de incalculables consecuencias.

Abordar con mente abierta los cambios a efectuar en el FMI y BM, no obviando la necesidad inaplazable, a pesar de las presiones políticas en contra, a la búsqueda de una cesta de monedas que a nivel mundial establecieran un elemento de giro como moneda base en todas las transacciones internacionales.

Dicha cesta estaría formada, como mínimo, por dólar, euro, remimbi, rublo y yen a un tipo de cambio fijo e inalterable que permitiera armonizar las fluctuaciones de forma definitiva. Por muy quimérico que parezca, no abordar esta cuestión dejaría fisuras capaces de frustrar cualquier cambio.

No podemos seguir empeñados en luchar contra la inflación en base a dígitos que parecen nos vengan impuestos por designio divino, es mas y aquí viene el órdago para quien lo que dice el libro es sacrosanto, necesitamos incrementar la misma.

Ante una situación de apalancamiento excesivo de deuda, tanto privada como publica, que colapsa el sistema pues termina auto fagocitándose, no podemos incidir en una política de abaratamiento de salarios en base a una supuesta competitividad.

Competitividad ¿con quién?

Cuando en la década de los setenta las multinacionales descubrieron la deslocalización, que permitía fabricar en los países con mano de obra barata para vender en aquellos con más poder adquisitivo, creyeron encontrar la panacea, y lo era, pero no la que creían.

Se puso de manifiesto que funciona cuando existen desigualdades tan evidentes, pero en un mundo globalizado solo sirve durante un tiempo para los países más desarrollados que durante ciertos años mantienen su capacidad adquisitiva.

Llegado el momento, como empieza a ocurrir actualmente, cuando el consumo cae por paro excesivo, por endeudamiento alto, los mercados "ricos" no pueden seguir comprando y la producción en las nuevas ubicaciones ha de destinarse a mercados internos, que necesitan a su vez subir sus salarios para poder tener poder adquisitivo y comprar. En este contexto pretender competir en base a salarios no funciona.

Si a un empresario que tiene un pago mensual de un millón de euros en nominas le preguntasen; ¿Quiere que apruebe un decreto para que pague la mitad de nominas?, lo normal es que respondiera afirmativamente.

Pero si le dijéramos, "vale a partir de mañana bajaremos el sueldo en todas las empresas a la mitad", lo normal es que respondiera que no le interesa porque si la gente tiene salarios bajos, ¿A quién va a vender sus productos?

Como solución transitoria, y solo a los efectos de tener el tiempo suficiente que conllevara un cambio de sistema productivo, y para ello se necesitaran generaciones, creemos necesario potenciar el consumo y paralelamente bajar los niveles de deuda en base a elevar el objetivo de inflación al 6 % anual durante los próximos 5 años en los países con afección sistémica más acusada.

De forma paralela coordinada se debe proceder a la emisión de moneda destinando la misma, por una parte a obra pública que cree empleo y permita posteriormente la recuperación del sector privado y por otra al saneamiento en un 60 %, como mínimo, del endeudamiento público, amortizando deuda, como medida de choque para anular la reacción del capital acumulado.

En definitiva seria como pedirle al 1 %  de la población que atesora la mayor parte de moneda emitida, que aportase esa misma cuantía en impuestos, cosa que evidentemente no hará de forma voluntaria.

Esto conseguiría los mismos objetivos que una devaluación del mismo tipo, siempre que se acompañase de un control riguroso de precios en alimentación y servicios básicos tales como suministros de agua, electricidad y gas, de tal modo que el Estado pudiera intervenir en el mercado de producirse alteración de precios con la importación de contingentes reguladores.

De esta forma, al contrario de las medidas adoptadas hasta la fecha, se conseguiría proteger a la mayor parte de la población de los efectos inflacionarios básicos.

Esta medida supondría dejar en manos de los países emergente, con China a la cabeza, el tirar de la economía mundial, y ello tendría que pasar por un acuerdo que lo permitiera.

Por una parte estarían las objeciones de EE.UU en cuanto a tener que compartir su estrategia política de dominio y por otro la propia China a quien le afectaría por sus elevados depósitos en dólares que devaluaría.

Pero permitiría, al conseguir desapalancar la deuda en, al menos un 50 %, estabilizar la morosidad y reactivar el empleo, además de sacar a circular los depósitos en manos minoritarias, con lo que volvería a funcionar el sistema.

Posibilitaría que la población en países en vía de desarrollo pudiera acceder a las cotas de bienestar posibles con el sistema en vigor al ir gradualmente mejorando la forma de vida de millones de personas e ir igualándolas a las que hasta ahora alcanzo el 15% privilegiado.

Este por el contrario, debería adaptarse a mantener lo conseguido aunque esto supusiera mantener el status quo sin avances significativos.

Hasta ahora nos daba igual la pobreza y miseria de la mayor parte de la población, solo nos hemos preocupado de nuestro acomodo, no nos habíamos planteado que en un mundo común no es posible mantener una desigualdad tan manifiesta.

Resulta hiriente y debiera hacernos pensar que solo nos hemos dado cuenta cuando nuestra posición privilegiada se resiente y comprobamos que necesitamos mejorar su nivel de vida por propia conveniencia.

Hace unos años, comentando con cierta persona considerada progresista, que como era posible que Unicef llevara dos años pidiendo una inversión de treinta mil millones de dólares para acabar con el hambre infantil en zonas deprimidas y no se le facilitaba un céntimo alegando la falta de recursos y en cambio ante la quiebra financiera en EEUU, el presidente Buch había volado para ayudar a la banca con setecientos mil millones de dólares.

 La respuesta fue, " seamos sensatos, hablemos de cosas seria, estamos hablando de economía." Ante tal insensibilidad pensé que el mundo había llegado a su nivel más bajo de podredumbre.

Posibilitar el crecimiento en dichos países, en conjunto daría tiempo a plantearnos a qué tipo de sociedad futura aspiramos, permitiendo ir introduciendo los cambios necesarios, pues la actual nos guste o no tiene fecha de caducidad.
 
                                                                                             CONTINUARA