Vicenç Navarro
Artículo en Publico, de fecha 17 junio 2013
La postura central del Informe del Comité de Expertos sobre las Pensiones (a partir de ahora ICE) es
que el crecimiento de la esperanza de vida y del porcentaje de la población anciana en España hace insostenible el sistema
de pensiones públicas, a no ser que se hagan
una serie de cambios que, en la práctica, significarían una notable reducción de las pensiones públicas, tanto de los futuros pensionistas como de los
actuales. Tras una narrativa que intenta transmitir un mensaje de objetividad y
neutralidad tecnocrática, las propuestas que
realiza el Comité significarían la reducción más drástica de las pensiones públicas que haya ocurrido en la mayoría de países de la Unión Europea de los Quince (UE-15). Veamos los datos.
El ICE comienza señalando que el mayor problema
que tiene el sistema de pensiones públicas es el envejecimiento de
la población. Enuncia, con gran alarma,
que en el año 1900 (inicio del siglo
pasado, el siglo XX), “la esperanza de vida de los
españoles con 65 años era de unos 10 años; hoy esperan vivir veinte años más (y hacia el 2050 se prevé que vivirán 25 años más)”. El ICE señala que este crecimiento de la
esperanza de vida es un problema enorme para la sostenibilidad de las
pensiones.
El otro “gran problema” que cree identificar el ICE es el crecimiento del
porcentaje de población anciana. El ICE señala que, mientras el porcentaje de la población anciana (es decir, por encima de los 65 años) ha “crecido en las últimas décadas hasta el 17% de toda la
población, y está previsto que alcance el 37% en 2052. En esta última fecha, por tanto, se espera que uno de cada tres
individuos tenga más de 65 años. En cifras absolutas, el número
de pensiones que prevé la Seguridad Social pasaría -dentro de cuarenta años
a partir de ahora- de los 9 millones actuales a los 15 millones en 2052”. El ICE concluye que no habrá
suficientes trabajadores cotizantes para sostener a tanto pensionista y todavía menos para sostenerlos durante tantos años de vida y goce de las pensiones. De ahí la necesidad de reducir las pensiones ya ahora, en este
momento, sin esperar más. Hay que hacerlo
inmediatamente, tomando medidas que el ICE reconoce que serán impopulares, pero que hay que hacer aprovechando que
ahora, en este momento de enorme crisis económica,
la gente está receptiva para hacerlas. En
un borrador anterior, el Comité de Expertos escribía explícitamente que hay que
aprovechar este momento de crisis para poder hacer estos cambios, de la gran
importancia de los cuales son conscientes. Esta observación desapareció de su informe final.
Los errores del determinismo demográfico
Uno de los ejemplos más claros de la inoperancia y
falta de credibilidad de las tesis de la insostenibilidad del Sistema Público de Pensiones es el fracaso de sus predicciones. Juan
Torres y yo tenemos todo un capítulo en nuestro reciente libro
Lo que debes saber para que no te roben la pensión
(Editorial Espasa. 2013) mostrando la falta de credibilidad de las proyecciones
de los catastrofistas. Una por una, estas proyecciones y previsiones
(incluyendo las que han hecho varios miembros del citado Comité de Expertos) han resultado falsas.
Veamos ahora la predicción
de que a mitad de siglo XXI el porcentaje de la población anciana habrá pasado del 17% actual al 37%
(en 2052) de toda la población. Estas cifras han sido
ampliamente utilizadas y citadas (ver mi crítica
al Profesor Josep Oliver sobre la utilización
de estos datos en “Los recortes de las pensiones
no son inevitables” (Público 13.06.13). El ICE, para llegar a estas cifras, hace
toda una serie de supuestos altamente cuestionables (que no se explicitan en el
informe), siendo el mayor de ellos el que asume que la población española pasará de ser 46 millones a 41 millones en los próximos cuarenta años, con lo cual el porcentaje
de los ancianos sobre el total de la población
aumentará espectacularmente. Para que
esto ocurra se tiene que asumir que, durante ese periodo, la población de España, en lugar de crecer, como ha
ocurrido durante los últimos cuarenta años, decrecerá. Esta observación profundamente pesimista se basa en toda una serie de
supuestos, también altamente cuestionables,
escogiendo siempre los peores escenarios posibles, tales como que la natalidad
continuará bajando y bajando; que la
inmigración se reducirá y no compensará la bajada de la natalidad; y
que la economía crecerá muy poco.
La natalidad, sin embargo, es una variable en la que se
puede influir a través de políticas públicas que sean favorables a
aumentarla, políticas, todas ellas, poco
desarrolladas en España, el país europeo con menor desarrollo de las políticas profamiliares. Varios países en la UE-15 han mostrado que la reducción de la natalidad puede revertirse si hay voluntad política para desarrollar políticas
que la favorezcan. Algo semejante ocurre en cuanto a la inmigración. La diferencia entre el nivel de vida de España y sus vecinos del sur probablemente continuará e incluso aumentará, y con ella la inmigración. Y es más que improbable que el
aumento de la productividad no repercuta en un aumento del crecimiento económico (tema del cual hablaré
más tarde en el artículo). No es, pues, probable que el escenario de crecimiento
negativo tanto económico como poblacional sea el más acertado.
El problema de las pensiones no es demográfico sino económico
En realidad, lo que importa en cuanto a la sostenibilidad
de las pensiones no es el factor demográfico, sino el económico. El tema que debería
discutirse no es si habrá demasiados ancianos o no,
sino si habrá suficiente riqueza en el país para sostener a los ancianos y a todos los demás. Y ahí está el punto clave que el ICE ni siquiera considera y por el
que paga un coste: está profundamente equivocado y
ello es fácil de demostrar. Analicemos,
primero, su alarmismo acerca de que la esperanza de vida de las personas de 65
años se haya doblado desde 1900,
lo cual considera muy preocupante para la sostenibilidad de las pensiones. Esta
alarma es la que abre el informe cuando indica que en 1900, la esperanza de
vida de las personas de 65 años era 10 años y ahora es 20 años. El que se haya doblado en
más de un siglo le parece al ICE
un enorme problema.
Pero el ICE no nos explica por qué es un problema. Le parece obvio que es un problema. Pues
bien, ignora que no hay ningún problema. El Comité de Expertos parece desconocer que, desde 1900 hasta ahora,
el PIB (es decir, la riqueza del país) ha crecido 24 veces (si, 24
veces). Es cierto que la esperanza de vida de las personas de 65 años se ha doblado en más de un siglo. Pero, ¿cuál es el problema si la riqueza
del país ha crecido 24 veces durante
el mismo periodo, es decir que el país es 24 veces más rico ahora que en 1900? Repito ¿Dónde está el problema? ¿No cree el Comité de Expertos que una sociedad veinticuatro veces más rica que en 1900 tiene recursos más que suficientes para pagar las pensiones a aquellos
trabajadores que han creado esa riqueza? Una sociedad veinticuatro veces más rica tiene veinticuatro veces más recursos para los pensionistas y veinticuatro veces más recursos para los no pensionistas. Repito una vez más ¿dónde está el problema?
Hoy la sociedad española tiene recursos más que suficientes
para poder pagar las pensiones de los ancianos. Y los tendrá también para pagarlas en la segunda
mitad del siglo XXI. Unos cálculos sencillísimos del impacto del aumento de la productividad en la
riqueza del país así lo muestran. Si la productividad aumentara un 1,5% por año (cifra muy conservadora, pues el crecimiento anual
promedio en el periodo 1971-2011 ha sido de 2,4%), el PIB de España sería 2,25 veces más grande en la segunda mitad del siglo XXI (hacia 2060) de
lo que lo fue al principio de la crisis en 2007. Es decir, si el PIB fuera 100
puntos en 2007, este aumentaría a 225 en 2060. Pues bien,
España se gastó 8 puntos del PIB (el 8%) en pensionistas y 92 en no
pensionistas en 2007. Los alarmistas indican que para sostener a los
pensionistas habrá que gastarse en España en 2060 el 15%, lo cual indican que es inasumible, sin
clarificar por qué es inasumible. En realidad,
sería muy asumible. Un 15% del PIB
en el 2060 (es decir, de 225) serían 33 puntos (15% de 225) para
pensionistas, cantidad mayor que los 8 de 2007, y 192 para los no pensionistas
(225-33=192), lo cual es superior a los 92 del 2007. ¿De nuevo, dónde está pues el problema? (nota a los principiantes en econometría: estoy hablando de valor de moneda constante, con la
misma capacidad adquisitiva en 2007 y en 2060).
La referencia al número de cotizantes por
pensionista, indicando que el número de trabajadores por
pensionista está bajando, olvida (diría yo deliberadamente) que la variable determinante de la
sostenibilidad de los sistemas de reparto es la productividad (que no aparece
por ninguna parte en el ICE) y su impacto en la creación de riqueza. Hace cuarenta años,
España tenía el 18% de la población trabajadora en el campo,
produciendo alimentos para todos los españoles. Hoy es solo el 2%. Este
dos por ciento produce más alimento que el 18% de hace
40 años. Imagínese el ridículo de un “Comité de Expertos” que hubiera alarmado a la población española, cuarenta años atrás, escribiendo que el hecho de
que el número de trabajadores en el
campo estuviese disminuyendo en España, determinaría que la población española se moriría de hambre por falta de
trabajadores en el campo. Pues, no solo no morimos de hambre, sino que este 2%
produce mucho más alimento que el 18% de hace
cuarenta años. En realidad, el estado está subsidiando a los agricultores para que no produzcan
tanto. Pues bien, saquen “alimento” y pongan “pensiones” y verán lo ridículas que son las tesis catastrofitas del ICE y de los
deterministas demográficos.
El factor demográfico no es el problema. ¿Cuál es? De lo que no se habla en
nuestro país: la distribución de las rentas
El punto clave para analizar la viabilidad de las pensiones
no es la transición demográfica, sino la distribución
de las rentas, tema que tampoco aparece por ninguna parte en el ICE. Centrándose en el “desequilibrio” etario, se olvidan, ignoran u ocultan el “desequilibrio de rentas”
que es la raíz del problema. Veamos los
datos.
La Seguridad Social se financia a partir de fondos
derivados del trabajo. Y en los últimos treinta años, a partir de las políticas
públicas de corte liberal (lo
que se llama neoliberal) iniciadas por el Presidente Reagan y por la Sra.
Thatcher, hemos visto a los dos lados del Atlántico
Norte que las intervenciones públicas han beneficiado sistemáticamente a las rentas del capital a costa de las rentas
del trabajo. Las rentas derivadas del trabajo han ido descendiendo más y más, y las del capital han ido
aumentando más y más. En España esto ha sido muy marcado en
los últimos años.
Esta redistribución de las rentas a favor del
capital ha creado enormes problemas. Varias son las consecuencias. Una de ellas
es el enorme problema de falta de demanda, una de las causas del escaso
crecimiento en España. Y la otra es la escasa
rentabilidad de la economía productiva –que se basa en la demanda- e hipertrofia de las actividades
especulativas de mayor rentabilidad (y riesgo). De ahí la enorme inestabilidad financiera y falta de crédito que contribuyen al escaso crecimiento.
La otra consecuencia de esta redistribución de las rentas a favor de las rentas del capital a costa
de las rentas del trabajo ha sido precisamente la bajada de ingresos a la
Seguridad Social pues, al disminuir las rentas del trabajo, también disminuyen los ingresos a la Seguridad Social. Ahí está el problema que el ICE
ignora. Las políticas neoliberales que se han
estado aplicando en la Unión Europea (y en la Eurozona a
partir del establecimiento del euro), con el énfasis
puesto en la reducción de los salarios y del gasto
público, junto con el desarrollo
de políticas fiscales favorables a
las rentas del capital, han sido los mayores
ataques (y no hay otra manera de decirlo) que se han hecho a la
Seguridad Social. Estas políticas de reducción salarial y de gasto público
son resultado, en parte, de la enorme influencia del capital financiero (bancos
y compañías de seguros) en la
gobernanza de la eurozona y de los estados. Y ahora es el mismo capital
financiero el que está culpabilizando al
envejecimiento de la población de la crisis de la Seguridad
Social. Y el Comité de Expertos, cuya composición condiciona sus conclusiones (9 de los 12 miembros son
personas próximas a la banca y a las compañías de seguros), también enfatiza esta tesis,
promoviendo como solución un enorme recorte de los
beneficios sociales. La gran mayoría de los miembros del llamado
Comité de Expertos son conocidos ideólogos del neoliberalismo que han mostrado su catastrofismo
en sus escritos anteriores al ICE. En realidad, de expertos tienen poco. De
portavoces del capital financiero, sin embargo, tienen mucho.
El abusivo recorte de las pensiones de sus propuestas
La dureza de sus recomendaciones se plasma en su claro
intento de reducir el tamaño de las pensiones, mediante
sus propuestas. Pero, antes de describir estas propuestas, permítanme que aclare que para mantener el nivel de vida que el
pensionista tuvo como cotizante (es decir durante su vida laboral), la pensión debería aumentarse según aumenta el nivel de los salarios. No hacerlo así implica que el pensionista irá retrocediendo en su nivel de vida con la edad, pues los
salarios –y por lo tanto el nivel de
vida de su país- iría aumentando más rápidamente que su pensión. El hecho de que reformas
previas hayan cambiado el criterio de aumentar las pensiones adaptándolas, no al crecimiento de los salarios, sino al nivel de
la inflación ha significado un retroceso
muy notable del nivel de vida de los pensionistas en relación al resto de la sociedad. Pero por si ello no fuera poco,
el ICE quiere ir más allá en este retroceso y quiere adaptarlo a la esperanza de
vida del pensionista y al supuesto coste de mantener esa pensión. Esta recomendación me hace recordar la reciente
observación del Ministro de Economía y Hacienda del gobierno japonés que, en un momento de crispación, dijo lo que muchos neoliberales suelen pensar pero no se
atreven a decir: “el deber patriótico de los ancianos es morirse cuando les corresponde”, insinuando además que les correspondería morirse lo más pronto posible. Naturalmente
que el ICE no dice tal barbaridad. Pero la lógica
de lo que propone no excluye este tipo de conclusión. Para la sostenibilidad de las pensiones es bueno que los
ancianos no vivan muchos años o que, si viven, vayan
recibiendo cada vez menos pensiones.
El otro intento de reducir las pensiones es supeditar las
pensiones a los ingresos a la Seguridad Social en cada periodo, con lo cual, el
nivel de las pensiones dependerá del ciclo económico, aunque el ICE niega que esto sea su intención. Como consecuencia, las pensiones bajarán en momentos de recesión
en contra de lo que la eficiencia económica exige, que consiste en
que en momentos de recesión es fundamental que crezca el
consumo a fin de estimular la economía. Por cierto, el ICE indica
falsamente que estas medidas ya se están aplicando en otros países de la UE-15. Esto no es cierto. Ningún país ha hecho o está promoviendo unas medidas tan radicales para los
pensionistas como las que el ICE está proponiendo. Suecia, bajo la
influencia de los liberales, hizo un cambio que capitalizó parte de las pensiones, es decir, modificó parte de las pensiones para complementar las pensiones básicas con fondos procedentes de la rentabilidad de las
inversiones hechas a partir de un componente de la cotización individual. El enorme impacto negativo que la crisis económica creó en este fondo de capitalización y su consiguiente impopularidad ha hecho que los partidos
de izquierda hoy en la oposición piensen cambiarlo.
En realidad, la mayor crisis de estos sistemas de
capitalización ha ocurrido en Chile donde,
bajo la dirección del general Pinochet, se
privatizaron y capitalizaron las pensiones (excepto para las fuerzas armadas),
habiendo sido un desastre. El ICE no propone esta excesiva privatización, pero el recorte de las pensiones que propone llevaría a una expansión de las pensiones privadas,
que se rigen por el sistema de capitalización
y que benefician al capital financiero, es decir, a la banca y a las compañías de seguros (ver el libro Lo que debes saber para que no
te roben la pensión de Vicenç Navarro y Juan Torres, y también, de los mismos autores, Los Amos del Mundo. Las armas del
terrorismo financiero
Soluciones alternativas
Las soluciones para el futuro de las pensiones pasan por
centrarse no tanto en la transición demográfica, sino en aumentar la riqueza del país y su redistribución, mediante medidas macroeconómicas, laborales y sociales (encaminadas a facilitar una
sociedad de alta productividad) y medidas fiscales (orientadas a una
redistribución muy marcada de la riqueza
que se habrá creado con este aumento de la
productividad y que vaya en sentido opuesto al que ha estado yendo en estos últimos treinta años, es decir, redistribuyendo
desde el mundo del capital (y muy en especial del capital financiero) hacia el
mundo del trabajo.
En aquellos países que se quiera mantener el
sistema de reparto para financiar las pensiones, es fundamental que aumente el
número de trabajadores (en España hay una enorme cantera de mujeres y jóvenes que quieren trabajar), impedir los salarios bajos y
la precariedad, aumentar la progresividad en la financiación de la Seguridad Social y del Estado (España tiene uno de los Estados de la UE-15 con menores
ingresos, con menor gasto público social y menos
redistributivos) y aumentar la fuerza de los sindicatos, puesto que la distribución de la riqueza creada, resultado del incremento de la
productividad, depende no solo del nivel de la productividad, sino también del poder del mundo del trabajo. Hoy el capital es el
grupo de presión más poderoso que se ha beneficiado más de este aumento de la productividad. Debería revertirse esta situación
y que fuera el mundo del trabajo el que forzara la redistribución de la renta nacional a su favor y, en consecuencia, de la
Seguridad y de la protección social.
Hoy el capital y su ideología,
el neoliberalismo, es hegemónico en el pensamiento económico del país, hegemonía que explica que incluso amplios sectores de las
izquierdas gobernantes la hayan aceptado. Esta hegemonía es reproducida en los mayores medios de información y persuasión (ver mi artículo “¿Es España una democracia? El caso de las pensiones”, Público 12.06.13). Hoy, los
sindicatos son el último baluarte que resiste a
esta enorme avalancha neoliberal. Aplaudo al único
miembro del Comité que votó en contra del ICE, denunciando una farsa de la que no
quiso ser parte. Y lamento y denuncio al economista sindicalista de CCOO que
dio legitimidad a dicho informe. Su aplicación
significa un ataque frontal al sistema de pensiones público. Y sus autores son plenamente conscientes de ello,
pues así lo plasman, aunque intenten
disimularlo, en su informe.
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